Candy Ángel una joven de 18 años recién cumplidos se encontraba en la sala de emergencias del Hospital H.L.M, su rostro estaba hinchado y los cardenales se comenzaban a formar en el, una vez más.
— Candy, ¿otra vez por aquí? — pregunto el enfermero con aparente preocupación.
— Estoy en problemas Ben, ahora sí que no sé qué hacer. — la preocupación en su voz era palpable, al igual que la angustia.
— ¿Que sucedió? ¿Por qué está la policía en el hospital?
— La vecina vio cuando papá me golpeaba y los llamó, si hablan con el medico sabrán sobre las otras veces y lo arrestarán.
La joven rubia tenía la mirada perdida. En su mente miles de imágenes se proyectaban, todas con un mismo final, ella muerta en manos de Aarón, su padre.
— Tengo una idea, ven conmigo, larguémonos de aquí, yo puedo conseguir la documentación necesaria, tu padre no podrá encontrarte jamás, podemos continuar con nuestras vidas en otro lugar, ¿qué dices?
— Pero… ¿por qué dejarías todo lo que tienes? Tu trabajo de enfermero, tus padres…
— Por qué yo te amo. Me enamoré de ti Candy.
— ¿Amor? Pero, apenas me conoces, ¿cómo podrías amarme?
— Yo siento que te conozco de toda la vida Candy, cada vez que curo tus heridas, veo el dolor reflejado en tus ojos, esos que deberían brillar siempre, pero se ven opacados por las lágrimas que derramas día a día, vamos, es ahora o nunca, tú padre no vendrá por aquí, mientras este la policía.
Y así Candy emprendió un camino que iba a estar plagado aún más de dolor y sufrimiento del que había conocido a manos de su padre, claro que ella no lo sabía.
Es que Candy no sabía nada de la vida, desde el momento en que nació su sufrimiento comenzó, su madre Melisa murió en el parto y su padre Aarón se aseguró que ella lo supiera y nunca lo olvidara. Cada día, desde que Candy tuvo uso de memoria, se lo repetía, mientras la golpeaba.
— ¡No eres más que una asesina! ¡¿Qué tipo de monstruo mata a su propia madre?!
Era lo que Aaron le repetía cada vez que la golpeaba y la golpeaba tan a menudo que ya se había olvidado de que una vez su piel fue verdaderamente blanca, ahora su color era una mezcla de amarillo, verde, azul y morado, dependiendo la fuerza con la que su padre la golpeaba, ella trataba de complacerlo en todo, casi al punto de quedarse inmóvil durante horas mientras que él se sumergía en el alcohol, todo para evitar que la golpeara, pero nunca lo lograba.
La joven soporto todo sin queja alguna, durante años, esperando el día que su hermano Matt volviera y la rescatara, y es que esa fue la promesa que le hizo el día que le dieron la beca para estudiar en Londres.
— Candy, debes ser fuerte, resiste, yo estudiaré, trabajare y volveré por ti. Lo juro.
Matt tenía 15 años cuando se fue, y dejó a la pobre Candy de apenas 5 años en manos de su padre, él sabía que la golpeaba, tan fuerte que incluso más de una vez le rompió uno que otro hueso, pero con el tiempo, Matt olvidó casi todo, y solo enviaba dinero para la educación de su hermana, educación que nunca obtuvo, ella era analfabeta, Aarón con el fin de evitar que alguien se entrometiera en su vida de alcoholismo y maltratos, la privó de salir de casa, el único lugar que Candy conocía y muy bien, era el hospital, aunque tratara de no ir con frecuencia, todo con tal de evitar una paliza más grande, solo cuando el dolor era insoportable, o sus huesos se rompían asistía a aquel lugar.
Ella lo pensó unos minutos antes de decidirse, la oferta de Ben era buena, pero el miedo por su padre y lo que le pudiera hacer era muy grande.
