Mateo:
— ¿Baltazar? — lo estoy viendo y aun así no puedo evitar que su nombre salga como una pregunta.
— Hola Mateo. — sí, me llama por mi nombre, aunque siempre lo hace con desprecio, menos ahora, algo que me altera en lugar de alegrarme.
— ¿Estas bien? — sus ojos brillan y esquiva mi mirada.
— Sí, solo… queria saber si puedo quedarme contigo una temporada. — mi corazón late deprisa, en estos 18 años nunca paso una noche conmigo, ¿qué digo? Ni siquiera paso una hora a mi lado por voluntad propia desde que supo que era su padre biológico.
— Puedes quedarte el tiempo que quieras. — respondo casi con indiferencia y pasando por su lado, dije que era una persona fría, pero no con los que quiero, solo que sé que mi hijo es igual a mí, no nos gusta que nos vean con pena, mucho menos lastima.
Si Baltazar está aquí, si quiere pasar tiempo a mi lado sin ser obligado por mi santa madre… quizás el sueño de que Elizabeth me ame no sea solo un sueño.
— ¿Ya cenaste? ¿quieres que pida algo? — indago mientras ingresamos a mi enorme y muy vacía mansión.
— Soy bisexual. — dice con la cabeza en alto y lanzando su bolso sobre un sofá, creo que quiere encontrar algún tipo de rechazo en mi hacia él.
— Bien por ti, en esta vida se debe probar de todo. — respondo mientras me dirijo al refrigerador, creo que quedo un poco de pizza, si es que la chica de la limpieza no lo boto.
— ¿No me preguntaras donde estuve el último año? ¿o donde rayos me metí esta semana? — giro mostrándole la pizza que tiene algo verde y no sé si es condimento o si son hongos.
— Hades me dijo que no quieres hablar de tu último año. — informo y veo la sorpresa en sus ojos, ¿en verdad pensaba que no le pregunto a mi primo por él? — No pienso molestarte con cosas que sé que no me contaras, pero deberías llamar a tu madre e informarle que estas aquí, no se veía bien hoy cuando…
— ¿Mamá fue a verte? — sí, un milagro y van dos.
— Esta tan desesperada por saber de ti, que pidió mi ayuda, ¿quieres pizza o llamo y pido otra cosa? — indago un poco molesto de tener aun en la mano el trozo de pizza, el padre amoroso no me sale ni, aunque lo busque con lupa.
— Eso está podrido Mateo…— me informa apuntando lo verde que al parecer si eran hongos. — ¿Cómo es que aún no te has muerto? — pregunta viéndome de arriba abajo como… rayos, como yo hago cuando veo a alguien que detesto.
— Seria hacerles un favor a muchas personas y no soy de hacer favores. — respondo arrojando la pizza a la basura, esto es raro, se siente igual a cuando era un niño, cuando solo me veía como su tío Mateo y jugábamos al ajedrez, aunque ahora me ve con rechazo, aun puedo saber lo que piensa con solo verlo a los ojos, tan celestes como los míos.
— Sí, ese eres tú, nunca le harías fácil la vida a nadie. — murmura con enfado, pero sé que el enojo es porque se parece a mí, él tampoco es de hacer favores.
— Tu eres igual. — escupo, sus ojos brillan con enfado, ay, Baltazar, es inútil tratar de ganarme, discutiendo soy tan bueno como jugando al ajedrez. — ¿Quieres que pida algo de comer o no? — insisto solo para molestarlo, pero antes que responda mi móvil comienza a sonar, no pensaba responder, pero quien me llama es Elizabeth, el no responder no es opción. — ¿Elizabeth? — mi voz sale rara, si, hablo con ella a diario, pero siempre en la empresa, jamás me llamo a estas horas, veo que Baltazar se paraliza al escuchar el nombre… imposible, mi hijo no sabe nada de Elizabeth ni lo que representa para mí, a decir verdad, nadie sabe el nombre de la mujer que amo, bueno quizás Macarena.
— ¿Señor Zabet? — no, no es mi Elizabeth, es alguien joven, pero ¿Quién?
— Él habla. — Baltazar se acerca a paso apresurado, lo curioso lo debió sacar a su madre, siempre tan metiche.
— Soy Delfina, la hija de Elizabeth… — la joven comienza a llorar y mi mundo se detiene, no por escuchar el llanto de Delfina, sino por Elizabeth.
— ¿Qué sucede? ¿tu madre está bien? — pregunto lo único que me importa, mi voz sale rara, la preocupación hace que suene así.
— No, ella no está bien, nuestra casa se incendió y mis padres fueron llevados al hospital, no nos quieren dar información porque no me creen que soy mayor de edad, aunque les dije que cumplí 18 hace unos días… es por eso por lo que lo estoy molestando, mamá siempre habla de usted, dijo que era su único amigo… no sé qué hacer con mis hermanos… no tenemos familia aquí… — el molesto llanto de la jovencita me está sacando de quicio y Baltazar se da cuenta ya que me quita el móvil.
