109. ESPERANZA

La emoción que se apoderó del grupo fue incontenible. Trinidad, con los ojos bien abiertos, miraba al auto rojo, su auto, como si fuera la primera vez que lo veía. Las lágrimas se acumulaban en sus ojos, no de tristeza, sino de una alegría abrumadora y una esperanza renovada.

Hugo la abrazó con fuerza, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. La felicidad que sentía era indescriptible. Había estado a su lado a lo largo de su lucha, compartiendo sus miedos y esperanzas, y ahora estaba aquí para compartir este milagro con ella. Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras reía, una risa llena de alivio y alegría.

Manuel, el tío de Trinidad, se llevó una mano al pecho, su rostro reflejaba una mezcla de asombro y felicidad. Había visto a Trinidad crecer, había estado allí durante sus triunfos y derrotas, y ahora estaba aquí para presenciar este increíble momento. No pudo evitar que una lágrima de alegría se deslizara por su mejilla.

Los guardias de seguridad, aunque intentaban mantener su
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