Desde que el señor Andrés Muñóz se enteró de lo que le había sucedido a su hija en su primera boda, había estado investigando con fervor. Lo que finalmente descubrió no le agradó en absoluto. Se encontraba una vez más frente a Esteban Duarte en la cárcel, quien sonreía tontamente después de terminar una llamada con Trinidad.—¿Vas a responder mi pregunta ahora? —inquirió Andrés—. Ya viste que no miento. Mi Trini confía en ti, te ha defendido a pesar de todas las atrocidades que has cometido y cómo la has perseguido y acosado toda su vida. Fuiste un estúpido al no presentarte en la boda si tanto la amabas. Ahora dime, ¿sus suegros son o no son participantes voluntarios de la organización mafiosa La Orden de los Iluminados?—Gracias por permitirme hablar con su hija, señor Andrés —respondió Esteban con seriedad—. Le juro que estoy realmente arrepentido de todo lo que le hice y lo enmendaré para ayudar a que sea feliz, incluso si no es conmigo. Esto que le voy a decir no estoy completame
El silencio se apoderó de la habitación mientras Andrés procesaba las palabras de su hija. El amor y la preocupación por Hugo eran evidentes en su voz y en sus ojos suplicantes. Y a pesar de que sabía que Hugo era inocente, el hecho de que sus padres hubieran intentado hacerle daño a Trinidad era algo que Andrés no podía simplemente ignorar.—Por favor, papá…, él no sabía nada. Hugo me ama de verdad —insistió Trinidad, su voz apenas un susurro. El despacho parecía haberse transformado en una cámara de ecos fríos y silenciosos. La luz del atardecer se filtraba por las ventanas, lanzando sombras largas y oscuras que parecían reflejar el estado de ánimo de todos los presentes. En medio de la habitación, Andrés parecía una figura sombría y solitaria. Su rostro, normalmente amable y acogedor, estaba tenso y serio, su expresión era más tenebrosa de lo que nadie hubiera podido imaginar. Era como si una máscara de piedra se hubiera deslizado sobre sus rasgos, ocultando el tumulto de emocio
Después de haber llamado a su abuelo para ponerlo al tanto de todo, Hugo decidió que era hora de enfrentar a sus padres. Acompañado por Landon y Federico, quienes decidieron unirse a él en esta difícil tarea, se dirigieron hacia la antigua mansión familiar de los Fuentes. La opulenta residencia, que una vez había sido símbolo de prosperidad y alegría, ahora se presentaba con un aire siniestro y amenazante.Al llegar a la entrada, Hugo se detuvo por un instante, sintiendo cómo su corazón palpitaba con fuerza en su pecho. Trinidad, viendo su angustia, apretó su mano con firmeza y le brindó una mirada de apoyo y comprensión.Con un suspiro, Hugo se armó de valor y tocó el timbre, sintiendo cómo su estómago se agitaba ante la ansiedad del encuentro inminente. La puerta se abrió, revelando a sus padres que parecían sorprendidos al verlo.—Hugo —empezó su madre, con una expresión de desconcierto pintada en su rostro—. No esperábamos verte...—No he venido para una visita amigable —interrump
La aparición de dos figuras en la entrada de la sala atrajo la atención de todos. Eran el señor Andrés y su hija Trinidad, que habían insistido en estar allí para apoyar a su marido en este momento tan difícil. Su padre, aunque reacio al principio, había cedido finalmente a sus ruegos.Avanzaron lentamente hacia donde estaban Máximo y Hugo, sus pasos resonando en el silencio de la sala. Al llegar a su lado, Trinidad tocó suavemente el hombro de Máximo. El anciano comprendió al instante y, con una sonrisa triste, le cedió su lugar junto a Hugo.Hugo se volvió hacia su esposa, sorprendido de verla allí. Pero, lejos de calmarse, las lágrimas volvieron a brotar con más fuerza. Cayó de rodillas frente a Trinidad, su cuerpo temblando por el esfuerzo de contener sus sollozos.—Perdón Trini, perdón por haberte encontrado conmigo. Por mi culpa has pasado tanto, perdón… —su voz se quebró, ahogada por las lágrimas.Trinidad intentó ayudarlo a levantarse, pero su avanzado estado de embarazo le im
