El señor Máximo Fuentes se sentó en la silla de cuero, sus pensamientos girando en un torbellino de confusión y sorpresa. Como el jefe de la familia Fuentes, siempre había tomado en serio su responsabilidad de mantener a la familia unida y segura. Su mundo, que hasta ahora había sido tan familiar y predecible, se había vuelto repentinamente extraño y desconocido.—La prueba demuestra que esa persona que está ahí y que me tienen que explicar quién es —dijo el doctor muy serio— está relacionado con su esposo Trinidad, él es sin duda un familiar de Hugo Fuentes. El parentesco es real, tiene que ser un familiar cercano.—¿No me diga? —exclamó el señor Muñóz—. Nosotros sospechamos que es un impostor que ha estado tratando de suplantar a Hugo y que se intercambió con él aquí en el hospital. Pero jamás que estuviera relacionado con su familia Fuentes, por favor investigue bien ese hecho—Ahora entiendo muchas cosas —dijo pensativo el doctor—. Entonces, su estado actual debe ser producto de a
Regina cerró los ojos y recostó su cabeza en el asiento. No podía ser que a estas alturas fueran a descubrir todos sus secretos. Tantos años elaborando este plan, superando tantos obstáculos, y ahora que parecía que todo marchaba bien. Viene ese bastardo y se lo arruina todo. Tiene que vengarse de la familia Fuentes, dejarla en la ruina por menospreciarla. De joven se había enamorado perdidamente del mayor hijo de Máximo Fuentes. Mario Fuentes, se había entregado a él, para luego descubrir demasiado tarde que era casado, y ni siquiera se acordaba de que había estado con ella. Luego le propusieron aquel trato que le pareció su salvación. Alquilar su vientre para darle un heredero a la familia Duarte, pero el perverso viejo después que le prometió que si lo hacía le daría mucho dinero, la había botado para la calle. Lo que ella guardaba un secreto muy grande. Ya estaba embarazada cuando aceptó el trato. Solo ella lo sabía y el ginecólogo que aceptó mucho dinero a cambio de guardar
Ante la pregunta de Viviana, de por qué su esposo actual tenía unas fotos de su primer prometido, guardó silencio, porque no tenía ni la menor idea de por qué. Fue su padre quien respondió.—Deberían de esperar y preguntarle, quizás la respuesta es más simple de lo que se imaginan.El padre de Trinidad siempre había sido un abogado muy sabio, lleno de paciencia y comprensión. Su consejo llegó como un bálsamo en medio de la confusión y el desconcierto que la pregunta de Viviana había provocado.—Tienes razón, papá —dijo Trinidad, suspirando profundamente—. No debería sacar conclusiones apresuradas.La situación era, sin duda, extraña y desconcertante. Pero lo cierto es que su esposo siempre había sido un hombre de buen corazón, amable y considerado. No había razón para pensar que ocultaba algo oscuro o malintencionado.—¿Papá? —Lo llamó Trinidad —¿Qué va a pasar si mi Hugo no aparece? ¿Escuchaste algo más de quien puede ser que lo raptó? Pobre Hugo, enfermo y pasando por eso—Trini, no
Hugo se despertó y vio que estaba en lo que parecía una habitación de terapia intensiva de un hospital. Estaba lleno de aparatos que sonaban a su alrededor, y sus brazos estaban llenos de sueros y transfusiones de sangre. Trató de mover la cabeza y se percató que la tenía completamente vendada, y le pareció que estaba teniendo un deja vu, esta situación la había vivido otra vez, verse despertando en un sitio igual que ese y escapar. ¿Qué había pasado? La cabeza le dolía muchoHugo intentó recordar, pero su memoria era un mar de neblina. Solo había fragmentos, pedazos de imágenes y sonidos que no tenían sentido. El olor a desinfectante, el zumbido constante de las máquinas, el frío de las sábanas de hospital... todo era demasiado familiar.Recordó la última vez que despertó en un lugar así. Había sido hace años, después de un accidente de coche. Pero esta vez, no había recuerdos de un accidente. Solo había un vacío donde deberían estar sus recuerdos.Hugo trató de moverse, pero su c
