Massimo Onuris
Se veía simplemente hermosa. No cabía duda de que todo le quedaba perfecto, en cambio, yo estaba hecho un atado de nervios. Ni la corbata había podido colocarme bien. Solté un suspiro y tomé su mano, desfilé con el rostro altivo como nunca lo había hecho. Sabía que la mujer que estaba a mi lado no tenía nada que ocultarme, por lo que con ella me luciría en cualquier parte del mundo.
Simplemente, Dulce era una dama en todo lo que va de la palabra.
Respondí a algunos de los reporteros presentes, sobre todo, a los de los periódicos de intereses para la empresa. Luego de eso, entramos en el edificio y mi emoción no pudo más; me lleve a la pequeña pelinegra a un despacho en donde solo estábamos nosotros. Allí le pedí que hiciera el nudo de mi corbata y sintiéndome un niñato, la besé.
Besé esos labios puros y tiernos. Les traía unas ganas. Fue increíble poder sentirla, explorar su boca, mimarla como solo ella se lo merece. Me aparté sabiendo que debía darnos una oportunidad para recuperar el aire perdido de nuestros pulmones. Sonreí como un bobo antes de sacarla de allí para que todo mundo pudiera admirar a mi hermosa compañera.
Camine directamente hasta la mesa que mi hermana había reservado para sus invitados más cercanos, compartir entre ellos con Dulce a mi lado fue muy fácil. Muchos ya la conocían o la habían visto a mi lado. Con otros era cercana, como Samanta y Kay, mientras que otros no la conocían, pero la veían con gran admiración. Estaba orgulloso.
Luego de algunos discursos, algunas exposiciones y agradecimientos, la música comenzó a sonar. Me preparé para poder tomar a Dulce y bailar un rato, de esa forma, tener la oportunidad de hablar con ella sin ser interrumpidos.
―Querido ―escuché y maldije por lo bajo. Era Georgina, una vieja amiga de la familia con quien había tenido un romance años atrás―. ¡Por dios! ¿Tú en un evento como este? ―sonrió―. Tu hermana debe haberte arrastrado aquí ―menciona y solo sonrió.
―Georgina, ¿Cómo estás? ―la saludo con dos besos―. Te presento… ―tomo la mano de Dulce, pero soy interrumpido.
―Tu asistente ―sonríe y pone una de sus manos en mi pecho―. Lo sé, la he visto ―su simpatía sobreactuada es lo peor―. Querida, ¡qué bello vestido! Debes haber gastado un sueldo en él ―me mordí la lengua.
―No, mi pareja de esta noche ―sonrío triunfante―. Dulce, no es mi asistente ―veo su cara desfigurarse―. Vida mía ―me dirijo a la belleza a mi lado―. ¿Me concedes esta pieza? ―ella solo asiente―. Permiso, Georgina ―pedí, dejándola atrás con su desdén.
Lento, pero con precisión caminamos hacia la pista de baile. Allí comenzó a sonar algo de vals, había pagado para poder bailar esta canción junto a ella, por lo que la aproveché. Me gustó saber que ella estaba cómoda, me hizo reír con el comentario sobre el breve saludo de mi ex. Dulce sabía perfectamente quién era y solo le restó importancia.
Es raro poder conversar con alguien tan abiertamente. ¿Que más le podía esconder? Había sido ella en varias ocasiones quien le había enviado una tarjeta y flores a más de una de mis conquistas, también quien había tenido que lidiar con más de una, a la hora de terminar mis relaciones. Pero siempre fue ella, desde la primera vez, desde que la tuve cerca. Si esto no es amor, ¿qué más puede ser?
―Tu hermana te está esperando ―dijo de pronto y asentí ―. Iré a empolvarme la nariz ―sonrió y soltó mi mano por primera vez. La vi perderse entre la gente y pronto fue mi hermana quien me tomó del brazo.
―¿Se lo dijiste? ―preguntó y negué con la cabeza―. ¿Se lo dirás?
―Eso quiero, pero no sé cómo comenzar ―levanté los hombros―. Justo cuando quise hablarle apareció Georgina ―asintió.
Me di cuenta, incluso vino a mi lado a reclamar ―rodó los ojos―. ¡Llévatela! ―casi gritó―. Aquí no podrán hablar. Vete con ella a alguna parte, un hotel, uno de tus apartamentos ―se encogió de hombros―. Pides algo de comer y hablan. ¿Qué podría salir mal? ―me lo pensé por unos segundos y le encontré la razón. Me despedí de ella y me fui en busca de Dulce.