En una de las celdas mejor conservadas, Máximo encontró a Humberto y Maritza. Dos camas habían sido traídas apresuradamente para ellos, y ambos estaban sentados, mirándolo con una mezcla de odio y desdén.—¿A qué has venido con tu perro guardián? —preguntó con odio Humberto Humberto, con su orgullo herido, no podía ocultar el desprecio en su mirada. Había sido detenido, humillado y encerrado por aquellos a quienes consideraba inferiores. A su lado, Maritza también lo miraba con furia. Sus ojos estaban hinchados y rojos, no de tristeza ni de arrepentimiento, sino de rabia. Ambos habían soñado con gobernar la humanidad, con tener el control y el poder absoluto. Pero ahora, sus sueños se habían desmoronado y estaban encerrados en una mazmorra húmeda y oscura. La rabia y el resentimiento eran palpables en la celda. Pero Máximo no se inmutó. Sabía que había hecho lo correcto al detenerlos, a pesar del vínculo familiar. No podía permitir que sus ambiciones desmedidas pusieran en peligro
El rostro de Alejandro se endureció al escuchar las palabras de Esteban. La 'Exterminación Necesaria'... eso sonaba a algo mucho más grande y peligroso de lo que habían anticipado inicialmente.—¿Misiles? —preguntó Alejandro, su voz apenas un susurro—. ¿Estás seguro de lo que estás diciendo, Esteban? Esteban asintió, su rostro pálido en la oscuridad. Nunca imaginó que en verdad su padre fuera capaz de cometer un genocidio.—Sí, los vi con mis propios ojos. No sé qué planean hacer con ellos, pero no puede ser nada bueno. Alejandro se volvió hacia el otro detective, su expresión seria. Ambos intercambiaron miradas de preocupación.—Necesitamos llamar a la central y actualizarles sobre esta nueva información. Esto ya no es solo un caso de robo y lavado de dinero. Estamos hablando de un posible acto de terrorismo. El otro detective asintió, sacando su propio teléfono para llamar a la central. Alejandro volvió su atención a Esteban. —Esteban, necesito que me digas todo lo que sabes so
Hugo, Viviana, Valeria y la señora Asunción los siguieron de cerca, cubriéndose la cabeza con los brazos para protegerse de los escombros que caían. Se introdujeron todos apretujados en el pequeño elevador que daba acceso al estudio de Isabel. Una vez que todos estuvieron en el sótano, Andrés cerró la puerta de golpe justo cuando otro estallido sacudió la casa sumiéndola en la oscuridad. El sótano estaba oscuro y silencioso, solo interrumpido por el sonido de sus respiraciones agitadas y el lejano eco de las explosiones. Hugo abrazó a Trinidad, susurrándole palabras tranquilizadoras mientras Viviana se apretaba contra Andrés, su rostro enterrado en su pecho.—Vamos a estar bien —murmuró Andrés, aunque no estaba seguro de si él mismo creía en sus palabras. —¿Val? ¿Dónde está Val? Val hija, háblame.La voz de Andrés resonó en el sótano, llena de preocupación. Hubo un silencio, luego una voz temblorosa respondió desde una esquina oscura.—Estoy aquí, papá —respondió Valeria, su voz ape
El médico asintió, y luego se volvió hacia Valeria. Sus manos se movían con precisión y rapidez, haciendo todo lo posible para estabilizarla antes de que llegaran al hospital. Mientras tanto, la ambulancia rugía por las calles, la sirena cortando la noche silenciosa. A pesar de la tensión y el miedo, Landon se mantuvo firme. No iba a dejar que Valeria luchara sola. No importaba lo que costara, estaba dispuesto a hacer todo lo posible para salvar a la mujer que amaba. Y mientras la ambulancia se acercaba al hospital, Landon apretó la mano de Valeria y prometió una vez más que no la dejaría ir. La ciudad estaba sumida en el caos. Las explosiones habían dejado un rastro de destrucción y confusión, y las autoridades estaban luchando por mantener el orden. La organización criminal había logrado atraer la atención de la seguridad nacional, y ahora todos estaban en alerta máxima. Las sirenas de la ambulancia se mezclaban con las de los coches de policía y los camiones de bomberos, creand