El médico asintió, y luego se volvió hacia Valeria. Sus manos se movían con precisión y rapidez, haciendo todo lo posible para estabilizarla antes de que llegaran al hospital. Mientras tanto, la ambulancia rugía por las calles, la sirena cortando la noche silenciosa. A pesar de la tensión y el miedo, Landon se mantuvo firme. No iba a dejar que Valeria luchara sola. No importaba lo que costara, estaba dispuesto a hacer todo lo posible para salvar a la mujer que amaba. Y mientras la ambulancia se acercaba al hospital, Landon apretó la mano de Valeria y prometió una vez más que no la dejaría ir. La ciudad estaba sumida en el caos. Las explosiones habían dejado un rastro de destrucción y confusión, y las autoridades estaban luchando por mantener el orden. La organización criminal había logrado atraer la atención de la seguridad nacional, y ahora todos estaban en alerta máxima. Las sirenas de la ambulancia se mezclaban con las de los coches de policía y los camiones de bomberos, creand
El Mayor suspiró. Sabía que Landon tenía todo el derecho de sentirse traicionado por él. Pero había sido presionado para que no lo ayudara, sus manos fueron muy bien atadas en aquel entonces por sus superiores.—Porque a pesar de todo, sé que eres el mejor en lo que haces. Y porque esto es más grande que tú y yo, Landon. Es sobre justicia, y sé que eso es algo que aún te importa. Landon se quedó en silencio por un momento, pensando en sus palabras. Miró a Hugo, todavía abrazado por Rosa y Federico, su rostro marcado por el dolor y la preocupación. Pensó en Trinidad y Valeria, luchando por sus vidas en la sala de emergencias. Y a pesar de su resentimiento hacia el Mayor Elieser, sabía que no podía darle la espalda a una oportunidad de hacer justicia.—Está bien —dijo finalmente. —Pero exijo que mi nombre sea limpiado hoy mismo —afirmó Landon, su voz cargada de determinación—. Quiero ver en todas las noticias que he sido exonerado de todos los cargos. Usted, mejor que nadie, sabe que
Lisandro Smith. El nombre resonó en su cabeza como un grito silencioso. ¿Cómo había salido de prisión? Esa pregunta se repetía en la mente de Landon y Alejandro mientras daban las señales para rodearlo. Una rápida consulta a la central les proporcionó la respuesta. Había habido explosiones en la cárcel y muchos criminales habían escapado. Un golpe de mala suerte, o quizás un plan cuidadosamente orquestado. No importaba en ese momento. Lo que importaba era que Lisandro Smith estaba frente a ellos, libre y peligroso. Y Landon no iba a permitir que se escapara de nuevo. No después de todo el daño que había causado. Con una mirada de determinación, Landon dio una última mirada a su teléfono, a los mensajes de actualización sobre Valeria, antes de guardarlo y centrar toda su atención en el hombre frente a él. Lisandro Smith no iba a escapar esta vez. Landon se aseguraría de ello.Estaban a punto de avanzar cuando vieron cómo se unían otros criminales a Lisandro Smith. Entre ellos estab
En el hospital, Hugo estaba sentado junto a la cama de su esposa Trinidad, sosteniendo su mano mientras esperaban la llegada de sus gemelos. A pesar de la alegría que este momento debería traer, la preocupación se reflejaba en los ojos de Hugo. El intento de secuestro había dejado una sombra sobre ellos, y ahora la llamada de Landon solo había aumentado su inquietud. Landon había revelado que la Orden de los Iluminados, un grupo que hasta ahora habían considerado como una simple amenaza marginal, era en realidad un enemigo formidable. Trinidad estaba en el centro de su mira y la urgencia en la voz de Landon era un aviso claro de que el peligro estaba más cerca que nunca.—Hugo, ¿estás bien? —preguntó Trinidad, apretando su mano con fuerza mientras una nueva ola de contracciones comenzaba.Hugo le sonrió a su esposa, intentando transmitirle tranquilidad a pesar de sus propios temores.—Estoy bien, cariño —respondió—. Solo estoy preocupado por ti y por los bebés. Trinidad asintió, aun
