Era otra mañana nublada y gris, aunque por fortuna no llovía todavía en la ciudad, por lo que Alessia se apresuró para salir de su vivienda y llegar temprano, y sin embarrarse, a la cafetería. Por supuesto, tenía incertidumbre sobre lo que le hubiera sucedido desde la noche anterior a su jefe, luego de que Valentino lo hubiera golpeado por intentar abusar de ella. Se sintió asqueada al recordar la horrible situación… y no se pudo borrar de la cabeza la imagen imponente de ese hombre que parecía hecho de hierro y hielo.Cuando llegó a su trabajo, se sorprendió al ser recibida por el padre de Julio, el señor Gianni, su jefe real, que la interceptó a mitad de camino hacia la sala de empleados:-Buenos días, señorita Marino. -dijo con un gesto de fastidio -. Me temo que no tengo buenas noticias para usted.Alessia lo miró sin entender.-¿Qué sucede, señor Gianni?-Lamentablemente tengo que despedirla, mi hijo ha dejado algunos informes muy… elocuentes… sobre su comportamiento que no pued
Alessia se había quedado congelada en su sitio luego de que Valentino la dejara allí de pie, en la entrada de su magnífica residencia, sin saber ni siquiera qué era lo que se esperaba de ella, cuáles eran sus tareas para ese primer día como niñera.Por suerte, un rostro amable aunque desconocido, se le acercó con una sonrisa. -Buenos días, me imagino que usted es la nueva niñera, la señorita Alessia Marino.Ella salió de su ensimismamiento y le sonrió también.-Buenos días, señor. Sí, esa soy yo.-Mucho gusto, soy Eric, el mayordomo del señor Amato. Acompáñeme, el pequeño Santino está en su habitación jugando. -Gracias.- dijo ella siguiéndolo por los pasillos de la residencia y subiendo las escaleras hacia los dormitorios.-Si usted me lo permite, le contaré brevemente sobre sus tareas. No es nada de gran complejidad, en principio tiene que pasar el día con Santino, jugar y cuidar de él durante las horas que el señor Amato lo requiere, generalmente hasta la cena. Ocasionalmente pued
Alessia se subió por fin al vehículo que la llevaría a su pequeño y humilde departamento. Iba sumida en sus pensamientos, puesto que habían sido días extraños y cargados de novedades y emociones confusas. Hace apenas unas semanas, su vida era tranquila, rutinaria y corriente. De pronto, y desde que conoció a Valentino Amato, todo se había puesto de cabeza. Y aquí estaba, camino a su monoambiente en un auto de lujo conducido por un chofer, trabajando para el déspota señor Amato. Se sentía una verdadera tonta por no haber leído bien y con meticulosidad el contrato que había firmado. Eso había sido una locura, algo que nunca en su vida había hecho. Era como si su propia consciencia se hubiera complotado en su contra, haciéndola comportarse de un modo absurdo e irracional. ¿Quién en su sano juicio firma así un contrato de trabajo? Claro que, en su defensa, ella había imaginado un simple y normal contrato como niñera, no ese extraño documento redactado por el mismísimo demonio. ¿Y si ha
Casi sin darse cuenta, el sueño la venció por fin y Alessia se quedó profundamente dormida mientras cuidaba con celo a Valentino, vigilando que aún respirara. Por supuesto, soñó con él, un sueño hermoso y sensual en el que la recorría con sus labios con devoción, la besaba profunda y apasionadamente. Estaban en una cama mullida de una pequeña habitación iluminada con calidez, desnudos. El cuerpo de Valentino era un muro firme, deseable, acogedor, y la sujetaba con sus brazos férreos, apretándola contra su piel ardiente y aromática. Podía sentir el roce de esa piel de lava contra sus pechos, erizando sus pezones excitados. De repente, su sueño cambiaba, el ambiente idílico e iluminado se desintegraba, la luz cálida comenzada a ser de un azul de hielo, y percibía una sensación de terror que le recorría la nuca, una sensación de sudor frío descendiendo por su espalda, como si afuera de la habitación estuvieran ahora rodeados por centenares de enemigos armados, acorralados e incapaces d
