143. VALORES

En una de las celdas mejor conservadas, Máximo encontró a Humberto y Maritza. Dos camas habían sido traídas apresuradamente para ellos, y ambos estaban sentados, mirándolo con una mezcla de odio y desdén.

—¿A qué has venido con tu perro guardián? —preguntó con odio Humberto

Humberto, con su orgullo herido, no podía ocultar el desprecio en su mirada. Había sido detenido, humillado y encerrado por aquellos a quienes consideraba inferiores. A su lado, Maritza también lo miraba con furia. Sus ojos estaban hinchados y rojos, no de tristeza ni de arrepentimiento, sino de rabia.

Ambos habían soñado con gobernar la humanidad, con tener el control y el poder absoluto. Pero ahora, sus sueños se habían desmoronado y estaban encerrados en una mazmorra húmeda y oscura.

La rabia y el resentimiento eran palpables en la celda. Pero Máximo no se inmutó. Sabía que había hecho lo correcto al detenerlos, a pesar del vínculo familiar. No podía permitir que sus ambiciones desmedidas pusieran en peligro
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