Andrea Rowe.
Sin poder evitarlo, cierro los ojos y dos lágrimas caen. Se deslizan rápido por mis mejillas y solo por ese motivo creo que Estela no pone el grito en el cielo.
Pienso en todo lo que hemos pasado estos meses, a pesar de que ya ha pasado un año sigue sintiéndose igual de intenso. La emoción por despertar a su lado cada día, el orgullo en sus ojos cuando triunfamos juntos en lo profesional. Christian y yo nos elegimos hace tanto, que imaginar una vida sin él no es posible. Ya tuvimos la demostración.
Llevo mis manos, aún con la tarjeta, a mi vientre. La tela sedosa del blanco vestido cubre mi regalo. Yo también, a diferencia de todos estos días anteriores, hoy le tengo uno. Y lo siento tan justo con esas palabras que él eligió, que no puedo evitar emocionarme.
Estamos tan compenetrados que nos hacemos felices con detalles tan pequeños, que conectamos a niveles que sería imposible catalogar.
Respiro profundo sin importarme que todos
Podría pensarse que la muerte atrae un clima nublado, un ambiente frío, gris; pero hoy el sol brilla más que nunca, los pájaros cantan con emoción, el viento es una brisa fresca y deliciosa. Es el día perfecto.No pareciera que un alma pura está dejando esta tierra. No pareciera que una familia al completo acaba de perder su sostén.Aquí yace Nora Alexandra Cadwell, el corazón de la familia. Se lee en la sepultura, mientras la tierra removida recientemente deja el recordatorio de que ahí, en ese lugar, descansa la mujer más querida de Santa Marta, la abuela incondicional. La que olía siempre a jazmin y daba los mejores consejos. La que reprendía, pero amaba más.Su familia llora en silencio, ellos en la vanguardia. El pueblo de Santa Marta los sigue de cerca, porque acaban de despedirse del ser más especial.Mad
Primera parte.Andrea Rowe. 21 años.Mi despertador suena, insistente.Saco una mano y sin mirar, lo apago con un manotazo.—Ahhh...no es justo —gimo con malestar, pero en lugar de levantarme solo me volteo para el otro lado de la cama y sigo durmiendo.Anoche me dormí demasiado tarde, la materia de Derecho Internacional Privado me trae un poco de los pelos y tengo examen en dos días. No sé si es que el profesor no le pone empeño en enseñar algo interesante o soy yo la frustrada que no entiende nada. Como quiera que sea, es el motivo por el que ahora necesito levantarme y no quiero hacerlo.Los párpados me pesan y me digo que solo necesito cinco minutos más. Se siente tan bien estar todavía en la cama, calentita bajo la manta y con la habitación a oscuras.«Solo serán cinco minutos».Despierto desorient
—¡Andrea, apúrate!La voz de Christian se escucha amortiguada a través de la puerta. Mientras me observo en el espejo, todavía sigo pensando que estoy cometiendo una locura. Mi rostro está maquillado a detalle y mi cuerpo, cubierto con un vestido color rojo intenso, corto y ajustado. Termino de acomodar mi cabello y vuelvo a suspirar.—Tranquila...solo es una salida de amigos —susurro, contando cada respiración.Los nervios me atacan y es que, aunque nuestra salida de hoy no sea por motivos significativos, se siente extraño asistir a una fiesta de fraternidad con uno de los chicos populares. Es como aspirar a un listón alto donde puede salir todo bien...o no.Un golpe en la puerta me hace brincar, acompañado de las palabras apuradas de Christian.—¡Andie! —llama, con insistencia.—¡Ya voy! —respondo, rodando los ojos.Me
