Violetta suele guardar un poquito de todo en su armario, así que es fácil conseguir una vestimenta apropiada para la dichosa reunión de negocios que espera por su padre.Está preparada para situaciones como esta.Se coloca un conjunto de chaqueta y falda de cintura alta de color aceituna, con blusa y tacones blancos.—¿Estás bien? —le pregunta Anita cuando se encuentran en el vestíbulo.—Es Marcus quién me preocupa. —Suspira, echándole un vistazo a las escaleras que acaba de bajar—. Déjalo dormir, pero debe comer, relajarse y estar vigilado, muy vigilado.—Podría llamar a un doctor.—Me gustaría. Inténtalo sin molestarlo, si es que puedes.—Bueno, eso sí estaría bien complicado.Violetta está de acuerdo.—Otra cosa; si te pregunta, me fui a la universidad. ¿Entendido?Anita frunce el ceño.—Okey, pero... ¿Es buena idea mentirle?—Por ahora, es la idea más conveniente. Será mejor si piensa que he cancelado el día en su agenda.—¿Por qué?—Porque necesita descansar —admite Violetta con
Dante usa un traje negro y corbata roja. Tiene un lujoso reloj en la muñeca izquierda y una mirada intensa que le pone las rodillas de gelatina.Se ve demasiado guapo, es un crimen. Le encanta la manera despreocupada en que se encuentra sentado en su silla, como si fuese el rey. Aunque sus ojos están fijos en ella y no demuestran mucha alegría de verla aquí. Todo lo contrario, parece enfadado.—¿Qué es esto? ¿Dónde demonios está Marcus? —exige saber uno de los socios sentado en el lado derecho, logrando que Violetta lo mire de muy mala forma.—Mi padre se encuentra indispuesto y por esa razón he venido personalmente a ocuparme de sus asuntos.—Mire, lo lamento, pero ninguno de nosotros pidió reunirse con su niña —comenta el mismo hombre—. Exigimos tratar esto con el señor Vitale, personalmente.Violetta tensa la mandíbula y endereza la espalda. Debe ser tolerante, aunque le cause cólicos tratar con estos hombres misóginos.—Si vamos a tratarnos de esa manera, entonces presten atención
▃▃▃▃▃▃▃▃▃ ❝El cielo y el infierno bailarán en la cama❞ ▃▃▃▃▃▃▃▃▃ —Dale, santa Vi. A ti te hace falta un buen revolcón, de esos que te despeinan y te dejan con las piernas temblando. ¿Si me entiendes, nena? —¿Vas a seguir, Abigail? —Deja de llamarme así. —Deja de decir que necesito sexo. —¡Es la tercera vez en esta semana que me rechazas una invitación! Debes tener telarañas entre las piernas. Puaj. —Lo siento, Deborah, pero ya te dije que no tengo ganas de andar por allí haciendo no sé qué. —Te lo mereces, amiga. Tanto como yo. Hemos andado tan locas las dos, partiéndonos el cráneo en este semestre de la universidad que es justo que salgamos un rato a bailar, beber unas cervezas... —En la pantalla de un celular, una chica piel oscura sonríe de oreja a oreja con lascivia—. Comernos a un hombre ardiente y dominante. Aquella chica en la pantalla hace la onomatopeya de un latigazo: "¡shuwisp!". —Oh, ya cállate, Deborah. La mencionada, Deborah, estalla en carcajadas cuando las
▃▃▃▃▃▃▃ trece años atrás▃▃▃▃▃▃▃ La mirada turbulenta de aquel hombre encorvado, pálido y solemne, observan el cuerpecito agazapado de su primogénita delante de una lápida fría y tan gris como el cielo encapotado que los cubre. La tristeza rodea a aquella criatura escuálida e inocente, de huesos temblorosos y corazón fragmentado. El mundo entero se pinta de melancolía con escuetas pinceladas de lágrimas gruesas y sangre espesa.Su primogénita, aquella chiquilla que alguna vez le compartió sonrisas sin dientes, está tan rota como el antiguo portarretatro de su esposa. El terremoto de los sentimientos desmorona esa frágil determinación, no es la baja temperatura, sino el dolor.Al hombre le cuesta entender por qué las nubes suelen congregarse y marchar al son de la agonía siempre que la tierra cubre una caja de madera. ¿Son los ángeles llorando?El retumbar de un trueno perpetra a través de la pérdida.Los presentes se retiran justo después de la última flor, la flor de la niña que se
