«Calma, mi soplo divino».
Mila, una señora de cincuenta y dos años, de carácter amable y educado, casada, con dos hijas ya mayores, una de dieciséis y la otra de veintiún años.
Llevaba una vida tranquila, era ama de casa, le encantaba cocinar y dar largos paseos por la playa.
Su marido, Vicente, un hombre serio y trabajador, llevaba más de treinta años en la construcción, se había ganado el puesto de gerente de su equipo de obreros, de los cuales estaba muy contento y orgulloso.
Trabajaba casi quince horas diarias, incluidos los fines de semana. Era un hombre comprometido con su trabajo y, por supuesto, no quería que a su familia les faltara de nada. Su hija pequeña, en el instituto, en edad de salir y de gastar, y la mayor en la universidad de enfermería, donde cada semestre valía novecientos euros. No podía permitirse descansar, su afán era que sus hijas tuvieran grandes carreras para conseguir buenos trabajos y no tener
PRUEBAS—¿Cómo sabes que Carmen o nuestro asesino han tenido problemas mentales? —preguntó Pablo de camino a San Agustín, el centro psiquiátrico de Ceuta.—Realmente no lo sé, pero por los casos, la manipulación mental, el índole religioso, la devoción por una persona..., me hace pensar que nuestro sospechoso sufre un fuerte desdoblamiento de personalidad y un fuerte cuadro de esquizofrenia, y estando en una ciudad tan pequeña, no me extrañaría que hubiese estado ya atendido por profesionales en materia psicológica.»Hace poco leí que aquí en Ceuta más del cincuenta por ciento de la población tenía algún tipo de trastorno mental, o había visitado a algún especialista. Simplemente estoy intentando buscar una conexión, un inicio, algo con lo que comenzar... estamos totalmente perdidos, y con cada caso se complica más. He sacado mis propias conclusiones y me han llevado hasta aquí. El asesino es de Ceuta, no cabe duda, conoce todos los rincones y dedica todo su tiem
RETORNO A CASASentía frío en las manos, las piernas enterradas en algo parecido a arcilla, el pelo mojado, apenas podía respirar bien, y los ojos le molestaban, tenía arena dentro.Mareada, con náuseas, solo podía escuchar de fondo el sonido de las olas.¿Qué coño hace en la orilla del mar? ¿Y a qué huele? Sin duda, huele a sangre, ese olor a hierro oxidado, le revolvía el estómago. Carmen miraba a un lado y a otro, no podía levantarse, sintió miedo, mucho miedo. De repente, alguien le levantaba la cabeza de la arena por detrás, no podía ver quién era, pero la voz le resultó increíblemente familiar, la voz de un hombre que le susurró al oído: «Calma, mi soplo divino. Ya lo hice, díselo a Meri».Vacío. Más vacío.Ruidos, golpes y más golpes a la puerta.Débora se levantó de la cama de un salto, cogió la sartén y fue hacia la puerta, miró por la mirilla y abrió enseguida.Ahí sentada en el suelo se encontró a Carmen, quieta, con la mirada p
SEGUNDA CRISISA pesar de que no hablaba, Sara entendía a Carmen y la ayudaba, con solo mirarla ya la calmaba. Sara se convirtió en su compañera y en su confidente. Pasaban todas las mañanas y noches juntas. Dormían incluso las dos la mayoría de las veces. Sara le escribía poemas, la dibujaba y la ayudaba a dormir, era tan noble, tan buena… Carmen no habría podido superarlo sin Sara.Una tarde de invierno, Carmen se encontraba en la casa familiar con Eloísa y con Tony, su padre.Hacía dos días que la pequeña había cumplido los seis años.Carmen, en aquella época, se unió mucho a su padre, comenzó a pensar que podía ser posible que hubiera cambiado y quisiera hacer el bien y estar con su familia, sobre todo con su nieta, la viva imagen de Meri, su mujer.Cuando salía de dar las clases de yoga siempre se acercaba a ver a Tony y pasaban horas charlando y riendo.Se propuso perdonarlo por todas las cosas malas que hizo cuando eran pequeñas, parecía