“Ya pasaron 13 años desde que Matt prometió volver, él ya se olvidó de mí. Es hora de que yo también me olvide de él.”
— Vamos Ben, llévame al mundo. — dijo con un pequeño brillo en sus ojos y con un poco de esperanza en su voz.
— Claro que sí, yo te llevaré.
La mirada de Ben adquirió un brillo siniestro cuando la delgada y pequeña joven aceptó irse con él. Sabía que Candy acababa de cumplir 18 años, por si los detenía la policía no habría ningún problema, una vez que llegaran a la ciudad él contactaría a sus conocidos, para que le den documentos falsos, para así asegurarse que nadie los encuentre.
Ben era un reclutador, su verdadero trabajo era encontrar y atrapar a mujeres débiles como Candy, él como enfermero era el que debía llamar a la policía y dar aviso del maltrato intrafamiliar que sufría Candy, pero nunca lo hizo, espero como todo depredador, se ganó la confianza de la joven y cuando llego a su punto de quiebre, la atrapó, el infierno recién comenzaba para Candy.
Casi un año, había pasado desde que Ben la llevó a la ciudad, desde el momento que la tuvo solo a su merced, él la siguió maltratando, no solo golpes, también la hizo sentir nada, su poder psicológico sobre Candy era aún más grande que el que Aarón tenía, sabía que la joven era virgen, y pensaba entregarla solo cuando valiera la pena la paga, mientras se mantenían de las otras mujeres que tenía bajo su control.
— Hola pequeña.
— Hola señora María.
— ¿Cómo te lo tengo que decir? Dime solo María, es raro verte en el jardín del edificio, ¿ocurre algo?
— No, es que Ben está con una amiga y me pidió que saliera.
— Violeta, cuando te darás cuenta de que esas amigas que visitan a tú novio son chicas que trabajan… ya sabes, en la calle.
— ¿Venden hot dog?
“La señora María se ríe muy fuerte y yo no entiendo ¿por qué? ¿Acaso dije algún chiste?”
—Dime niña, después de que sus amigas se van ustedes… ya sabes, ¿tienen intimidad?
— ¿Intimidad?
— Sí, sabes a lo que me refiero, ¿hacen el amor? ¿Duermen juntos? — la joven por fin entendió a qué se refería, y no pudo evitar ponerse tan roja como un tomate.
— No, nosotros nunca hacemos eso, solo vemos las películas, Ben dice que tengo que aprender a ser una mujer y luego él llama a alguna de sus amigas.
— ¿Como? ¿Ustedes no lo hacen?
— No María, yo nunca eh echo eso, a decir verdad, aunque me de vergüenza decirlo, cuando vemos esas películas, me siento rara y quiero que Ben me bese, pero… — Se quedó en silencio al recordar lo que sucedía cuando quería tocar a Ben o que él la toqué.
— Pero ¿qué Violeta?, puedes confiar en mí. — Candy tenía cierta desconfianza ante el pedido de confianza, la última vez que confió en una persona fue Ben, y las consecuencias aun las estaba pagando. Pero aun así decidió hablar.
— Él se enoja y me golpea. — respondió en un susurro, bajando la cabeza.
— ¡¿Como que te golpea?! Eso no puede ser, debes denunciarlo…
— ¡No María!, por favor, no digas nada, él tiene razón yo no puedo comportarme así, primero tengo que aprender antes de hacerlo. Por favor no le digas nada a nadie, o nos tendremos que mudar, y.… en todo este tiempo eres la única amiga que he podido hacer, jamás en toda mi vida he tenido una amiga.
María quedó en silencio tratando de entender a esta joven pareja, llevaban viviendo en el edificio casi un año, y las únicas visitas que recibían era de prostitutas, a ella le simpatizaba la joven Violeta, nombre que le eligió Ben a Candy, a forma de burla por el color de su piel en aquel entonces, pero eran pocas las veces que la veía, que él la dejaba salir, además de creer que también practicaba el oficio, pero ahora estaba aún más confundida.
