El falso Hugo, enfurecido, se encontraba en su despacho en penumbra cuando la puerta se abrió, permitiendo la entrada de un hombre de aspecto siniestro que cojeaba de una pierna. El hombre se acercó lentamente hacia él.—¿Quién eres y qué haces aquí? —preguntó el falso Hugo con desconfianza, mientras se levantaba de su silla y retrocedía unos pasos.El hombre cojeante sonrió de manera siniestra y se apoyó en un bastón. Sin dejar de observarlo.—Me llaman El Cojo —respondió con voz ronca—. He oído que te haces pasar por Hugo Fuentes.—¿Qué hay con eso si fuera verdad? —respondió con una voz que denotaba molestia —Y no sé de qué estás hablando —respondió el falso Hugo, tratando de mantener la compostura—. Soy Hugo, no hay ningún engaño aquí.El falso Hugo sintió un escalofrío recorrerle la espalda. No esperaba encontrarse con alguien que conociera su engaño y mucho menos con alguien tan amenazante como él. El Cojo soltó una risa burlona y se acercó aún más, hasta quedar cara a cara con
Trinidad se esforzaba enormemente por mantener una apariencia de normalidad, a pesar de su carencia visual. Aunque no podía estar completamente segura, su intuición y su cuerpo le enviaban señales incesantes de que algo no iba bien. El impostor de Hugo, intentando replicar la voz del auténtico Hugo, solicitó un momento a solas con su esposa.—Trini, ven más cerca, ¿por qué te encuentras tan distante? —solicitó el falso Hugo, esforzándose por imitar a la perfección la voz del verdadero Hugo.—El médico indicó que debemos mantenernos a un metro de distancia debido a posibles bacterias —improvisó Trinidad en el acto, procurando mantener la separación.Su oído afinado ya había determinado que ese no era su Hugo. Aunque el impostor trataba de engañarla, Trinidad sabía que algo no cuadraba. Sus otros sentidos le advertían de que ese hombre no era quien pretendía ser.Con precaución, Trinidad se mantuvo resuelta y prosiguió desempeñando su papel. A pesar de su falta de visión, su intuición y
El señor Máximo Fuentes se sentó en la silla de cuero, sus pensamientos girando en un torbellino de confusión y sorpresa. Como el jefe de la familia Fuentes, siempre había tomado en serio su responsabilidad de mantener a la familia unida y segura. Su mundo, que hasta ahora había sido tan familiar y predecible, se había vuelto repentinamente extraño y desconocido.—La prueba demuestra que esa persona que está ahí y que me tienen que explicar quién es —dijo el doctor muy serio— está relacionado con su esposo Trinidad, él es sin duda un familiar de Hugo Fuentes. El parentesco es real, tiene que ser un familiar cercano.—¿No me diga? —exclamó el señor Muñóz—. Nosotros sospechamos que es un impostor que ha estado tratando de suplantar a Hugo y que se intercambió con él aquí en el hospital. Pero jamás que estuviera relacionado con su familia Fuentes, por favor investigue bien ese hecho—Ahora entiendo muchas cosas —dijo pensativo el doctor—. Entonces, su estado actual debe ser producto de a
Regina cerró los ojos y recostó su cabeza en el asiento. No podía ser que a estas alturas fueran a descubrir todos sus secretos. Tantos años elaborando este plan, superando tantos obstáculos, y ahora que parecía que todo marchaba bien. Viene ese bastardo y se lo arruina todo. Tiene que vengarse de la familia Fuentes, dejarla en la ruina por menospreciarla. De joven se había enamorado perdidamente del mayor hijo de Máximo Fuentes. Mario Fuentes, se había entregado a él, para luego descubrir demasiado tarde que era casado, y ni siquiera se acordaba de que había estado con ella. Luego le propusieron aquel trato que le pareció su salvación. Alquilar su vientre para darle un heredero a la familia Duarte, pero el perverso viejo después que le prometió que si lo hacía le daría mucho dinero, la había botado para la calle. Lo que ella guardaba un secreto muy grande. Ya estaba embarazada cuando aceptó el trato. Solo ella lo sabía y el ginecólogo que aceptó mucho dinero a cambio de guardar
