El señor Muñoz asintió, su rostro se suavizó un poco. había aprendido a conocer muy bien a su yerno. Sabía que si Hugo decía que algo le preocupaba, debía ser algo serio. Pues no era de naturaleza alarmista, solo que si se trataba de la seguridad de su hija, él debía ser informado.—Entiendo —dijo el señor Muñoz, su voz era suave pero firme—. Pero recuerda, Hugo, que no estás solo en esto. Tienes a Trini, a tus amigos, a mí... no tienes que cargar con todo tú solo. Y si es algo con la seguridad de mi hija, es tu obligación mantenerme informado. Hugo suspiró, frotándose la frente con los dedos. Las palabras del señor Muñoz eran ciertas, pero había cosas que no podía compartir con ellos. No hasta que estuviera seguro. Porque, ¿y si era mentira todo lo que sospechaba de sus padres por el miedo a que le sucediera algo a su esposa e hijos? —Lo sé —respondió Hugo, su voz apenas un susurro—. Pero esto... esto es algo que necesito averiguar por mí mismo. Perdóneme, no puedo decirle por ahor
El señor Andrés Muñóz miró a su hija con sorpresa y luego sonrió, asintiendo con la cabeza. Llevaba tantos años deseando ver qué había debajo de esa sábana, que no podía creer que había llegado el día en que al fin supiera lo que contenía ese enorme cuadro que su esposa le había hecho prometer en su lecho de muerte que no lo vería antes que su hija, y lo había cumplido. Montones de veces durante todos los años en que ella faltó, porque se había ido dejándolo solo criando a una niña, estuvo a punto de levantar la sábana, pero en el último momento se arrepentía y no lo hacía, y al escuchar a su hija soltó un suspiro.—Eso suena maravilloso, Trinidad —dijo, su voz llena de emoción—. Tu madre estaría muy orgullosa de ti.Hugo también sonrió, apretando la mano de Trinidad con cariño. Aunque no había conocido a la madre de Trinidad, había oído hablar mucho de ella y de su talento como artista. Estaba emocionado de poder finalmente ver su trabajo. Juntos, los tres se dirigieron al sótano
Mientras en casa del señor Máximo Fuentes, el abuelo de Hugo, en el despacho se desarrollaba una interesante conversación. Ya había dado de alta a Maritza del hospital y habían ido ante la negativa de Hugo para casa de los Fuentes:—¿Cual es el empeño de ir a vivir con Hugo y Trinidad? —preguntaba Máximo a su hijo que también le resultaba sospechosa su insistencia— ellos viven agregados en la casa del abogado Muñóz suegro de Hugo. No sería correcto.—Papá, llevamos muchos años sin estar con nuestro hijo, nos gustaría verlo cada día?—Humberto, eso es fácil, él se la pasa en su empresa, vete todos los días a verlo. En eso apoyo a mi nieto, no es correcto que se vayan a vivir con él en casa de su suegro. Tu mujer está delicada, sería una carga para ellos, no, definitivamente quédense aquí— sentenció Máximo FuentesHumberto Fuentes miró a su padre con una mezcla de frustración y resignación. Sabía que Máximo tenía razón, pero también ansiaba la cercanía de su hijo. Pero su padre parecía
Trinidad estaba muy feliz por haber al fin visto el autorretrato de su adorada madre fallecida cuando ella era una niña. Por eso todos los días se pasaba mucho tiempo en la habitación que habían preparado para cuando nacieran los gemelos y donde habían colocado el cuadro. Era tan vívida la imagen, que ella conversaba sin parar, contándole toda su vida desde que ella dejó de existir. —Trini —la voz de Viviana, su mejor amiga, la sacó de sus pensamientos— ya llegamos. —¡Viví, qué alegría que regresaras! —exclamó Trinidad, poniéndose de pie con dificultad por su gran embarazo—. ¿Cómo te sientes? ¿Y papá? —Me siento, gracias a Dios, muy bien. Mi bebé también me dijo el ginecólogo antes de venir que aumentó de peso junto conmigo. Por fin los vómitos se me quitaron y puedo comer ahora todo lo que quiero. Andrés me trajo y se fue con él para ver a Landon, quien lo llamó. —Qué bueno que te sientas mejor, Viví. Seguro los gemelos también están felices de escucharte y saber que estás bien —r