Ahora que estoy sola todo se siente diferente. Hay muchas miradas sobre mí y ya me estoy arrepintiendo de haberme vestido con algo tan llamativo. No pasó por mi cabeza que Christian se volviera un imbécil, de verdad pensé que esta noche sería un punto de inflexión entre nosotros. No porque yo pretenda tener algo con él, porque ya conozco las consecuencias de eso, era más por el hecho de que podía forjarse una amistad duradera.«Christian es más de lo que está dispuesto a aceptar».Pero ni modo, ya no hay vuelta atrás. Él se fue y por lo que pude ver, no demoró en buscar compañía. Dos morenas despampanantes no dudaron en acercarse y a él, no le costó aceptarlas y rodearlas por la cintura.Con un resoplido me abro camino para salir de la casa. Entre nuevos empujones logro llegar a la puerta trasera, que conecta con un inmenso pa
Unos golpes fuertes en la puerta de mi habitación me despiertan. Me levanto de la cama un poco asustada y con el corazón en la boca, de la impresión. Camino hasta pegar la oreja en la puerta; no es como si yo fuera a abrirla sin saber quién hace tanto ruido a esta hora de la madrugada.—¡Andrea! —grita, Christian. Me sobresalto con su tono ronco y apresurado—. Sé que estás ahí. ¡Ábreme!Lo pienso unos segundos, a la legua se escucha que está borracho. Si sigue gritando despertará a toda la residencia y eso podría traerle problemas, porque no se supone que deba estar aquí. Tomo una respiración profunda y pongo la mano en el picaporte; cuando lo giro, la puerta vibra otra vez con el golpe de sus puños. Al abrir, un cuerpo musculoso, ancho y pesado se inclina hacia mí, como si hubiera perdido el equilibrio. Por poco puedo sostenerlo y lo g
Las suaves sábanas rozan mi piel demasiado sensible. Un calor sofocante me cubre todo el cuerpo y comienzo a sudar. Siento una cosquilla ascender por mi vientre y una brisa de aire frío alivia por unos segundos mi alta temperatura. Me remuevo sobre la cama, buscando un alivio a esta sensación de estar acorralada que me llena por momentos. Sin embargo, un cuerpo duro se presiona contra mí.Levanto mis manos y al tocar lo que sea que me tiene encerrada, me parece reconocer un pecho ancho y fornido; ahogo un jadeo al imaginar el dueño.—¿Chris? —jadeo, con un susurro.—Sí, cariño, soy yo. —La voz del Chris de mi sueño se escucha baja y ronca. Sexy.—¿Qué…haces? —pregunto, cuando una mano suya se pega a mi cadera y comienza a dibujar con sus dedos sin un patrón evidente.—T
Dulces. Sus labios son dulces.Y suaves.Envuelven los míos con movimientos cadentes y seguros.Sus manos rodean mi rostro y sus pulgares, rozan mi mejilla. Cada uno inclina su cabeza hacia lados contrarios, para profundizar un poco más. Lo que empieza con lentitud, aumenta la intensidad, conforme nuestras sensaciones crecen y las ganas de continuar se multiplican.Ahora estoy acostada. Y él, está sobre mí. Sin embargo, solo nuestras bocas se tocan.Sus dientes me muerden y los míos responden. Mi lengua juega con la suya y se enredan en un baile de poder. Sus labios chupan los míos y provocan que gemidos inevitables salgan de mi garganta. El pulso de ambos, late errático. Las respiraciones se dificultan y las palmas de las manos pican con las ganas de tocarnos. Pero, contrario a lo que debería suceder, cada uno las mantiene alejadas del otro.Mis pulmones arden y solo así,
—Sabíamos que estarías aquí. —Escucho la voz de Ellie y levanto la mirada de mi libro.—¿Dónde, si no? —respondo con una sonrisa y veo, además, que se acerca Abbi.Nos saludamos con besos en la mejilla y mis amigas toman asiento a mi lado.—Has estado perdida estas dos últimas semanas —recrimina Abbi, con el ceño fruncido.Resoplo, porque me siento culpable por eso.—Lo sé, pero entre el examen de Derecho Internacional y las demás materias, he estado super estresada —murmuro una justificación, que, aunque sí es verdad, me faltaría confesar que andaba demasiado cercana a Christian Anderson.—Créeme, te entendemos —comenta Ellie, con una mueca de fastidio.Iniciamos una conversación relacionada con los estudios y nos ponemos al día de las últimas semanas. Abbi