SARA y CARMENPoco pudieron hacer Elvira y Narciso. Carmen, después de sanar los cortes, fue traslada al psiquiátrico San Agustín.El doctor Sarra aseguró a su hermana y a su prometido que Carmen estaría atendida las veinticuatro horas del día, que podrían visitarla siempre que quisieran y que si en algún momento ella quisiera marcharse tendría toda su aprobación.Roberto conocía a Carmen de toda la vida desde que era pequeñita y le entraban pequeñas depresiones. No quería salir de casa, se encerraba en sí misma, lloraba... Roberto pudo ayudarla en ese tema y cuando se hizo adolescente ya estaba mucho más animada, gracias a la medicación.—Quedaros tranquilos, Carmen es prácticamente de la familia y me ocuparé de ella personalmente.—Roberto, estoy tan preocupada y triste. Ella es todo para mí, es mi hija y de hace unos años acá, ya ha tenido varios episodios de ansiedad, estrés, perder la memoria..., y no quiero que vaya a peor, no quiero perderla, e
LA PRIMERA VEZ«Siempre fui un niño reservado, no sabía relacionarme con otras personas y menos si eran niñas.Mis padres nunca me dieron cariño, crecí rodeado de gritos, palizas diarias, salidas nocturnas de la cama para observar cómo mi padre se orinaba encima de mi madre.Recuerdo sus palizas una a una, con ese cinturón viejo de cuero. Empezó a pegarme cuando yo solo tenía cinco años porque llegué de la guardería y me había orinado encima.Me dio tal paliza que desde ese día jamás volví a hacérmelo encima, por miedo.Él las justificaba para que en un futuro me convirtiera en un hombre de provecho, que no me dejara pisotear por nadie.Pero en lo que me convirtió fue en un monstruo, en un depredador latente dentro de mí.Ese hombre era el diablo, aún pienso en él y se me eriza la piel. La única persona a la que he tenido miedo en toda mi vida.¿El psicópata nace o se hace? En mi caso puedo asegurar que fui creado a base de años y añ
OSCURO SECRETOCuando a Carmen de pequeña le diagnosticaron trastorno de identidad disociativo, antes conocido como desorden de personalidad múltiple, un trastorno disociativo que se caracteriza por la existencia de dos o más identidades en una sola persona, cada una con su propio patrón de percibir y actuar con el ambiente. Al menos dos de estas personalidades toman el control del comportamiento del individuo de forma rutinaria y están asociados también con un grado de pérdida de memoria. A esta pérdida de memoria se la conoce con frecuencia como «tiempo perdido o lapsus temporal». Se le asocia con el trastorno límite de personalidad, trastorno por estrés postraumático, la depresión, autolesiones o ansiedad.Meri optó por no contar nada a sus hijas, ya tenían bastante con salir adelante sin ningún tipo de ayuda.Carmen sufría un duelo consigo misma. De pequeña no le daba importancia, cuando sentía ganas de atacar o hacer daño, se refugiaba en sus mundos imaginar
PABLO Y LUCÍAEsa misma mañana, mientras las hermanas estaban dispuestas a todo por proteger a su pequeña, Pablo y Lucía se encontraban en una de las playas más conocidas de Ceuta: «La Ribera».Habían hallado en el mar el cuerpo de un hombre. Bueno, una parte de él.El cuerpo estaba mutilado. En la orilla flotaba un torso sin cabeza, sin una pierna y sin las manos.Iba a ser bastante complicado identificar el cuerpo, era de un hombre, por la piel y estructura, de un hombre de mediana edad.La mujer que encontró el cuerpo estaba aún estupefacta sentada en uno de los bancos de la playa.Solía salir todas las mañanas cuando aún no había salido el sol, a pasear a sus dos perros por la playa, cuando uno de ellos corrió de repente al mar y comenzó a tirar del cuerpo a la orilla.No se percató de lo que era hasta que lo tuvo bastante cerca, en ese momento casi se desmayó, pero sacó fuerzas y llamó a la policía. Y ahí se encontraban todos en la pl
ROBERTODe todas las internas, sin duda su favorita era Sara, siempre en silencio, tan vulnerable, tan fácil de manejar..., la única a la que no tenía que drogar para poder disfrutar de su cuerpo.Con el resto de las pacientes era más complicado, tenía que aumentarles la dosis y entrar cuando estaban prácticamente inconscientes.Pero Sara era especial, se dejaba querer y a Roberto le encantaba la sensación de participación.En algunas ocasiones se había intentado defender, pero bastaba con una bofetada y se mantenía quieta, dócil y servicial.Una auténtica trastornada, sin duda, esas eran las que más les gustaban.A sus favoritas o a las que sin querer despertaba en el momento de pasión e intentaban defenderse o contarlo a los familiares, las encerraba en el pabellón de arriba, el de alta seguridad. Así jamás nadie podría creerlas.Casi estuvo a punto una noche de encerrar a Carmen en el pabellón de alta seguridad.Entró a su habitac