Capítulo 59Un huracán con nombre de mujer se aproximaba desde una dirección y, desde otra, llegaba un ciclón a revertir el curso de la corriente.Alex había dejado el apartamento de Anna con su lustroso violín, unos cuantos pesos y una maleta casi vacía. Pero si tenía adónde ir, su discurso de quedar en la calle y de no poseer más que un hambre insaciable por el autodescubrimiento era mentira. Era el hijo más joven de una pareja que había poblado su pequeña casa con diez más. Ahora sus padres eran personas de la tercera edad, que vivían de sus fondos de retiro en otra pequeña casa a las afueras de la ciudad.Allí regresó, con la mirada perdida y el cuento de los sueños rotos, diciendo que se conformaría con una cama hasta que consiguiera un trabajo que tampoco pensaba buscar. ¿Qué hace un padre cuando un hijo toca a su puerta en esas condiciones? Abrirla.Pronto comenzó a vivir cómodamente, a ocupar el nido vacío, a tomar responsabilidades que el resto de sus hermanos y hermanas solo
El primer paso que debía dar era hablar con su hija. Si todo eso de las visitas llegaba a concretarse, Eva tenía que saberlo. No es fácil liberar un fantasma y mostrarse débil ante quienes debemos ser los más fuertes.Ambas estaban en la sala, Anna recogiendo las muñecas del piso y la niña queriendo ayudar a su manera.—¡Papá!—Hola, mi amor.El tono de su voz alertó a Anna, y solo necesitó mirarlo una vez para saber que algo estaba fuera de lugar. Owen se hincó para estar a la altura de su hija, y esta lo abrazó del cuello dándole un beso sonoro en la mejilla. Por un instante, él flaqueó.Lo más hermoso e importante de toda su vida estaba en sus brazos, y él tenía la tarea de robarle un trozo de felicidad. “Ningún padre debería hacer eso”, pensó. La mueca en su boca era amarga.—Muñeca, tengo que hablar contigo de algo muy importante —dijo en tono serio.La pequeña lo miró confundida; ¿qué tanto podría comprender de las decisiones de los adultos? Owen tomó coraje y la levantó del pis
Por más que Owen intentó mantener la noticia de las sentencias a favor de Elena en silencio para no alterar la paz, Raquel no pudo soportarlo. Esa noche lloró con mucha amargura por su Sr. Walker y por la niña. Le resultaba una injusticia que la misma justicia no pudiera ver más allá de códigos escritos, que no pudiera ver en el corazón de las personas.Para la madre de Owen, el sentimiento fue el mismo: desesperación por su hijo y su nieta. Recordaba cómo, siendo casi un bebé, Eva se movía en su cuna, estirando los bracitos, y siempre había sido él quien acudía. Estaba muy orgullosa del niño que crió, de su enorme corazón, de su compromiso con su hija. Y ahora esa mujer pretendía lastimarlo donde más le dolía.—No puedo creer que no nos haya dicho nada —dijo la madre de Owen, incrédula.Sin saber qué hacer o cómo controlar sus emociones, Raquel la había llamado para avisarle que la serpiente se desenroscaba de su nido y el problema se transformaba en uno familiar.—No debe querer que
Hoy vengo a pedirles un favor, por qué me siento muy triste y vulnerada.Cuando comencé con esto de la escitura lo hice tropezando muchas veces, para mi es una delicia y lo disfruto mucho. También es una fuente extra de ingresos que, voy a ser honesta con ustedes, me ha sacado de uno de mis peores momentos. No solo económicos, sino también animicos. No puedo explicarles la alegría de leer sus comentarios y ver cuanto les gusta lo que estuve trabajando por meses. Es la mejor recompensa de todas. Asi sean dos lectores o la cantidad extraordinaria que ha reunido esta historia, para mi la satisfacción es gigante. Y estaré agradecida con todos ustedes de por vida.Nunca esperé tener la habilidad de contar una historia y que les guste como lo hago o lo que en ellas escribo.El favor es el siguiente: les pido con el corazón que no distribuyan lo que escribo sin autorización. Me ha costado mucho trabajo. Tengo un empleo fijo y luego de volver a mi casa me he sentado horas frente a mi computad
