Una mujer que pasaba por el lugar, al ver a la joven se acercó a ella.
—¿Qué tienes muchacha? —inquirió la dama.
—Por favor… —jadeó—. Mi bebé va a nacer —sollozó.
La mujer sacó su móvil, de inmediato llamó al 911 para pedir ayuda.
—¿Puedes caminar? —preguntó a la chica.
Alba negó con la cabeza.
Un fuerte grito emitió la joven embarazada, entonces sintió un líquido correr por sus piernas.
—¡Ya va a nacer! —jadeó.
La señora no sabía qué hacer, pero tampoco podía dejarla sola en esas circunstancias, divisó que muy cerca un pequeño callejón se abría paso.
—Yo te voy a ayudar muchacha, haz un esfuerzo y caminemos hasta ese lugar. —Señaló con su mano.
Alba asintió, con su rostro lleno de lágrimas se recargó en el cuerpo de la mujer. El trayecto a esa callejuela se le hizo eterno, limpiaba a cada instante las gotas de sudor mezcladas con lluvia que bajaban por su frente. Apretaba con fuerza el brazo de la buena señora cada vez que sentía las contracciones.
Una vez que llegaron ahí. Alba se recargó en una de las paredes, entonces la dama que la asistía, se quitó el abrigo y lo colocó en el suelo. Ayudó a la chica a sentarse. La joven gritaba, se quejaba, y lloraba de dolor.
—Respira muchacha —recomendó—. Yo nunca he hecho esto, pero te voy a ayudar. Alba clavaba sus uñas en el piso, movía la cabeza de un lado a otro, desesperada. La mujer sacó de su bolso un frasco de gel antibacterial y se pasó en las manos, entonces mientras sostenía en su hombro su móvil y escuchaba atenta las indicaciones de la persona del call center del 911, revisó a la chica. Abrió sus ojos de par en par al darse cuenta de que el bebé estaba por nacer—. Puja muchacha, tu niño ya está listo para salir.
Alba tomó aire, sollozando y gritando de dolor hacía lo que la mujer le pedía.
«¿Por qué nos abandonaste Santiago?» se preguntaba en su mente.
—Ya no puedo más, por favor saque a mi bebé. —Lloraba sin parar Alba, mientras sentía que ya no podía más con ese dolor.
«Mamá te necesito conmigo» decía en su mente, al verse sola, desamparada, dando a luz en la calle.
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Long- Island- New York, Usa.
Santiago Vidal, sudaba y se removía en la cama de aquella habitación del centro de rehabilitación en el que dos días antes su padre lo recluyó para tratarlo de su problema con el alcohol, y alejarlo de los excesos. Desde el día que descubrió la verdad su vida se convirtió en una porquería, mujeres, fiestas, y licor eran el pan de cada día, sus constantes pesadillas a manera de recuerdo de lo sucedido esa noche no lo dejaban en paz:
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El joven Vidal sostenía con las manos temblorosas ese informe que Eliana le entregó. Su mirada se nubló por completo, y la furia se apoderó de su ser.
—¡Es una mentira! —exclamó poniéndose de pie. Sus ojos centelleaban de ira y su mandíbula temblaba mientras su corazón palpitaba exaltado. La chica que se encontraba con él, en esa habitación de hotel, retrocedió asustada, nunca había visto a Santiago, fuera de sí—. Eliana, no puedo creer que hayas llegado tan lejos. —Resopló sin querer aceptar la realidad.
—Entiendo que estés afectado. Yo estaría igual —pronunció con nerviosismo—. Esa mujer sabe hacer muy bien las cosas, aquí tienes las pruebas.
Eliana soltó sobre una mesa varias fotografías de Alba rodeada de hombres en aquel club nocturno. Santiago miraba las fotos, y a pesar de eso se negaba a creer. Conservaba la esperanza de que todo fuera un invento, una mentira para separarlo de su novia.
—Si lo que dices es cierto, vamos a ese club —gruñó, tomando del brazo a Eliana, con fuerza.
Santiago no podía razonar, estaba fuera de sí, para él Alba era incapaz de engañarlo, menos de hacerse pasar por alguien que no era.
«¿Con qué objeto hiciste eso?» Se preguntaba en su mente, empezando a llenarse de dudas y contradicciones.
Cuando llegaron al bar en donde Alba laboraba observó una escena que le hizo perder el control. Él que era un hombre comprensivo, que odiaba la violencia, en ese momento se transformó en otra persona. Su mirada se tornó oscura. Sus pupilas se dilataron. Su ritmo cardíaco se aceleró. Apretó los puños con fuerza, las venas de su cuello sobresaltaron, miró el cuerpo de la mujer a la que le había entregado su corazón cubierto con un body entallado a su figura, una falda bastante corta, medias veladas negras, era el uniforme de una conejita con su diadema en la cabeza.
