Capítulo 3

Levantaba el sol en La Habana y ya Alexa se encontraba de pie preparando el desayuno para todos.

La noche anterior había visto tocino en el frío y que mejor que eso junto a huevos revueltos, una gran taza de café con leche, como a ella le gustaba bien cargado y bastante pan tostado con mantequilla.

Los primeros en aparecer en la mesa fueron Elías y Melissa, al parecer se habían quedado dormidos y viniendo de su madre a Alexa no le extrañaba, pero sí lo hizo el ¨gracias¨ qué le susurró cuando se colocó a su lado a ayudar a terminar de servir.

Melissa no es de esas personas que agradecen dos veces las cosas, así que las aceptó con una sonrisa.

Por último se sumó a la mesa Miguel, tenía unos aros oscuros alrededor de los ojos- Con todo y eso Alexa pensó que se veía guapísimo en su pantalón de chándal de dormir y sin camisa, le daba un aire despreocupado a su elegante figura.

Internamente se reprendió por estar admirando al chico.

Miguel nunca iba a ser de ella y por ahora no quería nuevos altercados amorosos, bastante había sufrido con Lucas y Anna hace tan solo unos días atrás, aunque sorpresivamente ya no le dolìa tanto como al principio.

Esa mañana había comenzado una nueva fase, la de aceptación, su antigua vida había acabado y quizás esta sería mucho mejor.

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Ese día Ale había planeado quedarse en casa, leería un buen libro o vería una peli, pero tuvo que cambiar sus planes ya que su madre la invitó a dar unas vueltas a la ciudad, el amigo de Elías les llevaría en el carro mientras él resolvía sus asuntos en los negocios y ella obviamente no se negó.

La Habana no era exactamente como pensaba, habían mucho más edificios grandes que de donde venía, pero también habían muchas más casas deterioradas, basura, animalitos en la calle y personas pidiendo limosnas, su libro favorito cubano relataba la ciudad de otra forma, más majestuosa de lo que realmente era, quizás.

Alexa pensaba con respecto a ello que para creer en las cosas que dicen los demás primero hay que verlo, vivirlo y sentirlo, aunque cuando dobló la esquina y fijó la vista en un detalle en específico, no solo eso le hizo falta, sino muchas más sensaciones para creer lo que estaba viendo esa mañana, agradeció que su madre se mantuviera ajena en uno de los puestos callejeros comprando suvenires al doblar la esquina, ya que cerca en uno de los tantos parques que hay en la capital, vio sentada a Lilith con un chico.

La figura de la rubia era inconfundible para Alexandra así como también lo era la de Miguel, y el joven rubio, alto y delgado que la tomaba por el rostro y la besaba en efecto no era él, no cuando estaba clara que su hermanastro esta mañana antes de salir tenía el cabello tan oscuro como su padre.

En ese instante su cabeza pensaba a mil terabytes de información por segundo.

Le habían venido millones de posibles explicaciones a lo que acababa de observar; ella y Miguel podían tener una relación abierta de esas en las que ambos pueden tener otros romances, por ese motivo él le coqueteaba, o quizás solo estaba jugando con su hermanastro, también podía ser solo por interés, o él le da algo que el rubio no le puede dar, dinero por ejemplo.

Podían ser un millón de cosas más que no entendía el por què ya que Miguel literalmente era el chico de los sueños de miles de adolescentes.

La cabeza le quería explotar, pero no se sentía con ganas de hablar del tema así que evitó a toda costa que su madre mirara al lugar, y antes de irse disimuladamente les hizo una foto.

Ni el helado, su postre favorito, le animaba esa mañana, ¨¿Qué rayos pasa contigo Alexa?¨se repetía. Acababa de salir de una relación fallida en su totalidad y a penas conocía a Miguel, tenía que dejarse de sus cosas de adolescentes y no dejar que las personas le gustaran tan rápido, y mucho menos dejarse llevar por las emociones, ya era una mujer adulta y lo suficientemente madura para que las hormonas controlasen su vida.

Cuando llegó a la casa pasó la fugaz idea por su cabeza de ir directo a enseñarle la foto al chico, pero era tan atípico en ella meterse en las relaciones de pareja que se quedó completamente callada e incómoda por las miradas extrañas que le lanzaba la novia de Miguel en la cena.

Alexandra se preguntó varias veces si Lilith la vió, pero la respuesta siempre fue no, estaban muy lejos y ella no dirigió el rostro a la dirección donde estaba exactamente nunca, no tenía como saber que la observaba a la distancia mientras probaba los labios de su amante.

Cuando terminó de cenar vió como los chicos se despedían en la puerta con un beso en los labios, ¨ ¡qué asco!, literalmente probaba saliva de otro hombre¨.

Y no es que Alexa fuese homofóbica, sino era que sencillamente se ponía en su lugar.