Cuando Ben le grito por la ventana “Violeta” subió corriendo, y ella llamó a su hijo, quizás podría hacer algo, en su corazón sabía que debía ayudar a esa joven, algo en la verde mirada de la pequeña rubia le daba ternura.
— Charly.
— Hola mamá, ¿qué sucede? — el joven se sorprendió que su madre lo llamara en horario de trabajo, por lo que la atendió de inmediato. Después de contarle lo sucedido, su hijo se quedó en silencio unos minutos, hasta que al fin habló.
— Mamá, quizás él pertenece a algún culto o algo que solo se casan con vírgenes y la este … no se… preparando para el día de la boda, para que no se asuste o algo… tú solo… no te metas en líos, por favor, no te involucres en lo que no debes.
Mientras tanto, Amir Zabet, un gran empresario en el mundo de las joyas observaba con suma curiosidad a su asistente.
Le tenía aprecio a Charly, lo conocía de la niñez y cuando salió de la oficina decidió no interrumpir la charla que tenía con María, a quien conocía muy bien.
— Charly eso realmente fue raro. — Dijo levantando una ceja y mirando fijamente a su asistente.
— Disculpe señor Amir, mi madre tiene demasiado tiempo libre y lo ocupa para meterse en la vida de sus vecinos, no sé qué pretende.
— Dime más, suena interesante. — el joven aceptó contar lo que María le había dicho, después de todo no tenía secretos con su jefe y no veía nada malo en ello.
— ¿Cómo explicarlo?... una pareja de jóvenes se mudó hace como un año al edificio y hoy descubrió que ellos no tienen relaciones. — Resumió así de simple. Y la curiosidad de Amir aumentó.
— ¿Cuantos años tienen?
— Rondan los 20 años. Creo.
— A favor de tu madre debo decir que es raro, es tan raro que…
— ¿Que?
— Olvídalo, sigue con lo que te encargue.
Amir entró en su enorme oficina, camino hasta las paredes de vidrio y observo la ciudad a sus pies, desde pequeño tuvo todo lo que quiso, su padre Emir le puso el mundo a sus pies, en un intento de que olvidara el abandono de su madre Yamile, pero sin darse cuenta lo que más aprendió Amir fue a odiar a las mujeres, más cuando son jóvenes, hermosas y codiciosas, fue por eso que desde los 17 años hasta ahora, con sus 29 años, por su cama solo pasaron mujeres deseosas de dinero y poder, mujeres que no les importaba ser usadas y desechadas siempre y cuando se las llenara de dinero y joyas, se detuvo en ese pensamiento, ahora sabía que era lo que le había llamado la atención de la conversación de su asistente.
“Nunca estuve con una virgen.”
En ese momento tomó una decisión que lo cambiaría todo. No solo para él, sino para mucha gente, todo cambiaría a raíz de esa decisión.
— Charly, llama a Dominic. — Dijo apenas cruzó la puerta.
— Sí señor, ¿le pido algo en específico? ¿Rubia? ¿Morena? ¿castaña? — Dominic era a quien acudían todas las personas de la alta sociedad, para saciar sus instintos más bajos, con él podías conseguir cualquier cosa, para todos los gustos, y lo mejor era la discreción.
— Una virgen, dile que pagaré 100 veces más de lo habitual.
— Eso estará complicado, me refiero a lo de virgen. Hoy en día es complicado.
— Sé que puedes y recuerda, nada de jóvenes obligadas o drogadas nada de eso. — Amir era de los hombres que creía que las mujeres decidían que hacer y con quien, pero eso no era tan así.
— Lo tengo Señor, no se preocupe.
— Claro que no, para eso te tengo a ti.
En poco tiempo Dominic contacto a Ben, un joven que siempre tenía con él a las mujeres más lindas jóvenes e incautas de la ciudad, luego de pactar un encuentro en su centro de operaciones procedió a hacer el trato de su vida.
