Mateo:
Suspiro una vez más, odio esta sensación, el vacío en el que se ha convertido mi vida.
— No deberías sentirte culpable Maca, fui yo quien se equivocó, te obligue a estar conmigo, me aproveche de tu necesidad, quise llenar un vacío en mí y termine haciendo un lio aun mayor, además que te quise obligar a abortar y mejor dejo de hablar o patearas mi culo. — veo asombro en su mirada, creó que nunca me sincere tanto con ella y es que ¿cómo hacerlo? lo reconozco, me cuesta disculparme, me cuesta asumir mis errores y Macarena es el mayor error en mi vida, decido correr mi vista de su escrutinio y es cuando veo a Elizabeth morder su labio, nos está viendo, está ansiosa, pero ¿por qué? ¿Qué le preocupa? Si tan solo pudiera volver el tiempo atrás y no perderla de vista, si tan solo pudiera estar con ella y ser amado, quizás el dolor y peso en mi pecho no sería tal.
— Estas llorando. — el asombro de Maca me hace girar y al tocar mi mejilla descubro que es así, tengo una puta lagrima corriendo en mi mejilla, sé que fui egoísta en usar a Macarena, y luego lo animal que me comporte, pero todo era por Elizabeth, trataba de llenar un vacío que poco a poco me estaba matando, pero solo conseguí que Macarena me odiara y luego mi hijo.
— Debe ser que tengo cansada la vista. — jamás podría confesar lo mucho que me afecta que mi hijo me odie. La puerta se abre de repente y Elizabeth me ve aturdida y luego con enfado a Macarena.
— ¿Qué sucede aquí? — inquiere con voz exigente y el asombro debe ser notable en mi rostro ya que Elizabeth se remueve contrariada. — Perdón, digo… ¿Necesita algo señor Mateo? — a ti, cuantas veces lo tengo que decir, te necesito a ti a mi lado, por siempre.
— Nada, no pasa nada Elizabeth, solo tengo cansada la vista. — y tal vez el corazón y porque no el alma.
— En ese caso permítame cerrar un poco las cortinas y le traeré unas gotas para los ojos, y baje el brillo en su computador por favor, ¿desea que le pida un turno al oculista? quizás…
— Estoy bien Eli. — no puedo evitar que mi labio se mueva medio centímetro hacia arriba, lo máximo que cualquier persona vera de mi sonrisa y solo es por ella y su preocupación en mí, me reconforta, así de patético soy, el gran Mateo Zabet, se conforma con un poco de su atención. — No te preocupes, puedes ir a casa, luces cansada y estoy seguro de que tus hijos se alegraran que no te tenga hasta tarde trabajando. — huye Elizabeth, corre al refugio de tu hogar, dame un motivo por el cual no te secuestre y te lleve conmigo así sea a la fuerza, porque ni mi alma y mucho menos mi corazón soporta cuando tú te preocupas por mí.
— Bien, como diga, hasta mañana señor Mateo, que pase buena noche, trate de descansar su vista y … hasta luego señora. — dice con cierto recelo hacia Macarena que la ve sorprendida, Dios, estas latinas no saben disimular sus emociones, la observo, como estos últimos tres años, me pierdo en el bamboleo de su trasero, y suspiro sin poder evitarlo, la anhelo, siempre lo hice.
— Dios mío, ¡es ella! — me congelo, mi respiración queda atascada al ver el rostro de asombro de Macarena, me atrapo, ella lo sabe.
— No sé de qué hablas… — trato de salirme por la tangente.
— Es ella a quien nombrabas cuando...
— ¿Qué?
— Tú la llamabas Mateo, cada vez que estabas conmigo, le pedias que no te dejara, las veces que dormimos juntos me llamabas Elizabeth. — me descubrió, Macarena me descubrió, estoy jodido.
— No me alcanzara la vida para arrepentirme de lo que te hice. — juego la m*****a carta de la culpa, que en parte es cierta, pero que ahora me servirá para que esta latina se olvide de todo y no le diga nada a mi madre que tengo a Elizabeth a solo unos pasos de mi o todo se saldrá de control.
— Mateo, yo ya te perdoné, hace mucho y sé que Baltazar lo hará…
— Baltazar. — dejo salir un suspiro aún más pesado, mi hijo es tan terco e idiota como yo, de tal palo, tal astilla, al menos eso dicen. — Lo buscare, no te preocupes Macarena, él podrá no reconocerme como padre, pero es mi hijo, yo lo encontrare.