Ante la pregunta de Viviana, de por qué su esposo actual tenía unas fotos de su primer prometido, guardó silencio, porque no tenía ni la menor idea de por qué. Fue su padre quien respondió.—Deberían de esperar y preguntarle, quizás la respuesta es más simple de lo que se imaginan.El padre de Trinidad siempre había sido un abogado muy sabio, lleno de paciencia y comprensión. Su consejo llegó como un bálsamo en medio de la confusión y el desconcierto que la pregunta de Viviana había provocado.—Tienes razón, papá —dijo Trinidad, suspirando profundamente—. No debería sacar conclusiones apresuradas.La situación era, sin duda, extraña y desconcertante. Pero lo cierto es que su esposo siempre había sido un hombre de buen corazón, amable y considerado. No había razón para pensar que ocultaba algo oscuro o malintencionado.—¿Papá? —Lo llamó Trinidad —¿Qué va a pasar si mi Hugo no aparece? ¿Escuchaste algo más de quien puede ser que lo raptó? Pobre Hugo, enfermo y pasando por eso—Trini, no
Hugo se despertó y vio que estaba en lo que parecía una habitación de terapia intensiva de un hospital. Estaba lleno de aparatos que sonaban a su alrededor, y sus brazos estaban llenos de sueros y transfusiones de sangre. Trató de mover la cabeza y se percató que la tenía completamente vendada, y le pareció que estaba teniendo un deja vu, esta situación la había vivido otra vez, verse despertando en un sitio igual que ese y escapar. ¿Qué había pasado? La cabeza le dolía muchoHugo intentó recordar, pero su memoria era un mar de neblina. Solo había fragmentos, pedazos de imágenes y sonidos que no tenían sentido. El olor a desinfectante, el zumbido constante de las máquinas, el frío de las sábanas de hospital... todo era demasiado familiar.Recordó la última vez que despertó en un lugar así. Había sido hace años, después de un accidente de coche. Pero esta vez, no había recuerdos de un accidente. Solo había un vacío donde deberían estar sus recuerdos.Hugo trató de moverse, pero su c
Máximo Fuentes, a sus setenta y ocho años, aún poseía un vigor que desmentía su edad. El sudor perlaba su frente y su respiración se volvía más pesada con cada paso, pero no se detuvo. Su nieto, Hugo, había desaparecido hace tres semanas en circunstancias misteriosas. La policía había rastreado todas las pistas posibles, pero todo había sido en vano hasta ahora.El amigo de Hugo, el ex detective Landon, había llamado a Máximo con una voz emocionada. Hugo había sido rescatado, dijo, y estaba siendo llevado a un lugar seguro. Máximo no perdió tiempo en preguntas. Sabía que cada segundo contaba.—¡Apúrate! —gritó a su jefe de seguridad, un hombre de aspecto serio que estaba luchando por mantener el ritmo. —¡Encontraron a Hugo!Llegaron al auto, un Mercedes negro de última generación. El guardia abrió la puerta trasera para Máximo, quien se desplomó en el asiento trasero, recuperando el aliento.—¿Dónde? —preguntó el guardia, una vez que estuvieron en el auto.—Clínica San Rafael —respon
Valeria todo el tiempo desde que le dieran de alta en el hospital había estado escondida viviendo como la esposa del abogado Federico. Tenía mucho miedo de salir a la calle. Porque aunque le dijo al ex detective Landon que no sabía quienes la habían golpeado tan salvajemente que la enviaron al hospital. Ella sí lo sabía, fueron sus propios padres, sobre todo su mamá Leviña?—¡No la golpees más! —escuchaba desde el piso donde estaba toda ensangrentada a su padre tratando de detenerla.—Tenemos que hacerlo bien o no van a creer que la asaltaron —y la volvió a golpear con fuerza haciendo que perdiera el conocimiento.Pero la embargaba la vergüenza de ser hija de dos criminales como sus padres. Y aunque nadie le creía, ella había crecido obedeciendo al abogado y al cual consideraba su padre, el señor Muñóz. Le aterraba la idea de que la relacionan con sus propios padres y que la obligaran a volver a ese hogar infernal. La idea de enfrentarse a su madre, Leviña, una mujer de carácter fuert