Un puño impacta en la mejilla de su víctima actual y el agresor ruge más por la frustración reprimida que por el escozor en los nudillos maltratados.A Dante no le importa el dolor en su mano y prepara otro golpe fulminante cuando sus pensamientos regresan al ritmo de su furia.Pero hay un pensamiento que, en realidad, es una sentencia de muerte con la forma y el olor de una mujer.Dante sabe que se puede enamorar.Y él lo odia.Es un hombre inteligente, está donde está no por menos que eso. Nunca lo ha conocido antes, pero Dante es capaz de reconocer el presagio rugiente que se arremolina dentro de su cuerpo. Es una picazón incesante que intenta desesperadamente expulsar de su sistema propinándole una paliza a un traidor de sus filas. Un imbécil que se atrevió a burlarse del alcance de su poder en el peor, o en el mejor, momento.En su reino de fuego y pólvora, el amor es un arma de doble filo. Dante tiene esa regla grabada en la cabeza desde que aprendió a disparar un subfusil Thomps
El vestido blanco y la hinchazón en su boca todavía están presentes cuando Violetta es despertada a la mañana siguiente por la voz gentil de Anita.—Señorita Violetta, ¡mire nada más! Ni siquiera se cambió esa ropa —exclama Ana con mucha preocupación.El pulso de Violetta se dispara al recordar el beso, Dante yéndose, luego el sueño con él...Su cuerpo traicionero reacciona a los estímulos de su vívida imaginación.—Anita, de veras perdón. Me acosté en la cama un segundo y después no supe de mí. —Suelta un gemido de vergüenza—. ¡Dios mío! Te dejé todo el trabajo de la mesa. Debí ayudarte-—¡Niña! Qué cosas dices —Anita la reprende sin una pizca de reparo—. Aquí la que limpia y organiza soy yo. Para eso me pagan. Tú deberías pensar en tus clases o vas a llegar tarde a la universidad.De hecho, la hora se le está escapando de las manos. Es un buen recordatorio de lo que es verdaderamente primordial en su vida. Así que Violetta echa a un lado sus dilemas amorosos, se deshace del vestido,
—Me va a embarazar con esa mirada dura.Violetta muerde su lengua mientras Deb mira fijamente a Dante.No son celos.No está celosa.Aun así, Violetta considera si será o no será de muy mala educación abalanzarse sobre su mejor amiga y exigirle que deje de comerse a Dante con los ojos.—Cielos. ¡Cielos! Quiero que me haga un bebé —susurra Deborah sin ser muy discreta, a pesar de que el hombre no puede oírla cotorrear lascivamente sobre su cuerpo musculoso y su mirada fría.Es cierto que Dante no tiene audición sobrehumana y que es imposible que logre escucharlas desde el otro extremo de la calle, mientras espera junto a un impresionante Ferrari LaFerrari color negro mate. Sin embargo, Violetta es lo suficientemente inteligente para suponer que un hombre mayor tan atractivo como Dante está familiarizado con las reacciones hormonales que despierta en otras personas.Dante puede estar muy casual apoyado del Ferrari, usando lentes oscuros, atendiendo una llamada con audífonos inalámbricos,
La suerte no está girando a su favor, Violetta lo descubre dos días después, cuando vuelve a casa y encuentra a su padre conversando con Dante en el vestíbulo.—Marcus —saluda rígida y medio preocupada por las extrañas circunstancias.Es de esperarse que solo uno de los dos hombres voltee a verla, porque el otro se tensa y le da la espalda.—Cariño, qué alegría verte.Violetta tuerce los labios. —¿Tendremos visita para la cena otra vez? —Oh, no. Dante está de paso. —Su padre despide la idea con un resoplido y Violetta trata de no sentirse decepcionada, mucho menos triste por un hombre que no lo merece—. Yo tampoco tengo apetito. —Perfecto, iré a preparar algo para mí.—Violetta, hay personal para esas tareas —asevera Marcus como si estuviese programado para responder lo mismo a menudo. —Puedo atenderme solita. —Y con eso se mete en la cocina. De allí no sale en un buen rato. Conversa con Anita, se prepara unas botanas y ayuda a Anita a dejar la cocina impecable. Luego decide regre
