Pérdidas

Franco entró a la habitación hasta que Goran le avisó que las chicas se habían ido. Estuvo en la sala de recién nacidos, mirando a través del cristal el sinnúmero de razones por vivir que dormían o lloraban en sus cunas. Algo más fuerte que él lo llevó hasta allí, pero esa misma sensación mutó a una de desolación que se negaba a asumir.

Lo entendió cuando miró a Livia tiritar bajo la sábana impoluta y ella lo miró con los ojos anegados en lágrimas.

—Llévame al baño… —musitó y tuvo que hacer un enorme esfuerzo por reprimir en sí mismo el llanto que escuchó en ella al alzarla en brazos.

—Livia… —dijo sobre su cabello, incapaz de soltarla y dejarla sola sobre el váter. Quiso ayudarle con la compresa higiénica que le habían colocado, debido a la hemorragia, pero ella le clavó las uñas en la muñeca con fuerza cuando estaba de pie frente a él, negándose con desesperación.

—No lo logramos… —musitó sin apartar sus ojos de los suyos. Lucía convencida y aunque muy dentro de su ser sabía que t
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