Cada que avanzaba no faltaba el empresario o la celebridad conocida que me saludara. Demoré en llegar al pasillo de los sanitarios, pero antes de poder entrar me encontré con Robert Rossi, el dueño de la competencia del bufete. Le sonríe al darme cuenta de que estaba esperándome para decirme algo.
―Si me disculpas, estoy esperando a mi cita ―él rodó los ojos y asintió, para luego beber de su copa.
―Vienes con tu asistente, no me digas que es tu cita ―rodé los ojos―. Pensé que salías con Georgina, la modelo.
―Ni la una, ni la otra, solo son negocios ―le sonreí y sin esperar respuesta. Caminé un par de pasos más y fue Dulce quien salió del baño―. ¿Quieres irte? ―pregunté y ella asintió.
―Por favor, este ambiente me fatiga ―entendí enseguida.
No pregunté dónde quería ir, tampoco ella preguntó dónde la llevaría, solo salimos del lugar y nos montamos en mi carro. Le envié a mi equipo de seguridad que se quedaran junto a mi hermana para su seguridad.
Hice caso a mi hermana, la lleve a una de mis casas, una que era algo especial. No había mucho en ese lugar, mi sueño siempre había sido vivir allí algún día con la familia que armaría, pero eso jamás sucedió. ¿Y si ella es mi felices para siempre? Mi mente me estaba jugando una mala pasada, nunca le hable de sentimientos a Dulce, pero sé que ella no es una mujer cualquiera.
Abrí el portón y estacioné el carro, estaba todo muy bien arreglado. Me gustaba el gran jardín que tenía este lugar. Para mi mala suerte, no tenía las llaves. De pronto algunas gotas comenzaron a caer, se había puesto a llover. ¡Esto era increíble!
―Ven – Dulce tomó mi mano e hice que me siguiera―. Creo que esto está abierto ―empujo la puerta del domo invernadero y este estaba abierto―. Qué suerte ―sonreía.
―Esto es lindo, no lo había visto ―confesé, viendo como estaba todo bien arreglado y lleno de flores―. Sentémonos ―le pedí y ella asintió―. ¿Te gustó el evento?
―Sí, está todo muy bello, agradézcale a su hermana por la invitación y el lugar que me dio ―sonrió, me gustaba su sencillez, pero que me tratara de usted me estaba molestando.
―Dime Massimo ―asintió―. Me gusta como suena mi nombre en tus labios ―el silencio se hizo, la verdad es que la tensión entre los dos era palpable.
Por inercia y por deseo, me acerqué a sus labios y ella respondió de inmediato. Mientras el calor nos embargaba, la lluvia se hacía presente y se podía escuchar como chocaba en los vidrios del techo del lugar. Suspiré y me alejé, quería hablar con ella, dejarle clara mis intenciones, pero algo había que no me permitía alejarme de ella.
―Hablemos ―dije sobre sus labios y negó con la cabeza.
―Dejémoslo para después ―solo eso me bastó para tomarla de la cintura y colocarla sobre mi regazo.
Besé sus labios como si necesitara de ellos para vivir. Su dulce lengua era ingenua, lo que me provocaba usar la fuerza con ella, pero no lo haría. Debía estar seguro de que ella resistiría. Bajé por su cuello y poco a poco fui desabrochando la cremallera del vestido. Ella me ayudó con la corbata y el saco, los botones de la camisa ya no eran necesarios. Deseosos nos pusimos de pie y ella, sin quitar la vista de mis ojos, dejó caer su vestido al suelo, dándome una vista privilegiada.
Sobre un sofá la seguí besando, sentía como su cuerpo correspondía a mis caricias. Podía escuchar como los gemidos iban en aumento cuando mis besos exploraban la comisura de sus firmes pechos. Una de sus manos jugaba con mi cabello y cuando descubrí aquellas magníficas montañas, les dediqué todo mi deseo. Jugueteé con mi lengua sobre sus sensibles pezones.
Lamí, mordisqueé y saboreé aquel néctar que me dejaba la mezcla de su piel y perfume mientras una de mis manos bajaba para explorar el territorio desconocido que su cuerpo me dejaba. Volví a sus labios.