—Muy bonita tu hija, por cierto.Marcus voltea lentamente a la izquierda, encontrándose con la sonrisa perezosa de Giancarlo.—Deberías inscribirla en un concurso de belleza pronto —opina el italiano—. Es lo mejor, sino lo único, que sabe hacer una mujer.Le toma mucho esfuerzo a Marcus no regurgitar el disgusto que siente por dentro.La camioneta todoterreno en movimiento los transporta atravesando los senderos pedregosos de una villa en las afueras de la ciudad de Verona. La propiedad rodeada de más de trescientas mil hectáreas de viñedos podría pertenecer tanto a Giancarlo como al joven Russo, a según la información ambivalente, considerando que Dante había quedado huérfano tres meses después de nacer y gran parte de su herencia está entrelezada con la fortuna de Giancarlo. A Marcus tampoco le interesa averiguar cuál de los dos hombres va a autorizar la entrada, mientras el asunto se acabe lo más pronto posible. Todo lo que desea es volver a casa con su hija y ahogar las penas. No o
«Ojalá sea la última vez que deba verte» «Ojalá nunca te vuelva a ver» Esas son las sentencias que tanto ella como Dante Russo compartieron ese día. Violetta puede apostar, que por el semblante estoico de Dante, él también hubiera preferido no volverla a encontrar ni en un millón de años. Aunque hayan estado en la presencia del otro muy poco tiempo, había quedado claro que su hostilidad era absolutamente recíproca. Lo mejor para los dos sería andar por caminos separados. La vida tiene que ser una perra la mayoría de las veces, ¿no es así? Lo que más le enoja a la chica es que el socio de su padre la ha dejado boquiabierta con su atractivo inigualable al primer instante, algo que ningún hombre ha podido lograr jamás... hasta ahora. Violetta es esclava del impulsivo deseo de huir a su dormitorio y enterrarse en la almohada con un gemido de vergüenza, un refugio donde esté a salvo de la mirada crítica de Dante. ¿Por qué no pudo reconocerlo desde el principio? ¡Se hubiera ahorrado se
Ella va a estar a solas con Dante.No debe ni quiere, pero escoge un corto vestido blanco con mangas de tul y falda suelta, que deja sus hombros al descubierto y acentúa su escote, porque tiene derecho a verse bonita simplemente por capricho. No porque tiene la esperanza de impresionar a Dante.Qué va. Nada de eso.Ella no es Deborah. Ella es una señorita educada que se preocupa por un invitado.Es todo.El atuendo que escoge sigue siendo una elección bastante atrevida para una simple cena con el amigo de su padre y, por supuesto, su padre; sin embargo, está más que satisfecha con el resultado al darle el visto bueno en el espejo de cuerpo entero. La tela se ajusta a su cintura y luego se abre en ondas, dándole volumen a sus caderas.Se calza unas zapatillas bajas blancas por el bien de sus talones adoloridos, después de todo, usar tacones en la universidad es un lujo y una tortura por igual. Se deshace de la coleta y su cabello se derrama libre, imperioso, por su espalda. Con dedos te
Es una dulce tortura.Las miradas furtivas, cada vez menos accidentales, van y vienen entre los dos. Violetta se sienta delante de Dante, usando su vestido blanco pureza y sus modales innatos.Su corazón late a cien por segundo.Es un milagro que no se le resbale el tenedor.¿Hace cuánto sintió algo tan fuerte por un hombre?La cena transcurre en un zumbido de sonidos, miradas y olores. Su padre mantiene un tono de voz discreto mientras habla de negocios con su invitado. Dante asiente, ofrece respuestas tajantes, bebe vino de su copa y la mira. El ciclo se reanuda.Pero siempre está clavando sus ojos en ella al final.Violetta intenta distraerse con los canelones, saborear el jamón, probar la textura del puré de patatas. Lo que sea para ignorarlos.No funciona.Su atención gravita hacia Dante cada cinco segundos, coincidiendo con su mirada grisácea al otro lado de la mesa, alimentando un cosquilleo en lo profundo de su estómago.—¿La heredera Vitale no tiene intenciones de unirse al im