Alba en vez de sentir regocijo por las palabras del docente, sintió pesar por sus compañeros, sobre todo por Santiago. «Me debe estar odiando» pensó ella. Cuando se disponía a ir a su lugar fue interceptada por Joaquín.
—Vea pues, ¿para dónde crees que vas, vos? — cuestionó el joven colombiano, observándola con el entrecejo arrugado, molesto.
Ella colocó las manos alrededor de su cintura, lo miró a los ojos.
—La clase terminó —expresó enojada.
Santiago sonreía al ver la discusión entre su amigo, y la joven que los dejó en ridículo. Cruzó sus brazos para contemplar a Alba, y su delicado rostro de finas facciones, su piel clara. Ella era delgada, no muy alta, su cabello oscuro contrastaba con el celeste de sus ojos.
Angélica, al ver el semblante de su amiga, se acercó a ellos.
—¿Por qué están discutiendo? —inqu
Queridos lectores les pregunto: ¿Existen las mentiras piadosas? Yo creo que no, las mentiras no conducen a nada bueno, y aquí lo descubriremos. No dejen de comentar. Gracias.
Horas después Alba como siempre salió corriendo del salón de clases, contaba con el tiempo justo para llegar al restaurante. Angélica, caminaba de prisa tras de ella. La chica laboraba en una exclusiva boutique, ambas tomaron el mismo autobús. En el recorrido la joven Rodríguez reprochó a su amiga por el comportamiento con sus compañeros. —¿Te volviste loca Angélica? ¿Cómo se te ocurre inventar que nuestros padres tienen dinero? —recriminó a su amiga—. Cuando esos chicos se enteren de la verdad, no me quiero imaginar lo que puede suceder... Te excediste —refunfuñó cruzándose de brazos, mirando la ciudad por las ventanas. —No va a pasar nada —respondió con naturalidad la joven Zambrano—. Para que hombres como Santiago Vidal, y Joaquín Duque, se fijen en nosotras necesitamos que nuestros padres tengan cuentas de ahorro en Suiza, acciones en las principales empresas del país, debe
Jackson Heights- New- York, Usa. Alba cubrió con una almohada sus oídos, arrugó el ceño al no saber quién tocaba tan temprano a su puerta, estiró sus brazos y bajó de la cama para ir a abrir. Angélica con su amplia sonrisa pasó al apartamento con varias bolsas en sus manos. —Buenos días, cenicienta, tu hada madrina llegó —expuso con orgullo—. Voy a convertirte en princesa. Angélica tomó del brazo a su amiga y se la llevó a la habitación, el invierno se aproximaba en la ciudad, y por lo tanto el clima era algo frío, es así que Angélica se había traído de la boutique donde ella laboraba, varios jeans y camisetas, bolsos, abrigos, y otras prendas más, todas de las mejores marcas. —¡Te volviste loca! —exclamó llevándose las manos a la boca Alba, al mirar aquel vestuario que ni en sus mejores sueños imaginó lucir, ta
Alba y Santiago se pusieron de pie y salieron del edificio, mientras caminaban en profundo silencio, la voz de Santiago se hizo escuchar. —Alba… La chica detuvo el paso y miró como él deslizaba sus dedos por sus dorados rizos, notó extrañada su nerviosismo. —¿Sucede algo? —Alba, espero no me tomes a mal, tampoco quiero que te sientas presionada. La muchacha se asustó. «¿Y si este resulta igual de atrevido que Joaquín?» se preguntó con temor de lo que él iba a decir. —Me gustaría ser tu amigo, y si tienes algún día tiempo, salir a tomarnos un café. Alba sonrió, esa propuesta para ella era de lo más inocente, y en su mente imaginó otras cosas. —Yo no tengo inconveniente en ser tu amiga, lo que sí, no quisiera problemas con tu prometida. Santiago
Brooklyn- New York, Usa. El viento soplaba con fuerza por la ciudad, Alba de pie en la entrada del museo sobaba sus brazos debido al frío que calaba sus huesos, entonces una especie de corriente la recorrió al ver el BMW de Santiago aproximarse, sintió su estómago encogerse. Suspiró profundo cuando lo vio bajar del auto irguiendo su metro noventa de estatura. Una gran O se dibujó en la boca de Alba, al verlo caminar hacia ella con esa seguridad característica de él, mojó sus labios al mirar lo bien que le lucían esos vaqueros azules, y esa chompa de cuero negra. Cuando lo tuvo frente a ella, la respiración se le cortó por milésimas de segundos, sus piernas temblaron. —Hola —saludó él, sonriéndole, entonces se acercó a ella y besó su mejilla, aspirando su aroma a gardenias. —Buenas noches —contestó con una sonrisa tímida.
