—Mira nada más.—¿Qué tenemos aquí?—Mm, parece que una muñequita perdió el camino a casa.—¿Necesitas que alguien te ayude a encontrarlo?—Tranquila, muñequita, podemos ayudarte.Violetta hurga en su bolso, mirando a los dos borrachos que se tambalean en su dirección.—No se acerquen —sisea ella con los dientes apretados, y la mano apretada dentro del bolso.Ellos se burlan de su advertencia.—¿Y qué nos hará una muñequita como tú? ¿Golpearnos con sus tacones?Sin dudarlo, ni pensarlo, Violetta empuña un spray pimienta y dispara contra el primero que se acerca. El hombre salta hacia atrás con un grito de dolor y sorpresa, cubriéndose los ojos.—¡MALDITA PERRA!El hombre herido se tropieza con su compañero, obligando a este a retroceder.—¿Así quieres jugar? —dice el compañero furioso, preparándose para emboscarla—. Te voy a enseñar modales.—Dale, inténtalo —lo reta ella—. Te quiero ver.Por un segundo victorioso, Violetta piensa que el hombre es intimidado por su amenaza; sin embarg
Violetta cumple su advertencia, con la cabeza en alto. No lo vuelve a buscar, ni a meterse en lo que no le incumbe. Aunque Dante continúa apareciéndose en su casa y reuniéndose con Marcus, Violetta pasa de largo su presencia como si esta hubiera dejado de existir para ella en el momento que la rechazó.Si está en el estudio de su padre, no voltea a verlo, simplemente lo saluda como si estuviera hablándole a la pared.—Cariño, ¿te quedas a cenar conmigo y con Dante? —pregunta Marcus una vez.Esa es la única vez que hace contacto visual con Dante, y se da cuenta de que él no deja de mirarla fijamente.—Me quedaré a dormir en el apartamento de Deb. Mañana será un día largo en la universidad. Disfruten ustedes la comida de Ana. Vi que estaba preparando risotto.—¿En serio no puedes quedarte, Violetta?—Estoy ocupada. Adiós.Siempre se va antes de que pueda cambiar de opinión, sea por la mirada o por la voz de Dante. Apuesta por lo seguro, que es evitar e ignorar el objeto de su deseo.Sie
Violetta suele guardar un poquito de todo en su armario, así que es fácil conseguir una vestimenta apropiada para la dichosa reunión de negocios que espera por su padre.Está preparada para situaciones como esta.Se coloca un conjunto de chaqueta y falda de cintura alta de color aceituna, con blusa y tacones blancos.—¿Estás bien? —le pregunta Anita cuando se encuentran en el vestíbulo.—Es Marcus quién me preocupa. —Suspira, echándole un vistazo a las escaleras que acaba de bajar—. Déjalo dormir, pero debe comer, relajarse y estar vigilado, muy vigilado.—Podría llamar a un doctor.—Me gustaría. Inténtalo sin molestarlo, si es que puedes.—Bueno, eso sí estaría bien complicado.Violetta está de acuerdo.—Otra cosa; si te pregunta, me fui a la universidad. ¿Entendido?Anita frunce el ceño.—Okey, pero... ¿Es buena idea mentirle?—Por ahora, es la idea más conveniente. Será mejor si piensa que he cancelado el día en su agenda.—¿Por qué?—Porque necesita descansar —admite Violetta con
Dante usa un traje negro y corbata roja. Tiene un lujoso reloj en la muñeca izquierda y una mirada intensa que le pone las rodillas de gelatina.Se ve demasiado guapo, es un crimen. Le encanta la manera despreocupada en que se encuentra sentado en su silla, como si fuese el rey. Aunque sus ojos están fijos en ella y no demuestran mucha alegría de verla aquí. Todo lo contrario, parece enfadado.—¿Qué es esto? ¿Dónde demonios está Marcus? —exige saber uno de los socios sentado en el lado derecho, logrando que Violetta lo mire de muy mala forma.—Mi padre se encuentra indispuesto y por esa razón he venido personalmente a ocuparme de sus asuntos.—Mire, lo lamento, pero ninguno de nosotros pidió reunirse con su niña —comenta el mismo hombre—. Exigimos tratar esto con el señor Vitale, personalmente.Violetta tensa la mandíbula y endereza la espalda. Debe ser tolerante, aunque le cause cólicos tratar con estos hombres misóginos.—Si vamos a tratarnos de esa manera, entonces presten atención
