¿Qué sucederá? No olviden dejar sus comentarios.
“Se me hace bastante extraño que Ricardo Benítez, quién siempre me ignoró, ahora muestre un repentino interés en mí. Vino a casa y le pidió permiso a mi mamá para llevarme al cine, y aunque sé qué para muchas personas ese gesto demuestre que es un caballero, a mí me causó gracia, tengo ya treinta y cuatro años, no necesito pedirle permiso a nadie, sin embargo, en esa cita me sentí rara, no sé si fue mi imaginación, o mis inseguridades, pero percibí que a Ricky le daba vergüenza que lo vieran conmigo” “A pesar de que aquella primera cita no fue lo que esperaba, él ha seguido insistiendo, mi madre asegura que es un buen partido, pero a mí no me agrada, hay algo en él, que me incomoda. Abuela, ahora es cuándo más te necesito, sé que estarías de acuerdo conmigo, Ricky es siniestro” “Ricardo me besó y como era lógico no sentí el revoloteo de las mariposas, quizás estoy muy vieja para percibir eso, pero no hubo fuego, ni chispas, ni nada. La verdad no me sentí a gusto, más cuando se portó
Oaxaca - México. Al día siguiente. Lolita intentaba concentrarse en su trabajo, y pasaba la mayor parte del tiempo ocupada entre la agencia de viajes, y los pedidos que tenían Pau y Sam. Como todos los días mostró una amplia sonrisa al entrar al edificio en donde funcionaba las oficinas de la agencia, en sus manos sostenía un helecho, con el cual iba a adornar el lugar. Luego de colocar la planta en el sitio que había adecuado, encendió el computador y se puso a revisar los pendientes, y a confirmar las reservaciones en los hoteles, y así mismo coordinó con la asistente de Óscar el retiro desde el aeropuerto de los turistas interesados en visitar el palenque. Una hora después miró a un joven golpear el vidrio de la puerta principal, aquel muchacho sostenía en sus manos un hermoso arreglo de flores. Lolita frunció los labios, y creyó que aquel chico se había equivocado. —Hola —saludó ella con una sonrisa. —Buenos días —contestó el joven—, tengo un pedido para la señora María Dol
New York - Usa. Alma dejó a Alexa en la escuela, y justo cuando se disponía a subir a su auto, alguien la tomó de la mano, de inmediato el escolta que la acompañaba por seguridad se puso alerta. La chica giró para mirar a la persona que la tocó, frunció el ceño, rodó los ojos, y bufó. —¿Qué quieres? —cuestionó a Oliver, luego miró a su custodio—, todo en orden. —Necesitamos hablar —dijo él, la miró a los ojos. Alma negó con la cabeza. —Yo no charlo con cobardes —gruñó agitada—, pero tranquilo, que no tienes la culpa de nada, la única tonta fui yo, que sabiendo la clase de alimaña que eres me fui a enredar contigo —vociferó sintiendo como sus palabras ardían en el pecho. Oliver inclinó la cabeza, la garganta se le secó al escucharla. —Mentí para no causarte problemas, Alex no me considera digno de ti —se defendió con la voz trémula. Alma presionó los dientes, apretó los puños, conteniéndose las ganas de golpearlo. —No te preocupes, ya todo está olvidado. —Giró para no verlo,
Alex con profundo pesar le comentó a Alba sobre la enfermedad de Jacqueline y su petición. Enseguida la madre del joven se puso de pie. —No puedes hacer eso —refutó—, comprendo que esté enferma, y me solidarizo con su dolor, es más creo que merece tener una muerte digna, estar acompañada, sentirse querida, pero que te pida ser tu esposa, me suena a chantaje —resopló, y lo miró a los ojos. —¿O piensas hacerlo? —cuestionó. Alejandro parpadeó al escuchar a su mamá. Inhaló profundo, y negó con la cabeza. —La verdad… Siento lástima por ella —comentó, y la garganta se le secó—, pero si hago eso, perdería a María Dolores, y yo a quién amo es a ella —afirmó—; sin embargo, Jacqueline es la madre de mi hija, quiero que sea feliz. Alba se puso de pie se aproximó a su hijo, y lo cobijó entre sus brazos. —Cariño, entiendo como te sientes —indicó Alba—, sé que desearías hacer mucho por Jacqueline, pero no a costa de tu felicidad y de las de otras personas. —Frunció el ceño y se quedó pensa