Un gemido comenzó a ir en aumento. Bajé mis labios hasta sus pechos e hice más rítmico el movimiento de mi pulgar. Podía sentir como el orgasmo se hacía presente. Ella cerró los ojos y mordió su labio dejando salir sus gemidos bajitos. Aproveché de arrodillarme en frente de sus piernas abiertas y comencé un hilo de besos por la parte interior de sus piernas, viendo como su reciente orgasmo había dejado un fino brillo en sus bragas de encaje.
Qué sexi se veía desde mi punto de vista. Ella quería cerrar las piernas, pero no se lo permitiría. Quería probarla, beber de ese dulce néctar que sé, le haría honor a su nombre. Mi Dulce, mi bella, hermosa y sexi, Dulce.
Me estaba enloqueciendo tan solo con su roce. Poco a poco fue retirando sus bragas y con mi diestra lengua comencé a penetrarla suavemente mientras una de mis manos masajeaba su botón de placer.
―Hueles a Dulce ―susurré ―. Eres perfecta.
Sus besos no cesaron, únicamente se detuvo para observarme y calmar los temblores de mi cuerpo.
―Eres virgen, ¿verdad? ―pregunté mientras me restregaba en ella.
―Si ―dijo apenada. Cerré los ojos.
―Te prometo que no dolerá ―la besé.
―Sigue, por favor ―casi rogó.
¡DIOS MÍO, SU PRIMERA VEZ! Había vivido algo exquisito, algo que jamás había tenido el privilegio de vivir. Y lo había amado, era la sensación más grande y perfecta que había podido experimentar.
Perdí la cuenta de cuántas veces repetimos. Ella estaba hecha una mujer. Creo que le gustaba más de lo que reconocía, pero me encantaba verla ser tan sincera con su cuerpo y yo no podía negarme a nada.
―¿Estás bien? ―pregunté y asintió.
―Fuiste perfecto y te lo agradezco ―eso me pareció tierno, pero era yo quien debía agradecerle.
―A ti, el privilegio que me has dado de ser el primero, es como si me ganase una corona ―sonrió y mordió mi hombro juguetonamente―. Creo que deberíamos tratar de entrar a la casa ―ella asintió y entre los dos nos ayudamos a vestirnos.
Dulce tomó mi saco y sus zapatos para salir del lugar en donde estábamos mientras que yo llamaba a mi jefe de seguridad y le pedía que desactivaran las alarmas. Nos metimos en el coche mientras uno de los guardias llegará con la llave al lugar donde estábamos. No tardamos mucho en subir hasta la habitación principal una vez dentro de la casa.
Cansados por lo que habíamos hecho, nos dimos un ligero baño y luego nos metimos a la cama. Su pequeño cuerpo se apegó al mío y sentí que estaba en la gloria. Besé su espalda y pronto sentí como si respiración iba más y más calmada. Por mi parte cerré los ojos y trate de dormir, cosa que no me costó nada.
Desde lejos comencé a escuchar como mi móvil vibraba, sabía que era el mío, porque el de Dulce estaba sobre la mesita de noche y apagado. Con cuidado me levanté tratando de no despertarla. Salí de la habitación y contesté el móvil. Mi hermana y mi mejor amigo estaban expectantes por saber cómo nos estaba yendo, no di detalles, pero para mí todo estaba perfecto. Luego de eso, me desearon suerte y fue Samanta quien se quedó en el móvil.
―Georgina no paraba de preguntar por ti, le dije que debías madrugar ―agradecí internamente por su rápida respuesta―. Me encontré con Robert, quien me pidió el contacto de Dulce ―eso me enfureció.
―Yo también lo vi, solo no pensé que se atreviera ―solté un suspiro. Ese hombre siempre había observado a Dulce con otros ojos.
―¿Le dijiste algo? ―preguntó.
―Nada. Le resté importancia ―escuché como soltaba un suspiro―. Esto es solo un negocio, ya verás que no durará más que un fin de semana ―le asegure―. El cotilleo y la prensa amarillista olvida rápido.
―Lo sé, solo no quiero que salgan lastimados ―mi hermana sabía todo lo que había pasado en mi vida, por eso se preocupaba―. Ella no es una modelo que puedes desechar, ¿ok?
―Lo sé ―haciéndola sabedora de que defendería lo poco que había construido aquí, corté la llamada y volví a la cama.
Quería tranquilidad, quería paz y eso solo me lo podía dar mi Dulce.
