Massimo OnurisCaminábamos lento, de la mano, con las cosas más claras, sabiendo que ella me amaba, como yo la amaba, esperando que decidiera lo antes posible vivir junto a mí, me hacía una ilusión verla embarazada de nuevo, pero por esta noche no insinuaba nada, me había encantado como las cosas se habían dado, ahora estábamos por subirnos al carro y se me ocurrió preguntarle en dónde estaría la pastelería, ella entre risas me dijo que solo había visitado el lugar un par de veces, pero que tenía las llaves.Eso, bastó para que quisiéramos ir para allá, una vez que me dio la dirección, que no estaba lejos de nuestra ubicación, nos encaminamos, nos sorprendimos, estaba todo muy avanzado, Dulce me comentó que estaba todo como lo había pedido, los colores eran pasteles, resaltando el morado y un gran letrero que decía Sweet en lo alto del lugar, los ventanales eran enormes y se podía ver la terraza con algunos adornos ya puestos.La obra ya estaba terminada, creo que lo que faltaba eran
Dulce GarcíaMis ojos pesaban, quería seguir durmiendo, pero la luz daba justo en mis ojos y unos brazos me sostenían, ¡Unos brazos! Me senté y observé a mi alrededor, estaba en la habitación de Massimo, entonces recordé nuestra noche, algo desorientada, camine hasta el baño, allí arregle un poco mi cabello y luego de un corto baño me salí, necesitaba irme a casa, no sabía bien qué hora eran, pero ya había pasado la hora de despertar de mi hija.Volví a la cama y apenas me senté al borde de esta, vi mi anillo de promesa y sonreí como una niña, le había dicho que sí, que, sí me casaría con él, solo en veintiún días más seria la señora de Onuris, pero como habíamos hablado antes, todo sería metódico, esta semana sería la inauguración de la pastelería, en ese mismo evento me propondría matrimonio y me daría el anillo de compromiso y pediría mi mano, finalmente nos casaremos en una pequeña ceremonia.Solté un suspiro y luego escuché como mi móvil sonaba, busqué entre mis cosas, encontré l
Dulce GarcíaHabía olvidado unos documentos importantes en mi trabajo. Era viernes y tuve que volver al bufete en el que trabajaba para buscarlos. Acababa de hablar con mi amiga para informarle que iría por ellos. Al entrar al edificio la encontré esperándome en la recepción. Subí los treinta pisos hasta el nivel en donde estaba ubicada mi oficina. Solté un suspiro cuando vi que las carpetas estaban sobre mi escritorio.Le avisé por mensaje que ya había encontrado lo que buscaba. Bajaría enseguida, pero un ruido proveniente del despacho de mi jefe llamó mi atención. No quería ir a ver, pero seguridad no me respondió cuando intenté contactarlos. Dejé mis cosas encima del escritorio y caminé a paso lento.―¡¿Quién anda allí?!Grité, pero nadie respondió. La luz del despacho era tenue y la silla del escritorio de Don Massimo, estaba girada. Lo que sonaba era su computador. De seguro olvidó apagarlo. Solté un nuevo suspiro y caminé hasta el escritorio en medio del inmenso lugar.Tomé el m
Dulce GarcíaHabían pasado dos días desde que me despidieron de la empresa. Mara había decidido renunciar y venirse conmigo. Mis planes eran viajar hasta España el domingo, ya tenía los boletos comprados, habíamos embalado y vendido gran parte de nuestras cosas. El departamento estaba solo con las cosas básicas.Aquel cheque que mi jefe me había dado seguía allí en mi bolso, la verdad es que lo había tomado por cortesía, pero cada que me planteaba llevarlo al banco, un escalofrío recorría mi cuerpo. Por otro lado, me sentía tranquila. Sin embargo, no podía con la emoción de ver por fin a mi hermano luego de cuatro años. Sentía que mi vida volvía a encarrilarse; ya había estado investigando sobre algunos cursos de repostería en Madrid mientras que mi amiga buscaría trabajo como profesora de inglés o asistente, pero estaba empecinada en acompañarme. Eso me llenaba de alegría.Por otra parte, algo estaba sucediendo con mi ex jefe. Desde el martes por la mañana había comenzado a recibir r
