Regina caminaba por las concurridas calles de la ciudad, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo. Había decidido seguir adelante con su plan de contratar a un asesino a sueldo para deshacerse de su suegro, pero aún no estaba segura si era la decisión correcta. Mientras continuaba su camino, Regina notó a un hombre alto y misterioso parado en una esquina. Vestía un traje oscuro y llevaba un sombrero que ocultaba gran parte de su rostro. Su presencia era intrigante y Regina sintió una extraña conexión con él. El hombre, que se hacía llamar Alejandro, había estado observando a Regina desde hacía un tiempo. Había notado su desesperación y la angustia en sus ojos. Aunque era un asesino a sueldo, Alejandro tenía un código moral y solo aceptaba trabajos que consideraba justificados. Algo en Regina le decía que ella podía hacerlo ganar mucho dinero. Decidido a intervenir, Alejandro se acercó lentamente a Regina. Ella lo miró con curiosidad, sin saber qué esperar de aquel extraño hom
Hugo y Trinidad salieron radiantes del ultrasonido que acababan de realizar, donde vieron que sus dos bebés estaban saludables y que eran una niña y un niño. Su felicidad era tan grande que no podían dejar de sonreír mientras veían la foto que les había entregado la doctora, asegurándoles que todo iba bien.Cuando entraron a la habitación de Viviana, ella estaba leyendo un libro mientras el señor Muñoz, su prometido y padre de Trinidad, trabajaba en la computadora en un rincón.—¡Trini! —exclamó Viviana sonriente al verla entrar— Estás preciosa.—Hola Viví, ¿cómo te sientes?—Desde que vine y me pusieron los sueros de alimentación, me siento mejor. Ya no vomito y como todo lo que me dan. Mírame, he aumentado de peso. Por este camino, me volveré una gorda, ja, ja, ja.—Estás linda así —dijo el señor Muñoz mientras abrazaba y besaba a su hija y estrechaba la mano de Hugo— ¿Cómo están mis nietos?—Pues muy bien, papá. Por fin pudimos saber que son un niño y una niña. ¿No son adorables? Mi
Hugo se había apresurado a interrumpir a su madre, algo en la forma en que los miraba le advirtió que había algo más de lo que decían. Un escalofrío recorrió su espalda, recordando algo que su mejor amigo y ex detective, Landon, le había dicho hace algún tiempo.—Hugo —se había acercado con un semblante muy serio—. Lamento tener que confesarte esto. Pero en las investigaciones que me pediste realizar sobre la vida de tus padres, he encontrado algo que todavía no puedo creer.—¿Qué cosa es, Landon? Deja de dar rodeos y dime de frente lo que sea. Al final, ellos ya fallecieron y no hay nada que se pueda hacer con lo que decidieron vivir. En ese entonces, él no conocía casi nada de sus padres. Ellos se la pasaban viajando por sus múltiples contratos internacionales para realizar los más increíbles proyectos arquitectónicos, mientras Hugo, después de cierta edad, prefería quedarse con sus abuelos maternos.—Creo, sin estar seguro, que ambos pertenecían a una organización secreta —le conf
Landon se levantó de su cama después de la llamada de Hugo. Había olvidado por completo ese asunto, fue algo que no investigó más. Debía ir a buscar toda la investigación a la vieja cabaña de ellos en el pueblo. No la había botado, solo la guardó pensando que no era algo que volvería a tocas. Se suponía que los padres de Hugo habían muerto en un accidente. Ahora resultaba que habían estado secuestrados, pero como a Hugo, a él no le convencían las historias que hacíanLandon se vistió rápidamente, su mente ya trabajando en las posibilidades. La historia de los padres de Hugo, que supuestamente habían muerto en un accidente solo para reaparecer años después alegando haber estado secuestrados, siempre había sonado sospechosa. Pero en ese momento, la felicidad de Hugo al tener a sus padres de vuelta había eclipsado cualquier duda que Landon pudiera tener.Ahora, sin embargo, era evidente que había más en la historia. Y Landon estaba decidido a descubrirlo.La vieja cabaña estaba a las afu