Dulce GarcíaTodo había sido casi mágico. La entrada al evento, las luces, las cámaras, nuestras manos entrelazadas y su atención hacia mí. Solté un suspiro y me afirmé en el lujoso lavamanos del baño, tome un pañuelo y seque mis manos. De pronto, escuché un ruido que venía desde el fondo. Tomé mi pequeña cartera y caminé en dirección al ruido, que, finalmente, fueron sollozos.Me acerqué de a poco, pero al darme cuenta de que se trataba de Georgina quise retroceder, ignorar su presencia y su supuesto sufrimiento. No era la primera vez que la veía montar una escena solo para que Massimo se apiadara de ella y cogerse de su cuello cuál llavero.―Eres solo una presa más ―soltó amargamente―, un capricho que soltará en un fin de semana ―seguí caminando―. Eres una simple asistente. ¿Qué le podrías ofrecer a un hombre como él? ―no quería girarme, pero lo hice y me le quedé viendo.―Nada, porque no somos nada ―ella levantó la mirada―. Yo renuncio a mi puesto y este es el último evento al que
Massimo OnurisLa luz de la ventana pegaba justo en mi rostro. Me di vuelta sobre la cama y busqué a mi pequeña acompañante, pero no estaba. Me senté sobre la cama y observé confuso a mi alrededor, enseguida me levanté y comencé a buscarla. No estaba en el baño, en la cocina y tampoco en las habitaciones contiguas. Me había dejado solo.Un escalofrío recorrió mi cuerpo y enseguida llame a mí equipó de seguridad, necesitaba saber qué había ocurrido. Caminé desde la cocina pasando por el recibidor, llegando al comedor y de pronto me di cuenta de que sobre la mesa había algunas cosas. Me acerqué y vi las joyas, ¡No! Esto no podía estar pasando.―Señor, estamos aquí ―dos chicos de seguridad entraron por la puerta principal.―Necesito las imágenes de las cámaras en la madrugada ―ellos asintieron y tan pronto como se pusieron en marcha los seguí.Recorrimos algunos minutos y de pronto la vi. Ella me siguió y escuchó cuando contesté mi teléfono. ¡No! Eso no debió suceder. Solté un suspiro y
Dulce García¡PIP… PIP… PIP!Mi alarma está sonando, me giro en la cama y me doy cuenta de que ya son las ocho de la mañana. Me apresuro a saltar de la cama, me meto en el cuarto de baño y tomo una ducha rápida. Me enfundo en mi uniforme de pastelera, voy a la habitación de mi hermano, pero no lo encuentro. Me dejó una nota diciéndome que se lleva a los niños, eso me quita un peso de encima, desde que su novia lo dejo ha estado bajo de ánimos, sin contar que le dejó a su hijo a cargo. ¡Qué gran madre!Suelto un suspiro y luego de poner la cafetera, siento que Mara baja hasta la cocina. Ella se restriega los ojos y se queda mirándome. Sonríe estúpidamente y luego se apresura a ponerse el uniforme de nuestro pequeño negocio. No termino de tomar desayuno sola, mi amiga me acompaña con el café.―¿A qué hora debemos estar en la exposición? ―pregunta despreocupada, sabe que mis nervios me superan―. La idea es llegar una hora antes y montar nuestros dulces ―asiento―. Verás que salimos bien d
Massimo Onuris―¡NO, YO NO VOY A ACEPTAR ESO! ―grita mi madre, apenas terminó de leer lo que mi padre le ofrece para que firme el divorcio.Ella se levanta y va al baño de mi oficina, lamentablemente no creo mucho en sus lágrimas. En estos dos años solo se ha dedicado a hablar mal de mi padre, siendo que fue ella quien lo engañó y, si mi hermana no hubiese roto aquel compromiso, nada hubiese salido a la luz.Suelto un suspiro y tomo mi móvil, mensajeo a mi padre. Él está en nuestra casa familiar, no se ha movido de allí y está a la espera de un acuerdo de divorcio. Su postura es firme, no le dará la mitad de su patrimonio a una mujer infiel que, aparte de hacerle vivir un infierno desde hace veinte años, no le dio más que dos alegrías; mi hermana y yo.Entiendo su postura cuando me pregunta, ¿Qué es lo que pide ella? Como él, estoy cansado y creo que alargar esta situación es solo perder más tiempo del que ya se perdió. Mi madre vuelve a la sala y su abogado vuelve a pedir la mitad de
