Las lagrimas se acumulan en mis ojos, y mi mano se aferra con fuerza al móvil y solo escucho a quien me tendría que apoyar, reclamarme que tan estúpida soy.
— ¿Me estas escuchando hija? — la voz molesta de mi madre me recuerda a esas tardes que de niña jalaba mis cabellos cuando la desobedecía.
— Si mamá, te escucho, pero…
— Tu tiempo ya paso, ya no eres joven, Mariano tiene razón, ¿de qué te serviría ahora un diploma? Solo para limpiarte el trasero, solo para eso, si tu esposo te pide que busques un empleo por algo es, seguro que la economía está mal, dime ¿Qué estupidez has hecho?
— Nada mamá, Mariano es quien lleva las finanzas y lo sabes, yo no toco dinero alguno, tú sabes que él me controla…
— Te controla porque tu siempre desperdicias el dinero en cosas innecesarias, no sé qué mal cometí para tener una hija tan estúpida como tú, mejor obedece a tu esposo y busca un buen empleo.
— Mamá, ya fui a varios lugares, no me quieren contratar ni de mesera, cuando entrego mi hoja de vida y figura la cantidad de hijos que tengo, dicen que seguro comenzare a pedir días, cuando se enfermen o por el colegio y cosas así, además no quiero que Delfina cuide a los niños, no es justo.
— No fue justo que tu te embarazaras de Mariano cuando lo único que tenias que hacer era estudiar, ahora es mejor que le muestres a tu hija la patética vida que le espera si sale loca como tu y se acuesta con el primero que le jure darle las estrellas. — tapo mi boca para acallar el sollozo que me suplica salir para calmar mi alma, y pego un brinco cuando alguien me quita el móvil.
— Delfina, estaba hablando con tu abuela. — la regaño mientras limpio mis lágrimas y ella solo deja el móvil arriba de la mesa, mostrándome que ha finalizado la llamada.
— Mamá, júrame que nunca serás como ella, júrame que sin importar el error que cometa, tu me perdonaras. — abrazo a mi bebé, porque por más mayor que sea, ella siempre será mi niña.
— Siempre estaré a tu lado y yo no me arrepiento de tenerlos, lo sabes, ustedes no son un error. — mi hija me ve con intención de refutar mis dichos, pero al fin solo me abraza, si supiera lo patética que me siento al ser consolada por ella, se supone que yo soy la adulta, no sirvo como madre, no sirvo para nada.
— Mamá… ve a esta empresa y pide empleo ahí. — veo la imagen en su móvil y aprieto mis labios, no quiero decirle que ya fui, no deseo que sepa que no me darán empleo ni para limpiar los vidrios del edificio por la cantidad de hijos que tengo.
— Bien, iré mañana…
— Conseguirás empleo allí, estoy segura, tú puedes mamá.
Las palabras de mi hija se repiten en mi mente mientras las horas pasan, ni siquiera sé si él saldrá de este edificio, ¿y si es tan inmensamente rico que ya ni acude a su empresa? ¿Qué hare si no logro verlo? Solo él podría darme una oportunidad.
Estoy a punto de darme por vencida cuando lo veo, es él, lo reconocería en cualquier lado.
— Mateo, Mateo Zabet. — mi voz tiembla y el corazón se acelera como hacia años no me sucedía y es solo por verlo a la cara, por tenerlo a escasos centímetros mío.
— Elizabeth.
Escuchar mi nombre en sus labios me provoca una alegría única, e irreal, Mateo me recuerda y aunque se que ya no soy esa joven de antaño, me reconoce.
Desde ese día mi vida cambio, debo admitir que la vergüenza de pedir trabajo no fue tanta, como el saber que me nombraría su secretaria, y aunque se que soy lista y puedo con todo, sentí vergüenza de lo que pensaran los demás, aunque grande fue mi sorpresa al saber que nadie pensaba nada; para cada empleado, Mateo Zabet era una persona fría y sin corazón, me hizo recordar a como lo veían en la universidad y en más de una ocasión quise discutir con mis compañeros de trabajo, pero no tenía caso, las personas siempre juzgan sin saber.
