POV: Andrea.Una semana. Una jodida semana ha pasado desde que salí de casa de Christian y él no me siguió. Desde que mi abuela sufrió un infarto y yo pasé el peor susto de mi vida.Los días se han desarrollado demasiado lentos, pesados y duros. Ver a mi abuela débil es algo que me rompe, que me hace reflexionar sobre lo que tengo y un hecho futuro que me hace estremecer. Un día de estos abuela Nora podría dejar de respirar y a todos, absolutamente a todos en esta casa, nos destrozaría su ausencia.Salgo de mi habitación con los ánimos caídos, con cada minuto, hora o día que pasa, mis esperanzas se esfuman.«Él no va a venir». Y me duele el pecho al saberlo. Que no le importo, que su orgullo y sus miedos estúpidos pueden más que el amor que dice sentir por mí.No confías en mí…Esas palabras. Todavía siento mi aliento helado al decirlas. No era una pregunta, era una jodida confirmación que nos alejó. Y que ahora no nos atrevemos a cruzar esta grieta inmensa entre nosotros. ¿Por qué? M
POV: Andrea.Salgo de casa sin que nadie lo note. No quiero dar explicaciones de nada. Solo han pasado dos días desde su llamada, los peores que he vivido en mucho tiempo.A veces creo que todo se reduce a malentendidos. A medias palabras que nos dejan con mal sabor de boca. Por segundos, me obligo a creer que, tal vez, hablando claro se resuelva todo. Sea cual sea el resultado final.Pero luego recuerdo que no es mi culpa. Que siempre seré yo la que busque soluciones, si permito que Christian se encierre en su mierda y nos arrastre a ambos. Y me cansa. Me cansa ser, de los dos, la que piense que todo no podría estar perdido. Solo basta que él se dé cuenta de lo dañado que está, para entender cuánto afecta a todo el que lo rodea.Cuando nuestra relación comenzó, sabía que no sería sencillo, pero jamás imaginé que llegaríamos a este punto de desconfianza entre ambos. En el que me llama para "arreglar" las cosas, pero termina empeorando todo a un nivel casi catastrófico.La brisa fresca
Cuatro años después.POV: Andrea.Froto mis sienes cuando el cansancio comienza a pasarme factura. Cierro los ojos y me trago los suspiros que tengo retenidos desde hace unas tres horas.—¿Quieres que paremos? —pregunta Lindsey, cuando me ve.Su voz también se escucha cansada, además de que parece un ruego. Levanto la mirada y en sus ojos grises es evidente también el agotamiento.—Quiero terminar e irme, Issy. Creo que si me tomo unos minutos, no podré volver a concentrarme —confieso. Mi voz se escucha ronca.—Entonces, sigamos —concuerda—. Yo también quiero irme a casa. Mañana es mi aniversario de boda con Pablo, quiero estar libre para preparar algo.Me obligo a sonreír porque es algo que a ella le entusiasma, el brillo de sus ojos es suficiente prueba. Sin embargo, no puedo decir que a mí me emocione tal cosa. En estos tiempos, para mí, el amor y la felicidad que trae tener una pareja, son puros cuentos de hadas.—Hoy terminamos y mañana podrás hacer lo que quieras —digo, por comp
POV: Andrea.¿Ese plan que tenía de no hacer nada durante todo el fin de semana con tal de descansar de las responsabilidades que tengo a diario?Pues, imposible.Mientras el sábado pasa conmigo limpiando hasta el polvo de los clósets, mi cabeza, que debería hacer un reposo de pensamientos pesados, le da vueltas y más vueltas a situaciones que me estresan, en vez de relajarme. Por ejemplo, a mi sentimiento de culpa por la conversación que tuve con mi madre, al hecho de que no he podido regresar a Santa Marta aun sabiendo que no puedo abandonar a mi familia porque un idiota me hizo daño en el pasado.El problema está en que, a pesar de saberlo, de estar clara de las cosas, de haber cambiado toda mi perspectiva de vida y lo que espero de mi futuro, hay elementos que no paso por alto. Ni siquiera con el paso de cuatro largos años.¿Fechas? ¿Frases dichas por otras personas que en mi vida había visto antes?Todo eso hace que en ocasiones me vuelva una perra frustrada, solo por el hecho de
