Pasaron el martes, el miércoles y llegó el jueves, y los mensajes de Anna seguían siendo cortos, escuetos y fríos. ¿Qué había sucedido? Owen comenzaba a ponerse de mal humor. Repasó en su cabeza el fin de semana, buscando qué podría haber hecho o dicho que generara ese distanciamiento en Anna.—¿Por qué tienes esa cara? —preguntó Bob, mientras ambos bebían café en el lobby de la empresa.—No pasa nada —respondió Owen, seco.—No me mientas, conozco tus caras y tus gestos y estás de mal humor. ¿Pasó algo con Anna?—A veces creo que eres mi madre y no mi amigo, ¿conoces mis caras? —respondió levantando una ceja.—Son los años que he pasado a tu lado, Owen querido. Así que, dime, ¿qué te pasa?—Anna está… distante.—¿Cómo distante?—Los mensajes —dijo mostrando el celular—, los responde con monosílabos, es… fría.—¿Qué le hiciste?—Nada, no le hice nada —respondió un poco molesto—. Eso creo. Después del fin de semana parece no tener mucho interés.¡Ajá! El querido Owen estaba padeciendo p
-Ni siquiera sé cómo empezó... solo sucedió un día -comenzó Owen, sin mirarla-. Antes y después del divorcio, las cosas fueron muy difíciles. El rencor... la rabia, no se iban. La secretaria que tenía en ese entonces renunció porque iba a ser madre. Ni siquiera me preocupé por su reemplazo; Recursos Humanos hizo todo. Ella solo se presentó un día, fue sugerente, atrevida y cedí. Pero con el correr del tiempo, comenzó a exigir más de mí, cosas que no estaba dispuesto a dar otra vez. Fue muy engorroso y complicado; al final, solo me pidió dinero. Y se lo di. Luego, solo siguió sucediendo con el resto, se hizo un hábito darles un cheque cuando todo acababa.Ella solo lo miraba, sin decir nada.-Ese piso del centro fue una inversión al principio; luego se convirtió en un lugar cómodo. Nunca dejé la casa; quiero que mi hija se críe allí. Nunca lo ocupé y me pareció "un gesto" dejar que se quedaran el tiempo que quisieran. Lo que hacía me ayudaba a expiar mis demonios, el dolor... No espero
La cascada de situaciones recién comenzaba a fluir.Anna finalmente encontró a Lali en la universidad, pero ella la esquivó durante toda la mañana. Algo le sucedía, y por la cara que le puso en casa de Owen, estaba segura de que tenía que ver con ello.Debió habérselo dicho, al menos comentarle que sucedían cosas entre ellos. Pero, por vergüenza, no lo hizo. Ahora todo se había salido de control. Seguramente estaría enojada porque era su primo.La encontró sentada en la misma banca de siempre y se acercó por detrás.—Lali —llamó Anna.Pero, al verla, se puso de pie; estaba por marcharse. Anna se paró frente a ella.—No, espera. ¿Por qué me esquivas?Ella no respondió e intentó pasar a su lado. De nuevo, Anna se puso en su camino.—¿Qué quieres? —escupió con veneno.—Saber qué te sucede.—¿Qué crees que me sucede, Anna? —respondió enojada.—No lo sé, por eso te lo pregunto.—¿Sales con él, verdad? ¡Andas con Owen!—No estoy segura de que “andar con él” sea lo que pasa…—¡Duermes con Ow
La discusión con Owen y luego los reclamos de Lali habían dejado a Anna sintiéndose perdida. Él se sentía igual, por eso se quedó a esperarla en la oficina.Ella entró, puntual como siempre, y él la miró desde la oscuridad, como en aquellos primeros días. Se veía cansada, no llevaba sus auriculares y tenía una expresión extraña. Él mismo se sentía de la misma manera.La observó unos minutos, escondido detrás del vidrio, y luego abrió la puerta. Anna no se sorprendió, pero lo miró con los ojos apagados. Él solo estiró la mano y ella caminó hacia él. Los dos estaban exhaustos y no necesitaban palabras.No soltó su mano cuando cerró la puerta; envueltos en esa energía que generaban cuando estaban juntos, se paró frente a ella. Ella dio un paso y él la soltó para deslizar sus manos por debajo de la chaqueta de trabajo. La tomó de la cintura y la acercó más.No necesitó saber nada; ella rodeó su cuello y escondió la cara en su pecho. El abrazo se hizo más profundo. Tenía la mejilla apoyada