Se acercó a zancadas mientras sus labios temblaban al verla besándose con otro hombre. La rabia que sintió en ese momento se le subió a la cabeza, él era un muchacho tranquilo, sin embargo, al darse cuenta del engaño del que había sido víctima estalló de rabia y celos.
—¡Alba! —Grito.
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Santiago despertó llamándola, su cuerpo entero estaba empapado de sudor, y su rostro lleno de lágrimas, la garganta la tenía seca, sus manos empezaron a temblar, y la ansiedad se apoderó de él.
—Necesito un trago— clamó volviendo a sostener una de sus crisis. Se puso de pie, con sus puños golpeaba con fuerza la puerta, gritaba solicitando una bebida alcohólica, pero nadie acudía a su llamado. Dejó caer su cuerpo al suelo, abrazó sus piernas y empezó a llorar con desespero, necesitaba arrancarla de su alma, y de su memoria, pero le era imposible, y ahora ya no tenía a mano el licor que lo hacía perder la conciencia.
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Bronx- New York, Usa.
En esa fría noche lluviosa, en medio de la extrema pobreza, en un oscuro callejón de aquel barrio, el llanto de un bebé se hizo escuchar.
Alba recargó su cabeza en la fría muralla, mientras respiraba agitada. La señora que la ayudó a dar a luz, envolvió al pequeño en su suéter, y se lo entregó. La joven con sus manos temblorosas y el rostro cubierto de sudor y lágrimas, abrazó a su niño contra su pecho.
—Gracias — exclamó todavía adolorida, sollozando, observando a la buena mujer que la ayudó. Enseguida descubrió el rostro de su niño, su corazón bombeó con fuerza descomunal al mirar la tierna cara de su bebé; a pesar de todas las lágrimas derramadas durante el tiempo transcurrido después de que el padre de su hijo la repudió, esa noche una leve sonrisa salió de sus labios al contemplarlo—. Perdóname, por traerte al mundo en estas circunstancias, tú no tienes la culpa de nada. —Besó la frente de su chiquillo, mientras su corazón se estremecía al mirar el lúgubre lugar en donde nació—. Aunque tenga que trabajar día y noche, te juro que te sacaré adelante, trataré de que nada te falte, me convertiré en padre y madre para ti —gimoteo con la voz entrecortada—, tu papá nos despreció, y no merece saber de tu existencia. Santiago Vidal, nunca te conocerá —sentenció.
Queridos lectores les dejo otro capítulo, momentos tristes para ambos. Difíciles para Santiago y Alba. Él internado en una clínica de rehabilitación, y ella dando a luz en la calle, los dos lejos uno del otro y al parecer ella no quiere saber nada del padre de su hijo. ¿Qué le haría Santy para que esté tan resentida con él?
Jackson Heights- New- York, Usa. Cuando todo comenzó: Un año y dos meses antes. Alba apagó con molestia su despertador, deseando dormir un par de minutos más, pero era imposible. Emitió un bostezo, aún adormecida debido a que la noche anterior trabajó hasta la madrugada en un proyecto de la universidad. Para quitarse la pereza se puso de pie, y caminó en dirección al cuarto de baño, con la finalidad de darse una ducha, mientras el agua recorría por su delicada y delgada figura, la imagen de su amor imposible se le vino a la memoria: «Santiago Vidal» susurró su mente, entonces cerró sus párpados y lo visualizó. Suspiró, al rememorar aquellos ojos azules color del cielo, su rostro cuadrado de piel blanca, su nariz respingada, y esa sonrisa seductora que dejaba a más de una sin aliento. El timbre del apartamento, la hizo
Alba en vez de sentir regocijo por las palabras del docente, sintió pesar por sus compañeros, sobre todo por Santiago. «Me debe estar odiando» pensó ella. Cuando se disponía a ir a su lugar fue interceptada por Joaquín. —Vea pues, ¿para dónde crees que vas, vos? — cuestionó el joven colombiano, observándola con el entrecejo arrugado, molesto. Ella colocó las manos alrededor de su cintura, lo miró a los ojos. —La clase terminó —expresó enojada. Santiago sonreía al ver la discusión entre su amigo, y la joven que los dejó en ridículo. Cruzó sus brazos para contemplar a Alba, y su delicado rostro de finas facciones, su piel clara. Ella era delgada, no muy alta, su cabello oscuro contrastaba con el celeste de sus ojos. Angélica, al ver el semblante de su amiga, se acercó a ellos. —¿Por qué están discutiendo? —inqu