—Hola —saludó. —¿Cómo están las cosas por allá? Óscar resopló al otro lado de la línea, se aclaró la garganta y le comentó lo sucedido con Lolita. —Nosotros estamos al pendiente de ella, no la vamos a dejar sola —informó. Alex palideció por completo al escuchar la noticia, y sintió como la adrenalina corrió por sus venas. Salió a la terraza por el temor que tenía de que hubiera micrófonos instalados en el interior de su apartamento, y así hablar con calma. —¡Mal nacido! —rugió. —¿No se cansa de hacerle daño a Sam, y ahora arremete en contra de mi mujer? —indagó bramando—. Franco Santillán se acaba de ganar a un enemigo, nadie toca a Lolita —advirtió y se estremeció al imaginarla defendiendo a su amiga—. Es tan valiente —susurró con la voz temblorosa. —No serás el único enemigo, porque si la policía no lo encuentra, yo mismo lo buscaré hasta por debajo de las piedras, y no tendré piedad —vociferó Óscar—. Samantha se siente muy apenada contigo, porque nos encargaste cuidarla, y
El corazón de ambos latía con fuerza brutal, más cuando sus labios se unieron en un desesperado beso. Cuando la falta de oxígeno los obligó a separarse, Alex pagó a los músicos, y subió con Lolita al apartamento, tenían tanto de que hablar. Cuando ingresaron lo primero que Alejandro hizo fue posar sus dedos en las marcas que el infeliz de Franco dejó en el cuello de Lolita. Sus músculos se tensaron de imaginarla a merced de ese asesino y él lejos sin poder defenderla. —¿Cómo estás? —indagó acariciando aquella zona con suavidad. Lolita lo miró a los ojos. —Me dolió más tu desprecio, que las marcas de aquel asesino —declaró con sinceridad, percibiendo como su piel se estremecía ante el tacto de él. Alejandro deglutió la saliva con dificultad, colocó su mano en el rostro de María Dolores, y la contempló. —Parece que no me conoces bien —enfatizó, se aclaró la voz y se separó de ella—, pienso que contigo siempre he sido sincero, y te he demostrado hasta el cansancio lo mucho q
New York- Usa. Alma llegó con un ligero nerviosismo a las empresas del consorcio, su padre le había pedido dejar unos papeles importantes a Oliver, y aunque intentó negarse a hacerlo, no lo consiguió. Cuando salió del ascensor percibió las piernas temblorosas, inhaló profundo y se aproximó al escritorio de la asistente del abogado. —Hola —saludó aclarándose la voz. —¿Se encuentra… Oliver? —cuestionó. La chica elevó su mirada a la joven, le sonrió. —Buenos días, señorita…—Pausó por qué no lograba distinguirla de su hermana gemela.—Soy Alma —dijo la joven. —Perdón señorita, es que usted y su hermana son idénticas que no logro saber quién es una, quién la otra —recalcó—. El abogado se encuentra en su oficina, siga. —Señaló con su mano. Alma inhaló profundo, asintió y luego sosteniendo el sobre contra su pecho caminó hasta la oficina de él. Colocó su mano en la cerradura, y pensó en mejor dejar los documentos a la asistente, pero luego recordó que su padre le pidió que se lo entr
Huatulco - Oaxaca. Alex ayudó a María Dolores a bajar del yate, ella caminaba de la mano de él, sin saber hacia dónde la llevaba. Su corazón bombeaba con fuerza por la ceremonia; sin embargo, desconocía como se iba a llevar a cabo. Entonces los ojos de Lolita se abrieron de par en par, sus ojos se cristalizaron al ver el corazón en la arena formado por pétalos de rosas rojas. En el centro dos cojines adornados con tapetes tejidos a mano con símbolos zapotecas, antigua cultura que habitaba en Oaxaca. Encima del corazón un hermoso arco confeccionado en caña y adornado con flores blancas estaba listo para la ceremonia. —¿Cómo supiste? —cuestionó Lolita a Alex, puesto que ella había plasmado en su diario cómo le gustaría su boda frente al mar. —Dicen que las almas están conectadas —informó sonriente. Lolita elevó una ceja y no le creyó. —Me suena a falsedad, pero no importa, me encanta —aseguró. Alex sintió su corazón alegrarse al ver en los ojos de Lolita, la ilusión, entonces s