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Capítulo 4. Controlador

Despertó muchas horas después, sintiéndose al fin descansada. Lo que hubieran puesto en su trago, era de verdad muy fuerte. Por suerte, ya no le dolía la cabeza, pero su estómago estaba revuelto y tenía mucha sed.

Cuando miró su móvil, tenía como veinte mensajes de Celina y otras veinte llamadas perdidas.

Así que decidió llamarla.

-Hola

-¡Ale! Estaba preocupada.

-¿De verdad? No lo parecías anoche.

-Lo siento, Ale. No me pude resistir a ese bombón…

-Pues no cuentes conmigo nunca más. Lo pasé horrible…

-¿Qué sucedió? ¿Por qué no me respondías antes?

-Porque aún estaba agotada a causa de los narcóticos… mala amiga…

-¿Qué? ¿De qué hablas?

-El idiota del dueño de ese lugar, y dos de sus secuaces, quisieron intoxicarme… y quién sabe qué más… me dejaste Celina, nunca te lo perdonaré. Podría estar…

Alessia se estremeció pensando en todo lo que pudo haberle pasado, en todo lo que a diario veía en las noticias. De no haber sido por el tal señor Amato…

-De verdad lo siento, Ale, no sabía nada… nunca pensé…

-Eso mismo, Celi. No pensaste. Me dejaste allí abandonada. Espero que al menos tú hayas tenido una buena noche…

-El tipo era un semental, me hizo gozar como nunca… pero eso no quita que me sienta pésimo por tí… ¿cómo te salvaste?

Ella no quería decirle la verdad. En realidad, deseaba cortar. La muy descarada admitía que lo había pasado bien con ese hombre.

-Un buen hombre que vio todo, me sacó de allí y me ayudó… adiós Celina.

Y le cortó.

Al día siguiente, le tocaba cubrir el turno del domingo en la cafetería. Por suerte, esta vez no llovía y llegó a horario, descansada y con buen aspecto. Se puso su uniforme, y al salir se encontró con un hombre al que no conocía.

-¿Hola?

-Hola, señorita Alessia, es un placer conocerte. Mi padre se tomará un par de semanas de merecidas vacaciones, así que estaré a cargo este sitio por un tiempo. -le tendió la mano- Soy Julio Gianni.

Ella tomó la mano. El hombre tenía el mismo aspecto ladino de su padre, pero algo más alto y bien parecido.

-Mucho gusto, señor Gianni.

-¡Por favor, Alessia! No me trates de señor. Casi tenemos la misma edad.

-Lo siento… Julio.

-¡Bien! Mucho mejor… eres muy bonita, Alessia. Estoy seguro que nos llevaremos bien.

-Gracias… si me disculpa, iré a atender las mesas.

-Claro, claro…

Ale pudo sentir los ojos de Julio clavados en su trasero, marcado por el pantalón del uniforme. A simple vista, le había parecido desagradable. Pero decidió que se mantendría abierta y sin prejuzgar.

Sin embargo, la semana que siguió fue un infierno. El tal Julio coqueteó con ella en cada oportunidad que tuvo, la invitaba a salir, la rozaba siempre que pasaba a su lado, le hacía insinuaciones y la molestaba.

Literalmente, la estaba volviendo loca.

-Vamos, Alessia. Sal conmigo esta noche, te aseguro que lo pasaremos bien…

-Muchas gracias de nuevo, Julio, pero ya te he dicho que no estoy interesada en una relación.

-Linda, nadie habla de una relación…

La había seguido hasta la sala de empleados donde estaban los casilleros, mientras ella buscaba su uniforme para empezar a trabajar. Se acercó mucho a ella, y agregó.

-Te aseguro que me basta con hacerte mía una noche, tengo mucho para ofrecerte… podría darte un buen aumento… y depende de qué tan satisfecho me dejes…

-Señor Gianni… por favor, le he dicho que no.

-Me muero por ver de qué eres capaz con esa boquita tan dulce que tienes… apuesto a que la usas bien…

Alessia se escurrió como pudo y fue al salón de la cafetería, con Julio pisándole los talones. De repente, la tomó del brazo y la giró de golpe. No había clientes en las mesas.