Tuvo que pasar una semana para que ella pudiera acomodarse en sus empleos y renunciar. Había trabajado por años en la cafetería; no fue fácil despedirse de sus compañeros, de su jefe, de todos quienes fueron buenas personas con ella. Pero también lo había pensado mucho, y definitivamente un empleo con Owen, cuidando de Eva, marcaría el final de muchas dificultades.No tenía con quién discutirlo, porque desde aquella discusión, Lali casi no le hablaba, apenas la saludaba de lejos. Para Anna, era algo casi natural: la vida le daba algo, pero le quitaba otra cosa, equilibrando la balanza. Así que pasaba muchas horas hablando con ella misma en su cabeza.Renunciar a la empresa fue más fácil; el mismo Director General informó a Recursos Humanos que prepararan la liquidación de Anna. Y la única persona de la que tuvo que despedirse fue María, la encargada.“Tienes que avanzar”, se dijo. Tomar un nuevo paso en una dirección desconocida podía ser complicado; armar las piezas para que todo fun
Llegó el último día de la semana y Owen entró a su casa con el cuerpo rendido de tanto pelear con sus sentimientos, con la preocupación de no poder controlar una situación que tendría que haber sido descartada desde un principio, con la incertidumbre de que un juez cualquiera lo pusiera delante de su hija con una explicación que nunca quiso dar.Eva lo saludó como siempre y él la tomó en brazos. La abrazó fuerte y olió el perfume dulce de su niña. Era todo su mundo, todo lo que quería proteger en la vida. Anna pudo verla: la herida que resurgía en su mirada gris.—Hola, Anna —saludó.—Hola —respondió ella sonriendo, pero lo que obtuvo a cambio fue una expresión nublada.—Si me esperas unos momentos, te llevo.—Claro.Eva se fue de la mano de Raquel a darse un baño y su padre se internó en su despacho. Él no salía, así que ella subió a ver qué hacía Eva y darle una mano a la mujer. La pequeña estuvo lista y Owen continuaba escondido.Algo le pasaba, podía jurarlo. Tenía ese gesto gélid
Entró a ese juzgado olvidado escoltado por su abogado y con Bob detrás. Era muy probable que los empleados del lugar nunca hubieran visto semejante escena, con tan elegantes protagonistas. Allí solo llegaban casos pequeños: demandas por manutención, cambios de apellido, órdenes de visitas. Problemas de la gente común, no del Director General de una multinacional de tecnología. La gente como él no ventila sus trapos sucios; suelen morir en un arreglo económico mucho antes de que cualquier demanda se proponga.Pero la gente común no tenía que enfrentarse a una Elena llena de narcisismo y dinero. Tuvieron que esperar su turno para comparecer ante el juez. Y cuando finalmente los llamaron, del otro lado del estrado había un hombre que claramente estaba harto de escuchar excusas. Del lado de la querella, Petersson había enviado a tres de los suyos. El juez los miró incrédulo, ¿qué tanto necesitaban pelear que parecían un batallón?Escuchó ambos alegatos: por qué debería y por qué no deberí
La complejidad de un corazón es intrigante, no importa lo que digan los estudiosos, los científicos o los autores: el corazón humano es todavía más incomprensible que la mente. Es la única parte del cuerpo que está conectada directamente con el alma, y Owen pensaba que, si tuviera un interruptor en alguna parte, lo apagaría.Se dejaba arrastrar por la tortura, por la pena, por los recuerdos: era un masoquista. Tenía todo al alcance de la mano para buscar la felicidad, pero elegía hundirse en su miseria. ¿En verdad lo prefería así? ¿No era más fácil solo fingir demencia y descartarlo todo de una buena vez? Claro que era más fácil, pero entonces se estaría saltando el proceso de sanar.Eso era lo que Anna creía, y mientras el coche cruzaba la calle principal, tenía la certeza de que a eso iba a enfrentarse: no a Elena, ni al dolor de Owen, sino a un proceso inconcluso. Pero ella, hermosa en su sencillez, tenía un sentimiento en el pecho que pesaba más que cualquier dificultad: iba a tom