Eloísa dormía, tan solo tenía dos meses de vida.
Narciso estaba dormido justo en la cama pegada a la cuna del bebé.
La casa se encontraba en absoluto silencio, todo oscuro, podía sentirse el frío de finales de febrero.
Carmen, con su pijama de flores rosa y azul, caminaba de un lado para otro por la casa, sus pies descalzos provocaban frío al resto del cuerpo, pero ella no notaba nada, ella no estaba ahí, sus pasos, sus miradas..., todo era automático.
Se paró frente a un espejo, y observaba su propia imagen despeinada, cansada, pálida y sonreía. Fue hacia la cocina, cogió las tijeras de cocina y comenzó a cortarse el cabello, mechón a mechón, hasta dejarlo corto del todo. Volvió hacia el espejo, y con las tijeras se rajó la parte derecha de la mejilla, comenzó a sangrar y sonrió.
—Mamá, hola. Hola, infierno. Hola, sangre. Hola, dolor. Mamá, mamá, mamá, mamá...
Despacio y sin hacer ruido, abrió la puerta principal y se fue.
EL AMOR DE HERMANASLa venganza une.No permitiremos que nadie juegue contigo.Débora conoció a Manuel en la universidad cuando tenía veintiún años, quedó prendada de él, poco le importó que fuera su profesor de química avanzada y que estuviera casado.Comenzaron su idilio al mes de conocerse, sin duda, era una relación beneficiosa para ambos, ella disfrutaba de su madurez, ingenio e inteligencia, y él de su juventud y su cuerpo.Ella aceptaba ser la amante, sinceramente no sentía celos de su mujer; cuando Manuel no podía quedar con ella, simplemente salía con sus amigos y a lo mejor se llevaba a su apartamento esa noche a una mujer o un hombre con el que compartía la cama, y así mitigaba sus ganas de estar con su profesor.Durante esa época, Carmen estaba trabajando en una tiendecita psicodélica de aromas y ropa hippie y Elvira se estaba haciendo su hueco en el mundo de las ventas.Quedaban todos los viernes para tomarse unas cervezas al
REENCUENTROElvira recogió a Débora en el puerto marítimo, ambas se dieron un gran abrazo y se montaron en el coche de Elvira.—¿Crees que ha vuelto a recaer? —fue lo primero que preguntó nada más sentarse en el asiento del copiloto.—Deb, no tengo ni idea de cómo llegó allí, por qué estaba manchada de sangre y sostenía un cuchillo, estaba aún en uno de sus estados de shock cuando la encontré, la llevé a casa e hice lo que tuve que hacer para que no la culparan. ¡Tú habrías hecho lo mismo y lo sabes!—Por supuesto que sí. ¿Pero crees que ella...?—¡No, no y no! ¡Ella no es capaz de hacer algo así! —Elvira comenzó a llorar.—¡Mierda, joder! Carmen, es tan vulnerable..., pero ya sabes que no sería la primera vez que en uno de sus lapsus ataca a alguien. Acuérdate de la enfermera en el hospital, casi la mata, Elv, casi la mata —gritaba Débora.—Vamos a olvidar todo esto, ella ahora mismo está calmada y tranquila, hay un asesino suelt
LOS REGALOS NO SE DEVUELVEN«Calma, mi soplo divino».Mila, una señora de cincuenta y dos años, de carácter amable y educado, casada, con dos hijas ya mayores, una de dieciséis y la otra de veintiún años.Llevaba una vida tranquila, era ama de casa, le encantaba cocinar y dar largos paseos por la playa.Su marido, Vicente, un hombre serio y trabajador, llevaba más de treinta años en la construcción, se había ganado el puesto de gerente de su equipo de obreros, de los cuales estaba muy contento y orgulloso.Trabajaba casi quince horas diarias, incluidos los fines de semana. Era un hombre comprometido con su trabajo y, por supuesto, no quería que a su familia les faltara de nada. Su hija pequeña, en el instituto, en edad de salir y de gastar, y la mayor en la universidad de enfermería, donde cada semestre valía novecientos euros. No podía permitirse descansar, su afán era que sus hijas tuvieran grandes carreras para conseguir buenos trabajos y no tener
PRUEBAS—¿Cómo sabes que Carmen o nuestro asesino han tenido problemas mentales? —preguntó Pablo de camino a San Agustín, el centro psiquiátrico de Ceuta.—Realmente no lo sé, pero por los casos, la manipulación mental, el índole religioso, la devoción por una persona..., me hace pensar que nuestro sospechoso sufre un fuerte desdoblamiento de personalidad y un fuerte cuadro de esquizofrenia, y estando en una ciudad tan pequeña, no me extrañaría que hubiese estado ya atendido por profesionales en materia psicológica.»Hace poco leí que aquí en Ceuta más del cincuenta por ciento de la población tenía algún tipo de trastorno mental, o había visitado a algún especialista. Simplemente estoy intentando buscar una conexión, un inicio, algo con lo que comenzar... estamos totalmente perdidos, y con cada caso se complica más. He sacado mis propias conclusiones y me han llevado hasta aquí. El asesino es de Ceuta, no cabe duda, conoce todos los rincones y dedica todo su tiem
