Solo déjate llevar
Solo déjate llevar
Por: Jennifer Diaz
Prólogo

A sus cortos 21 Alexa se consideraba una chica ¨con suerte¨, hasta el momento, todos sus sueños se habían hecho realidad.

Recientemente culminaba el 3er año, de lo que para ella era la mejor carrera Universitaria del mundo con un 5 perfecto de promedio, si todo salía bien se graduaría con honores.

Además, tenía a su familia, a su mejor amiga y al mejor novio que se podía pedir.

¿Acaso eso no es a lo que llaman una vida envidiable?

Al menos lo fue hasta esa mañana de inicios de verano...

Casualmente ese día había terminado las clases más temprano de lo que debería, todos en el campus estaban agotados, era el último día del curso y aunque quedaban muchas cosas por saber todavía, como por ejemplo algunas notas como las de Literatura, que -vaya que se demoraba esa profesora en calificar- y alguno que otro chisme picante que recorría los pasillos del edificio, decidió irse a la casa que compartía con Lucas, su prometido <<que en esos momentos se suponía que se encontraba en su Universidad en un examen final>> a descansar.

Para su sorpresa, su moto estaba estacionada en el frente y encima de ella sus dos cascos, sinónimo de que él estaría allí.

Y aunque se alegró porque lo vería, por alguna razón que no entendía, tenía una mala sensación.

Por cosas del destino, a diferencia de como hacía siempre, decidió no hacer mucho ruido, en primera instancia para darle una sorpresa cuando le viera entrar a su habitación sin ropa.

Mientras caminaba en dirección al cuarto, se despojó poco a poco de su camisa, pero a medida que se acercaba, la intención cambió ya que se percató de que habían ruidos de aguien más mezclados con su voz.

Primero, pensó que solo se trataba del televisor o algún video juego encendido haciendo ruidos extraños, era muy común que Lucas jugara online con sus amigos o que viera pelis para quedarse dormido, pero las voces cada vez se hacían más claras y conocidas.

La piel se le puso de gallina.

Al asomarse de lleno en el marco de la puerta de su habitación, la cual estaba abierta, incrédula, con la camisa desabrochada y los brasiers al aire, se llevó la màs cruda y decepcionante sorpresa de toda su vida hasta el momento.

Lucas se encontraba con Anna, la que hasta ese día fue su mejor amiga desde la infancia -Cinco años echados a la basura- pensó mientras se le aguaban los ojos -y una vida entera de amistad- Dijo en un sonido casi inaudible cuando las dos personas que hacían el amor se percataron de su presencia.

Anna y Alexa habían sido inseparables desde niñas, jugaban a todas horas juntas, dormían juntas e incluso estudiaron hasta el pre univesitario juntas.

Eso no le podía estar pasando.

Ellas se adoraban -en pasado- porque ese sentimiento murió ese día y eso lo tenía bien claro.

Se sentía tan idiota.

Esta situación le afectó más que cualquier otra cosa que le había pasado anteriormente, había quedado como una estúpida con la cual podían burlarse -como siempre-

Desesperada, dolida y ciega corrió a la casa de sus abuelos a llorar como hacía cada vez algo le salía mal o cuando sus amigos se burlaban de ella en clase.

Ellos eran su lugar seguro.

No quería volver, no quería revivir más ese dolor, necesitaba alejarse lo más que podía de allí.

Por suerte su tía Rebeca le ayudó a empacar sus cosas, porque ganas le faltaban para pisar una vez más dentro de ese infierno dónde ya no viviría.

Una vez listo todo, se dirigieron a la estación de trenes, fue lo más rápido que pudo conseguir para sacar a su sobrina de aquel lugar porque no quería verla llorar más.

Así que dos días después de ese decepcionante momento, Alexa se encontraba en uno de los vagones del medio, con los ojos hinchados de tanto llorar, preguntándose

¿Quién rayos pensaría que estas cosas que parecían de las novela de su tía, podrían suceder en la vida real?

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