Transcurren diez minutos y Violetta sabe que Deborah está tardando demasiado en regresar a la cabina. Su amiga fue a pedir otra botella y visitar los sanitarios. Deb controla mejor la bebida, así que es la menos borracha de las dos. Su tardanza inquieta a Violetta. || Deb, ¿en dónde andas?|| ||Contesta, ¡me estás asustando!|| Ninguno de los mensajes recibe respuesta. Quizás está coqueteando con un chico... Es posible... —Debería esperar un poco más —susurra esperanzada.Sin embargo, Violetta se tensa cuando ve al fanfarrón de antes hacer su camino de vuelta a ella. Sin pensarlo dos veces, sale de la cabina y baja los tres escalones que la dividen de la pista principal.La multitud se multiplica en cuanto Violetta se une a esta, pero no con el propósito de moler, sudar y bailar. Intenta deslizarse de alguna manera entre los cuerpos frenéticos. Usa su pequeño cuerpo para ser ligera e invisible, por mucho que duelan los codazos y empujones. En esta ocasión, la suerte le saca el dedo
Violetta despierta con una jaqueca intensa acosando cada uno de sus pensamientos, enredada en una bata de dormir y unas sábanas blancas que no son las suyas. El cuarto que vislumbra a su alrededor, con los ojos entrecerrados por la luz del sol, tampoco es su cuarto.—Mi cabeza... —se queja, llevándose una mano a la frente—. ¡Ay!El mínimo roce en su nariz dispara una ola de dolor más fuerte en su cara. Su cerebro adormilado registra una tira envolviendo su tabique nasal.Rueda sobre su espalda y reúne la fuerza para sentarse, observando la habitación a través de sus dedos. Es acogedora, es sencilla y repentinamente familiar. Al lado de la cama hay un vaso de agua y una pastilla. Violetta no lo piensa dos veces para beberse los analgésicos.Cuando sale de su habitación designada en el apartamento de Deb, encuentra a la susodicha tarareando en la cocina con un pijama azul y un cartón de leche en la mano.—¿Te caíste de la cama, Goofy? —exclama su amiga en cuanto la ve venir—. Muévete o m
En sus sueños inquietos, el imperturbable Dante reaparece delante de ella ofreciéndole su mano pintada de sombras, mientras el humo y la sangre se derraman detrás de él como un telón.«Nadie se mete con lo mío, incluyéndola a ella», la profunda voz masculina se desliza en los confines de su psique y se repite, se repite hasta que ella despierta con el pulso disparado, las mejillas encendidas y la entrepierna palpitante.El cuerpo nervioso de Violetta funciona en modo automático esa mañana. No recuerda muy bien cómo se prepara para la universidad, ni cómo mantiene cualquier conversación con Anita. Ella recuerda únicamente ojos de plata y dedos ásperos, atrayéndola a un abismo de oscuridad.Sin embargo, Violetta vuelve en sí misma en el preciso segundo que se acerca al estudio de su padre y oye el sonido de su voz. —Sí, sí... Lo sé, Giancarlo. Me enteré del... altercado la noche pasada en el muelle.Como un ratoncito, Violetta persigue el camino de migajas, inclinándose lo suficientemen
|| De veras lo siento, Violetta || || Háblame, por favor || || Sé que metí la pata hasta el fondo || || Haré lo que me pidas || —¿No vas a contestar tu teléfono, cariño? Va a reventar —cuestiona su padre inquisitivo, cuando cenan ternero asado esa noche solo los dos. Marcus en la cabecera y Violetta a su derecha. El comedor es cálido, pintado de color beige, decorado con candelabros de cristal y tulipanes blancos en jarrones dorados. Debería seguir siendo cálido, como lo había sido desde el primer día que Ivonne Vitale lo decoró a su preferencia, porque Marcus amaba complacerla en todo lo que deseara. Sin embargo, la mesa rectangular de seis lugares se siente vacía. Si se ocupan todas las sillas, no existe alguna diferencia. La ausencia de su madre es irreparable. El celular de Violetta, a un lado de su copa de vino blanco, vuelve a sonar; tres mensajes seguidos. No le gusta apagar el aparato, así que silencia el desesperado acoso de Deborah. —No es importante. Su padre asien