4 Me conformo.

Las lagrimas se acumulan en mis ojos, y mi mano se aferra con fuerza al móvil y solo escucho a quien me tendría que apoyar, reclamarme que tan estúpida soy.

— ¿Me estas escuchando hija? — la voz molesta de mi madre me recuerda a esas tardes que de niña jalaba mis cabellos cuando la desobedecía.

— Si mamá, te escucho, pero…

— Tu tiempo ya paso, ya no eres joven, Mariano tiene razón, ¿de qué te serviría ahora un diploma? Solo para limpiarte el trasero, solo para eso, si tu esposo te pide que busques un empleo por algo es, seguro que la economía está mal, dime ¿Qué estupidez has hecho?

— Nada mamá, Mariano es quien lleva las finanzas y lo sabes, yo no toco dinero alguno, tú sabes que él me controla…

— Te controla porque tu siempre desperdicias el dinero en cosas innecesarias, no sé qué mal cometí para tener una hija tan estúpida como tú, mejor obedece a tu esposo y busca un buen empleo.

— Mamá, ya fui a varios lugares, no me quieren contratar ni de mesera, cuando entrego mi hoja de vida y figura la cantidad de hijos que tengo, dicen que seguro comenzare a pedir días, cuando se enfermen o por el colegio y cosas así, además no quiero que Delfina cuide a los niños, no es justo.

— No fue justo que tu te embarazaras de Mariano cuando lo único que tenias que hacer era estudiar, ahora es mejor que le muestres a tu hija la patética vida que le espera si sale loca como tu y se acuesta con el primero que le jure darle las estrellas. — tapo mi boca para acallar el sollozo que me suplica salir para calmar mi alma, y pego un brinco cuando alguien me quita el móvil.

— Delfina, estaba hablando con tu abuela. — la regaño mientras limpio mis lágrimas y ella solo deja el móvil arriba de la mesa, mostrándome que ha finalizado la llamada.

— Mamá, júrame que nunca serás como ella, júrame que sin importar el error que cometa, tu me perdonaras. — abrazo a mi bebé, porque por más mayor que sea, ella siempre será mi niña.

— Siempre estaré a tu lado y yo no me arrepiento de tenerlos, lo sabes, ustedes no son un error. — mi hija me ve con intención de refutar mis dichos, pero al fin solo me abraza, si supiera lo patética que me siento al ser consolada por ella, se supone que yo soy la adulta, no sirvo como madre, no sirvo para nada.

— Mamá… ve a esta empresa y pide empleo ahí. — veo la imagen en su móvil y aprieto mis labios, no quiero decirle que ya fui, no deseo que sepa que no me darán empleo ni para limpiar los vidrios del edificio por la cantidad de hijos que tengo.

— Bien, iré mañana…

— Conseguirás empleo allí, estoy segura, tú puedes mamá.

Las palabras de mi hija se repiten en mi mente mientras las horas pasan, ni siquiera sé si él saldrá de este edificio, ¿y si es tan inmensamente rico que ya ni acude a su empresa? ¿Qué hare si no logro verlo? Solo él podría darme una oportunidad.

Estoy a punto de darme por vencida cuando lo veo, es él, lo reconocería en cualquier lado.

— Mateo, Mateo Zabet. — mi voz tiembla y el corazón se acelera como hacia años no me sucedía y es solo por verlo a la cara, por tenerlo a escasos centímetros mío.

— Elizabeth.

Escuchar mi nombre en sus labios me provoca una alegría única, e irreal, Mateo me recuerda y aunque se que ya no soy esa joven de antaño, me reconoce.

Desde ese día mi vida cambio, debo admitir que la vergüenza de pedir trabajo no fue tanta, como el saber que me nombraría su secretaria, y aunque se que soy lista y puedo con todo, sentí vergüenza de lo que pensaran los demás, aunque grande fue mi sorpresa al saber que nadie pensaba nada; para cada empleado, Mateo Zabet era una persona fría y sin corazón, me hizo recordar a como lo veían en la universidad y en más de una ocasión quise discutir con mis compañeros de trabajo, pero no tenía caso, las personas siempre juzgan sin saber.

— No puedo creer que tienes un hijo y hasta ahora me lo dices. — me siento ofendida, dolida, hace meses que trabajamos juntos, le he contado todo de mis hijos, lo único importante y valioso que tengo, pero él hasta ahora me menciona a Baltazar.