Luego de dormir unas horas en casa, que fueron realmente reparadoras, Alessia se levantó con la intención de relajarse y tal vez leer un libro de enfermería, mientras esperaba que se requirieran sus servicios como niñera. Es decir, hasta que él la necesitara a su lado.Estaba concentrada en la lectura, y pensando en ese hombre enigmático que en cierto modo deseaba conocer mejor, aunque la intimidara, cuando alguien golpeó su puerta.Cuando Alessia abrió la puerta, se encontró con el rostro conocido y algo amargado del casero.Él carraspeó antes de hablar:-Buenas tardes, señorita Marino. Espero no interrumpir nada, pero temo que es urgente.-Buenas tardes, señor Kant, ¿A qué se debe su visita? ¿Cuál es la urgencia?-Vengo a notificarle que lamentablemente necesito que desocupe este departamento. Mi hijo menor regresó, luego de estar estudiando abogacía fuera de la ciudad, y vivirá aquí a partir de ahora. Por desgracia, usted es la única inquilina que no tiene un contrato bianual, le q
Pasaron varios días de una maravillosa calma. Alessia debía reconocer que era muy agradable estar allí en la residencia Amato, cuidar del dulce Santino, compartir desayunos y otras comidas con el pequeño y su aparentemente inconmovible padre, descansar y leer sobre su carrera en las horas de escuela, y tener la comodidad de una hermosa casa. Hasta se planteaba la posibilidad de retomar su carrera.Sin embargo, valoraba demasiado su independencia como para dejar de buscar su propio lugar en el que vivir. Lejos de la tentación de Valentino. Cada noche sus sueños eran más atrevidos.Era una tarde tranquila en la que Santino estaba haciendo sus tareas mientras ella lo acompañaba, cuando Valentino irrumpió de golpe en la habitación, con una gran caja en sus manos.-Señorita Marino, necesito que me acompañe un momento a su habitación. Tengo un asunto que tratar con usted.Ignorando el peligro que significaba estar entre cuatro paredes a solas con ese hombre que emanaba un aura de fuego, Ale
Una de las ideas, y no precisamente buena, que tuvo Celina para cambiar el humor de su amiga, fue servir algunos tragos frutales y dulces, pero con bastante alcohol en la receta, por lo que no fue fácil limitar la cantidad que bebían. Aunque no se podía negar que parecía funcionar. Se rieron como niñas, contándose anécdotas, hablando de sus vidas, de sus infancias. Y aunque era algo divertido para hacer juntas en su "noche de chicas", resultó que ambas terminaron demasiado ebrias. Al punto que Alessia no lo pensó muy bien al salir sola para volver a la mansión Amato, en lugar de quedarse allí a dormir, ni su amiga estaba en condiciones de detenerla.Era tarde, o más bien, demasiado temprano para encontrar rápido un taxi en la calle, y ellas no habían tenido la precaución de llamar uno por teléfono, ya que no estaban en condiciones. Alessia caminó algunas cuadras, con rumbo indefinido, observando la calle para ver si encontraba algún vehículo al que hacerle señas para subirse. No era
Alessia se despertó a la mañana siguiente algo perdida y con un insoportable dolor de cabeza. Luego miró alrededor tratando de comprender qué había pasado. Estaba aún con el vestido que Valentino le había regalado, ahora sucio y echado a perder. Y estaba en la cama… de él.Lo único que, con mucho esfuerzo, lograba recordar de la noche anterior, luego de que la habían intentado atacar, era que él la había salvado otra vez, justo cuando pensaba que estaba perdida.En la habitación estaba sola. De seguro era muy tarde y Valentino ya se había ido a trabajar.Se sentía realmente avergonzada por estar allí, y sin saber exactamente cómo había llegado. Alessia fue a su habitación para darse un baño y cambiarse. Tomó un par de muy necesarios analgésicos y miró la hora. Bien, Santino estaba en la escuela, tenía tiempo de reponerse y comer algo. El mayordomo tocó su puerta y entró enseguida al escucharla responder, con una bandeja de comida para ella.-Permiso, señorita Marino, imaginé que te