Por más que Owen intentó mantener la noticia de las sentencias a favor de Elena en silencio para no alterar la paz, Raquel no pudo soportarlo. Esa noche lloró con mucha amargura por su Sr. Walker y por la niña. Le resultaba una injusticia que la misma justicia no pudiera ver más allá de códigos escritos, que no pudiera ver en el corazón de las personas.Para la madre de Owen, el sentimiento fue el mismo: desesperación por su hijo y su nieta. Recordaba cómo, siendo casi un bebé, Eva se movía en su cuna, estirando los bracitos, y siempre había sido él quien acudía. Estaba muy orgullosa del niño que crió, de su enorme corazón, de su compromiso con su hija. Y ahora esa mujer pretendía lastimarlo donde más le dolía.—No puedo creer que no nos haya dicho nada —dijo la madre de Owen, incrédula.Sin saber qué hacer o cómo controlar sus emociones, Raquel la había llamado para avisarle que la serpiente se desenroscaba de su nido y el problema se transformaba en uno familiar.—No debe querer que
Hoy vengo a pedirles un favor, por qué me siento muy triste y vulnerada.Cuando comencé con esto de la escitura lo hice tropezando muchas veces, para mi es una delicia y lo disfruto mucho. También es una fuente extra de ingresos que, voy a ser honesta con ustedes, me ha sacado de uno de mis peores momentos. No solo económicos, sino también animicos. No puedo explicarles la alegría de leer sus comentarios y ver cuanto les gusta lo que estuve trabajando por meses. Es la mejor recompensa de todas. Asi sean dos lectores o la cantidad extraordinaria que ha reunido esta historia, para mi la satisfacción es gigante. Y estaré agradecida con todos ustedes de por vida.Nunca esperé tener la habilidad de contar una historia y que les guste como lo hago o lo que en ellas escribo.El favor es el siguiente: les pido con el corazón que no distribuyan lo que escribo sin autorización. Me ha costado mucho trabajo. Tengo un empleo fijo y luego de volver a mi casa me he sentado horas frente a mi computad
La mañana, que prometía ser un aliciente para las emociones fuertes de la semana, terminó siendo un desastre.Lali salió de la casa en un hilo de lágrimas; tenía atragantadas todas las palabras y los sentimientos que no podía confesar: la culpa por haber abierto la boca con Eva escuchándola y la imagen de la mano de Anna en el hombro de Owen. Creyó que iba a volverse loca.Para cuando él pudo juntar todo su coraje y subir a la habitación de su hija, Raquel ya estaba preparando el almuerzo. Dudó unos segundos con el picaporte en la mano, escuchando, hasta que se animó a bajarlo.Eva lo vio y corrió a abrazarse a sus piernas; ni bien Owen puso una mano sobre la melena negra de su niña, ella rompió en llanto una vez más. Tuvo que cerrar los ojos con fuerza para no desarmarse.—¡No quiero ver a mi mamá, papá! —gritó Eva con todo lo que tenía, y el llanto se hizo feroz.A Anna se le cerró el pecho. Owen tomó a su hija en brazos y la meció, tratando de calmarla.—No llores, mi amor. Nada va
Anna caminó por el centro, mirando vitrinas. Entusiasmada como nunca con la idea de encontrar un vestido bonito para él, para verse presentable y un poco formal. Su paseo fue diferente a ese primero; la preocupación era otra ahora. Y sonreía al ver prendas e imaginar qué diría Owen.Encontró uno perfecto, de un azul oscuro, con la falda amplia hasta las rodillas y un escote un poco más bajo, pero no tan revelador. Luego pasó por su apartamento a recoger algunas cosas y regresó ansiosa. Llevaba su vestido nuevo como si fuera lo más hermoso que jamás hubiese usado; para ella lo era más que aquel de gala.Pero la primera gota de infelicidad que llenaría su copa apareció de pronto, detrás de una esquina cuando estaba por llegar a la casa.—Parece que ahora te va bien —dijo Alex, apareciendo de pronto.—¿Qué haces aquí?—Quiero hablarte, te lo dije las otras veces, pero desapareces. Tuve que ir a tu universidad a buscarte. ¿Ahora que vives bien no necesitas una carrera?—No quiero hablar c