— Pasa Ben, hablemos de negocios.
— Para eso estoy aquí Dominic. — Se saludaron como viejos amigos y se dispusieron a hablar de negocios.
— Mis chicas dicen que tienes a una virgen, y muy bonita, por cierto.
— Sí, es mi boleto a la buena vida, es muy hermosa y está en su punto, la he amaestrado bien.
— ¿Por cuánto me la prestaría o venderías?
— No, nada de eso, la estoy guardando para él que quiera pagar lo que vale, sin intermediarios, ya sabes, tú querrás tu tajada y yo recibiré menos eso… ella es realmente muy hermosa, es mi mejor diamante. — las palabras de Ben, solo despertaba más la curiosidad de Dominic.
— ¿Medio millón te parece poco por una noche?
— Medio millón ¿sin descontar tu parte?
— Medio millón limpio para ti, además te aseguro que la persona que la tenga no tiene ningún tipo de enfermedad, ni ningún fetiche que la pueda traumar, solo es una noche, a cambio pide solo tres reglas, ni tú, ni ella sabrán su nombre, ella debe tener cubierta la cara con un velo o algo, no le gusta ver a quien se folla, y obviamente tomara la píldora del día después, no quiere cargar con inconvenientes.
— Si es por eso puedo hacerla tomar anticonceptivos, a mí tampoco me conviene que quede en cinta, pienso sacar mucho de ella, que te digo, su belleza es única, hasta a mí me cuesta no hacerla mía.
— No, no, la quiere limpia en todo sentido, ni alcohol, tabaco, píldoras de ningún tipo. Él es así.
— Entonces no se hable más, cuando la debo traer.
— Aquí no niño, su asistente te dará lugar, fecha y hora. Ahora le diré que entre, y te doy un consejo, solo porque te aprecio, no te quieras pasar de listo, con él no se juega, tiene mucho poder. — Dominic salió e hizo pasar a Charly. Mientras que Ben ya soñaba que hacer con el dinero.
El joven Delgado y alto se dejó caer, enfundado en un costoso traje, de cabello ondeando, ojos color café y tez trigueña, Ben subestimó a ese hombre que no tendría más de 25 años y como no hacerlo, si Charly parecía inofensivo.
— Necesito que conteste unas preguntas. — así entró, sin saludar y yendo directamente al grano, él era el asistente de Amir Zabet, debía estar a la altura de su jefe.
— ¿Acaso eres policía? — Contesto sonriente Ben y esto causó cierta alarma en Charly, nada de mujeres obligadas, se repitió la regla de Amir.
— Esa pregunta… ella lo hará por propia voluntad, ¿verdad? Porque si no es así no tenemos nada que hablar. — Sentenció con toda seriedad.
— Claro que lo hará por voluntad propia, ellas siempre lo hacen, yo no tengo a nadie obligada conmigo. — Mintió descaradamente.
— No consume…
— Nada, ella es sana, no le gusta ni el olor a cigarrillos. Y mucho menos toma alcohol.
— Eso nos ahora muchas preguntas, solo queda aclarar, por último, que se asegure de tomar la pastilla del día después y luego espere cuatro horas para salir, de lo contrario si hace algún truco para después querer chantajear a mi representado…. creo que no es necesario decir que tú serás el más afectado. El desierto es amplio y cualquier lugar es una buena tumba. — Ben descubrió que sea quien sea él interesado tenía poder. La mirada de Charly, que en un principio le pareció aniñada ahora le resultaba intimidante. — Aquí está la dirección y todo lo que necesita para llegar, en la habitación encontrara una caja con lo que se debe poner.
Así de fácil, así de ruin la vida de Candy empezaba a empeorar. Ya no serían solo golpes. Ahora sería vendida como un pedazo de carne, del cual ni siquiera ella sabía su valor.
