Los ojos de Emma brillaron al contemplar la ciudad de Cuenca desde el mirador de Turi. —Qué hermoso paisaje —dijo la niña—. Sácame una foto, mami —solicitó. De inmediato Lola empezó a fotografiar a su hija, de fondo las luces de la ciudad de Cuenca adornaban la panorámica. Alex les sacó varias fotos a madre e hija, y luego él se unió a aquellas postales, también los padres de él, aparecieron en algunas imágenes. —Este es el lugar favorito de María Paz y Joaquín —informó Santiago caminando por la adoquinada plazoleta, abrazado a su esposa. —Es un sitio muy romántico —contestó Alba sonriente—, imagino que jamás pensaste tener como cuñado al Duque de Manizales. —Ni en mis peores pesadillas. —Carcajeó Santiago. Ambos giraron y observaron cómo Alex compartía con Emma, la pequeña se veía tan feliz al lado de él. Luego de recorrer unos minutos y de disfrutar del mirador, se dirigieron al acogedor restaurante. «La mujer que no soñé by Eduardo Capetillo» se escuchaba en las bo
Samantha les había dicho que se colocaran ropa cómoda, que el paseo al palenque era un trayecto largo. María Dolores se preguntaba que era ese lugar, y Alex le explico que era el sitio en donde se fabricaba de forma artesanal el tradicional mezcal mexicano. Entonces Lolita se colocó unos pantalones de mezclilla azul marino, había dejado de ser talla dieciséis, para pasar a la doce, y cada que se miraba al espejo sonreía porque estaba recuperando su antigua figura, aunque jamás fue talla cero, y en su juventud era ocho, se sentía orgullosa de sus curvas. Se puso una camisa de la misma tela que los jeans en tono celeste, encima se cubrió con una chaqueta blanca, se calzó unos converse del mismo color de la leva, dejó su largo cabello suelto, y se colocó el sombrero de paja toquilla. Alejandro ingresó a la alcoba luego de finalizar una junta virtual, mojó sus labios al mirar el curvado cuerpo de su pareja. —Luces muy bien —dijo él, y le brindó un beso en el cuello. —Tú más —respo
María Dolores sacudió su cabeza, y sonrió al escucharlas, luego observó a Samantha. —¿Cómo se llama el apuesto joven que acompaña a nuestros chicos? —indagó. —Carlos Gabriel Duque —respondió Sam. —Ponle Charly —sugirió Lolita a Gaby, bebiendo un sorbo de su bebida. Gaby volvió a carcajear. —Esta noche estrenaré a Charly —declaró divertida y mordió su labio al ver con discreción a Gabo. —Y yo pondré en práctica el consejo de Samantha, veremos si es cierto que funciona. —Observó a Alex, y mojó sus labios. —Y yo les recomiendo usar protectores para oídos esta noche —dijo Samantha, observando con descaro a Óscar—, no se vayan a espantar si de pronto escuchan que se rompe algún mueble en una de las suites. —Carcajeó. **** Los tres chicos charlaban acerca de la próxima boda de Sam y Óscar, y aunque no tenían fecha, y eran esposos, habían decidido casarse por la iglesia, entonces Alex propuso una despedida de soltero, y Carlos Gabriel apoyó la moción. Sin embargo, cada que pod
Las manos de María Dolores cubrieron su rostro al instante que Alex le contaba todo lo que había dicho, después de beber los tragos de mezcal. —¡Qué vergüenza! —exclamó. —Contaste nuestras intimidades —reprochó negando con la cabeza. Lola frunció los labios, y luego sonrió. —Tus amigos son peores que nosotros. — Encogió sus hombros, y bajó de la cama para dirigirse a la ducha y alistarse para el evento de la noche. Después de eso se comunicó con Emma, la niña sonreía feliz al otro lado de la pantalla del computador, y le contaba a su madre los increíbles lugares que conocía junto a los padres de Alex. Instantes después cuando Alejandro ingresó a la ducha ella aprovechó para buscar a Samantha, sabía qué la suite de ella, quedaba junto a la suya. Tomó dos vestidos, salió y tocó a la puerta de la otra habitación. Sam apareció enfundada en un elegante y seductor vestido dorado. Sonrió al ver a María Dolores, sobria. —¿Todo bien? — indagó ladeando los labios. Las mejillas de Lola