-Óyeme, linda, ya perdí la paciencia, así que seré claro. O sales conmigo y me das lo que te pido, o haré que te despidan…

Ella intentaba soltarse del agarre.

-Pero…

-No hay peros, me cansé de ser amable…

En ese momento, unos clientes entraron por la puerta y Alessia se giró para atenderlos, encontrándose frente a frente con Valentino Amato, y su pequeño.

Ella se arrancó de golpe de la sujeción de Julio, y le sonrió al pequeño.

-Hola, Santi…

-Estoy enojado contigo…

-¿Y eso por qué?

-No cumpliste tu promesa… no fuiste a verme…

Los ojitos azules brillaban de tristeza.

-Lo siento, cariño, ha sido una semana… terrible. De mucho trabajo… debo trabajar si quiero comer… ¿Lo entiendes Santi?

-No quiero que trabajes… puedes comer conmigo…

-No puedo… de verdad. Debo pagar alquiler… y todo eso.

Alessia se había agachado hasta la altura del niño y le tomaba una mano.

-¿Lo puedes entender, Santi?

-Si… todos trabajan y no quieren estar conmigo…

-Eso no es cierto…

Valentino habló:

-Si es por eso, podría trabajar como niñera de mi hijo.

En ese momento, Julio intervino:

-De ninguna manera, la señorita Marino trabaja para mí.

Valentino clavó su gélida mirada en él, intimidándolo mientras preguntaba:

-¿Usted quién demonios es?

-Sss… soy Julio… Julio Gianni.

-Ya veo… yo soy Valentino Amato, y no tolero que me contradigan. ¿Está claro?

-P… por… supuesto…

-Ahora, la señorita Marino nos traerá nuestro pedido, se sentará a comer con mi hijo, y volveré a pagar muy bien por ese servicio, como lo hice con su padre.

Santi daba saltitos feliz, mientras iba a sentarse en su mesa favorita.

Julio no dijo más nada. Alessia tomó el pedido de Santino, y cuando estuvo listo, tuvo que volver a sentarse con ellos.

Pero esta vez estuvo un poco más relajada. En el fondo, agradecía la oportuna llegada de los dos, que le ahorraba seguir lidiando con su jefe.

-Me alegra que se esté comportando como una dama, señorita Marino. No ha llegado a su casa tarde este último fin de semana.

-¿Acaso me está espiando?

Valentino no respondió. Sólo dio un sorbo a su café.

-Sepa que estoy muy agradecida por su ayuda de aquella noche, pero no me gusta que me esté controlando. No tiene derecho.

Él se encogió de hombros.

Cuando terminaron de comer, ambos se fueron, no sin que antes el pequeño se colgara de Alessia para besarla en la mejilla.

-Hueles bonito, Ale…

-Gracias, Santi.

Ya sea porque se había cansado o porque aún se sentía intimidado luego de la actitud de Valentino, Julio no volvió a molestarla.

Esa noche Alessia estaba por fin en su casa, recostada en su cama, tratando de dormir y planteándose la posibilidad de abandonar su trabajo en la cafetería y buscar otra cosa más tranquila, lejos de ese acosador de Julio Gianni. ¿Sería real la oferta de empleo del señor Amato?.

No lo creía, seguramente él lo había dicho para contentar a Santi, al que parecía incapaz de negarle cualquier cosa. Le daba algo de curiosidad saber cómo era la historia de esos dos.

Por otro lado, sería demasiado difícil trabajar para un hombre como él, que la intimidaba de ese modo y eso que apenas hablaba.

Pero la confitería, por desgracia, ya no era un lugar seguro.

Además, Celina Franco no había ido allí en toda la semana, dejándola sola con ese rufián. Su amiga, o ex amiga, no necesitaba trabajar en realidad, vivía con una mensualidad de sus padres, pero lo hacía para tener algo de dinero extra para cosas bonitas.

Justo pensaba en ella, y estaba por dormirse, cuando su teléfono sonó.

Reconoció el número.

-¿Hola? ¿Celina?

