5 Llamada.

Mateo:

— ¿Baltazar? — lo estoy viendo y aun así no puedo evitar que su nombre salga como una pregunta.

— Hola Mateo. — sí, me llama por mi nombre, aunque siempre lo hace con desprecio, menos ahora, algo que me altera en lugar de alegrarme.

— ¿Estas bien? — sus ojos brillan y esquiva mi mirada.

— Sí, solo… queria saber si puedo quedarme contigo una temporada. — mi corazón late deprisa, en estos 18 años nunca paso una noche conmigo, ¿qué digo? Ni siquiera paso una hora a mi lado por voluntad propia desde que supo que era su padre biológico.

— Puedes quedarte el tiempo que quieras. — respondo casi con indiferencia y pasando por su lado, dije que era una persona fría, pero no con los que quiero, solo que sé que mi hijo es igual a mí, no nos gusta que nos vean con pena, mucho menos lastima.

Si Baltazar está aquí, si quiere pasar tiempo a mi lado sin ser obligado por mi santa madre… quizás el sueño de que Elizabeth me ame no sea solo un sueño.

— ¿Ya cenaste? ¿quieres que pida algo? — indago mientras ingresamos a mi enorme y muy vacía mansión.

— Soy bisexual. — dice con la cabeza en alto y lanzando su bolso sobre un sofá, creo que quiere encontrar algún tipo de rechazo en mi hacia él.

— Bien por ti, en esta vida se debe probar de todo. — respondo mientras me dirijo al refrigerador, creo que quedo un poco de pizza, si es que la chica de la limpieza no lo boto.

— ¿No me preguntaras donde estuve el último año? ¿o donde rayos me metí esta semana? — giro mostrándole la pizza que tiene algo verde y no sé si es condimento o si son hongos.

— Hades me dijo que no quieres hablar de tu último año. — informo y veo la sorpresa en sus ojos, ¿en verdad pensaba que no le pregunto a mi primo por él? — No pienso molestarte con cosas que sé que no me contaras, pero deberías llamar a tu madre e informarle que estas aquí, no se veía bien hoy cuando…

— ¿Mamá fue a verte? — sí, un milagro y van dos.

— Esta tan desesperada por saber de ti, que pidió mi ayuda, ¿quieres pizza o llamo y pido otra cosa? — indago un poco molesto de tener aun en la mano el trozo de pizza, el padre amoroso no me sale ni, aunque lo busque con lupa.

— Eso está podrido Mateo…— me informa apuntando lo verde que al parecer si eran hongos. — ¿Cómo es que aún no te has muerto? — pregunta viéndome de arriba abajo como… rayos, como yo hago cuando veo a alguien que detesto.

— Seria hacerles un favor a muchas personas y no soy de hacer favores. — respondo arrojando la pizza a la basura, esto es raro, se siente igual a cuando era un niño, cuando solo me veía como su tío Mateo y jugábamos al ajedrez, aunque ahora me ve con rechazo, aun puedo saber lo que piensa con solo verlo a los ojos, tan celestes como los míos.

— Sí, ese eres tú, nunca le harías fácil la vida a nadie. — murmura con enfado, pero sé que el enojo es porque se parece a mí, él tampoco es de hacer favores.

— Tu eres igual. — escupo, sus ojos brillan con enfado, ay, Baltazar, es inútil tratar de ganarme, discutiendo soy tan bueno como jugando al ajedrez. — ¿Quieres que pida algo de comer o no? — insisto solo para molestarlo, pero antes que responda mi móvil comienza a sonar, no pensaba responder, pero quien me llama es Elizabeth, el no responder no es opción. — ¿Elizabeth? — mi voz sale rara, si, hablo con ella a diario, pero siempre en la empresa, jamás me llamo a estas horas, veo que Baltazar se paraliza al escuchar el nombre… imposible, mi hijo no sabe nada de Elizabeth ni lo que representa para mí, a decir verdad, nadie sabe el nombre de la mujer que amo, bueno quizás Macarena.

— ¿Señor Zabet? — no, no es mi Elizabeth, es alguien joven, pero ¿Quién?