Máximo Fuentes, a sus setenta y ocho años, aún poseía un vigor que desmentía su edad. El sudor perlaba su frente y su respiración se volvía más pesada con cada paso, pero no se detuvo. Su nieto, Hugo, había desaparecido hace tres semanas en circunstancias misteriosas. La policía había rastreado todas las pistas posibles, pero todo había sido en vano hasta ahora.El amigo de Hugo, el ex detective Landon, había llamado a Máximo con una voz emocionada. Hugo había sido rescatado, dijo, y estaba siendo llevado a un lugar seguro. Máximo no perdió tiempo en preguntas. Sabía que cada segundo contaba.—¡Apúrate! —gritó a su jefe de seguridad, un hombre de aspecto serio que estaba luchando por mantener el ritmo. —¡Encontraron a Hugo!Llegaron al auto, un Mercedes negro de última generación. El guardia abrió la puerta trasera para Máximo, quien se desplomó en el asiento trasero, recuperando el aliento.—¿Dónde? —preguntó el guardia, una vez que estuvieron en el auto.—Clínica San Rafael —respon
Valeria todo el tiempo desde que le dieran de alta en el hospital había estado escondida viviendo como la esposa del abogado Federico. Tenía mucho miedo de salir a la calle. Porque aunque le dijo al ex detective Landon que no sabía quienes la habían golpeado tan salvajemente que la enviaron al hospital. Ella sí lo sabía, fueron sus propios padres, sobre todo su mamá Leviña?—¡No la golpees más! —escuchaba desde el piso donde estaba toda ensangrentada a su padre tratando de detenerla.—Tenemos que hacerlo bien o no van a creer que la asaltaron —y la volvió a golpear con fuerza haciendo que perdiera el conocimiento.Pero la embargaba la vergüenza de ser hija de dos criminales como sus padres. Y aunque nadie le creía, ella había crecido obedeciendo al abogado y al cual consideraba su padre, el señor Muñóz. Le aterraba la idea de que la relacionan con sus propios padres y que la obligaran a volver a ese hogar infernal. La idea de enfrentarse a su madre, Leviña, una mujer de carácter fuert
Máximo Fuentes al escuchar lo que había dicho el doctor, se levantó y salió de la habitación siguiendo al doctor. Era un asunto privado de su familia que no quería que nadie más supiera.—¿De cuál de mis hijos es? —preguntó con la voz ronca—El falso Hugo, es de su hijo mayor Mario con su nuera Regina.Máximo Fuentes tuvo que sentarse al escuchar eso, no podía creer lo que escuchaba ¿Cuando había sucedido eso?—¿Cómo es posible? —preguntó Máximo, su voz apenas un susurro. Sus pensamientos estaban en un torbellino.—¿Cómo es posible? —preguntó Máximo, su voz apenas un susurro. Sus pensamientos estaban en un torbellino.Máximo se pasó una mano por el rostro, sintiéndose de repente muy cansado. —Pero eso no es todo lo que encontramos en las pruebas de ADN que nos mandó a realizar de toda su familia señor Fuentes —siguió hablando el doctor mientras le extendía los resultados —. Mírelo usted mismo, su nieto Marcos, el hijo de la señora Regina y la viuda Humberto, no es un Fuentes, él único
El cuarto del hospital estaba bañado en una luz suave y cálida. Trinidad, a pesar de su ceguera, podía sentir la presencia de Hugo en la habitación. Su aroma, su voz, su respiración. Aunque su rostro había cambiado, ella conocía su esencia.Hugo estaba en la cama, aún débil por todo lo que había sucedido en los últimos días. Su memoria aún estaba borrada, aunque el científico que lo raptó y operó dijo que recordaría en pocos días todo. Después de escuchar la historia de cómo se habían conocido, enamorado y finalmente casado que le contrata ella, aunque no recordaba nada, había algo en Trinidad que lo hacía sentir como en casa. En su corazón, sabía que había algo profundo entre ellos. Trinidad se acercó a la cama de Hugo, tomando su mano entre las suyas. Aunque no podía verlo, podía sentir la calidez de su piel, podía percibir la fuerza que aún quedaba en él.—Te amo, Hugo —dijo Trinidad, sus palabras llenas de emoción. Sus lágrimas cayeron sobre sus manos entrelazadas.Hugo sintió un