Capítulo35
Finalmente, todo esto terminó con un grito suave de Isabela. Ella yacía sobre el hombro de Matías como un pececillo varado en la playa al borde de la muerte, jadeando con los ojos cerrados. Su voz, llena de seducción, despertaba el deseo más profundo en el corazón de Matías.

Matías tomó la mano de Isabela y, con voz grave cargada de deseo, susurró:

—Isabela...

De repente, Isabela abrió los ojos y, como si hubiera reunido todas sus fuerzas, agarró con fuerza la entrepierna de Matías.

Matías soltó un grito de dolor:

—Si me dañas el pito, eso afectará tu felicidad por el resto de tu vida.

La presión de su mano aumentaba gradualmente.

—Suelta ya... —Las venas de la frente de Matías se hincharon—. Isabela...

—¡No me llames así! —Espetó Isabela con frialdad—. ¡Me das asco!

Matías la miró fijamente y de repente soltó una risa ahogada. Aguantando el dolor, rápidamente invirtió la situación. Con una sola mano, hizo girar a Isabela, presionando su rostro contra la pared y penetrándola por detrás
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