El doctor parecía a punto de discutir, pero Hugo intervino, su mirada fija en el médico. Tenía la sensación de que lo conocía, pero la máscara que llevaba el mismo, y la manera esquiva en que evitaba mirarlo, le impedía que su mente le dijera de dónde. —Has escuchado a mi esposa —dijo con firmeza—. No permitiremos que nadie más realice la operación. Si su doctora no puede venir, encontraremos a alguien más. El doctor abrió la boca para protestar, pero la mirada desafiante de Hugo le hizo detenerse. Después de un momento de tensión, asintió y salió de la habitación, dejando a Hugo y Trinidad solos una vez más. Hugo se volvió hacia Trinidad, apretando su mano con suavidad.—Todo va a estar bien, Trini —le aseguró, aunque no podía ocultar completamente la preocupación en su voz—. Encontraremos a tu doctora. Trinidad asintió, apretando la mano de Hugo con fuerza mientras un pequeño temor se hizo grande. A pesar del miedo y el dolor, se sentía reconfortada por la presencia de Hugo y su
Las palabras de Hugo resonaron en el helicóptero. Había una seriedad en su tono que no dejaba lugar a dudas de la importancia de sus palabras. Landon asintió, comprendiendo la necesidad de precaución. Uno a uno, todos comenzaron a apagar sus teléfonos, comprendiendo la necesidad de mantener su ubicación en secreto y protegida. El silencio llenó el helicóptero mientras cada uno se perdía en sus pensamientos, la ciudad y su caos ahora parecían lejanos. La seguridad del refugio y la promesa de una oportunidad para recuperarse y planificar su próximo movimiento era un faro de esperanza en medio del caos.Hugo miró a Trinidad, su mano buscando la de ella para brindarle consuelo y apoyo. A pesar de todo lo que estaban atravesando, estaban juntos. Y eso era lo más importante.El señor Andrés, antes de apagar su teléfono, había enviado un mensaje a Manuel, quien custodiaba su casa con diligencia. En el mensaje, le indicaba que destruyera la casa y se escondiera en el estudio de su esposa ha
El peso de la situación era abrumador, pero no había tiempo para la indecisión. Landon y Alejandro tenían que actuar con rapidez y precisión. La Orden de los Iluminados tenía un alcance y poder que ellos nunca habían imaginado, pero también tenían una ventaja: la verdad estaba de su lado.Landon y Alejandro sabían que tenían una tarea difícil por delante. Pero también sabían que no podían permitir que la Orden de los Iluminados continuara con sus actividades criminales. Estaban dispuestos a hacer todo lo posible para llevar a estos poderosos criminales ante la justicia.—Está bien —dijo Landon, mirando a Alejandro con determinación—. Tenemos mucho trabajo por delante. Pero juntos, podemos hacer esto. Vamos a desenmascarar a la Orden de los Iluminados y llevarlos ante la justicia.La estrategia que Landon y Alejandro necesitaban implementar debía ser cuidadosa y meticulosa. Estaban tratando con individuos poderosos y bien conectados, por lo que cualquier paso en falso podría ser peligro
Después de que todos se retiraron, el juez Fernández, solo en su despacho, abrió el último cajón de su escritorio y sacó una foto. En ella, sentada bajo un sauce llorón, una joven pintaba en la apacible paz del atardecer. Era Isabel Fresneda, quien se había convertido en la famosa pintora conocida como Puridad.—¿Por qué no me aceptaste? ¿Cómo pudiste enamorarte de Andrés y no de mí? —murmuró mientras acariciaba la foto— Te fuiste antes de tiempo, no me permitiste amarte, ¿cuál era el motivo de tu desprecio?Cerró los ojos, recordando cómo la había seguido a la universidad y cómo, por mucho que se había esforzado en ser su amigo, ella le huía como si fuera lo peor del mundo. Y de pronto un día se enteró de que se habían mudado juntos ella y Andrés Muñóz, el chico que no dejaba de estudiar para mantener su beca. ¿Por qué él y no yo? Se preguntaba.La foto parecía capturar la esencia de Isabel, su belleza serena y su espíritu libre. Pero también era un doloroso recordatorio de lo que Fe