Entró a ese juzgado olvidado escoltado por su abogado y con Bob detrás. Era muy probable que los empleados del lugar nunca hubieran visto semejante escena, con tan elegantes protagonistas. Allí solo llegaban casos pequeños: demandas por manutención, cambios de apellido, órdenes de visitas. Problemas de la gente común, no del Director General de una multinacional de tecnología. La gente como él no ventila sus trapos sucios; suelen morir en un arreglo económico mucho antes de que cualquier demanda se proponga.Pero la gente común no tenía que enfrentarse a una Elena llena de narcisismo y dinero. Tuvieron que esperar su turno para comparecer ante el juez. Y cuando finalmente los llamaron, del otro lado del estrado había un hombre que claramente estaba harto de escuchar excusas. Del lado de la querella, Petersson había enviado a tres de los suyos. El juez los miró incrédulo, ¿qué tanto necesitaban pelear que parecían un batallón?Escuchó ambos alegatos: por qué debería y por qué no deberí
La complejidad de un corazón es intrigante, no importa lo que digan los estudiosos, los científicos o los autores: el corazón humano es todavía más incomprensible que la mente. Es la única parte del cuerpo que está conectada directamente con el alma, y Owen pensaba que, si tuviera un interruptor en alguna parte, lo apagaría.Se dejaba arrastrar por la tortura, por la pena, por los recuerdos: era un masoquista. Tenía todo al alcance de la mano para buscar la felicidad, pero elegía hundirse en su miseria. ¿En verdad lo prefería así? ¿No era más fácil solo fingir demencia y descartarlo todo de una buena vez? Claro que era más fácil, pero entonces se estaría saltando el proceso de sanar.Eso era lo que Anna creía, y mientras el coche cruzaba la calle principal, tenía la certeza de que a eso iba a enfrentarse: no a Elena, ni al dolor de Owen, sino a un proceso inconcluso. Pero ella, hermosa en su sencillez, tenía un sentimiento en el pecho que pesaba más que cualquier dificultad: iba a tom
Capítulo 59Un huracán con nombre de mujer se aproximaba desde una dirección y, desde otra, llegaba un ciclón a revertir el curso de la corriente.Alex había dejado el apartamento de Anna con su lustroso violín, unos cuantos pesos y una maleta casi vacía. Pero si tenía adónde ir, su discurso de quedar en la calle y de no poseer más que un hambre insaciable por el autodescubrimiento era mentira. Era el hijo más joven de una pareja que había poblado su pequeña casa con diez más. Ahora sus padres eran personas de la tercera edad, que vivían de sus fondos de retiro en otra pequeña casa a las afueras de la ciudad.Allí regresó, con la mirada perdida y el cuento de los sueños rotos, diciendo que se conformaría con una cama hasta que consiguiera un trabajo que tampoco pensaba buscar. ¿Qué hace un padre cuando un hijo toca a su puerta en esas condiciones? Abrirla.Pronto comenzó a vivir cómodamente, a ocupar el nido vacío, a tomar responsabilidades que el resto de sus hermanos y hermanas solo
El primer paso que debía dar era hablar con su hija. Si todo eso de las visitas llegaba a concretarse, Eva tenía que saberlo. No es fácil liberar un fantasma y mostrarse débil ante quienes debemos ser los más fuertes.Ambas estaban en la sala, Anna recogiendo las muñecas del piso y la niña queriendo ayudar a su manera.—¡Papá!—Hola, mi amor.El tono de su voz alertó a Anna, y solo necesitó mirarlo una vez para saber que algo estaba fuera de lugar. Owen se hincó para estar a la altura de su hija, y esta lo abrazó del cuello dándole un beso sonoro en la mejilla. Por un instante, él flaqueó.Lo más hermoso e importante de toda su vida estaba en sus brazos, y él tenía la tarea de robarle un trozo de felicidad. “Ningún padre debería hacer eso”, pensó. La mueca en su boca era amarga.—Muñeca, tengo que hablar contigo de algo muy importante —dijo en tono serio.La pequeña lo miró confundida; ¿qué tanto podría comprender de las decisiones de los adultos? Owen tomó coraje y la levantó del pis