Cuando descubrió que Anna y Lucas estaban acostándose en su propia cama tambièn se le revolvió el estómago, ¨ ¿cuántas veces probé la saliva de ella? ¿Cuántas veces nos hizo el amor a las dos el mismo día? ¿cuántas veces dormí en sábanas embarradas de sus líquidos corporales?¨

Solamente de recordarse ese tipo de situaciones le volvían las náuseas ¿Y a quién no?, si te engañan en tu propia cama; pero lo que más le dolía a Alexa no era eso, sino el hecho de que ella había estado quedando como una tonta, por el día la engañaba con su novio y por las noches era lo más hipócrita que puede haber en amiga, y eso, era la tercera cosa que a Alexandra le caía mal.

Esa noche cerca de las 12 AM, la cabeza de la pelirroja seguía dándole vueltas a la idea de mostrarle la instantánea a Miguel, pero no tenía su número de teléfono para enviárselas de forma anónima y mucho menos tenía el valor de parársele en frente, ¿qué le diría? ¿Que vió de casualidad a su novia con otro chico y la fotografió?

Tenía claro que en las relaciones nadie se debe de meter, pero también estaba el lado que pensaba que ella hubiese querido que alguien le dijera que Lucas estaba con su mejor amiga, aunque al principio se riera de ese alguien en su cara porque su antigua yo era tan tonta como para justificar cualquier palabra.

Pero quizás si le hubiesen enseñado una foto como la que tenìa en su telèfono, la situación hubiese sido diferente, esa sí era una prueba contundente.

Indecisa se levantó de la cama y se dirigió a la cocina a por algo de beber, las luces del cuarto de Miguel ya estaban apagadas, pero se escuchaban ruidos extraños desde el pasillo, parecía 50 sombras y adentro a juzgar por la risa escandalosa de Lilith pidiendo por más, se estaban divirtiendo mucho.

Una punzada le atravesó el pecho.

¿Porqué?

Continuó caminando y ahora sí que necesitaba agua. Bajó a la cocina y a medida que se iba acercando el olor a cigarrillo le inundaba las fosas nasales, era obvio que alguien estaba en la puerta que dirige la patio fumado, había una silueta alta y robusta allí.

Al principio pensó que se trataba del chico que intentaba esquivar a pesar de que lo acababa de escuchar en su habitación, pero luego se percató de que era el novio de su mamá.

-¿Qué haces despierta a esta hora? -Le dijo con dulzura mientras la observaba entrar por el gran arco que separaba ese lugar de la sala.

-Me dió sed. -Respondiò algo cansada.

-En el frío hay refresco, ayer compré uno de arándanos que está espectacular.

Le sonrió y se dirigió al aparato. - Creo que mejor tomo leche.

Él le devolvió la sonrisa y la miró por un instante-¿Podrías guardar esto como secreto?

Ella en cambio lo mirò confundida -¿El qué?

-Que me viste fumando en la cocina. -Dijo apagando la colilla.

La pelirroja alzò una ceja en señal de asombro -¿No quieres que mamá se entere?

-Digamos que le dije que hace años no fumaba, pero en realidad si lo sigo haciendo. -Meditó por un instante- Aunque no siempre.

-¿Por qué lo haces? -No podìa con la curiosidad y aunque parecieran preguntas un poco ingenuas para su edad, su cabeza no dormirìa si no las formulaba en voz alta.

-Estos días tuve bastante estrés en los negocios, no puedo con tanta carga. -Prendió un cigarro nuevo y lo llevó a sus labios.

-Ya veo.

Elìas se veìa cansado y con pesar en su rostro, se le comenzaban a ver ojeras y arrugas de cansancio al rededor de los ojos.

-Miguel no se quiso hacer cargo de ellos ni siquiera en vacaciones para que yo pudiera tomar un descanso -Sonriò irònico- pero mira que le encanta vaciarme el bolsillo para comprarle cosas caras a su novia.

La última frase le recordó a Alexandra lo que ella había descubierto ese día y entendió por fin por qué ella estaba con dos a la vez. La chica sintió la mirada de Elías encima y cambió nuevamente el semblante que con el último pensamiento se le había oscurecido.

Por un segundo le pasó por la cabeza contarle todo a su padre y comenzar a rogar porque él si tuviese el valor para decírselo, pero se dió cuenta enseguida de que no era una muy buena idea.

-¿Has trabajado alguna vez? ¿Eres buena con los números? -Soltò de momento, como si le hubiesen dado un chispazo de corriente sacándola de sus pensamientos.

-¿Perdón?

-¿Que si has trabajado antes Ale?

Alexa no sabía a que venía esa pregunta, pero dudó unos instantes en responder, era joven aún y experiencia laboral no le faltaba, pero para los negocios que hacía su padrastro a juzgar por el dinero que entraba, lo suyo parecía un juego de niños.

-Un poco de ambas.

-No se puede ser un poco de ambas, debe de ser sí o no.