— Hola, soy Baltazar, hijo de Mateo. — casi sufro un infarto al escucharlo, ¿a qué está jugando? — Dime donde están, mi padre y yo iremos por ustedes, no debes preocuparte por nada, nosotros los cuidaremos hasta que tu madre se recupere. — su sonrisa es diabólica, es tan igual a la mía, ¡maldición!
— En el hospital Albrecht.
— Bien, en diez minutos estaremos allí. — es todo lo que dice y finaliza la llamada.
— ¡¿Qué m****a has hecho?! — grito arrebatándole mi móvil, gracias a Dios que no vio la foto que tengo de fondo de pantalla.
— Demostrarte que no soy igual que tú, yo si hago favores. — es más que obvio que pensaba ir por Elizabeth, pero si Baltazar quiere jugar, jugaremos.
— Bien genio, iré por la camioneta, espero que sepas cuidar niños, porque deberás ayudarme. — su rostro pierde la sonrisa y me ve con preocupación.
— ¿Cuántos niños tiene tu amiga? — pregunta con preocupación al ver la maldad brillar en mis ojos.
— Veamos. — digo mientras simulo tratar de recordar algo que tengo muy presente, los nombres de los molestos niños por los cuales aún no he secuestrado a Elizabeth. — Delfina, Tiara, Emilia, Santino, Bautista y no puedo olvidarme del pequeño Nazareno. — Baltazar retrocede a cada nombre que digo, dejando en claro que su plan de joderme, le salió mal.
— ¿Tu amiga no sabe que existen los anticonceptivos? — lo mismo pensé yo cuando Elizabeth me hablo de sus hijos.
— Ella sí, el idiota de su esposo no los tiene en cuenta por su absurda religión.
— ¿Y cuál es esa? ¡¿Sobrepoblemos el planeta?!
— No lo sé, ni me importa, lo único que me importa es ir a ese maldito hospital y de camino, rezar porque Elizabeth este bien y nos quitemos a esos mocosos de encima lo antes posible. — digo con molestia, tratando de ocultar el pánico que me recorre al completo, Dios no puede llevarse a una madre ¿verdad? Dios no podría quitarnos a Elizabeth.
— Sí que te preocupas por tu amiga. — dice con burla caminando a mi lado.
— Me preocupa tener a una adolescente como Delfina bajo el mismo techo que mi hijo bisexual. — respondo solo para distraerlo, y funciona.
— Oye, que yo no soy como tú. — suficiente, esto ya no se trata de querer joderme, Baltazar debe comprender que, aunque me ignorara todos estos años… yo seguí distinguiendo el brillo de sus ojos, aun a la distancia.
— Sé que estas sufriendo por amor Baltazar. — se detiene en seco y me ve con horror. — Lo veo en tus ojos, yo ya estuve en tu lugar, solo espero que tengas razón y no seas tan idiota como lo fui yo, que, por querer llenar el vacío de mi corazón, arruine la vida de tu madre.
No sé qué será lo que pase en estos días, ni siquiera sé que hare si algo le pasa a Elizabeth, pero por ahora, Baltazar es mi prioridad.
Baltazar.Camino sin sentido por la ciudad, escapando no solo de mi madre y sus preguntas, también estoy tratando de escapar de mí mismo, y es muy difícil.¿Cómo fui tan estúpido? ¿Cómo puede ser que el amor te haga caer de esta forma? Soy un asesino, soy el mejor, el que heredo el arma del gran Matt y de Hades, esa que lleva la guadaña en su mango tallada en oro, esa que representa que soy un Ángel de la muerte, soy el Shofar, soy el que te manda a otro mundo con un solo disparo, soy quien debía vengar a sus abuelos… aunque mis abuelos biológicos están vivos aun, es raro, es incómodo, es tedioso, saber que fuiste el producto de un chantaje, que tu padre biológico no solo abuso de tu madre, obligándola a dormir con él a cambio del dinero que necesitaba para poder operar a mi hermana Alma, y luego… el muy hijo de puta queria que abortara, saber que tu padre no te queria es horrible, pero peor es saber que ese hombre al que siempre viste como tu tío favorito, ese que te conocía con solo
Baltazar.Gabriel es de esas personas incondicionales, loco, menso, pero quizás tiene más corazón que Alma y yo, salto las altas rejas, y dejo salir un bufido al reparar en lo idiota que es Mateo Zabet, este lugar carece de seguridad, y solo me basta con tocar la puerta para comprender que ni personal de servicio tiene y no es malo, claro que al poseer una mansión se debe sentir… una gran soledad, Dios, si solo con ver desde aquí en vez de que el lugar te invite a hospedarte, parece una casa fantasmal, de esas donde la soledad te ahoga y mata lentamente… es como si quisiera morir, no solo de soledad, el hecho de que no tenga seguridad que cuide su sueño me deja en claro que no le interesa mantenerse a salvo, ¿Por qué? Es inteligente, eso es algo que jamás podrán negar de él, y por lo que se solo ha matado una sola vez y fue para rescatar a mi madre cuando la secuestraron,