— No puedo creer que tienes un hijo y hasta ahora me lo dices. — me siento ofendida, dolida, hace meses que trabajamos juntos, le he contado todo de mis hijos, lo único importante y valioso que tengo, pero él hasta ahora me menciona a Baltazar.
— ¿Qué puedo decir?, la relación con su madre fue un error, un amorío de oficina que salió mal y mi hijo me odia, más porque no supo que era mi hijo hasta cuando tenía 10 años. — el saber que, aun teniendo un hijo, sigue solo, como cuando lo conocí en la universidad, me hace doler el corazón, Mateo es tan fantástico y único, se merece ser feliz.
— ¿Por qué no le dijiste antes?
— Su madre… se casó con mi primo, es algo complicado de lo que no me gusta hablar.
Jamás pensé odiar a alguien que ni siquiera conozco, pero Macarena Fernández se convirtió en mi enemiga invisible, cada vez que veía a Mateo trabajar hasta tarde sin querer regresar a su hogar, porque nadie lo espera allí, el ser yo quien recibe sus llamadas y descubrir que esa mujer nunca lo llamo, y mucho menos su hijo, ¿Cómo pueden existir personas así? ¿Por qué alejo a Baltazar de Mateo? Es injusto, si deseaba casarse con el primo de Teo, bien por ella, pero al menos debió dejar que su hijo se relacionara con su padre, tendría que ser… un poco como yo, y pensar eso me enfurece aun más, ella no tiene que soportar a un estúpido que la golpea, y humilla, Mateo jamás haría algo así, él es todo un caballero, sin embargo yo soporto todo por mis hijos, no quiero que odien a su padre por mis errores, mucho menos que Mariano se aleje de ellos, se lo que es que tu padre se olvide de ti, que no le interese si comes o no, es horrible y por muy lamentable que sea, la mayoría de los hombres hacen eso, se divorcian de la esposa y con ello se olvidan de sus hijos.
Con el correr del tiempo, el miedo porque Mariano sepa que trabajo para Mateo se esfumo, mi querido esposo tiene una amante que lo distrae a tal punto que no se ha percatado que la suma de dinero que depositan en nuestra cuenta es mucho mayor a lo que le pagarían a cualquier empleada de limpieza y aunque trate de seguir el consejo de Delfina, no puedo estudiar a distancia, ser la secretaria de Mateo, dejar el almuerzo preparado para el día anterior y limpiar mi hogar consume todo de mí, pero eso esta bien, tan bien como que Mariano llegue tarde oliendo a jabón de hotel, al menos ya no me toca, recuerdo la ultima vez que me tomó a la fuerza, fue algo horrible y traumático, me sentía sucia, aunque el que me tomara fuera mi esposo, debo reconocer que Macarena al menos debe estar con el hombre que ama… tal vez debería ser como Macarena, dejar a Mariano, ahora puedo mantener a mis hijos, por más que él se olvide de los niños, yo puedo encargarme de que nada les falte.
— Oh, por Dios, casi me matas del susto, cada día estas mas fea, mujer. — Mariano arrastra las palabras, creo que hoy festejo de más con su amante.
— ¿Qué puedo decir? Dicen que las mujeres son el reflejo de su esposo… — la bofetada es tan fuerte que incluso me mareo cuando mi cabeza gira con furia.
— ¿Es eso un reclamo? ¿Dices que esta fea porque ya no te follo? — me gustaría reír a carcajadas, pero el labio recién partido gracias a su golpe me lo impide.
— Digo… que nos tendríamos que divorciar. — ¿de donde estoy sacando este coraje? No lo sé, lo único que espero que no me abandoné.
— Elizabeth, tu no aprendes ¿verdad?
De más esta decir que ese día no me fue bien, ni ese, ni ninguna otra vez que le pedí el divorcio, no se que es lo que desea, bueno, si lo sé, quitarme a mis hijos y eso es lo único que no estoy dispuesta a darle.