-Aleeeeeeeee…

-¿Celina? ¿Estás bien?

-Amiiiiigaaaa… lo siento… tantooooo… te… te extraño… Aleeesssiaaa…

-¿Estás ebria, Celi?

-Un… sólo un poquitooo… es que… no… no soporto que me ignores y no me quieras más… perdónameeee… por favorrrr… te lo suplicooo… perrrrdónnn… Alessia de mi corazón…

Alessia era demasiado blanda, pero no toleraba escuchar así a su amiga. Además, estaba preocupada por ella. ¿Y si estaba en ese horrible bar?

-Tranquila, Celi… te perdono…

-¿De… de verdad?

-Sí, Celi… ¿Estás bien?

-Un… poquito… bebida…

No parecía tan poquito.

-¿Dónde estás?

-Aquí… cerquita de tu casa… de tí… aquí… estoyyy…

-¿Dónde?

-F… Fowerrr…

Ale suspiró más aliviada. No era el bar siniestro.

-¿En el bar Flowers?

-Sí… ese… eeeeseeee… Follllwersss…

-Iré a buscarte… ¿Qué haces ahí?

-No puedo… no podría… jamás… volver a Carlo's, y quería estar cerca de tí… cerca…

-Ahora te busco, cariño. No salgas sola. Enseguida llego.

Alessia cortó la llamada, se levantó, se puso uno de sus vestidos, zapatos bajos y buscó a su amiga. Flowers quedaba a apenas tres calles de su departamento y era un bar tranquilo y bastante familiar.

Cuando llegó, Celina estaba apoyada en una mesa, mientras la mesera, una mujer mayor y a la que Alessia conocía hace tiempo, trataba de convencerla de beber agua para que se le pasaran un poco los efectos del alcohol y pudiera irse a su casa.

-Hola, Marta…

-Hola, Alessia… Tu amiga parece que tiene un mal día… o una mala noche…

Ella le sonrió.

-Eso veo…

Celina levantó la cabeza, sonriendo torcido al verla.

-Aleeeee… vinisssste… te quiero…

-Vamos a casa…

-Nooo… no quieroooo… quédate, toma un traguito conmigo… uno… pequeño…

-Está bien. Sólo uno. Pero si tú bebes agua.

-Lo juro… sólo agua… no quiero… vomitar…

Al final las dos se quedaron allí un par de horas, riéndose juntas.

Luego Celina acompañó a Alessia a su casa, y desde allí pidió un taxi para ella. Se despidieron con un abrazo de reconciliación, más tranquilas, prometiendo llamarse en la semana y Ale finalmente se dio un baño rápido y se acostó a dormir, completamente exhausta.

Estaba cerrando por fin los ojos, cuando sonó su teléfono.

Supuso que sería un mensaje de Celi, avisándole que había llegado bien a su casa, como solían hacer.

Miró la pantalla:

"No me agrada que llegue a estas horas y habiendo bebido, señorita Marino. No vuelva a hacerlo". Era de Valentino Amato. Otra vez.

No respondió. Estaba demasiado cansada y quería dormir.

Por supuesto, acabó soñando con el señor Amato.

Sólo que en su sueño no era frío ni distante, besaba muy bien.

Demasiado bien.

Alessia se sentía envuelta en ese calor embriagador que brotaba de Valentino, mientras él la aferraba por la nuca y le quitaba el aire con su lengua, llenándola de su sabor dulce y sensual.

Estaban desnudos, y el hombre era perfecto, musculoso y firme. Ella recorría su pecho con las manos, acariciaba su cabello negro.

Valentino dejaba de sujetar su nuca, y masajeaba sus pechos y los pellizcaba, sin dejar de besarla…

Cuando sus dedos descendían por su vientre, aproximándose a su sexo, y adentrándose en ella como exploradores de oscuras cavernas…

Alessia se despertó con el sonido de su propio gemido.

Por todos los cielos… ¿acaso estaba loca?.

No, no estaba loca, estaba húmeda, y muy caliente, luego de uno de los sueños más vívidos de toda su vida.

Se sintió… tan real…

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