La siguiente gota llegó con esa forma alterada que da el despecho. Y es que el dolor de ver cómo tu amor es arrastrado en otra dirección es demasiado abrumador. Que la dirección lleve a alguien que también quieres solo aumenta la pena. Las palabras no dichas agujerean la garganta y tienen un sabor repulsivo; tener que esconder todo eso y fingir sonrisas devasta.Así mismo era como Lali se sentía: devastada, acorralada, confundida y sin poder encontrar la manera de controlarse. La sesión con su terapeuta fue de las peores, entre llantos, gritos, ahogos y un montón de palabras que no quería escuchar.—Hemos hablado de esto muchas veces. Pero has sido muy valiente al enfrentar esto sola, pensaremos en formas que te ayuden a procesar estas emociones sin que se conviertan en una carga tan pesada. Ambas sabemos que tus sentimientos son demasiado complicados, porque es tu primo.Salió un poco más calmada, pero no mejor. También sentía culpa y remordimientos. Sin darse cuenta, terminó otra ve
La mañana del sábado los encontró una vez más enredados en las sábanas, con la diminuta figura de Eva colada entre ellos. Owen dejó la cama primero y las miró unos segundos antes de bajar a preparar el desayuno. Tendría que hablar con Eva sobre meterse en su habitación de esa manera; antes no importaba porque él dormía solo y siempre en pijama; últimamente, no tanto.En su cabeza no cabía duda de que sería una constante esta “relación” que tenía con ella, eso quería, en eso trabajaba a diario en su mente y en su corazón. Dejarla entrar solo fue el primer paso; ahora tenía que buscar la manera de que su presencia fuera permanente.Los padres de Owen llegaron sin avisar, otra vez, para llevarse a Eva. Anna había ayudado a la niña a preparar su bolso, sus juguetes y todo eso que compartiría con sus abuelos el fin de semana. El único problema fue que la nieta adorada iba a invadirles la casa con todas sus cosas, por lo que terminó cargando cuatro bolsos.—¿Piensas llevarte todo eso? —preg
Bob cruzó la sala en dirección a Owen y Anna como un rayo, casi choca con su amigo por la espalda. Tenía que sacarlos.—¿Me lo prestas un minuto, Anna? —preguntó, sin poder disimular del todo su preocupación.—Claro…Lo llevó a una esquina, lejos de todos.—¿Ahora qué te pasa? ¿El esposo de Susan te asustó? —Owen parecía muy divertido con la situación embarazosa de su amigo.—¿Qué? No, Owen, tienes que irte con Anna ahora.—Así que ya quieres huir, ¿eh? No te llevaré a cenar con nosotros. Además, la reserva es para dentro de una hora…—No entiendes, tienen que irse —lo cortó bruscamente—. Elena cruzará esa puerta en cualquier momento.Su tiempo se paró. El espacio a su alrededor se cerró sobre él. Su rostro se endureció, como si se volviera de piedra de repente, y el brillo chispeante que tenía en los ojos esa noche se opacó por completo. Como si una oscuridad helada, muy vieja y poderosa, lo pintara por dentro de los pies a la cabeza.—¿Y qué? —respondió fríamente. Su voz no lo era,
Le sudaban las manos a Bob. Parado junto a Anna, intentaba tragarse toda la vergüenza que el comportamiento de su amigo le causaba, toda la vergüenza que él mismo sentía por haberla ido a buscar en un arrebato para pedirle que lo salvara.“¡Ojalá se queme en el infierno!”, pensó con rabia. En el infierno personal de Elena.—Intenté sacarlos cuando me enteré de que vendría… No pensé que haría esta estupidez —intentó disculparse. Tenía que disculparse con ella.Anna solo se volteó y le dio una sonrisa melancólica, una resignada. Parecía pintada.—Te llevaré a la casa…—No, iré a mi apartamento. ¿Qué sentido tiene volver?—¿Lo dejarás?—No me pidas que lo espere allí luego de lo que hará —casi le rogó.—No, por supuesto que no.Él no se movía, pensaba en cómo salir de ese lugar sin tener que exponerla también a todos esos cuervos ahí afuera, ávidos de sangre. Podía oír los murmullos constantes y adivinaba las expresiones de esos rostros: divertidos, asombrados, petulantes y juzgadores.—