RETORNO A CASA

RETORNO A CASA

Sentía frío en las manos, las piernas enterradas en algo parecido a arcilla, el pelo mojado, apenas podía respirar bien, y los ojos le molestaban, tenía arena dentro.

Mareada, con náuseas, solo podía escuchar de fondo el sonido de las olas.

¿Qué coño hace en la orilla del mar? ¿Y a qué huele? Sin duda, huele a sangre, ese olor a hierro oxidado, le revolvía el estómago. Carmen miraba a un lado y a otro, no podía levantarse, sintió miedo, mucho miedo. De repente, alguien le levantaba la cabeza de la arena por detrás, no podía ver quién era, pero la voz le resultó increíblemente familiar, la voz de un hombre que le susurró al oído: «Calma, mi soplo divino. Ya lo hice, díselo a Meri».

Vacío. Más vacío.

Ruidos, golpes y más golpes a la puerta.

Débora se levantó de la cama de un salto, cogió la sartén y fue hacia la puerta, miró por la mirilla y abrió enseguida.

Ahí sentada en el suelo se encontró a Carmen, quieta, con la mirada p

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