Tres años llevaba trabajando con Mateo, tres años amándolo en silencio, tres años donde me preguntaba como seria Macarena, aunque él jamás la nombraba, sabía que la amaba, solo eso explicaría por qué aun esta soltero, debe estar esperando por ella, que mujer más suertuda, hasta que al fin un día mi curiosidad fue saciada, Macarena dejo de ser invisible, y al conocerla no pude evitar reconocer que es muy hermosa, y eso me deja claro que hice bien en no decirle nada a Mateo de mis estúpidos sentimientos, él solo puede estar con mujeres tan bellas como Macarena Fernández, la idiota que en menos de diez minutos lo hace llorar, seguro y Mateo aun la ama, y con ese pensamiento regreso a mi hogar. Puede que no tenga al hombre que amo a mi lado, pero al menos, tengo a mis hijos y con eso me conformo.
Mateo:— ¿Baltazar? — lo estoy viendo y aun así no puedo evitar que su nombre salga como una pregunta.— Hola Mateo. — sí, me llama por mi nombre, aunque siempre lo hace con desprecio, menos ahora, algo que me altera en lugar de alegrarme.— ¿Estas bien? — sus ojos brillan y esquiva mi mirada.— Sí, solo… queria saber si puedo quedarme contigo una temporada. — mi corazón late deprisa, en estos 18 años nunca paso una noche conmigo, ¿qué digo? Ni siquiera paso una hora a mi lado por voluntad propia desde que supo que era su padre biológico.— Puedes quedarte el tiempo que quieras. — respondo casi con indiferencia y pasando por su lado, dije que era una persona fría, pero no con los que quiero, solo que sé que mi hijo es igual a mí, no nos gusta que nos vean con pena, mucho menos la
Baltazar.Camino sin sentido por la ciudad, escapando no solo de mi madre y sus preguntas, también estoy tratando de escapar de mí mismo, y es muy difícil.¿Cómo fui tan estúpido? ¿Cómo puede ser que el amor te haga caer de esta forma? Soy un asesino, soy el mejor, el que heredo el arma del gran Matt y de Hades, esa que lleva la guadaña en su mango tallada en oro, esa que representa que soy un Ángel de la muerte, soy el Shofar, soy el que te manda a otro mundo con un solo disparo, soy quien debía vengar a sus abuelos… aunque mis abuelos biológicos están vivos aun, es raro, es incómodo, es tedioso, saber que fuiste el producto de un chantaje, que tu padre biológico no solo abuso de tu madre, obligándola a dormir con él a cambio del dinero que necesitaba para poder operar a mi hermana Alma, y luego… el muy hijo de puta queria que abortara, saber que tu padre no te queria es horrible, pero peor es saber que ese hombre al que siempre viste como tu tío favorito, ese que te conocía con solo
Baltazar.Gabriel es de esas personas incondicionales, loco, menso, pero quizás tiene más corazón que Alma y yo, salto las altas rejas, y dejo salir un bufido al reparar en lo idiota que es Mateo Zabet, este lugar carece de seguridad, y solo me basta con tocar la puerta para comprender que ni personal de servicio tiene y no es malo, claro que al poseer una mansión se debe sentir… una gran soledad, Dios, si solo con ver desde aquí en vez de que el lugar te invite a hospedarte, parece una casa fantasmal, de esas donde la soledad te ahoga y mata lentamente… es como si quisiera morir, no solo de soledad, el hecho de que no tenga seguridad que cuide su sueño me deja en claro que no le interesa mantenerse a salvo, ¿Por qué? Es inteligente, eso es algo que jamás podrán negar de él, y por lo que se solo ha matado una sola vez y fue para rescatar a mi madre cuando la secuestraron,