Como cada día que dejo la empresa, conduzco hasta el hogar de Elizabeth, solo para ver la fachada de la casa y soñar con lo que ella pueda estar haciendo dentro, me siento como un maldito acosador, y es que lo soy, retomo el camino a mi mansión cuando las luces de su hogar se apagan, y es que hay una diferencia entre mi mansión y su hogar, y es eso, ella tiene un hogar, me repito una y mil veces, es mi mantra, la frase que me obliga a seguir cada día lejos de ella, no podría destruir su hogar, aunque este muriendo de amor, ella no me lo perdonaría y mis padres tampoco.
Quizás no sepan quien demonios soy, bien, se los explicare, soy Mateo Zabet, uno de los quintillizos que los medios de comunicación denominaron los niños dorados, aunque ahora de niño no tengo nada, creo que nacer en una familia como la mía te garantiza que los periodistas te seguirán, que la gente hable de ti y lo afortunado que eres al ser millonario, estupideces como esas, aunque es verdad que nací en cuna de oro y sonajeros de diamantes y es que mi padre fue el magnate más grande de joyas, Diamon aún se mantiene en la cabeza de la industria de joyería y diamantes, pero ahora es manejada por mi hermano mayor Eros, mientras que la mayor de mis hermanas está feliz mente casada, Zafiro, es esposa de un mafioso ruso, esa es otra cosa que atrae la atención sobre nosotros, la mafia, los asesinos, sicarios y empresarios, así está constituida mi gran familia, tres de los quintillizos están casados, somos los menores, mientras que Stefano y yo aún estamos solos, lo que me recuerda que debo llamarlo.
— Mateo, ¿Cómo estas hermano?
— Vivo, si consideramos que vivir es respirar, alimentarse…
— Follar. — el idiota de Stefano hace que libere una carcajada, solo mis hermanos y ella pueden lograrlo.
— Follar, tienes razón, y hablando de eso, tendrás que encontrar otra compañía para salir a festejar nuestro cumpleaños.
— No puedes estar hablando en serio, la reina de Chicago acaba de abrir un nuevo club aquí en Nueva York y juro que más que nunca necesito descargar y no solo mi semen, debo sacar mis bajos instintos y dejarlos anestesiado por un tiempo. — su desesperación casi me hace reír, hasta que recuerdo algo.
— ¿Alma no está contigo? ¿dejaras sola a tu muy embarazada hija? — esto no me está agradando, Stefano idolatra a su hija y ella me odia, creo que aún más de lo que me odia Baltazar y es que Alma, también es hija de Macarena, larga historia, lo único que acorta todo es simplificar la ecuación, Stefano y yo arruinamos la vida de una joven, fin.
— Por eso mismo debo calmarme, ella no vino sola, su muy apetitosa y loca amiga está aquí, y juro que jamás tuve tanto autocontrol como ahora, pero no se cuanto más pueda resistir el no hacer una locura. — su voz suena entre excitada y furiosa y eso me preocupa más de lo que debería.
— ¿La quieres como mujer? ¿o la quieres matar? — ¿recuerdan que les dije que mi familia está conformada por mafiosos, asesinos y sicarios, bueno, Stefano además de ser un empresario hotelero es un asesino innato, solo hazlo perder el control y te matara a golpes.
— Ambas cosas, su belleza me sobre pasa, es la joya más hermosa que pude ver alguna vez, Dios, se me para de solo tenerla al lado, si la vieras… mejor no la veas nada. — no puedo evitar carcajearme del bastardo celoso. — Pero luego esta su lado loco y me hace perder los estribos y… juro que nunca mate a una mujer, pero lo estoy pensando muy seriamente.
— No me imagino a la centrada de tu hija teniendo de amiga a una loca, quizás si me dijeras que hace, te pueda ayudar a que mamá no te mate por golpear a otra mujer. — sí, cuando me refiero a que Stefano golpeo a una mujer me refiero a Macarena, algo que no salió bien, ya que cuando Hades, mi primo y afamado asesino, se llevó a su novia, mi madre casi mata a golpes a Stefano.
— Hace cosas raras, se disculpa por todo, limpia constantemente, saca mis cosas de lugar y las acomoda por color y altura y miles de cosas más que hace que pierda mis nervios. — quedo asombrado al darme cuenta de que de solo recordar lo que me dice este apretando sus dientes, definitivamente está a punto de explotar.
— Eso se llama TOC, trastorno compulsivo obsesivo, mejor aléjate de ella, las personas que lo sufren son por una razón, recuerda que juramos no volver a lastimar a otra mujer como lo hicimos con Macarena. — le advierto porque lo conozco y él no es centrado, ni mucho menos considerado y no hablemos de su paciencia, tan escaza como mi simpatía, creo que eso se lo llevo Felipe y Victoria, mis otros hermanos.