Mateo:Siento un hormigueo en mis manos, brazos y por supuesto pecho, todo el camino fue así, en un completo silencio, pero cómodo, muy cómodo, la ansiedad de saber que la mujer que amo con locura y porque no, la que me ha producido una obsesión y dependencia a disminuido y solo se debe a que mi hijo, me ha abrazado, luego de 8 años, este abrazo fue diferentes, sus manos ya no son pequeñas, y a quien abrazo no fue a “su tío Mateo” aunque si debo ser honesto, creo que fui yo quien lo abrazo primero, pero me agrada como jamás imagine el saber que no me rechazo.— ¿Los llevaras a la mansión? — su voz es tranquila, cubierta de una capa de me importa una mierda, cuando sé que no es así.— Supongo. — mis nervios regresan, no solo por saber de Elizabeth, también por sus hijos, los conozco, de una u otra forma
Baltazar:Veo a la joven frente a mí, es linda, antipática, trata de simular ser paciente, pero no le sale, veo su rostro sin perder detalle, mientras mis labios se estiran en una perfecta y falsa sonrisa, pequeña ratita, ¿Qué es lo que ocultas? Su ropa a diferencia de la de sus hermanos no es un pijama, ¿Quién tiene tiempo de vestirse en medio de un incendio?, además, los niños tienen sus caras llenas de hollín, solo los surcos que dejaron las lágrimas y mocos están marcados, en cambio ella…— ¿Qué tanto me ves? ¿te gusto? — dice con molestia, algo que me hace carcajear.— No pequeña, a mí me gustan los pelirrojos, ya sean hombres o mujeres, las castañas, no son mi tipo. — su boca se abre demostrando el escándalo que pasa por su mente y la pequeña a su lado ríe como
Mateo casi no pudo dormir en toda la noche, ¿Cuándo fue la última vez que compartió su cama con alguien? Solo cuando era un bebé y eso lo sabía gracias a su madre Candy, que se encargaba de decir que él y Felipe solo dormían cuando compartían cuna, pero ahora no era el caso, estaba en medio de dos pequeños que, si bien no odiaba, tampoco era como que le tenía mucho aprecio, pues ellos eran sus obstáculos, esos que lo mantenían alejados del amor de su vida. Fueron largas horas en las que se dedicó a girar de un lado al otro, hasta que finalmente el cansancio lo venció.— Deja de llorar o lo despertaras. —escucho un susurro y se abstuvo de gruñir.— Es que tengo miedo. — susurro Nazareno, recordándole a Mateo el motivo por el que le había pedido a Macarena que abortara cuando supo de su embarazo, ser padre, li
Mateo camino tras Elizabeth, idiotizado por el bamboleo de su trasero y como cada vez que estaba en esa posición, no pudo evitar fantasear, era algo inevitable, soñar con acariciar ese grande y bien definido trasero, tomarla desde atrás, apoyarla contra la pared y levantar su falda lentamente, mientras sus manos recorrían sus nalgas, para que luego una de ella fuera al frente a rozar su perla, sentir la humedad entré sus labios y…— Hola Mariano. — la perdió de vista un segundo, el mismo que le tomo a ella ingresar a la habitación del inútil de su esposo.— Rayos, Eli, que horrible se ve eso, por favor cúbrete las piernas o vomitare. — los puños del empresario se cerraron al igual que la boca de Mariano al verlo aparecer tras Elizabeth.— Horrible se verán tus manos, creo que se achicharraron. — rebatió Mateo, con mirada fr
Baltazar queria golpear a esa joven, nunca había maltratado a una mujer, pero sentía que en esta ocasión lo mejor era una buena sacudida de ideas estúpidas y ver si con eso la razón regresaba a ella.— Escucha pedazo de… — se giró con furia apenas ingresaron en el amplio jardín, estaba más que dispuesto a no solo gritarle, también golpearla si era necesario.— No le digas a mi mamá, te lo suplico, por favor no lo hagas. — la joven ya no se veía altanera, mucho menos desdeñosa, ahora solo el terror bailaba en sus ojos.— ¿Tan mala es tu madre? — indago sin demostrar lo preocupado que estaba, tener una abuela como Candy, cambiaba mucho a los jóvenes de la familia, y como no hacerlo, el tipo de maltrato que su abuela había sufrido de niña era algo que nadie merecía.— Mi madre es
Mateo se mantuvo muy cerca de la mujer que siempre había amado, incapaz de así sea sentarse en otro sofá, prefirió que sus piernas se rozaran antes de alejarse así sea unos cuantos pasos, ahora más que nunca, había decidido que esa distancia que había colocado entre ellos al saber que estaba feliz mente casada, quizás, ya no era necesaria, porque podía apostar su inmensa fortuna que ella no estaba felizmente casada.— Creo que llego la hora de que me digas que fue lo que paso.— No lo sé, todo fue muy confuso, recuerdo que tome mi té de cada noche y…— No hablo del incendio Elizabeth y lo sabes. — la morena bajo la vista no podía ver sus ojos cargado de molestia y es que ella lo conocía con tan solo ver sus ojos, esos que en más de una ocasión la llevaron a soñar con él. — ¿Qu&eacu