La cascada de situaciones recién comenzaba a fluir.Anna finalmente encontró a Lali en la universidad, pero ella la esquivó durante toda la mañana. Algo le sucedía, y por la cara que le puso en casa de Owen, estaba segura de que tenía que ver con ello.Debió habérselo dicho, al menos comentarle que sucedían cosas entre ellos. Pero, por vergüenza, no lo hizo. Ahora todo se había salido de control. Seguramente estaría enojada porque era su primo.La encontró sentada en la misma banca de siempre y se acercó por detrás.—Lali —llamó Anna.Pero, al verla, se puso de pie; estaba por marcharse. Anna se paró frente a ella.—No, espera. ¿Por qué me esquivas?Ella no respondió e intentó pasar a su lado. De nuevo, Anna se puso en su camino.—¿Qué quieres? —escupió con veneno.—Saber qué te sucede.—¿Qué crees que me sucede, Anna? —respondió enojada.—No lo sé, por eso te lo pregunto.—¿Sales con él, verdad? ¡Andas con Owen!—No estoy segura de que “andar con él” sea lo que pasa…—¡Duermes con Ow
La discusión con Owen y luego los reclamos de Lali habían dejado a Anna sintiéndose perdida. Él se sentía igual, por eso se quedó a esperarla en la oficina.Ella entró, puntual como siempre, y él la miró desde la oscuridad, como en aquellos primeros días. Se veía cansada, no llevaba sus auriculares y tenía una expresión extraña. Él mismo se sentía de la misma manera.La observó unos minutos, escondido detrás del vidrio, y luego abrió la puerta. Anna no se sorprendió, pero lo miró con los ojos apagados. Él solo estiró la mano y ella caminó hacia él. Los dos estaban exhaustos y no necesitaban palabras.No soltó su mano cuando cerró la puerta; envueltos en esa energía que generaban cuando estaban juntos, se paró frente a ella. Ella dio un paso y él la soltó para deslizar sus manos por debajo de la chaqueta de trabajo. La tomó de la cintura y la acercó más.No necesitó saber nada; ella rodeó su cuello y escondió la cara en su pecho. El abrazo se hizo más profundo. Tenía la mejilla apoyada
Tuvo que pasar una semana para que ella pudiera acomodarse en sus empleos y renunciar. Había trabajado por años en la cafetería; no fue fácil despedirse de sus compañeros, de su jefe, de todos quienes fueron buenas personas con ella. Pero también lo había pensado mucho, y definitivamente un empleo con Owen, cuidando de Eva, marcaría el final de muchas dificultades.No tenía con quién discutirlo, porque desde aquella discusión, Lali casi no le hablaba, apenas la saludaba de lejos. Para Anna, era algo casi natural: la vida le daba algo, pero le quitaba otra cosa, equilibrando la balanza. Así que pasaba muchas horas hablando con ella misma en su cabeza.Renunciar a la empresa fue más fácil; el mismo Director General informó a Recursos Humanos que prepararan la liquidación de Anna. Y la única persona de la que tuvo que despedirse fue María, la encargada.“Tienes que avanzar”, se dijo. Tomar un nuevo paso en una dirección desconocida podía ser complicado; armar las piezas para que todo fun
Llegó el último día de la semana y Owen entró a su casa con el cuerpo rendido de tanto pelear con sus sentimientos, con la preocupación de no poder controlar una situación que tendría que haber sido descartada desde un principio, con la incertidumbre de que un juez cualquiera lo pusiera delante de su hija con una explicación que nunca quiso dar.Eva lo saludó como siempre y él la tomó en brazos. La abrazó fuerte y olió el perfume dulce de su niña. Era todo su mundo, todo lo que quería proteger en la vida. Anna pudo verla: la herida que resurgía en su mirada gris.—Hola, Anna —saludó.—Hola —respondió ella sonriendo, pero lo que obtuvo a cambio fue una expresión nublada.—Si me esperas unos momentos, te llevo.—Claro.Eva se fue de la mano de Raquel a darse un baño y su padre se internó en su despacho. Él no salía, así que ella subió a ver qué hacía Eva y darle una mano a la mujer. La pequeña estuvo lista y Owen continuaba escondido.Algo le pasaba, podía jurarlo. Tenía ese gesto gélid