— ¡Eso es lo que quiero hacer! alejarme de ese demonio seductor con cara de ángel… no puedes negarte, debes ayudarme Mateo, ella apenas tiene 20 años, casi le duplico la edad, sin contar que, si le toco un cabello de cualquier forma, Alma no me lo perdonara. — me siento culpable, Stefano es mi apoyo y yo el suyo, al menos desde que decidimos no joderle la vida a ninguna mujer más, pero…
— Pasare el día con ella Stefano, o eso espero. — la línea queda en silencio un momento, él y Victoria, otra de los quintillizos, saben que encontré el amor, aunque no saben quién es, mucho menos que trabaja conmigo, solo saben que es un amor que nunca será, ya que ella tiene un hogar y contra eso no puedo competir, no podría destruir su felicidad, además que mi familia no me lo perdonaría.
— ¿Qué carajos estás haciendo? Mateo no cometas los mismos errores del pasado. — comprendo su preocupación, ya lo dije, él es mi apoyo y yo el suyo, creo que el estar solos es nuestro castigo, moriremos solos y siendo odiados por nuestros hijos, por haber lastimado a su madre.
— No los cometeré, no te preocupes, ella… llevara a sus hijos, solo seremos un par de amigos festejando… — mi voz tiembla y por suerte llegue a mi mansión, apago el motor de mi Lamborghini, y dejo caer mi cabeza hacia atrás. — Me muero cada día Stefano, cada día que la veo, ella es mi todo, siempre fue ella. — cuando terminó de confesar lo patética que es mi existencia, llevo mi cabeza al frente, a punto de salir del automóvil y es cuando lo veo… lo veo y no lo creo.
— Mateo…
— Te llamo luego Stefano, Baltazar está aquí.
Termino la llamada, y tardó tres segundos en procesar lo que mis ojos ven, Baltazar, mi hijo, está esperando por mí, ¿recuerdan que les dije que mi familia está constituida por empresarios, mafiosos, asesinos y sicarios? Bien, mi hijo es un asesino, uno de los mejores.
Las lagrimas se acumulan en mis ojos, y mi mano se aferra con fuerza al móvil y solo escucho a quien me tendría que apoyar, reclamarme que tan estúpida soy.— ¿Me estas escuchando hija? — la voz molesta de mi madre me recuerda a esas tardes que de niña jalaba mis cabellos cuando la desobedecía.— Si mamá, te escucho, pero…— Tu tiempo ya paso, ya no eres joven, Mariano tiene razón, ¿de qué te serviría ahora un diploma? Solo para limpiarte el trasero, solo para eso, si tu esposo te pide que busques un empleo por algo es, seguro que la economía está mal, dime ¿Qué estupidez has hecho?— Nada mamá, Mariano es quien lleva las finanzas y lo sabes, yo no toco dinero alguno, tú sabes que él me controla…— Te controla porque tu siempre desperdicias el dinero en cosas in
Mateo:— ¿Baltazar? — lo estoy viendo y aun así no puedo evitar que su nombre salga como una pregunta.— Hola Mateo. — sí, me llama por mi nombre, aunque siempre lo hace con desprecio, menos ahora, algo que me altera en lugar de alegrarme.— ¿Estas bien? — sus ojos brillan y esquiva mi mirada.— Sí, solo… queria saber si puedo quedarme contigo una temporada. — mi corazón late deprisa, en estos 18 años nunca paso una noche conmigo, ¿qué digo? Ni siquiera paso una hora a mi lado por voluntad propia desde que supo que era su padre biológico.— Puedes quedarte el tiempo que quieras. — respondo casi con indiferencia y pasando por su lado, dije que era una persona fría, pero no con los que quiero, solo que sé que mi hijo es igual a mí, no nos gusta que nos vean con pena, mucho menos la
Baltazar.Camino sin sentido por la ciudad, escapando no solo de mi madre y sus preguntas, también estoy tratando de escapar de mí mismo, y es muy difícil.¿Cómo fui tan estúpido? ¿Cómo puede ser que el amor te haga caer de esta forma? Soy un asesino, soy el mejor, el que heredo el arma del gran Matt y de Hades, esa que lleva la guadaña en su mango tallada en oro, esa que representa que soy un Ángel de la muerte, soy el Shofar, soy el que te manda a otro mundo con un solo disparo, soy quien debía vengar a sus abuelos… aunque mis abuelos biológicos están vivos aun, es raro, es incómodo, es tedioso, saber que fuiste el producto de un chantaje, que tu padre biológico no solo abuso de tu madre, obligándola a dormir con él a cambio del dinero que necesitaba para poder operar a mi hermana Alma, y luego… el muy hijo de puta queria que abortara, saber que tu padre no te queria es horrible, pero peor es saber que ese hombre al que siempre viste como tu tío favorito, ese que te conocía con solo