Dulce GarcíaOtra vez mi alarma sonaba, habían pasado algunos meses desde que oficialmente teníamos un socio, pero un socio con opiniones, una opinión que conllevaba hacer algo que había estado evitando hacer desde que salí de NY, volver a aquel lugar, pero antes debía llevar a mi pequeña al colegio.Me levanté y vestí, prepare café y luego de servirme una taza fui hasta donde estaba mi bella Allegra, aún dormía, mi bebe estaba hermosa y a punto de cumplir sus dos años, quién diría que después de todo lo que pasó llegara ella, con su sonrisa, con esos ojos que me derriten, suspiro, como los de su padre. Niego con la cabeza y dejo mi tazón sobre la mesa de noche y comienzo a despertarla, debe irse a la guardería en unos veinte minutos.– Mamá – mi pequeña hablaba – quiero ir contigo – sus pucheros hacen latir mi corazón, pero debo negarme.– Esta vez no, pequeña – bate sus pestañas – no me convencerás – ella ríe y el solo hecho de escuchar su melodiosa risa me recargo de energías.Esa
Massimo Onuris– Podríamos salir a cenar esta noche – escuchaba a Georgina hablar – mis padres estarán en la ciudad la semana que viene, les gustaría vernos – sonrió – Bebe, necesitamos comprar una casa, quiero que comencemos a planificar …– ¿Planificar qué? – pregunté, hablando por primera vez desde que llegó y se metió a mi oficina – Georgina, cuéntame, ¿planificar qué? – volví a preguntar y la vi caminar hasta mí, sentándose en mi regazo y corriendo mi laptop.– Nuestra vida, mi amor, hay que planificar nuestra vida – la mire sorprendido y saque sus manos de mi cuello - ¿Qué pasa, Massimo? ¿Por qué estás tan esquivo? – se estaba volviendo a molestar.– Ya lo hablamos – solo conteste – es un tema zanjado, planifica tú, pero yo no participaré – se levantó y caminó hasta el sofá - ¿fuiste a ver al doctor? – pregunté, volviéndome a mis documentos.– No, creo que ya no me está haciendo bien – cerré los ojos y respiré profundo.– Teníamos un trato, Georgina, tú debías hacer tu tratamien
Dulce GarcíaEl avión aterrizaba en NY, aún no sabía si había tomado la decisión correcta, pero necesitaba hacer esto, no era por mí, era por el hombre que en algún momento amé, aunque cuestionablemente aún sentía mucho por él, mucho que no reconocería tan fácilmente.Solo necesita que esta situación no me afectara, Massimo ya tenía una vida, lo único que yo quería era que se diera cuenta de que no era culpable de una situación que la naturaleza hizo, yo estuve sola, sin él, todo mi embarazo, viaje solo para contarle, pero lo vi con otra mujer de la mano, siendo que hace menos de dos meses me estaba jurando amor eterno y ni por eso, o por estrés perdí a mi hermosa hija.Tengo tantas cosas de la cuales puedo culpar, pero nada que lo mortifique, que haga que toda esa seguridad se esfume, la azafata me avisa que llegamos y que todo fue un éxito, estamos en el avión privado de la familia Rossi, apenas pongo un pie en la escalerilla me doy cuenta de que está amaneciendo, mi hija duerme en
Massimo OnurisMi madre me apresura, termino de colocarme la corbata dentro del carro, mientras veo como mi hermana revisa algunas pautas, entiendo que algo no salió como lo esperaba, por ello me quedo en silencio hasta que solicite mi ayuda. Cuando llegamos había algunas mesas armadas, enseguida me dejé guiar por mi olfato, había algo dulce que se me hacía familiar.– ¿De dónde sacaste esto? – pregunte a mi hermana indicando una mini torta de fruto rojo – está delicioso – ella se encogió de hombros.– Robert me contacto con una pastelería española, son exquisitos – golpeo mi mano – pero prueba de los que están atrás, esta es exposición para los asistentes – rodé los ojos y cuando me disponía a ir tras bambalinas llegaron Robert y James Rossi. Traían caras de pocos amigos, creo que puedo adivinar por qué.– No lo entiendo, es una arpía – James suelta un suspiro – sé que fue ella, es la única que nos vio ese día – están muy molesto – espero que todo el teatro se le caiga, está desquici