Valeria sentía una mezcla de ira y confusión mientras observaba a su madre frente a ella. Había pasado un tiempo desde que su madre la había lastimado gravemente y mandado casi muerta al hospital. La joven aún llevaba las cicatrices físicas y emocionales de aquel incidente. No solo eso, habían venido de nuevo a raptarla para obligarla a robar en casa del señor Muñóz. Leviña, se veía visiblemente afectada por la situación. Sus ojos estaban hinchados y rojos, y su voz temblaba cuando finalmente rompió el silencio. Valeria no podía creer que su madre estuviera haciendo todo ese teatro.—Valeria, sé que cometí un error terrible contigo—, dijo Leviña con voz entrecortada. —No puedo expresar lo arrepentida que me siento. Vine aquí hoy para pedirte perdón y tratar de enmendar las cosas.Valeria la miró fijamente, sin saber cómo reaccionar. Por un lado, sentía la necesidad de aferrarse a su enojo y dolor, pero por otro lado, anhelaba una relación saludable con su madre. Aunque sabía que eso e
En el hospital. En la habitación de Hugo, todos estaban expectantes. Era el día en que le quitarían las vendas del rostro después de la operación.—No te preocupes Hugo —le decía Trinidad— yo no puedo verte y soy tu esposa, la que te ama sin importar que.—No digas eso Trini, quiero mirarme al espejo y al fin sentir que soy yo. Llevo tanto tiempo sintiendo que era un extraño y ahora sé el motivo, me habían cambiado mi rostro. Ahora que recuperé mi memoria, quiero al fin volver a ser yo—Lo entiendo, Hugo. Es comprensible que quieras verte y sentirte como tú mismo nuevamente. Pero recuerda que lo más importante es que estás aquí, con vida, y que te amo sin importar cómo te veas. Tu rostro no define quién eres como persona. Trinidad tomó la mano de Hugo y le dio un beso suave en los labios. Estaba dispuesta a apoyarlo en todo momento, sin importar las dificultades que enfrentaran juntos. Eran realmente felices desde que Hugo había recuperado la memoria. Le contó a Trinidad cómo, al ir
En el hospital, en la habitación de Hugo, reina un ambiente de alegría y celebración. Hugo ha vuelto a ser él mismo, ha recuperado su rostro y sus recuerdos. Rodeado de familiares y amigos, sienten que por fin es el momento de ser felices. Sin embargo, desconocen que en ese preciso instante, cuatro ojos desde un lado y seis desde otro, los observan con furia y resentimiento. La supuesta madrastra de Hugo, Regina, junto con su hijo Marcos, están disfrazados y ocultos, mirando la escena de felicidad con odio. Por otro lado, también disfrazados y escondidos, están Leviña, la ex madrastra de Trinidad, su esposo, el ex convicto Lisandro Smith, y Tiana, la esposa de Marcus, quien se esconde por temor a que le suceda algo malo. Todos sienten que no es justo que Hugo y Trinidad sean felices mientras ellos no lo son.Los rostros de Regina, Marcos, Leviña, Lisandro y Tiana estaban marcados por la envidia y la amargura. La alegría que irradiaba la habitación de Hugo parecía una burla a sus prop
Valeria miraba a Landon detenido frente a ella en la habitación que ocupaba en casa de Federico. No decía nada, solo la observaba como si estuviera pensando en algo y dudara. Ella se puso de pie sin importar la manera en que estaba vestida, y sin más lo abrazó con fuerza sin que él correspondiera el abrazo, aunque tampoco lo rechazó. Desde esa posición en que ella escuchaba el sonido del corazón acelerado del hombre preguntó.—¿Qué me quieres pedir Landon? Dilo y veré si puedo ayudarte.—Se trata de tu pappa Valeria —dijo Landon. —Lo sé si sabes que por su culpa me mandaron por diez largos años a la cárcel y que si salí antes es porque Federico me sacó con el dinero de Hugo. ¿Lo sabes verdad?—Sí, te acusó de haber robado un dinero, pero no es así. —¿Cómo lo sabes?—Los escuché a él y a mamá hablando. Decían que se irían a Brasil con ese dinero, pero creo que lo tenía ese falso Hugo. No te he contado, mamá estuvo aquí tratando de convencerme que la ayudara a entrar en la casa de papá