— Él habla. — Baltazar se acerca a paso apresurado, lo curioso lo debió sacar a su madre, siempre tan metiche.

— Soy Delfina, la hija de Elizabeth… — la joven comienza a llorar y mi mundo se detiene, no por escuchar el llanto de Delfina, sino por Elizabeth.

— ¿Qué sucede? ¿tu madre está bien? — pregunto lo único que me importa, mi voz sale rara, la preocupación hace que suene así.

— No, ella no está bien, nuestra casa se incendió y mis padres fueron llevados al hospital, no nos quieren dar información porque no me creen que soy mayor de edad, aunque les dije que cumplí 18 hace unos días… es por eso por lo que lo estoy molestando, mamá siempre habla de usted, dijo que era su único amigo… no sé qué hacer con mis hermanos… no tenemos familia aquí… — el molesto llanto de la jovencita me está sacando de quicio y Baltazar se da cuenta ya que me quita el móvil.

— Hola, soy Baltazar, hijo de Mateo. — casi sufro un infarto al escucharlo, ¿a qué está jugando? — Dime donde están, mi padre y yo iremos por ustedes, no debes preocuparte por nada, nosotros los cuidaremos hasta que tu madre se recupere. — su sonrisa es diabólica, es tan igual a la mía, ¡maldición!

— En el hospital Albrecht.

— Bien, en diez minutos estaremos allí. — es todo lo que dice y finaliza la llamada.

— ¡¿Qué m****a has hecho?! — grito arrebatándole mi móvil, gracias a Dios que no vio la foto que tengo de fondo de pantalla.

— Demostrarte que no soy igual que tú, yo si hago favores. — es más que obvio que pensaba ir por Elizabeth, pero si Baltazar quiere jugar, jugaremos.

— Bien genio, iré por la camioneta, espero que sepas cuidar niños, porque deberás ayudarme. — su rostro pierde la sonrisa y me ve con preocupación.

— ¿Cuántos niños tiene tu amiga? — pregunta con preocupación al ver la maldad brillar en mis ojos.

— Veamos. — digo mientras simulo tratar de recordar algo que tengo muy presente, los nombres de los molestos niños por los cuales aún no he secuestrado a Elizabeth. — Delfina, Tiara, Emilia, Santino, Bautista y no puedo olvidarme del pequeño Nazareno.  — Baltazar retrocede a cada nombre que digo, dejando en claro que su plan de joderme, le salió mal.

— ¿Tu amiga no sabe que existen los anticonceptivos? — lo mismo pensé yo cuando Elizabeth me hablo de sus hijos.

— Ella sí, el idiota de su esposo no los tiene en cuenta por su absurda religión.

— ¿Y cuál es esa? ¡¿Sobrepoblemos el planeta?!

— No lo sé, ni me importa, lo único que me importa es ir a ese maldito hospital y de camino, rezar porque Elizabeth este bien y nos quitemos a esos mocosos de encima lo antes posible. — digo con molestia, tratando de ocultar el pánico que me recorre al completo, Dios no puede llevarse a una madre ¿verdad? Dios no podría quitarnos a Elizabeth.

— Sí que te preocupas por tu amiga. — dice con burla caminando a mi lado.

— Me preocupa tener a una adolescente como Delfina bajo el mismo techo que mi hijo bisexual. — respondo solo para distraerlo, y funciona.

— Oye, que yo no soy como tú. — suficiente, esto ya no se trata de querer joderme, Baltazar debe comprender que, aunque me ignorara todos estos años… yo seguí distinguiendo el brillo de sus ojos, aun a la distancia.

— Sé que estas sufriendo por amor Baltazar. — se detiene en seco y me ve con horror. — Lo veo en tus ojos, yo ya estuve en tu lugar, solo espero que tengas razón y no seas tan idiota como lo fui yo, que, por querer llenar el vacío de mi corazón, arruine la vida de tu madre.

No sé qué será lo que pase en estos días, ni siquiera sé que hare si algo le pasa a Elizabeth, pero por ahora, Baltazar es mi prioridad.

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