Brooklyn- New York, Usa. Santiago sin dejar de observar a Alba, le dio un último sorbo a su café. Miró como la chica terminaba su arepa, y mojaba sus labios con su lengua, ese gesto inocente de ella, activó los sentidos de él, el joven deseó tanto probar esa boca, inhaló profundo para contenerse, ella era distinta al resto de chicas con las que acostumbraba a salir. Él quedó satisfecho con las arepas venezolanas, el sabor exquisito del platillo le había encantado. Esa noche conversaron de diferentes temas, de sus gustos por la comida, cine. Ambos percibieron que eran muy afines en ciertas cosas, y en otros no. Cuando uno trataba de convencer al otro de cambiar de opinión, ambos exponían sus argumentos. Santiago se dio cuenta de que Alba sería una gran profesional y si quería conquistarla el método convencional de las flores y chocolates quizás no iban
Jackson Heights- New- York, Usa. Angélica, de nuevo apareció en el apartamento de Alba, con ropa de la boutique, esta vez optó por otras marcas, y nuevos diseños. A la joven Rodríguez todo eso le parecía una locura, así que estaba decidida a decirle la verdad a Santiago. —Yo no me pienso seguir disfrazando, tengo ropa sencilla, y si Santiago está interesado en mí, debe conocer la verdad. —Amiga tú sí que eres boba. —Bufó—. Los hombres del tipo de él no se fijan en mujeres como nosotras. —Obligó a Alba, a sentarse en un taburete de plástico que tenía en la habitación—. Te explico: llevamos estudiando casi dos años cerca de Santiago Vidal, y nunca se fijó en ti. Alba se quedó pensativa, creyó que, hasta antes de la exposición, él jamás había notado su presencia. —Yo sé que nunca se ha interesado en mí. —Frunció sus labios—. Tamp
Alba se separó de los brazos de Santiago, con el rostro carmín, avergonzada. —Discúlpame qué pena contigo. Él la observó de manera muy tierna. —No tienes porqué sentir vergüenza de demostrar tus emociones, me alegra haber sido yo el que estaba en este momento contigo. Alba inclinó su rostro y mordió sus labios, luego irguió su barbilla y con una tímida mirada se dirigió a él. —Gracias Santiago. —Ladeó una sonrisa. —¿Te sucedió algo? ¿Fue por la forma tan grosera que me comporté contigo? Alba elevó ambas cejas, y lo miró a los ojos. —No claro que no —expresó con naturalidad—. Hay días que extraño a mi familia, que me hace falta el abrazo de mi madre. —Suspiró profundo con el corazón temblando en su pecho. —Estoy seguro que no me parezco a tu m
Días después. La calma volvió a la vida de Santiago cuando Eliana regresó a Ecuador, en el tiempo de estadía de su amiga casi no había podido salir con Alba. Con el fin de congraciarse con ella debido al incidente con Eliana decidió comprarle un obsequio, la tarde anterior anduvo con su hermana María Paz, buscando el adecuado hasta que lo consiguieron. En toda la mañana esperó que Alba saliera de clases, cuando lo hizo, él la sorprendió tomándola del brazo con delicadeza, luego la llevó a uno de los pasillos, en donde no había muchos estudiantes. —¡Santiago! —exclamó tocando el pecho con su mano, sorprendida. —¿Qué ocurre? —averiguó mordiendo sus labios intentando mostrarse serena. —No quise asustarte —se disculpó el joven, solo deseo darte algo. Santiago sacó de su mochila una bolsa de regalo y se