Mateo:Siento un hormigueo en mis manos, brazos y por supuesto pecho, todo el camino fue así, en un completo silencio, pero cómodo, muy cómodo, la ansiedad de saber que la mujer que amo con locura y porque no, la que me ha producido una obsesión y dependencia a disminuido y solo se debe a que mi hijo, me ha abrazado, luego de 8 años, este abrazo fue diferentes, sus manos ya no son pequeñas, y a quien abrazo no fue a “su tío Mateo” aunque si debo ser honesto, creo que fui yo quien lo abrazo primero, pero me agrada como jamás imagine el saber que no me rechazo.— ¿Los llevaras a la mansión? — su voz es tranquila, cubierta de una capa de me importa una mierda, cuando sé que no es así.— Supongo. — mis nervios regresan, no solo por saber de Elizabeth, también por sus hijos, los conozco, de una u otra forma
Baltazar:Veo a la joven frente a mí, es linda, antipática, trata de simular ser paciente, pero no le sale, veo su rostro sin perder detalle, mientras mis labios se estiran en una perfecta y falsa sonrisa, pequeña ratita, ¿Qué es lo que ocultas? Su ropa a diferencia de la de sus hermanos no es un pijama, ¿Quién tiene tiempo de vestirse en medio de un incendio?, además, los niños tienen sus caras llenas de hollín, solo los surcos que dejaron las lágrimas y mocos están marcados, en cambio ella…— ¿Qué tanto me ves? ¿te gusto? — dice con molestia, algo que me hace carcajear.— No pequeña, a mí me gustan los pelirrojos, ya sean hombres o mujeres, las castañas, no son mi tipo. — su boca se abre demostrando el escándalo que pasa por su mente y la pequeña a su lado ríe como
Mateo casi no pudo dormir en toda la noche, ¿Cuándo fue la última vez que compartió su cama con alguien? Solo cuando era un bebé y eso lo sabía gracias a su madre Candy, que se encargaba de decir que él y Felipe solo dormían cuando compartían cuna, pero ahora no era el caso, estaba en medio de dos pequeños que, si bien no odiaba, tampoco era como que le tenía mucho aprecio, pues ellos eran sus obstáculos, esos que lo mantenían alejados del amor de su vida. Fueron largas horas en las que se dedicó a girar de un lado al otro, hasta que finalmente el cansancio lo venció.— Deja de llorar o lo despertaras. —escucho un susurro y se abstuvo de gruñir.— Es que tengo miedo. — susurro Nazareno, recordándole a Mateo el motivo por el que le había pedido a Macarena que abortara cuando supo de su embarazo, ser padre, li
Mateo camino tras Elizabeth, idiotizado por el bamboleo de su trasero y como cada vez que estaba en esa posición, no pudo evitar fantasear, era algo inevitable, soñar con acariciar ese grande y bien definido trasero, tomarla desde atrás, apoyarla contra la pared y levantar su falda lentamente, mientras sus manos recorrían sus nalgas, para que luego una de ella fuera al frente a rozar su perla, sentir la humedad entré sus labios y…— Hola Mariano. — la perdió de vista un segundo, el mismo que le tomo a ella ingresar a la habitación del inútil de su esposo.— Rayos, Eli, que horrible se ve eso, por favor cúbrete las piernas o vomitare. — los puños del empresario se cerraron al igual que la boca de Mariano al verlo aparecer tras Elizabeth.— Horrible se verán tus manos, creo que se achicharraron. — rebatió Mateo, con mirada fr
Baltazar queria golpear a esa joven, nunca había maltratado a una mujer, pero sentía que en esta ocasión lo mejor era una buena sacudida de ideas estúpidas y ver si con eso la razón regresaba a ella.— Escucha pedazo de… — se giró con furia apenas ingresaron en el amplio jardín, estaba más que dispuesto a no solo gritarle, también golpearla si era necesario.— No le digas a mi mamá, te lo suplico, por favor no lo hagas. — la joven ya no se veía altanera, mucho menos desdeñosa, ahora solo el terror bailaba en sus ojos.— ¿Tan mala es tu madre? — indago sin demostrar lo preocupado que estaba, tener una abuela como Candy, cambiaba mucho a los jóvenes de la familia, y como no hacerlo, el tipo de maltrato que su abuela había sufrido de niña era algo que nadie merecía.— Mi madre es