Hugo sintió una profunda decepción al confirmar las sospechas sobre los verdaderos motivos de sus padres. Aunque una parte de él se resistía a creerlo, la evidencia era clara. Asintió con gravedad ante la petición de su suegro. —Landon, haz lo que te pidió mi suegro ahora mismo. Ordena a tus hombres que vayan a rodear mi casa. —De acuerdo Hugo. Landon rápidamente hizo las llamadas necesarias para mover al personal de seguridad para que vigilara la casa día y noche. No iba a correr ningún riesgo con la seguridad de su familia. Mientras tanto, los padres de Hugo continuaban insistiendo en mudarse con la joven pareja. Incluso se presentaron en la puerta de la casa exigiendo que los dejaran entrar. Hugo que llegaba en ese momento en compañía del señor Muñóz que los saludó muy serio y siguió para el interior dejando a su yerno que solucionara el problema en el recibidor. —¿Qué hacen aquí? —preguntó Hugo visiblemente incómodo. —Mamá todavía estás en recuperación, ¿por qué andas en l
Ambos detectives se quedaron mirando a Esteban Duarte, en lo que intercambiaban miradas entre ellos. Landon soltó una bocanada de humo antes de hablar.—Información —respondió Landon sin rodeos—. Queremos saber todo sobre la organización criminal. Quiénes están involucrados, cómo operan, cuáles son sus planes. Todo.Duarte rió con desdén. Los ojos de Duarte brillaban con una mezcla de desafío y diversión mientras observaba a los dos detectives. Su risa resonó en la celda, creando un eco que parecía burlarse de ellos.—¿Y por qué debería darte esa información, Landon? —preguntó, jugueteando con el cigarrillo en sus dedos— ¿Por un cigarrillo?Landon se encogió de hombros, su rostro inexpresivo. Sus ojos, sin embargo, brillaban con determinación.—Podrías hacerlo por tu propia piel —sugirió—. Sabes que hay muchos en la cárcel que estarían encantados de hacerte la vida imposible. Podemos asegurarnos de que eso no suceda. Podemos ayudarte a obtener una condena más liviana. Pero necesitamos
Trinidad Muñoz nunca había sido una niña frágil. Desafortunadamente, su madre padecía una enfermedad grave desde su nacimiento, por lo que no tenía opción más que ser fuerte. Tras la pérdida de su madre y al ver el dolor insoportable que sufría su padre, el abogado Andrés Muñoz, Trinidad ocultó su propio dolor y se dedicó a cuidar de él, manteniendo siempre vivo el recuerdo de su madre para aliviar la ausencia que sentía.Cuando Trinidad se marchó a la universidad, lo hizo porque su padre había logrado encontrar cierto consuelo y se había casado nuevamente, tal como su moribunda madre le había pedido. Leviña, su nueva esposa, trajo consigo a Valeria. Aunque Valeria no se comportaba bien con Trinidad, esta última la veía como una joven manipulada por su madre. Sin embargo, Trinidad reconocía que Valeria amaba sinceramente al señor Muñoz, quien la había criado, educado y protegido desde que la acogió en su hogar, evitando que Leviña le causara daño.Trinidad sabía que Valeria era capri
Trinidad vio como entraba Valeria abrazada de su papá y la emoción en su rostro la conmovió mucho. Aunque quisiera, no podía negar que Valeria quería al señor Andrés como su padre. Suspiró e hizo el propósito de verla como lo que era, una hermana de crianza, porque en verdad su papá había criado a Valeria. Quizás por eso Leviña no había podido corromper a Valeria por completo.—¿Ya llegaron? —preguntó, caminando despacio por su enorme vientre de embarazo— Me alegra que hayas regresado temprano, papá. Aunque no te pregunté, al escuchar que Valeria estaba en peligro, la invité a regresar a casa. Sus padres están presos y nosotros somos, después de todo, su única familia. ¿Hice bien?—Claro que hiciste bien, Trini —respondió el señor Andrés, adelantándose para besar a su hija—. Después de todo, fui yo quien crió a Valeria. Me alegra que hayas tomado esa decisión, hija.Trinidad sonrió al escuchar las palabras de su padre. Aunque no era precisamente por eso que la había invitado a regresa