Horas después Alba como siempre salió corriendo del salón de clases, contaba con el tiempo justo para llegar al restaurante. Angélica, caminaba de prisa tras de ella. La chica laboraba en una exclusiva boutique, ambas tomaron el mismo autobús. En el recorrido la joven Rodríguez reprochó a su amiga por el comportamiento con sus compañeros. —¿Te volviste loca Angélica? ¿Cómo se te ocurre inventar que nuestros padres tienen dinero? —recriminó a su amiga—. Cuando esos chicos se enteren de la verdad, no me quiero imaginar lo que puede suceder... Te excediste —refunfuñó cruzándose de brazos, mirando la ciudad por las ventanas. —No va a pasar nada —respondió con naturalidad la joven Zambrano—. Para que hombres como Santiago Vidal, y Joaquín Duque, se fijen en nosotras necesitamos que nuestros padres tengan cuentas de ahorro en Suiza, acciones en las principales empresas del país, debe
Jackson Heights- New- York, Usa. Alba cubrió con una almohada sus oídos, arrugó el ceño al no saber quién tocaba tan temprano a su puerta, estiró sus brazos y bajó de la cama para ir a abrir. Angélica con su amplia sonrisa pasó al apartamento con varias bolsas en sus manos. —Buenos días, cenicienta, tu hada madrina llegó —expuso con orgullo—. Voy a convertirte en princesa. Angélica tomó del brazo a su amiga y se la llevó a la habitación, el invierno se aproximaba en la ciudad, y por lo tanto el clima era algo frío, es así que Angélica se había traído de la boutique donde ella laboraba, varios jeans y camisetas, bolsos, abrigos, y otras prendas más, todas de las mejores marcas. —¡Te volviste loca! —exclamó llevándose las manos a la boca Alba, al mirar aquel vestuario que ni en sus mejores sueños imaginó lucir, ta
Alba y Santiago se pusieron de pie y salieron del edificio, mientras caminaban en profundo silencio, la voz de Santiago se hizo escuchar. —Alba… La chica detuvo el paso y miró como él deslizaba sus dedos por sus dorados rizos, notó extrañada su nerviosismo. —¿Sucede algo? —Alba, espero no me tomes a mal, tampoco quiero que te sientas presionada. La muchacha se asustó. «¿Y si este resulta igual de atrevido que Joaquín?» se preguntó con temor de lo que él iba a decir. —Me gustaría ser tu amigo, y si tienes algún día tiempo, salir a tomarnos un café. Alba sonrió, esa propuesta para ella era de lo más inocente, y en su mente imaginó otras cosas. —Yo no tengo inconveniente en ser tu amiga, lo que sí, no quisiera problemas con tu prometida. Santiago
Brooklyn- New York, Usa. El viento soplaba con fuerza por la ciudad, Alba de pie en la entrada del museo sobaba sus brazos debido al frío que calaba sus huesos, entonces una especie de corriente la recorrió al ver el BMW de Santiago aproximarse, sintió su estómago encogerse. Suspiró profundo cuando lo vio bajar del auto irguiendo su metro noventa de estatura. Una gran O se dibujó en la boca de Alba, al verlo caminar hacia ella con esa seguridad característica de él, mojó sus labios al mirar lo bien que le lucían esos vaqueros azules, y esa chompa de cuero negra. Cuando lo tuvo frente a ella, la respiración se le cortó por milésimas de segundos, sus piernas temblaron. —Hola —saludó él, sonriéndole, entonces se acercó a ella y besó su mejilla, aspirando su aroma a gardenias. —Buenas noches —contestó con una sonrisa tímida.
Brooklyn- New York, Usa. Santiago sin dejar de observar a Alba, le dio un último sorbo a su café. Miró como la chica terminaba su arepa, y mojaba sus labios con su lengua, ese gesto inocente de ella, activó los sentidos de él, el joven deseó tanto probar esa boca, inhaló profundo para contenerse, ella era distinta al resto de chicas con las que acostumbraba a salir. Él quedó satisfecho con las arepas venezolanas, el sabor exquisito del platillo le había encantado. Esa noche conversaron de diferentes temas, de sus gustos por la comida, cine. Ambos percibieron que eran muy afines en ciertas cosas, y en otros no. Cuando uno trataba de convencer al otro de cambiar de opinión, ambos exponían sus argumentos. Santiago se dio cuenta de que Alba sería una gran profesional y si quería conquistarla el método convencional de las flores y chocolates quizás no iban
Jackson Heights- New- York, Usa. Angélica, de nuevo apareció en el apartamento de Alba, con ropa de la boutique, esta vez optó por otras marcas, y nuevos diseños. A la joven Rodríguez todo eso le parecía una locura, así que estaba decidida a decirle la verdad a Santiago. —Yo no me pienso seguir disfrazando, tengo ropa sencilla, y si Santiago está interesado en mí, debe conocer la verdad. —Amiga tú sí que eres boba. —Bufó—. Los hombres del tipo de él no se fijan en mujeres como nosotras. —Obligó a Alba, a sentarse en un taburete de plástico que tenía en la habitación—. Te explico: llevamos estudiando casi dos años cerca de Santiago Vidal, y nunca se fijó en ti. Alba se quedó pensativa, creyó que, hasta antes de la exposición, él jamás había notado su presencia. —Yo sé que nunca se ha interesado en mí. —Frunció sus labios—. Tamp