Baltazar.Gabriel es de esas personas incondicionales, loco, menso, pero quizás tiene más corazón que Alma y yo, salto las altas rejas, y dejo salir un bufido al reparar en lo idiota que es Mateo Zabet, este lugar carece de seguridad, y solo me basta con tocar la puerta para comprender que ni personal de servicio tiene y no es malo, claro que al poseer una mansión se debe sentir… una gran soledad, Dios, si solo con ver desde aquí en vez de que el lugar te invite a hospedarte, parece una casa fantasmal, de esas donde la soledad te ahoga y mata lentamente… es como si quisiera morir, no solo de soledad, el hecho de que no tenga seguridad que cuide su sueño me deja en claro que no le interesa mantenerse a salvo, ¿Por qué? Es inteligente, eso es algo que jamás podrán negar de él, y por lo que se solo ha matado una sola vez y fue para rescatar a mi madre cuando la secuestraron,
Mateo:Siento un hormigueo en mis manos, brazos y por supuesto pecho, todo el camino fue así, en un completo silencio, pero cómodo, muy cómodo, la ansiedad de saber que la mujer que amo con locura y porque no, la que me ha producido una obsesión y dependencia a disminuido y solo se debe a que mi hijo, me ha abrazado, luego de 8 años, este abrazo fue diferentes, sus manos ya no son pequeñas, y a quien abrazo no fue a “su tío Mateo” aunque si debo ser honesto, creo que fui yo quien lo abrazo primero, pero me agrada como jamás imagine el saber que no me rechazo.— ¿Los llevaras a la mansión? — su voz es tranquila, cubierta de una capa de me importa una mierda, cuando sé que no es así.— Supongo. — mis nervios regresan, no solo por saber de Elizabeth, también por sus hijos, los conozco, de una u otra forma
Baltazar:Veo a la joven frente a mí, es linda, antipática, trata de simular ser paciente, pero no le sale, veo su rostro sin perder detalle, mientras mis labios se estiran en una perfecta y falsa sonrisa, pequeña ratita, ¿Qué es lo que ocultas? Su ropa a diferencia de la de sus hermanos no es un pijama, ¿Quién tiene tiempo de vestirse en medio de un incendio?, además, los niños tienen sus caras llenas de hollín, solo los surcos que dejaron las lágrimas y mocos están marcados, en cambio ella…— ¿Qué tanto me ves? ¿te gusto? — dice con molestia, algo que me hace carcajear.— No pequeña, a mí me gustan los pelirrojos, ya sean hombres o mujeres, las castañas, no son mi tipo. — su boca se abre demostrando el escándalo que pasa por su mente y la pequeña a su lado ríe como
Mateo casi no pudo dormir en toda la noche, ¿Cuándo fue la última vez que compartió su cama con alguien? Solo cuando era un bebé y eso lo sabía gracias a su madre Candy, que se encargaba de decir que él y Felipe solo dormían cuando compartían cuna, pero ahora no era el caso, estaba en medio de dos pequeños que, si bien no odiaba, tampoco era como que le tenía mucho aprecio, pues ellos eran sus obstáculos, esos que lo mantenían alejados del amor de su vida. Fueron largas horas en las que se dedicó a girar de un lado al otro, hasta que finalmente el cansancio lo venció.— Deja de llorar o lo despertaras. —escucho un susurro y se abstuvo de gruñir.— Es que tengo miedo. — susurro Nazareno, recordándole a Mateo el motivo por el que le había pedido a Macarena que abortara cuando supo de su embarazo, ser padre, li
Mateo camino tras Elizabeth, idiotizado por el bamboleo de su trasero y como cada vez que estaba en esa posición, no pudo evitar fantasear, era algo inevitable, soñar con acariciar ese grande y bien definido trasero, tomarla desde atrás, apoyarla contra la pared y levantar su falda lentamente, mientras sus manos recorrían sus nalgas, para que luego una de ella fuera al frente a rozar su perla, sentir la humedad entré sus labios y…— Hola Mariano. — la perdió de vista un segundo, el mismo que le tomo a ella ingresar a la habitación del inútil de su esposo.— Rayos, Eli, que horrible se ve eso, por favor cúbrete las piernas o vomitare. — los puños del empresario se cerraron al igual que la boca de Mariano al verlo aparecer tras Elizabeth.— Horrible se verán tus manos, creo que se achicharraron. — rebatió Mateo, con mirada fr