La fecha llegó, Ben ordenó y a ella solo le quedaba por obedecer. — Pero Ben… no entiendo. — ¿Eres idiota Candy? ¿Qué es lo que no entra en esa cabeza tuya? — Ben le daba golpes en la cabeza con su dedo índice, mientras lo decía. Asiéndola sentir menos que nada. — Es tan fácil lo que te pido, debes tener sexo, solo eso, no debes hablar, ni nada, ¿no eras eso lo que querías cuando veíamos las películas?— Pero tú eres mi novio, yo…— Soy tu novio y tú me obedeces, así de fácil. ¡Si no fuera por mí, estarías muerta! ¿Acaso quieres volver con tú padre? ¿Sabes lo que te hará?, escúchame, cariño, esto es muy importante, necesitamos el dinero, solo será esta vez y después los dos viviremos felices, tendremos nuestra familia y lo más importante, por fin podremos hacer el amor. ¿Acaso no quieres ser mi mujer? — Candy, tan ingenua, tan simple, tan manipulable, le creyó. Pero aún se seguía preguntando…— ¿Por qué no puedo hacerlo contigo primero?— Ya te lo expliqué, yo no duermo con niñas i
A pesar de que trato de ser suave y no lastimarla demás, la cavidad de Candy era muy estrecha, él sintió como su pene era envuelto y apretado, trato de ser delicado, en verdad que trato, pero lo que sentía, esa sensación tan exquisita lo hacía perderse en la lujuria pura, cuando por fin la penetró por completo, se quedó inmóvil dentro de ella, para ayudarla de ese modo a adaptarse a su intromisión, mientras la seguía besando, cuando sintió que sus manos se relajaron un poco, liberó su boca para verla, una lágrima caía de sus hermosos ojos, grabó cada gesto, cada temblor, decidió moverse solo un poco y al ver cómo la joven apretaba los labios se dio cuenta que no era por dolor, si no por placer, lo que provocó que sus movimientos aumentaran y que ella los siguiera, en ese vaivén tan delicioso y nuevo para la joven.— Amir… ah… Amir.Escucharla decir su nombre mientras sentía que estaba por llegar al orgasmo, lo lleno de una dicha que no alcanzaba a comprender, pero lo que más le sorpre
El tiempo pasa muy rápido, o muy lento, todo depende de cuan desesperado estás.Amir por fin se había dado por vencido, parecía que aquella joven de ojos verdes y mirada trasparente no quería ser encontrada, o quizás el dinero que él le dio le sirvió para comenzar una nueva vida, solo le quedaba a él que tendría que aprender a vivir con lo que había hecho, pero ¿y Charly? ¿Él podría seguir callando o debería afrontar su culpa, por guardar silencio?— Señor, no lo entiendo, durante estas 6 semanas lo único que ha hecho es buscar a esa mujer, Candy, y ahora. ¿Lo deja así? ¡¿Como si nada pasara?! — el hombre se sorprendió por la molestia en la voz de su asistente, Charly jamás replicaba nada, y mucho menos ponía en cuestionamientos sus decisiones, camino hacia el ventanal de su enorme oficina y mirando la ciudad a sus pies lo increpó. — ¿Qué es lo que te molesta Charly? Solo la buscaba para recompensar mi error, nada más. No entiendo tus reclamos.— Me molesta mi incompetencia, no sus
Cuando las mujeres quedaron solas, María sintió la necesidad de hablar con Candy, estaba segura de que no se había dado cuenta que estaba en cinta.— Candy, ven mi niña, hablemos un poco, debo decirte algo.— De que quiere hablar María, ¿acaso hice algo mal?— No criatura de Dios, tu no podrías hacer nada mal, pero me gustaría saber, ¿hace cuánto te sientes mal?— Mmm hace unos días, cuando me despierto las cosas me dan vuelta luego se me pasa, y cuando como, me da muchas ganas de vomitar, pero casi siempre se me pasa, solo que hoy después del helado no fue así, debe ser que no estoy acostumbrada a comer tantas cosas deliciosas, mira, hasta mi estómago ha crecido. — La ingenua Candy levantó su remera y dejó ver el pequeño, pero notable bulto que crecía en ella. María ya no tuvo dudas, aun as&iac