Christian Anderson. —Christian, ya me voy, ¿te quedas? La voz de mi hermano me hace alzar la mirada de los documentos que estoy revisando. Está en la puerta de la oficina, con su sonrisa sarcástica marcada, lo que me advierte de que va a decir algo para molestarme. —Es viernes, no te voy a pagar horas extras. Y ahí está el chiste. Ese que siempre hace y del que conoce mi respuesta. Enarca una ceja y se cruza de brazos cuando se recuesta al marco de la puerta. Yo me aguanto el resoplido y me niego a darle más leña a sus intenciones de prender el fuego. —No todos estamos tan ligeros de trabajo como tú —comento con soltura, mientras doy vueltas a la pluma entre mis dedos. La risa de Connor es molesta, burlona. —Te llenas de m****a porque te da la gana, Chris. ¿En qué estás trabajando? —pregunta, pero se responde a sí mismo. Rueda los ojos—. De seguro en ese caso de la inmobiliaria. Podías habérselo dado a otro. Me reclino en mi asiento. Tiene razón, pero no se la daré. —Me gusta
Christian Anderson.La mayor parte del tiempo justifico mi adicción al trabajo con instinto. Y de cierta forma, siempre resulta que tenía razón en prestar mayor atención a los detalles que otros no.Este correo pudiera ser otra de esas confirmaciones si no sintiera que lo hice solo porque quería ocupar mi mente. Pero ahora agradezco haberlo hecho. Mi trabajo me da vitalidad, pero no pensar, me da mucho más. Y eso es lo que pasa mientras me ocupo de resolver los problemas de los demás.Rangel Brown, por supuesto que tenía que sonarme ese nombre. El hijo mayor de Estefan y Jennefer Brown, una de las familias pudientes de Santa Marta. Pero su ausencia en el pueblo ha sido tan prolongada, que no me culpo por no recordar. Su exitosa carrera deportiva lo llevó lejos y por lo que sé, no ha regresado desde entonces.En el correo me pide un encuentro, para presentarme algunas cuestiones que necesita resolver, pero me aclara que no debe ser en el bufete; un lugar público y en la medida de lo po
Andrea Rowe.La fiesta de cumpleaños de Maddie es todo un éxito. Ver su expresión de felicidad es, cuando menos, reconfortante. Y se siente personal, también.La familia reunida una vez más, activa recuerdos que de cierta forma había bloqueado, para no sentirme culpable y poder seguir con mi vida, con mis ambiciones. Pero me basta una sola imagen, para prometerme a mí misma que esto no puede pasar más.Lo que pasó hace años en Santa Marta debería estar enterrado. El nivel de importancia, bien bajo. Nunca me he puesto a pensar en lo que dice de mí y mis rencores el hecho de que no pueda pisar el pueblo que he amado toda mi vida. He estado tan enfocada en encontrar un futuro independiente, en pasar página, que me he perdido de lo importante.Así que voy a buscar soluciones.El único ausente es Leo. Según Jackson, está de camino, pero debe llegar en la madrugada. Como adición, está mi primo, por supuesto, y su madre. Anne, la esposa de mi tío Mario, es todo lo contrario a Maritza. Y esta
Christian Anderson.En mi apartamento una vez más, lucho contra el impulso de buscarla, de saber de ella.La dichosa cena con mi familia fue, como cada vez, una puta tortura. Tal vez sea yo el que no logra dar un paso adelante, avanzar, pero no es por no intentarlo. Sin embargo, cómo se intenta dejar algo atrás si cada maldito día es un recordatorio de lo que ya no tengo.Puede que sea envidia, ya ni sé. Comienzo a valorar esa opción.Pero ver a mi hermano tan feliz, con la mujer que rompió nuestra hermandad, me pone de mal humor, me hace mantenerme estancado donde mismo. No por ella, porque hace mucho me di cuenta que Stacey nunca fue nada en mi vida, más que el motivo por el que todo se fue a la mierda. Connor es otra historia. Y sí, acepto que me molesta verlo actuar como si nada hubiera pasado. Como si no recordara todo lo que sucedió, no asumiera la parte que le toca y aceptara que pudo ser diferente, de no haber hablado tanto.Eso no quita el resultado, definitivamente, siempre