Entró a ese juzgado olvidado escoltado por su abogado y con Bob detrás. Era muy probable que los empleados del lugar nunca hubieran visto semejante escena, con tan elegantes protagonistas. Allí solo llegaban casos pequeños: demandas por manutención, cambios de apellido, órdenes de visitas. Problemas de la gente común, no del Director General de una multinacional de tecnología. La gente como él no ventila sus trapos sucios; suelen morir en un arreglo económico mucho antes de que cualquier demanda se proponga.Pero la gente común no tenía que enfrentarse a una Elena llena de narcisismo y dinero. Tuvieron que esperar su turno para comparecer ante el juez. Y cuando finalmente los llamaron, del otro lado del estrado había un hombre que claramente estaba harto de escuchar excusas. Del lado de la querella, Petersson había enviado a tres de los suyos. El juez los miró incrédulo, ¿qué tanto necesitaban pelear que parecían un batallón?Escuchó ambos alegatos: por qué debería y por qué no deberí
La complejidad de un corazón es intrigante, no importa lo que digan los estudiosos, los científicos o los autores: el corazón humano es todavía más incomprensible que la mente. Es la única parte del cuerpo que está conectada directamente con el alma, y Owen pensaba que, si tuviera un interruptor en alguna parte, lo apagaría.Se dejaba arrastrar por la tortura, por la pena, por los recuerdos: era un masoquista. Tenía todo al alcance de la mano para buscar la felicidad, pero elegía hundirse en su miseria. ¿En verdad lo prefería así? ¿No era más fácil solo fingir demencia y descartarlo todo de una buena vez? Claro que era más fácil, pero entonces se estaría saltando el proceso de sanar.Eso era lo que Anna creía, y mientras el coche cruzaba la calle principal, tenía la certeza de que a eso iba a enfrentarse: no a Elena, ni al dolor de Owen, sino a un proceso inconcluso. Pero ella, hermosa en su sencillez, tenía un sentimiento en el pecho que pesaba más que cualquier dificultad: iba a tom
Capítulo 59Un huracán con nombre de mujer se aproximaba desde una dirección y, desde otra, llegaba un ciclón a revertir el curso de la corriente.Alex había dejado el apartamento de Anna con su lustroso violín, unos cuantos pesos y una maleta casi vacía. Pero si tenía adónde ir, su discurso de quedar en la calle y de no poseer más que un hambre insaciable por el autodescubrimiento era mentira. Era el hijo más joven de una pareja que había poblado su pequeña casa con diez más. Ahora sus padres eran personas de la tercera edad, que vivían de sus fondos de retiro en otra pequeña casa a las afueras de la ciudad.Allí regresó, con la mirada perdida y el cuento de los sueños rotos, diciendo que se conformaría con una cama hasta que consiguiera un trabajo que tampoco pensaba buscar. ¿Qué hace un padre cuando un hijo toca a su puerta en esas condiciones? Abrirla.Pronto comenzó a vivir cómodamente, a ocupar el nido vacío, a tomar responsabilidades que el resto de sus hermanos y hermanas solo
El primer paso que debía dar era hablar con su hija. Si todo eso de las visitas llegaba a concretarse, Eva tenía que saberlo. No es fácil liberar un fantasma y mostrarse débil ante quienes debemos ser los más fuertes.Ambas estaban en la sala, Anna recogiendo las muñecas del piso y la niña queriendo ayudar a su manera.—¡Papá!—Hola, mi amor.El tono de su voz alertó a Anna, y solo necesitó mirarlo una vez para saber que algo estaba fuera de lugar. Owen se hincó para estar a la altura de su hija, y esta lo abrazó del cuello dándole un beso sonoro en la mejilla. Por un instante, él flaqueó.Lo más hermoso e importante de toda su vida estaba en sus brazos, y él tenía la tarea de robarle un trozo de felicidad. “Ningún padre debería hacer eso”, pensó. La mueca en su boca era amarga.—Muñeca, tengo que hablar contigo de algo muy importante —dijo en tono serio.La pequeña lo miró confundida; ¿qué tanto podría comprender de las decisiones de los adultos? Owen tomó coraje y la levantó del pis