Andrea Rowe.Salimos del bufete esta vez tomados de la mano y más que compenetrados el uno con el otro.No soy capaz de describir lo que siento. Es una mezcla de felicidad explosiva con una calma que me da paz, que me hace sentir que estoy en el lugar correcto. No dejamos de mirarnos, de tocar nuestras manos, de sonreírnos. Ya se acabó la etapa de mantenernos con un bajo perfil. Nos amamos y es hora de que todos lo sepan.Llegamos al edificio y a pesar de todo, siento nervios. Los padres de Chris es obvio que llevan queriendo esto desde hace mucho, pero abuela Nora, la verdad no sé cómo lo tomará.Y aunque sé que mi abuela solo me preguntará si ya soy feliz, me da un poco de miedo el que ella crea que puedo volver a esa etapa en la que me alejé de todo. Siempre amé a mi familia, siempre amé el sueño de tener una propia. Me convertí en una cáscara de mí misma por más tiempo del que debía y ahora sé que retornar a lo que fui será complejo en muchos sentidos.Pero cuento con el amor del
Andrea Rowe.Con todo listo para partir hacia Santa Marta, recibo una llamada de Jackson. Estos días que estuvo abuela conmigo, él se acercó en ocasiones, pero su expresión no era la más tranquila ni la más feliz.Sé que algo le pasa y tengo un presentimiento acerca de esta llamada. Él no viajará con nosotras, puesto que vamos en compañía de los Anderson y Jack quería ir en su auto, pero presiento que tendrá que aportar alguna situación.Me alejo de mi abuela, que conversa con Christian en la cocina, preparando una de sus limonadas, para hablar con mi primo. El balcón me ofrece privacidad y es lo que necesito ahora.—Jack —murmuro, en cuanto acepto su llamada—. ¿Ya vas a salir?Lo pregunto solo para ir directo al tema que me preocupa. Y cuando escucho su suspiro cansado del otro lado, sé que di en el clavo con mis sospechas.—No voy a ir, Andie. No puedo.Froto mi rostro al escucharlo, no sé ni qué decirle. Pudiera preguntar qué pasa, reclamarle algo, pero no soy capaz de presionarlo.
Andrea Rowe—Pronto nos veo preparando boda, ¿no es así, Andrea?Las palabras de mi madre me hacen sonrojar. La mirada de Christian también es un motivo para sentirme así de repente. Es muy profunda, intensa. Justo como somos los dos.Tartamudeo una respuesta, que ni yo misma sé cuál es. De solo pensar en que esa posibilidad existe, me estremezco completa y una felicidad veterana me absorbe. Porque mi sueño se estaría cumpliendo de ser así, ese sueño que todos en esta familia sabían que yo tenía y que ahora, después de todo, puedo recuperar.Escucho a mi alrededor el cuchicheo de abuela Nora, la voz de Maddie emocionada, Mary sonríe un poco más allá, intentando ocultar el embarazo porque todavía no es noticia. Pero es Vanessa la que me hace sacudir con sus palabras.—Yo estoy orgullosa de los dos y el día que se acepten el uno al otro frente al altar, seré increíblemente feliz. Ya quiero ver más nietos corriendo por Santa Marta.Vuelvo a mirar a Christian, acompañado de Connor y Stace
Andrea Rowe.Su voz me provoca escalofríos, que hable con su boca pegada a mi cuello, me pone la piel de gallina. Sonrío con su oferta, a pesar de que podría considerarse locura; amo que él y yo estemos locos, juntos.Amo que yo quiera ir con él.Asiento cuando una de sus manos se entrelaza con la mía. Me voltea con un rápido movimiento que me hace tambalear.La otra mano viaja a mi mejilla, acaricia con su pulgar mi labio inferior, mi barbilla. Me mira a los ojos como si mirara mi alma.Pienso en lo que antes Maddie me dijo y siento las mariposas recorrerme al completo, pero nada pasa. Él sigue mirándome como si quisiera memorizar cada centímetro de mi rostro y yo lo dejo hacer, porque el nudo en la garganta y las emociones, me aturden.—Ven conmigo —susurra, antes de dejar un beso casto en mis labios.Me suelta otra vez y nos lleva alrededor de la casa, para buscar su auto.***Christian Anderson.El puesto de comida rápida está cerrado. Es obvio, es Navidad.En un pueblo como Santa