Massimo OnurisSe veía simplemente hermosa. No cabía duda de que todo le quedaba perfecto, en cambio, yo estaba hecho un atado de nervios. Ni la corbata había podido colocarme bien. Solté un suspiro y tomé su mano, desfilé con el rostro altivo como nunca lo había hecho. Sabía que la mujer que estaba a mi lado no tenía nada que ocultarme, por lo que con ella me luciría en cualquier parte del mundo.Simplemente, Dulce era una dama en todo lo que va de la palabra.Respondí a algunos de los reporteros presentes, sobre todo, a los de los periódicos de intereses para la empresa. Luego de eso, entramos en el edificio y mi emoción no pudo más; me lleve a la pequeña pelinegra a un despacho en donde solo estábamos nosotros. Allí le pedí que hiciera el nudo de mi corbata y sintiéndome un niñato, la besé.Besé esos labios puros y tiernos. Les traía unas ganas. Fue increíble poder sentirla, explorar su boca, mimarla como solo ella se lo merece. Me aparté sabiendo que debía darnos una oportunidad p
Dulce GarcíaTodo había sido casi mágico. La entrada al evento, las luces, las cámaras, nuestras manos entrelazadas y su atención hacia mí. Solté un suspiro y me afirmé en el lujoso lavamanos del baño, tome un pañuelo y seque mis manos. De pronto, escuché un ruido que venía desde el fondo. Tomé mi pequeña cartera y caminé en dirección al ruido, que, finalmente, fueron sollozos.Me acerqué de a poco, pero al darme cuenta de que se trataba de Georgina quise retroceder, ignorar su presencia y su supuesto sufrimiento. No era la primera vez que la veía montar una escena solo para que Massimo se apiadara de ella y cogerse de su cuello cuál llavero.―Eres solo una presa más ―soltó amargamente―, un capricho que soltará en un fin de semana ―seguí caminando―. Eres una simple asistente. ¿Qué le podrías ofrecer a un hombre como él? ―no quería girarme, pero lo hice y me le quedé viendo.―Nada, porque no somos nada ―ella levantó la mirada―. Yo renuncio a mi puesto y este es el último evento al que
Massimo OnurisLa luz de la ventana pegaba justo en mi rostro. Me di vuelta sobre la cama y busqué a mi pequeña acompañante, pero no estaba. Me senté sobre la cama y observé confuso a mi alrededor, enseguida me levanté y comencé a buscarla. No estaba en el baño, en la cocina y tampoco en las habitaciones contiguas. Me había dejado solo.Un escalofrío recorrió mi cuerpo y enseguida llame a mí equipó de seguridad, necesitaba saber qué había ocurrido. Caminé desde la cocina pasando por el recibidor, llegando al comedor y de pronto me di cuenta de que sobre la mesa había algunas cosas. Me acerqué y vi las joyas, ¡No! Esto no podía estar pasando.―Señor, estamos aquí ―dos chicos de seguridad entraron por la puerta principal.―Necesito las imágenes de las cámaras en la madrugada ―ellos asintieron y tan pronto como se pusieron en marcha los seguí.Recorrimos algunos minutos y de pronto la vi. Ella me siguió y escuchó cuando contesté mi teléfono. ¡No! Eso no debió suceder. Solté un suspiro y
Dulce García¡PIP… PIP… PIP!Mi alarma está sonando, me giro en la cama y me doy cuenta de que ya son las ocho de la mañana. Me apresuro a saltar de la cama, me meto en el cuarto de baño y tomo una ducha rápida. Me enfundo en mi uniforme de pastelera, voy a la habitación de mi hermano, pero no lo encuentro. Me dejó una nota diciéndome que se lleva a los niños, eso me quita un peso de encima, desde que su novia lo dejo ha estado bajo de ánimos, sin contar que le dejó a su hijo a cargo. ¡Qué gran madre!Suelto un suspiro y luego de poner la cafetera, siento que Mara baja hasta la cocina. Ella se restriega los ojos y se queda mirándome. Sonríe estúpidamente y luego se apresura a ponerse el uniforme de nuestro pequeño negocio. No termino de tomar desayuno sola, mi amiga me acompaña con el café.―¿A qué hora debemos estar en la exposición? ―pregunta despreocupada, sabe que mis nervios me superan―. La idea es llegar una hora antes y montar nuestros dulces ―asiento―. Verás que salimos bien d