Por más que Owen intentó mantener la noticia de las sentencias a favor de Elena en silencio para no alterar la paz, Raquel no pudo soportarlo. Esa noche lloró con mucha amargura por su Sr. Walker y por la niña. Le resultaba una injusticia que la misma justicia no pudiera ver más allá de códigos escritos, que no pudiera ver en el corazón de las personas.Para la madre de Owen, el sentimiento fue el mismo: desesperación por su hijo y su nieta. Recordaba cómo, siendo casi un bebé, Eva se movía en su cuna, estirando los bracitos, y siempre había sido él quien acudía. Estaba muy orgullosa del niño que crió, de su enorme corazón, de su compromiso con su hija. Y ahora esa mujer pretendía lastimarlo donde más le dolía.—No puedo creer que no nos haya dicho nada —dijo la madre de Owen, incrédula.Sin saber qué hacer o cómo controlar sus emociones, Raquel la había llamado para avisarle que la serpiente se desenroscaba de su nido y el problema se transformaba en uno familiar.—No debe querer que
Hoy vengo a pedirles un favor, por qué me siento muy triste y vulnerada.Cuando comencé con esto de la escitura lo hice tropezando muchas veces, para mi es una delicia y lo disfruto mucho. También es una fuente extra de ingresos que, voy a ser honesta con ustedes, me ha sacado de uno de mis peores momentos. No solo económicos, sino también animicos. No puedo explicarles la alegría de leer sus comentarios y ver cuanto les gusta lo que estuve trabajando por meses. Es la mejor recompensa de todas. Asi sean dos lectores o la cantidad extraordinaria que ha reunido esta historia, para mi la satisfacción es gigante. Y estaré agradecida con todos ustedes de por vida.Nunca esperé tener la habilidad de contar una historia y que les guste como lo hago o lo que en ellas escribo.El favor es el siguiente: les pido con el corazón que no distribuyan lo que escribo sin autorización. Me ha costado mucho trabajo. Tengo un empleo fijo y luego de volver a mi casa me he sentado horas frente a mi computad
La mañana, que prometía ser un aliciente para las emociones fuertes de la semana, terminó siendo un desastre.Lali salió de la casa en un hilo de lágrimas; tenía atragantadas todas las palabras y los sentimientos que no podía confesar: la culpa por haber abierto la boca con Eva escuchándola y la imagen de la mano de Anna en el hombro de Owen. Creyó que iba a volverse loca.Para cuando él pudo juntar todo su coraje y subir a la habitación de su hija, Raquel ya estaba preparando el almuerzo. Dudó unos segundos con el picaporte en la mano, escuchando, hasta que se animó a bajarlo.Eva lo vio y corrió a abrazarse a sus piernas; ni bien Owen puso una mano sobre la melena negra de su niña, ella rompió en llanto una vez más. Tuvo que cerrar los ojos con fuerza para no desarmarse.—¡No quiero ver a mi mamá, papá! —gritó Eva con todo lo que tenía, y el llanto se hizo feroz.A Anna se le cerró el pecho. Owen tomó a su hija en brazos y la meció, tratando de calmarla.—No llores, mi amor. Nada va
Anna caminó por el centro, mirando vitrinas. Entusiasmada como nunca con la idea de encontrar un vestido bonito para él, para verse presentable y un poco formal. Su paseo fue diferente a ese primero; la preocupación era otra ahora. Y sonreía al ver prendas e imaginar qué diría Owen.Encontró uno perfecto, de un azul oscuro, con la falda amplia hasta las rodillas y un escote un poco más bajo, pero no tan revelador. Luego pasó por su apartamento a recoger algunas cosas y regresó ansiosa. Llevaba su vestido nuevo como si fuera lo más hermoso que jamás hubiese usado; para ella lo era más que aquel de gala.Pero la primera gota de infelicidad que llenaría su copa apareció de pronto, detrás de una esquina cuando estaba por llegar a la casa.—Parece que ahora te va bien —dijo Alex, apareciendo de pronto.—¿Qué haces aquí?—Quiero hablarte, te lo dije las otras veces, pero desapareces. Tuve que ir a tu universidad a buscarte. ¿Ahora que vives bien no necesitas una carrera?—No quiero hablar c