Franco abrió los ojos al escuchar voces del otro lado de la puerta y se apresuró para alejarlos de allí. No quería que nadie la despertara, era suficiente con las enfermeras llegando cada hora a revisar sus signos y hacía casi dos que había terminado su bolsa de suero, por lo que creyó que al fin le permitirían descansar adecuadamente. Del otro lado de la puerta, Clara, Abril y Elías no se ponían de acuerdo entre quién entraría primero y eso lo hizo enfurecer. Tampoco quería a nadie cerca de Livia. El susto que le dio al desmayarse ya lo hacía sentir con la suficiente culpa y no los echaba de allí como deseaba para no empeorar las cosas, pero sí los haría callar, así que salió.—¿Qué quieren? Acaba de quedarse dormida —Se acomodó el cabello con los dedos, que por la forma en que Abril lo miró divertida, debía estar hecho un desastre.—El doctor me dijo que está bien. —Elías no se veía nada contento y eso le daba igual.—Pero no le dará el alta sino hasta mañana. Franco no admitiría
La camioneta aceleró por la zona del hospital donde hacían entregas de suministros y maquinaria mientras Franco iba sentado atrás, refunfuñando al mirar a Livia en el asiento del copiloto. Ella llevaba una sonrisa satisfecha al haber simulado que se quedaría junto a él antes de cruzar como una chiquilla adelante. Goran iba sonriendo como un niño, celebrándole su actuación, sin sospechar que el suizo se estaba planteando devolverlo a Eslovenia por insidioso.Los nervios lo atenazaron de nuevo al cruzar los portones del castillo, porque no estaba seguro de que pudiese soportar el rechazo de Livia si le proponía que le diera un momento para hablar, sentar las bases de lo que sería para ellos convivir bajo estas nuevas circunstancias. Goran le ayudó a bajar y él los siguió sin dudar. Esperaba que la acompañara hasta el salón, pero su mano derecha se despidió de ambos con un asentimiento cerca de la entrada y se desvió hacia la casa de la piscina que ocupaba, lejos de los demás. —Franco,
Livia tenía por costumbre permanecer con los ojos cerrados unos minutos mientras se despertaba del todo. Si no tenía prisa, disfrutaba escuchar lo que había a su alrededor. En ocasiones, se quedaba así hasta que el sueño la vencía de nuevo, pero en muchas otras, deseaba no volver a despertar. Justo como en ese momento. El dolor no le permitía moverse con la agilidad acostumbrada y el malestar en general le impedían sentirse cómoda consigo misma. Le lavaron el estómago y estuvo llorando por horas bajo el escrutinio de Franco y de Goran, quienes parecían demasiado ensimismados como para alejarse de ella y evitarle la incomodidad de ser observada en un momento tan vulnerable como aquel, aunque de cierta forma se sentía agradecida por no estar sola.La caricia sobre la mano canalizada quería obligarla a abrir los ojos, pero por la colonia que llegó a sus fosas nasales supo que no se trataba de Franco, así que se atrevió a mirar.—Les dije que no estaba durmiendo —dijo Abril con una risit
Franco entró a la habitación hasta que Goran le avisó que las chicas se habían ido. Estuvo en la sala de recién nacidos, mirando a través del cristal el sinnúmero de razones por vivir que dormían o lloraban en sus cunas. Algo más fuerte que él lo llevó hasta allí, pero esa misma sensación mutó a una de desolación que se negaba a asumir. Lo entendió cuando miró a Livia tiritar bajo la sábana impoluta y ella lo miró con los ojos anegados en lágrimas. —Llévame al baño… —musitó y tuvo que hacer un enorme esfuerzo por reprimir en sí mismo el llanto que escuchó en ella al alzarla en brazos.—Livia… —dijo sobre su cabello, incapaz de soltarla y dejarla sola sobre el váter. Quiso ayudarle con la compresa higiénica que le habían colocado, debido a la hemorragia, pero ella le clavó las uñas en la muñeca con fuerza cuando estaba de pie frente a él, negándose con desesperación.—No lo logramos… —musitó sin apartar sus ojos de los suyos. Lucía convencida y aunque muy dentro de su ser sabía que t