El tiempo pasaba, y Charly cada vez estaba más contento con su vida, si bien Candy lo seguía mirando como un amigo, el joven se conformaba con eso, él no quería estropear la relación que mantenían, así se lo había recomendado su madre, la joven parecía un animalito, siempre temerosa de la gente extraña, le costaba salir, vivía siempre con miedo de todos, menos de él, quien aprovechaba cada oportunidad cuando salían de la casa para tomarla de la mano, o abrazarla, para enfundarle seguridad y él a cambio conseguía estar aún más cerca de ella. — ¿Lo viste Charly? Mi bebé está creciendo muy bien. 4 meses, ¡ya tiene 4 meses! — Lo vi Candy, pero también escuché lo que dijo el médico, tu cuerpo a sufrido mucho, tienes que cuidarte, tomar tus vitaminas y evitar las escaleras o cualquier tipo de esfuerzo, ya deja de limpiar mi casa por favor, sabes que no debes hacerlo. — No tienes nada de qué preocuparte, no me dejas hacer nada, ni siquiera me dejas lavar tú ropa.
Matt lo vio alterarse y luego recuperar la calma, o por lo menos colocar la máscara que Amir usaba en los negocios. Creyó que todo se debía a lo que veía en la foto, una joven flacucha, con el labio y la nariz rota, además de varios cardenales esparcidos.— Te juro Amir, si todavía no lo he matado es por el hecho de que es mi padre, pero cuando la encuentre, y ella de la orden, los mataré a todos, Aarón, ese tipo que se la llevó, Ben, y a todo aquel que le haya tocado un solo cabello. — Amir sabía que su amigo hablaba en serio, lo conocí muy bien. Él era Matt Ángel, o como lo conocían en el bajo mundo, El Ángel de la muerte.— Yo la encontraré.Y esa promesa era más para él que para Matt, debía encontrarla, y después darle la cara a su amigo, quien sabía bien que no entendería de r
Candy estaba muda, no se atrevió a hablar, el olor que Amir tenía le traía los peores recuerdos y eso la llenaba de miedo, tenía pánico de decir algo y que Amir la golpeara.— ¡¿Qué haces, Amir a donde la llevas?! ¡Bájala ahora! — Amir se giró y le dedicó una sonrisa a su empleado.— Ella vendrá conmigo, yo la cuidaré, tú mejor quédate en silencio, sabes que es lo mejor que puedes hacer.— ¡¿Acaso le preguntaste?! No me importan las consecuencias, si ella no quiere no se irá, ni contigo, ni con nadie.Miro con enfado a Charly estaba a muy poco de arrancar su cabeza y usarla de adorno en su auto, pero se contuvo, luego miro directo a los ojos de Candy, perdiéndose un poco en ellos, ¿que tenía esa joven que lo hacía sentir de esa forma?— Vendr&aac
Cuando Candy sintió las manos de él en sus caderas y como este la depositaba con sumo cuidado sobre sus piernas se dio cuenta de lo pequeña que era en comparación con él, ella podía perderse en ese enorme cuerpo, blanco, aunque no tanto como ella, de pies largos, al igual que sus piernas, todo músculos, todo duro.Sintió como Amir movía sus manos hacia su vientre y como acto reflejo lo cubrió con las suyas, ella siempre lo cubría ante la presencia de algún extraño, y por más que conociera a Amir, la costumbre ya está instalada en ella.— ¿Que sucede?— No, nada.— Estas rígida. — Candy permanecía en silencio y Amir lo entendió, ellos tenían una conexión.— Jamás lastimaría a mi hijo. — Lo dijo con voz tranquila y suave.— &i