CALMA, SOPLO DIVINO

Carmen amaneció en el suelo sucio y frío de un edificio abandonado. Sentía frío y dolor por todo su cuerpo. No sabía cómo había llegado allí y mucho menos qué había ocurrido. Miró su mano y observó que sostenía un objeto largo y punzante, un cuchillo de cocina, manchado de sangre. No era suya, eso lo tenía claro. Aún estaba fresca y seguía resbalando por el frío acero. Asustada, lo tiró al suelo, se levantó y comenzó a mirar a todos los lados...

¿Gritaba, pedía ayuda?.., pero si la ven, con sangre en las manos la pueden detener..., y si había cometido un asesinato..., ¿dónde estaba el cuerpo?

Comenzó a llorar. Carmen, una mujer de treinta y cuatro años, marcada por situaciones difíciles a lo largo de su vida, se encuentra ahora en la peor, sin duda.

Pasan los minutos y cada vez está más alterada y asustada. De repente, sabe qué hacer. Saca su móvil del bolso y llama a la única persona en la que puede confiar plenamente y sabe que iría con ella hasta el fin del mundo.

—¡Carmen, ¿qué coño haces? son las seis y media de la mañana y a las siete tengo que estar lista.

—El... El... Elvira..., yo... ay... Dios... Él... ¡¡Joder, creo que acabo de asesinar a alguien!!

—Venga ya, y déjate de rollos que es muy temprano y tengo un cabreo de narices...

—Elvira... por mamá, créeme.

No hicieron falta más palabras para que Elvira acudiera sin pensarlo ni un segundo a por su hermana.

Elvira, hermana mayor de Carmen, su salvavidas, su consejera, su único rayo de luz. De una belleza rompedora, pelo rubio rizado, unos labios carnosos, que harían perder la cabeza a cualquier hombre y su mayor peculiaridad un ojo marrón y otro verde, detalle que a Carmen enamoraba de su hermana.

Elvira, fuerte, decidida y toda una guerrera. Una alta ejecutiva en el mundo de las ventas y editoriales, y siempre la protectora de la familia.

Tardó solo diez minutos en llegar a ese sucio edificio y encontrar a Carmen agachada, sentada en el suelo, agarrándose sus piernas, temblando y llorando desconsoladamente. Lo primero que sintió al verla fue esa sensación materna de querer abrazar a una niña pequeña triste y desolada.

Corriendo, se acercó a ella y la abrazó, la consoló con sus brazos, secó sus lágrimas y juró que mientras ella estuviera ahí, jamás le ocurriría nada a su dulce, ingenua y pequeña hermanita.

—Lo primero que tenemos que hacer es deshacernos del cuchillo, es un edificio antiguo, aquí entran muchos yonquis y ladrones y la lían cada noche, si ha ocurrido un asesinato, jamás te relacionarán a ti, pero el cuchillo debe desaparecer. Tú y yo vamos a dar un paseo por el edificio por si vemos algún cuerpo y a pensar qué hacer. Así que, espabila y vamos al lío.

Carmen se quedó más que asombrada con la serenidad y calma de su hermana, ya que de ellas dos, Elvira siempre había sido mucho más cobardica que ella, pero sabía que todo lo hacía para protegerla, ya que ambas darían la vida la una por la otra.

Con miedo y muy despacio recorrieron prácticamente todo el edificio; nada, ni un rastro de sangre, ningún olor, ningún cuerpo. Solo alivio.

Con el cuchillo en el bolso de Carmen, ambas hermanas salieron del edificio. Ya era de día cuando pisaron la calle. Sin titubear, entraron en el coche de Elvira, no se preocuparon por ningún otro vehículo, pues Carmen no sabía ni montar en bici, de hecho, mantenía algunas cicatrices de intentos fallidos en motos y bicicletas... asunto que hacía mucha gracia a Elvi.

Elvira condujo durante media hora sin rumbo alguno, solo escuchaba a Carmen entre sollozos contar lo que había pasado, que no recordaba absolutamente nada.

—Me acosté como siempre a las once, ya sabes que si no me acuesto con Elo, ella no se duerme. En serio, Elvi, es lo último que recuerdo y de repente me levanto aquí, a un kilómetro de casa, con moratones y un cuchillo lleno de sangre que no sabemos de quién es.

—Carmen, mírame, vamos a coger el cuchillo, lo vamos a limpiar con lejía, acudiremos al pantano, y atado a una roca lo vamos a lanzar, vas a venir a casa conmigo, te ducharás y...

—Y Elvira, ¿qué voy a hacer?, ¿y si es verdad que he matado a alguien?, ¿y si lo encuentran...?, ¿o mis huellas..., o...?

—Nada de eso va a pasar, no había nadie, y tú no eres capaz de matar ni a una mosca, ese lugar está lleno de gente agresiva: ladrones, prostitutas, matones..., han podido apuñalar a alguno de ellos, golpearte y ponerte el arma en la mano.

—Pero... ¿cómo he llegado allí?

—Carmen, padeces de nervios y ansiedad patológica, has podido ir hasta allí dormida y haber servido de cebo para algún cabrón que ha visto la oportunidad en ti; ay, mi niña, tú tranquila, que esto se va a quedar en un mal sueño, mi niña, lo que yo más quiero. Esto lo olvidaremos juntas y no pasará absolutamente nada. ¡Por mamá!

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo