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Min Jung-Li

Me remuevo con pereza en la cama, siento una punzada en mi espalda baja pero la ignoro y apago la molesta alarma que lleva sonando más de cinco minutos. No sé qué se ha hecho Alexander que no la ha apagado.

No voy a negar que disfrute lo que pasó ayer, es que ser acariciada por él es sencillamente perfecto. Pero si me arrepiento, más porque me he faltado el respeto a mi misma al permitir que haga de mi cuerpo su antojo cuando sé muy bien que estuvo con otra. Pero tenerlo tan cerca, sentirlo rozar mis labios y sus manos tocarme con tanta delicadeza me hizo ver que nunca podré resistirme a él. Es mi obsesión, siempre lo ha sido y no creo poder dejar de amarlo después del divorcio.

Escucho el ruido de la puerta y el olor de waffles con miel me hacen alzar la vista con rapidez. Él siempre me trae mi desayuno a la misma hora justo antes de encerrarse en su oficina a trabajar, para luego volver a la hora del almuerzo nuevamente con comida.

—¿Cómo te sientes hoy?—pregunta, mi