La alegría inundaba el hogar del señor Muñóz, todos reían jubilosos y trazaban planes para el futuro. Trinidad, a pesar de sus limitaciones visuales, estaba tan contenta que empezó a distinguir mejor los objetos, para el deleite de todos. Por otro lado, la señora Andina, niñera de Trinidad y madre de Viviana, no podía contener su felicidad y repetía constantemente:—Voy a tener dos nietos.Hugo, por su parte, contactó a su abuelo y a sus amigos, Landon y Federico, para compartir las maravillosas noticias. Todos se mostraron extremadamente contentos y los felicitaron. Regina, la ex madrastra de Hugo, sintió una profunda furia y celos al enterarse de la noticia. Aún guardaba la esperanza de que Hugo no continuara con el apellido de su padre y de que ella algún día pudiera retomar su lugar en esa familia. Marcus, el ex hermanastro de Hugo, también estaba desconcertado. Siempre había sido sólo él el preferido del abuelo. Ahora su vida había dado un giro de 180 grados al perderlo todo cu
El señor Andrés Muñóz llevaba días sintiendo que algo no estaba bien con su prometida Viviana. A pesar que el doctor le decía que todo iba bien con el embarazo, algo le decía que no era así. No sabía explicarlo, por eso se pasaba las noches mirándola dormir. Andrés se encontraba en la habitación, observando a Viviana mientras dormía plácidamente. La luz de la luna se filtraba por la ventana, iluminando su rostro angelical. Sin embargo, una inquietud persistente lo invadía, como una sombra que se negaba a desaparecer. Habían pasado meses desde que descubrieron que estaban esperando un hijo. Andrés debería estar feliz y emocionado, pero algo en su interior le decía que algo no estaba bien. Recordaba las visitas al médico, las ecografías y los análisis de rutina, todos indicando que todo estaba en orden. Sin embargo, su intuición le decía lo contrario. No sabía si era el miedo a perderla o algo más. Porque de lo único que se quejaba el doctor era de que ella no subía de peso, cada dí
Trinidad se encontraba en su habitación, abrazada a Hugo, sintiéndose feliz de que su embarazo estuviera progresando bien. Cada día notaba una mejora en su visión, lo cual llenaba de alegría a ambos. El especialista en Nueva York que la estaba tratando estaba igualmente contento con los avances que estaba experimentando.—Es asombroso, señora Trinidad —le había comentado— su retina se está recuperando de manera notable. Si continúa así, es muy probable que recupere por completo su visión.—¿En serio, doctor? —preguntó emocionada Trinidad.—No puedo garantizarlo al cien por ciento, pero si no hay complicaciones, es muy probable que así sea. ¿Ya le ha comentado al ginecólogo que los niños deben nacer mediante cesárea?—¿Por cesárea? —respondió Trinidad sorprendida.—Sí, no puedes hacer fuerza durante el parto, ya que podría ser peligroso si aumenta la presión en tus ojos.—Oh, no tenía idea. Lo discutiremos en nuestra próxima cita con el ginecólogo. Gracias por informarme, doctor.Trini
Eduardo Landon había sido uno de los mejores detectives de criminalística en la ciudad. Su carrera estaba en la cumbre cuando todo se vino abajo. Lo acusaron de ser un policía corrupto, la trampa fue tan bien creada que no pudo demostrar que era inocente. Fue a la cárcel por diez largos años, durante los cuales su vida fue un infierno. Todos saben lo que les pasa a los policías dentro de las cárceles, pero él se ganó el respeto no solo de los guardias que lo cuidaban, sino de los prisioneros como él. Federico, su amigo abogado luchó todo el tiempo por demostrar su inocencia sin conseguirlo. Existían fuentes interesados en que no se demostrara, qué él no había cogido el dinero del robo del banco central. Hasta que Hugo regresó, y con él el poder económico, unido a las amistades y conexiones de su suegro, el abogado Andrés Muñóz, salió en libertad. Ahora estaba empeñado en descubrir quienes lo habían destruido, pero sobre todo, quería obtener suficiente poder para proteger a los que