El señor Muñoz asintió, su rostro se suavizó un poco. había aprendido a conocer muy bien a su yerno. Sabía que si Hugo decía que algo le preocupaba, debía ser algo serio. Pues no era de naturaleza alarmista, solo que si se trataba de la seguridad de su hija, él debía ser informado.—Entiendo —dijo el señor Muñoz, su voz era suave pero firme—. Pero recuerda, Hugo, que no estás solo en esto. Tienes a Trini, a tus amigos, a mí... no tienes que cargar con todo tú solo. Y si es algo con la seguridad de mi hija, es tu obligación mantenerme informado. Hugo suspiró, frotándose la frente con los dedos. Las palabras del señor Muñoz eran ciertas, pero había cosas que no podía compartir con ellos. No hasta que estuviera seguro. Porque, ¿y si era mentira todo lo que sospechaba de sus padres por el miedo a que le sucediera algo a su esposa e hijos? —Lo sé —respondió Hugo, su voz apenas un susurro—. Pero esto... esto es algo que necesito averiguar por mí mismo. Perdóneme, no puedo decirle por ahor
El señor Andrés Muñóz miró a su hija con sorpresa y luego sonrió, asintiendo con la cabeza. Llevaba tantos años deseando ver qué había debajo de esa sábana, que no podía creer que había llegado el día en que al fin supiera lo que contenía ese enorme cuadro que su esposa le había hecho prometer en su lecho de muerte que no lo vería antes que su hija, y lo había cumplido. Montones de veces durante todos los años en que ella faltó, porque se había ido dejándolo solo criando a una niña, estuvo a punto de levantar la sábana, pero en el último momento se arrepentía y no lo hacía, y al escuchar a su hija soltó un suspiro.—Eso suena maravilloso, Trinidad —dijo, su voz llena de emoción—. Tu madre estaría muy orgullosa de ti.Hugo también sonrió, apretando la mano de Trinidad con cariño. Aunque no había conocido a la madre de Trinidad, había oído hablar mucho de ella y de su talento como artista. Estaba emocionado de poder finalmente ver su trabajo. Juntos, los tres se dirigieron al sótano
Mientras en casa del señor Máximo Fuentes, el abuelo de Hugo, en el despacho se desarrollaba una interesante conversación. Ya había dado de alta a Maritza del hospital y habían ido ante la negativa de Hugo para casa de los Fuentes:—¿Cual es el empeño de ir a vivir con Hugo y Trinidad? —preguntaba Máximo a su hijo que también le resultaba sospechosa su insistencia— ellos viven agregados en la casa del abogado Muñóz suegro de Hugo. No sería correcto.—Papá, llevamos muchos años sin estar con nuestro hijo, nos gustaría verlo cada día?—Humberto, eso es fácil, él se la pasa en su empresa, vete todos los días a verlo. En eso apoyo a mi nieto, no es correcto que se vayan a vivir con él en casa de su suegro. Tu mujer está delicada, sería una carga para ellos, no, definitivamente quédense aquí— sentenció Máximo FuentesHumberto Fuentes miró a su padre con una mezcla de frustración y resignación. Sabía que Máximo tenía razón, pero también ansiaba la cercanía de su hijo. Pero su padre parecía
Trinidad estaba muy feliz por haber al fin visto el autorretrato de su adorada madre fallecida cuando ella era una niña. Por eso todos los días se pasaba mucho tiempo en la habitación que habían preparado para cuando nacieran los gemelos y donde habían colocado el cuadro. Era tan vívida la imagen, que ella conversaba sin parar, contándole toda su vida desde que ella dejó de existir. —Trini —la voz de Viviana, su mejor amiga, la sacó de sus pensamientos— ya llegamos. —¡Viví, qué alegría que regresaras! —exclamó Trinidad, poniéndose de pie con dificultad por su gran embarazo—. ¿Cómo te sientes? ¿Y papá? —Me siento, gracias a Dios, muy bien. Mi bebé también me dijo el ginecólogo antes de venir que aumentó de peso junto conmigo. Por fin los vómitos se me quitaron y puedo comer ahora todo lo que quiero. Andrés me trajo y se fue con él para ver a Landon, quien lo llamó. —Qué bueno que te sientas mejor, Viví. Seguro los gemelos también están felices de escucharte y saber que estás bien —r