-Si. -Dudó.

-¿Te gustaría ayudarme tú?

Una mueca de confusión se dibujó en el rostro nuevamente, ¿Elías le estaba pidiendo que se uniera a sus negocios? la verdad es que la petición le tomó de sorpresa.

-No son cosas pesadas, solo tendrías que supervisar que todo esté en orden, contabilizar las ganancias, la inversión, los productos que entran y el pago a los trabajadores. Cuando te acostumbre lo harás todo en unas 3 horas al día como màximo, en el lugar que pienso ponerte solo tendrás que ir 4 veces por semana y a veces te puedes dar el lujo hasta de faltar.

Alexa lo pensó un par de veces, lo que le sugería era una oferta tentadora, pero tenía miedo de que fuese demasiado para ella, aunque por otra parte nunca habría dicho que no y la verdad estaba necesitando un trabajo, la vida en La Habana era demasiado cara para el dinero que le enviaba su padre desde los Estados Unidos y no iba a depender siempre de su padrastro.

-¿Cuándo empezaría?

-Mañana mismo, anda sube a dormir. -Le respondió esbozando una sonrisa en el rostro.

Dió un paso camino a la salida y retrocedió dubitativa-¿Crees que yo podré con eso?

-A ciencia cierta no te lo puedo decir, pero las personas como tú pueden con lo que se propongan. -Le dió una calada al cigarrillo y desvió la vista al patio nuevamente. -Buenas noches Alexandra.

-Buenas noches- Murmuró y le dedicó una sonrisa aunque este no pudiera verla.

Subió las escaleras con su vaso de leche en mano y antes de entrar al pasillo principal casi se derrama encima el contenido del vaso.

Lilith estaba toda roja, hacía contraste con su tono natural, pasó por su lado y "sin querer" la empujó a un costado, mientras que Miguel las veía envuelto en una toalla y  presionando con fuerza su brazo derecho con el izquierdo.

Le dedicó una mirada como si pidiera perdón y cerró la puerta en su cara desviando la vista al suelo.

De más está decir que esa noche tampoco pegó el ojo.

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Alexa tenía 16 años y por culpa del bulling que recibía en su escuela había decidido cambiarse, Anna lo había hecho junto con ella pero no por la misma razón, nadie le decía cosas, le tenían respeto a la hermana del gran Leo.

Su madre desde Europa les había comprado una mejor casa, y aunque la nueva escuela de Ana le quedase lejísimos a Alexa, esta le había rogado que le acompañara.

Al principio Alexa se había arrepentido, prefería el desprecio de sus antiguos compañeros a la soledad, su amiga a penas ni caso le hacía, las nuevas compañeras que tenía tomaban toda su atención, así que para no sentirse sola en las tardes libres comenzó a ir al gimnasio que quedaba cerca.

En su aula había muchos chicos guapos, sobre todo unos gemelos que solían ser los más perseguidos por las chicas y ellos solían ser muy accesibles para ellas, pero a Alexa no les llamaba tanto la atención como Lucas, el más atractivo del grupo.

Según una de las conversaciones que había escuchado de las de su aula, Lucas tenía los estándares muy alto, solamente le gustaba las guapas de verdad, así que Alexa dejó de estarse haciendo ilusiones con ese chico porque era muy insegura y no se consideraba realmente bonita aunque si lo fuera.

Un par de meses después ya había hecho algunas amigas nuevas y no pasaba el tiempo extra sola, de hecho se estaba volviendo popular y a Anna parecía no agradarle la idea. Pero Alexa pensaba que ella no tenía culpa, su amiga fue la primera en darle la espalda sin ningún tipo de remordimiento.

Una tarde, cuando entró al aula de la hora de almuerzo, sobre su puesto había una rosa. La chica pensó que era la más linda que había visto en su vida y para su sorpresa los días siguientes comenzaron a aparecer más y más.

Al principio venían solas, pero luego traían consigo notitas, solo la primera venía escrita con lápiz, así que sigilosamente se puso a observar las letras de sus compañeros de clase.

Era un tipo de caligrafía muy común, podría jurar que al menos la vió similar en tres libretas, dos de ellas pertenecían a varones, uno era Andrés, uno de los gemelos y el otro Lucas.

No se explicaba como dos de los chicos más guapos de la escuela le podrían estar escribiendo cartas secretas y regalando rosas, al principio creyó que era una broma o una equivocación, pero nadie se toma tanto cuidado como el chico misterioso en acomodar todo y no ser descubierto, para que al final sea por gusto, así que un día, para matar la curiosidad, le pidió a un amigo de un curso más bajo que vigilara su aula.

Cautelosamente durante el horario de almuerzo lo hizo, ya que cuando ella lo hacía nunca aparecía nada.

Esa tarde se llevó la mayor sorpresa de su vida, quien dejaba rosas y postales de amor, era nada más y nada menos que Lucas, el inalcanzable.

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