▃▃▃▃▃▃▃▃▃ ❝El cielo y el infierno bailarán en la cama❞ ▃▃▃▃▃▃▃▃▃ —Dale, santa Vi. A ti te hace falta un buen revolcón, de esos que te despeinan y te dejan con las piernas temblando. ¿Si me entiendes, nena? —¿Vas a seguir, Abigail? —Deja de llamarme así. —Deja de decir que necesito sexo. —¡Es la tercera vez en esta semana que me rechazas una invitación! Debes tener telarañas entre las piernas. Puaj. —Lo siento, Deborah, pero ya te dije que no tengo ganas de andar por allí haciendo no sé qué. —Te lo mereces, amiga. Tanto como yo. Hemos andado tan locas las dos, partiéndonos el cráneo en este semestre de la universidad que es justo que salgamos un rato a bailar, beber unas cervezas... —En la pantalla de un celular, una chica piel oscura sonríe de oreja a oreja con lascivia—. Comernos a un hombre ardiente y dominante. Aquella chica en la pantalla hace la onomatopeya de un latigazo: "¡shuwisp!". —Oh, ya cállate, Deborah. La mencionada, Deborah, estalla en carcajadas cuando las
▃▃▃▃▃▃▃ trece años atrás▃▃▃▃▃▃▃ La mirada turbulenta de aquel hombre encorvado, pálido y solemne, observan el cuerpecito agazapado de su primogénita delante de una lápida fría y tan gris como el cielo encapotado que los cubre. La tristeza rodea a aquella criatura escuálida e inocente, de huesos temblorosos y corazón fragmentado. El mundo entero se pinta de melancolía con escuetas pinceladas de lágrimas gruesas y sangre espesa.Su primogénita, aquella chiquilla que alguna vez le compartió sonrisas sin dientes, está tan rota como el antiguo portarretatro de su esposa. El terremoto de los sentimientos desmorona esa frágil determinación, no es la baja temperatura, sino el dolor.Al hombre le cuesta entender por qué las nubes suelen congregarse y marchar al son de la agonía siempre que la tierra cubre una caja de madera. ¿Son los ángeles llorando?El retumbar de un trueno perpetra a través de la pérdida.Los presentes se retiran justo después de la última flor, la flor de la niña que se
—Muy bonita tu hija, por cierto.Marcus voltea lentamente a la izquierda, encontrándose con la sonrisa perezosa de Giancarlo.—Deberías inscribirla en un concurso de belleza pronto —opina el italiano—. Es lo mejor, sino lo único, que sabe hacer una mujer.Le toma mucho esfuerzo a Marcus no regurgitar el disgusto que siente por dentro.La camioneta todoterreno en movimiento los transporta atravesando los senderos pedregosos de una villa en las afueras de la ciudad de Verona. La propiedad rodeada de más de trescientas mil hectáreas de viñedos podría pertenecer tanto a Giancarlo como al joven Russo, a según la información ambivalente, considerando que Dante había quedado huérfano tres meses después de nacer y gran parte de su herencia está entrelezada con la fortuna de Giancarlo. A Marcus tampoco le interesa averiguar cuál de los dos hombres va a autorizar la entrada, mientras el asunto se acabe lo más pronto posible. Todo lo que desea es volver a casa con su hija y ahogar las penas. No o
«Ojalá sea la última vez que deba verte» «Ojalá nunca te vuelva a ver» Esas son las sentencias que tanto ella como Dante Russo compartieron ese día. Violetta puede apostar, que por el semblante estoico de Dante, él también hubiera preferido no volverla a encontrar ni en un millón de años. Aunque hayan estado en la presencia del otro muy poco tiempo, había quedado claro que su hostilidad era absolutamente recíproca. Lo mejor para los dos sería andar por caminos separados. La vida tiene que ser una perra la mayoría de las veces, ¿no es así? Lo que más le enoja a la chica es que el socio de su padre la ha dejado boquiabierta con su atractivo inigualable al primer instante, algo que ningún hombre ha podido lograr jamás... hasta ahora. Violetta es esclava del impulsivo deseo de huir a su dormitorio y enterrarse en la almohada con un gemido de vergüenza, un refugio donde esté a salvo de la mirada crítica de Dante. ¿Por qué no pudo reconocerlo desde el principio? ¡Se hubiera ahorrado se