Afuera, el sol brillaba en todo su esplendor y el cielo lucía despejado, un día perfecto que no estaba en sintonía con ella, con el luto que llevaba por su pérdida. La gente iba y venía por el estacionamiento del hospital y más lejos, los automóviles continuaban moviéndose de un extremo al otro de la ciudad. La vida seguía y el tiempo no se había detenido por ella o por lo que sentía. Acarició su vientre plano y volvió a mirar a través del cristal con el deseo irrefrenable de que todo lo malo que le había ocurrido en la vida se borrara con el calor del día en cuanto saliera de allí. Abril se acercó a su espalda y la abrazó con ternura. —¿Estás lista? Livia asintió, mirando de soslayo la cama vacía que la acompañó en las últimas horas en las que creyó no ser capaz de sobrevivir.—¿Viste a la mamá de Clara?—Sí y le di lo que le enviaste. Ay, Livy, me dijo que la sacaste de un aprieto. —Se apoyó en la pared frente a ella. —¿Por qué? Franco me mostró las fotos de la nueva casa de Cl
Tal como lo habían planeado, el empresario y la modelo monopolizaron las cámaras y micrófonos de la entrada y Livia pasó casi desapercibida bajo el brazo de Darío y la gorra que le cubría el cabello azul. No fue hasta que se acomodó en el asiento delantero de la descomunal camioneta, en la que tuvo que aceptar la ayuda del colombiano para subir, que alguien gritó su apellido. Sin embargo, gracias a la velocidad y la pericia al volante de su acompañante se libraron con facilidad de los destellos de la cámara que los detectó. —Franco me va a hacer daño—dijo divertido al sostenerla de la mano después de buscar algo en la radio.—No digas tonterías. No pasó nada. —Livia se estaba cansando de sus insinuaciones. —Pero es que yo sí quiero que pase. Su mano se acercó a su mejilla, pero ella se la golpeó con fuerza para apartarla.—Basta, Darío. Te pago bien por tu trabajo.—Pero el favor te lo hago gratis. Eso es fácil de solventar —dijo entre risas.—El único favor que necesito de tu par
Franco se negó a asistir a la fiesta que él mismo le propuso el departamento creativo y se encerró en su oficina cuando recién caía la noche. Debía terminar con todos los pendientes que habían quedado en suspenso por quedarse en el hospital. Patricia había sido su tabla de salvación al ir y venir del hospital a la empresa varias veces al día con documentos por firmar, pero ya le había enviado el sitio web de lo que quería como compensación: Un set de maquillaje que más parecía una maleta enorme de viaje con un precio absurdo que decidió ni siquiera mirar demasiado, así que le entregó su tarjeta negra y se olvidó de ello.Su teléfono vibró sobre el escritorio y cuando activó la videollamada se quedó boquiabierto. Había ido un par de veces a esa cabaña con algunos amigos, pero jamás creyó que con el lago de fondo, una mujer se podía ver tan perfecta y Livia se veía justo así. —Hola, Franco.—Hola, amor. —No le molestaba que no usara títulos cariñosos con él, su nombre sonaba perfecto
Resignado, Franco acomodó el aparato sobre el escritorio, alineándolo junto a unos documentos. Miró a la rubia que tomó asiento frente a él y dejó la botella sobre el mismo antes de acercarse y fruncir el ceño, como cuando tenía algo importante que decir.—No quiero que contrates a Abril.—Lo siento, pero es una decisión tomada. —Algo hizo Elías y no quería limpiar su desastre, ya no.—Puede ser un peligro para ti. Mira, Franco, no me importa que le estés haciendo un favor por la fotógrafa, pero...—Livia. —La corrigió ya sin deseos de escucharla.—Escúchame. Por favor... Patricia entró con los documentos y lo miró como solo ellos sabían comunicarse. Él negó imperceptiblemente, pero la vio reprochándole con la mirada el que se quedara a solas con la modelo y desperdiciara la salida que le ofrecía, pero no podía negar que Bárbara había despertado su curiosidad. —Estoy escuchando —dijo él alzando ambas manos para que continuara. —¿Conoces a Alejandro Castro? —Franco se tensó, ese er