FINAL “Te amo para siempre”Christian Anderson.Un año después…Si con diecisiete años me hubieran advertido de todo lo que me iba a tocar vivir, me hubiera reído, desternillado, hasta perder la razón. En aquellos momentos yo solo era un manojo de idiotez, sin idea alguna de lo que quería hacer con mi vida, más allá de que el sueño de ser abogado por complacer a mi padre seguía vigente.Mi hermano ya estaba estudiando, yo le iba a seguir.Tuvieron que pasar prácticamente diez años para que todo esos pensamientos de mierda que una vez tuve, se fueran. Hoy, con la cabeza gacha, debo aceptar que fui un imbécil y que el arrepentimiento me durará años.Pero a pesar de todo, entiendo lo bueno de todo lo que viví.Tenía que pasar para que llegara este momento. Uno en el que espero a la mujer más her
Andrea Rowe. Sin poder evitarlo, cierro los ojos y dos lágrimas caen. Se deslizan rápido por mis mejillas y solo por ese motivo creo que Estela no pone el grito en el cielo. Pienso en todo lo que hemos pasado estos meses, a pesar de que ya ha pasado un año sigue sintiéndose igual de intenso. La emoción por despertar a su lado cada día, el orgullo en sus ojos cuando triunfamos juntos en lo profesional. Christian y yo nos elegimos hace tanto, que imaginar una vida sin él no es posible. Ya tuvimos la demostración. Llevo mis manos, aún con la tarjeta, a mi vientre. La tela sedosa del blanco vestido cubre mi regalo. Yo también, a diferencia de todos estos días anteriores, hoy le tengo uno. Y lo siento tan justo con esas palabras que él eligió, que no puedo evitar emocionarme. Estamos tan compenetrados que nos hacemos felices con detalles tan pequeños, que conectamos a niveles que sería imposible catalogar. Respiro profundo sin importarme que todos
Podría pensarse que la muerte atrae un clima nublado, un ambiente frío, gris; pero hoy el sol brilla más que nunca, los pájaros cantan con emoción, el viento es una brisa fresca y deliciosa. Es el día perfecto.No pareciera que un alma pura está dejando esta tierra. No pareciera que una familia al completo acaba de perder su sostén.Aquí yace Nora Alexandra Cadwell, el corazón de la familia. Se lee en la sepultura, mientras la tierra removida recientemente deja el recordatorio de que ahí, en ese lugar, descansa la mujer más querida de Santa Marta, la abuela incondicional. La que olía siempre a jazmin y daba los mejores consejos. La que reprendía, pero amaba más.Su familia llora en silencio, ellos en la vanguardia. El pueblo de Santa Marta los sigue de cerca, porque acaban de despedirse del ser más especial.Mad
Primera parte.Andrea Rowe. 21 años.Mi despertador suena, insistente.Saco una mano y sin mirar, lo apago con un manotazo.—Ahhh...no es justo —gimo con malestar, pero en lugar de levantarme solo me volteo para el otro lado de la cama y sigo durmiendo.Anoche me dormí demasiado tarde, la materia de Derecho Internacional Privado me trae un poco de los pelos y tengo examen en dos días. No sé si es que el profesor no le pone empeño en enseñar algo interesante o soy yo la frustrada que no entiende nada. Como quiera que sea, es el motivo por el que ahora necesito levantarme y no quiero hacerlo.Los párpados me pesan y me digo que solo necesito cinco minutos más. Se siente tan bien estar todavía en la cama, calentita bajo la manta y con la habitación a oscuras.«Solo serán cinco minutos».Despierto desorient