La mañana, que prometía ser un aliciente para las emociones fuertes de la semana, terminó siendo un desastre.Lali salió de la casa en un hilo de lágrimas; tenía atragantadas todas las palabras y los sentimientos que no podía confesar: la culpa por haber abierto la boca con Eva escuchándola y la imagen de la mano de Anna en el hombro de Owen. Creyó que iba a volverse loca.Para cuando él pudo juntar todo su coraje y subir a la habitación de su hija, Raquel ya estaba preparando el almuerzo. Dudó unos segundos con el picaporte en la mano, escuchando, hasta que se animó a bajarlo.Eva lo vio y corrió a abrazarse a sus piernas; ni bien Owen puso una mano sobre la melena negra de su niña, ella rompió en llanto una vez más. Tuvo que cerrar los ojos con fuerza para no desarmarse.—¡No quiero ver a mi mamá, papá! —gritó Eva con todo lo que tenía, y el llanto se hizo feroz.A Anna se le cerró el pecho. Owen tomó a su hija en brazos y la meció, tratando de calmarla.—No llores, mi amor. Nada va
Anna caminó por el centro, mirando vitrinas. Entusiasmada como nunca con la idea de encontrar un vestido bonito para él, para verse presentable y un poco formal. Su paseo fue diferente a ese primero; la preocupación era otra ahora. Y sonreía al ver prendas e imaginar qué diría Owen.Encontró uno perfecto, de un azul oscuro, con la falda amplia hasta las rodillas y un escote un poco más bajo, pero no tan revelador. Luego pasó por su apartamento a recoger algunas cosas y regresó ansiosa. Llevaba su vestido nuevo como si fuera lo más hermoso que jamás hubiese usado; para ella lo era más que aquel de gala.Pero la primera gota de infelicidad que llenaría su copa apareció de pronto, detrás de una esquina cuando estaba por llegar a la casa.—Parece que ahora te va bien —dijo Alex, apareciendo de pronto.—¿Qué haces aquí?—Quiero hablarte, te lo dije las otras veces, pero desapareces. Tuve que ir a tu universidad a buscarte. ¿Ahora que vives bien no necesitas una carrera?—No quiero hablar c
La siguiente gota llegó con esa forma alterada que da el despecho. Y es que el dolor de ver cómo tu amor es arrastrado en otra dirección es demasiado abrumador. Que la dirección lleve a alguien que también quieres solo aumenta la pena. Las palabras no dichas agujerean la garganta y tienen un sabor repulsivo; tener que esconder todo eso y fingir sonrisas devasta.Así mismo era como Lali se sentía: devastada, acorralada, confundida y sin poder encontrar la manera de controlarse. La sesión con su terapeuta fue de las peores, entre llantos, gritos, ahogos y un montón de palabras que no quería escuchar.—Hemos hablado de esto muchas veces. Pero has sido muy valiente al enfrentar esto sola, pensaremos en formas que te ayuden a procesar estas emociones sin que se conviertan en una carga tan pesada. Ambas sabemos que tus sentimientos son demasiado complicados, porque es tu primo.Salió un poco más calmada, pero no mejor. También sentía culpa y remordimientos. Sin darse cuenta, terminó otra ve
Seguía sin entenderlo. ¿Cómo podía ser que hubiera aceptado semejante propuesta?Anna se paró en una esquina a observar. No decía nada, no se movía, solo lo miraba. Ojalá pudiese dejar de pensar en eso, ojalá nunca hubiese pasado; entonces no se sentiría tan pequeña, tan poca cosa. Era una ilusa. Pero ya casi todo había terminado; solo debía aguantar un poco más.Ese día… ese beso… No, no debía pensarlo. Sacudió la cabeza como queriendo deshacerse del recuerdo, pero las sensaciones las tenía pegadas a la piel.Desvió la mirada y siguió la línea blanca de las mesas. Un hotel tan elegante, tan distinguido, con toda esa decoración costosa. Los cuadros milimétricamente colocados a la distancia justa los unos de los otros; las luminarias enormes que brillaban incandescentes en los techos, los muebles antiguos que salpicaban pequeños rincones o esquinas. Y en el fondo del salón, una orquesta muy bien afinada que le regalaba a todos los invitados melodías suaves e íntimas de jazz.Aun con su