— ¿Qué puedo decir?, la relación con su madre fue un error, un amorío de oficina que salió mal y mi hijo me odia, más porque no supo que era mi hijo hasta cuando tenía 10 años. — el saber que, aun teniendo un hijo, sigue solo, como cuando lo conocí en la universidad, me hace doler el corazón, Mateo es tan fantástico y único, se merece ser feliz.

— ¿Por qué no le dijiste antes?

— Su madre… se casó con mi primo, es algo complicado de lo que no me gusta hablar.

Jamás pensé odiar a alguien que ni siquiera conozco, pero Macarena Fernández se convirtió en mi enemiga invisible, cada vez que veía a Mateo trabajar hasta tarde sin querer regresar a su hogar, porque nadie lo espera allí, el ser yo quien recibe sus llamadas y descubrir que esa mujer nunca lo llamo, y mucho menos su hijo, ¿Cómo pueden existir personas así? ¿Por qué alejo a Baltazar de Mateo? Es injusto, si deseaba casarse con el primo de Teo, bien por ella, pero al menos debió dejar que su hijo se relacionara con su padre, tendría que ser… un poco como yo, y pensar eso me enfurece aun más, ella no tiene que soportar a un estúpido que la golpea, y humilla, Mateo jamás haría algo así, él es todo un caballero, sin embargo yo soporto todo por mis hijos, no quiero que odien a su padre por mis errores, mucho menos que Mariano se aleje de ellos, se lo que es que tu padre se olvide de ti, que no le interese si comes o no, es horrible y por muy lamentable que sea, la mayoría de los hombres hacen eso, se divorcian de la esposa y con ello se olvidan de sus hijos.

Con el correr del tiempo, el miedo porque Mariano sepa que trabajo para Mateo se esfumo, mi querido esposo tiene una amante que lo distrae a tal punto que no se ha percatado que la suma de dinero que depositan en nuestra cuenta es mucho mayor a lo que le pagarían a cualquier empleada de limpieza y aunque trate de seguir el consejo de Delfina, no puedo estudiar a distancia, ser la secretaria de Mateo, dejar el almuerzo preparado para el día anterior y limpiar mi hogar consume todo de mí, pero eso esta bien, tan bien como que Mariano llegue tarde oliendo a jabón de hotel, al menos ya no me toca, recuerdo la ultima vez que me tomó a la fuerza, fue algo horrible y traumático, me sentía sucia, aunque el que me tomara fuera mi esposo, debo reconocer que Macarena al menos debe estar con el hombre que ama… tal vez debería ser como Macarena, dejar a Mariano, ahora puedo mantener a mis hijos, por más que él se olvide de los niños, yo puedo encargarme de que nada les falte.

— Oh, por Dios, casi me matas del susto, cada día estas mas fea, mujer. — Mariano arrastra las palabras, creo que hoy festejo de más con su amante.

— ¿Qué puedo decir? Dicen que las mujeres son el reflejo de su esposo… — la bofetada es tan fuerte que incluso me mareo cuando mi cabeza gira con furia.

— ¿Es eso un reclamo? ¿Dices que esta fea porque ya no te follo? — me gustaría reír a carcajadas, pero el labio recién partido gracias a su golpe me lo impide.

— Digo… que nos tendríamos que divorciar. — ¿de donde estoy sacando este coraje? No lo sé, lo único que espero que no me abandoné.

— Elizabeth, tu no aprendes ¿verdad?

De más esta decir que ese día no me fue bien, ni ese, ni ninguna otra vez que le pedí el divorcio, no se que es lo que desea, bueno, si lo sé, quitarme a mis hijos y eso es lo único que no estoy dispuesta a darle.

Tres años llevaba trabajando con Mateo, tres años amándolo en silencio, tres años donde me preguntaba como seria Macarena, aunque él jamás la nombraba, sabía que la amaba, solo eso explicaría por qué aun esta soltero, debe estar esperando por ella, que mujer más suertuda, hasta que al fin un día mi curiosidad fue saciada, Macarena dejo de ser invisible, y al conocerla no pude evitar reconocer que es muy hermosa, y eso me deja claro que hice bien en no decirle nada a Mateo de mis estúpidos sentimientos, él solo puede estar con mujeres tan bellas como Macarena Fernández, la idiota que en menos de diez minutos lo hace llorar, seguro y Mateo aun la ama, y con ese pensamiento regreso a mi hogar. Puede que no tenga al hombre que amo a mi lado, pero al menos, tengo a mis hijos y con eso me conformo.

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