Chicago, Illinois. Alexa miró con ternura como sus compañeros se despedían de sus padres con abrazos y besos, anhelaba en algún momento percibir aquella calidez; sin embargo, en su caso no era así, a su madre no le gustaba que la tocara, siempre la regañaba diciendo que la iba a ensuciar. La pequeña parpadeó, y se despidió agitando su manita de la niñera, muy pocas veces su mamá la iba a dejar en la escuela. Sus ojitos azules se cristalizaron al ver a sus compañeras de la mano de sus padres, ella tan solo tenía una madre ausente y carecía de papá, aunque sabía que lo tenía, desconocía de su existencia. «Diosito, haz que algún día conozca a mi padre» rogó en su mente, y se limpió las pequeñas lágrimas que rodaron por su blanca y tierna piel. Entre tanto la madre de la pequeña en su oficina hablaba con el investigador. —Así que la tipa esa es casada —gruñó apretando sus puños. —Sí, señora —respondió el hombre, y le colocó sobre el escritorio un folder—, esos son los datos del suj
Días después. María Dolores y Alex llegaron hasta el edificio en el cual funcionaba el grupo hotelero Vidal Espinoza y Asociados, en la sala de juntas los esperaban Oliver y el arquitecto Jacob Carter, quién iba a reemplazar a Andrew. El arquitecto era un hombre maduro, atractivo, alto, algunos cabellos canos adornaban su cabeza, poseía una mirada profunda color aceituna. Cuando observó ingresar a María Dolores, sus labios se abrieron en una gran O, ella entró sola pues Alex había tenido que quedarse a firmar unos documentos. —Buenos días —saludó Lolita enfundada en una elegante falda de lino en tono uva, y una blusa de seda lila, calzaba stilettos negros, y su cabello lo había dejado suelto. De inmediato ambos caballeros se pusieron de pie y la saludaron. —María Dolores, es el arquitecto Carter, nos va a colaborar desde ahora en adelante con los nuevos proyectos —indicó Oliver y los presentó. Lola esbozó una cálida sonrisa, y de inmediato extendió su mano. Jacob tomó la
Alex parpadeó, y la voz no le salió de los labios, observó aquel delicado rostro, esos enormes ojos azules mirándolo con expectación, buscando una respuesta que él no se la podía dar, debía comprobar que en verdad aquella niña era su hija, aunque su rostro era muy parecido al de su abuela: Alba. Entonces observó a Jacqueline y la sangre reverberó en sus venas, la ira lo abordó, en un par de zancadas se aproximó a ella, la tomó de los hombros, y la zarandeó. —¡Estás mintiendo! —exclamó. —¿Por qué hasta ahora? ¿Qué pretendes? —bramó agitado, con las pupilas dilatadas. Alexa inclinó su rostro, y estalló en llanto, abrazó a su osito, atemorizada. María Dolores negó con la cabeza, y de inmediato se aproximó a la pequeña, la abrazó. —No temas, tranquila —le dijo y la colocó detrás de ella—. Alex, cálmate, estás asustando a la niña —habló en voz alta. Alejandro soltó a Jacqueline con rudeza, se llevó las manos al cabello y tiró de él, volvió a mirar a la niña, y se reprendió por su mal
La puerta de la suite del hotel retumbó en los oídos de la pequeña Alexandra, la niña se estremeció por completo, sabía que su madre estaba muy molesta, en el auto que las trajo de regreso no había pronunciado una sola palabra. Entonces presionó fuerte sus párpados, y varias lágrimas corrieron por sus mejillas al instante que los dedos de Jacqueline hicieron presión en su brazo. —¡Me duele! —sollozó. —¡Eres una inútil! —recriminó—, habíamos ensayado tanto lo que tenías que hacer —bramó la mujer mirando a la pequeña con profundo enojo—, y te quedaste paralizada, como boba. —Me dio miedo ese señor —contestó balbuceando. —Es tu papá, repite eso en tu cabezota: Alex Vidal es mi padre —enfatizó punzando sus dedos en la frente de la chiquilla—. Ve a la habitación y no salgas, estás castigada, te quedas sin cenar —enfatizó y la soltó. Alexandra con el rostro empapado de lágrimas corrió a la alcoba y se sentó en el suelo, abrazó sus piernas, y empezó a sollozar, entonces recordó el dulc