RETORNO A CASASentía frío en las manos, las piernas enterradas en algo parecido a arcilla, el pelo mojado, apenas podía respirar bien, y los ojos le molestaban, tenía arena dentro.Mareada, con náuseas, solo podía escuchar de fondo el sonido de las olas.¿Qué coño hace en la orilla del mar? ¿Y a qué huele? Sin duda, huele a sangre, ese olor a hierro oxidado, le revolvía el estómago. Carmen miraba a un lado y a otro, no podía levantarse, sintió miedo, mucho miedo. De repente, alguien le levantaba la cabeza de la arena por detrás, no podía ver quién era, pero la voz le resultó increíblemente familiar, la voz de un hombre que le susurró al oído: «Calma, mi soplo divino. Ya lo hice, díselo a Meri».Vacío. Más vacío.Ruidos, golpes y más golpes a la puerta.Débora se levantó de la cama de un salto, cogió la sartén y fue hacia la puerta, miró por la mirilla y abrió enseguida.Ahí sentada en el suelo se encontró a Carmen, quieta, con la mirada p
SEGUNDA CRISISA pesar de que no hablaba, Sara entendía a Carmen y la ayudaba, con solo mirarla ya la calmaba. Sara se convirtió en su compañera y en su confidente. Pasaban todas las mañanas y noches juntas. Dormían incluso las dos la mayoría de las veces. Sara le escribía poemas, la dibujaba y la ayudaba a dormir, era tan noble, tan buena… Carmen no habría podido superarlo sin Sara.Una tarde de invierno, Carmen se encontraba en la casa familiar con Eloísa y con Tony, su padre.Hacía dos días que la pequeña había cumplido los seis años.Carmen, en aquella época, se unió mucho a su padre, comenzó a pensar que podía ser posible que hubiera cambiado y quisiera hacer el bien y estar con su familia, sobre todo con su nieta, la viva imagen de Meri, su mujer.Cuando salía de dar las clases de yoga siempre se acercaba a ver a Tony y pasaban horas charlando y riendo.Se propuso perdonarlo por todas las cosas malas que hizo cuando eran pequeñas, parecía
SARA y CARMENPoco pudieron hacer Elvira y Narciso. Carmen, después de sanar los cortes, fue traslada al psiquiátrico San Agustín.El doctor Sarra aseguró a su hermana y a su prometido que Carmen estaría atendida las veinticuatro horas del día, que podrían visitarla siempre que quisieran y que si en algún momento ella quisiera marcharse tendría toda su aprobación.Roberto conocía a Carmen de toda la vida desde que era pequeñita y le entraban pequeñas depresiones. No quería salir de casa, se encerraba en sí misma, lloraba... Roberto pudo ayudarla en ese tema y cuando se hizo adolescente ya estaba mucho más animada, gracias a la medicación.—Quedaros tranquilos, Carmen es prácticamente de la familia y me ocuparé de ella personalmente.—Roberto, estoy tan preocupada y triste. Ella es todo para mí, es mi hija y de hace unos años acá, ya ha tenido varios episodios de ansiedad, estrés, perder la memoria..., y no quiero que vaya a peor, no quiero perderla, e
LA PRIMERA VEZ«Siempre fui un niño reservado, no sabía relacionarme con otras personas y menos si eran niñas.Mis padres nunca me dieron cariño, crecí rodeado de gritos, palizas diarias, salidas nocturnas de la cama para observar cómo mi padre se orinaba encima de mi madre.Recuerdo sus palizas una a una, con ese cinturón viejo de cuero. Empezó a pegarme cuando yo solo tenía cinco años porque llegué de la guardería y me había orinado encima.Me dio tal paliza que desde ese día jamás volví a hacérmelo encima, por miedo.Él las justificaba para que en un futuro me convirtiera en un hombre de provecho, que no me dejara pisotear por nadie.Pero en lo que me convirtió fue en un monstruo, en un depredador latente dentro de mí.Ese hombre era el diablo, aún pienso en él y se me eriza la piel. La única persona a la que he tenido miedo en toda mi vida.¿El psicópata nace o se hace? En mi caso puedo asegurar que fui creado a base de años y añ