Trato con el diablo

Brianna

Con las yemas de los dedos rocé mis labios. El beso de despedida de Apolo fue feroz y urgente. Tenía sabor  a miedo e incertidumbre, como si supiese que algo iba muy mal, luego de hablar con Pietro a solas. Eso me había aterrado, pero no pude hacer otra cosa más que corresponderle y rogarle al cielo que la sensación de hundimiento fuera producto de mi imaginación y no una especie de presagio.

—Él está bien —susurré para mí misma después de dar mil vueltas en la cama—. No pasa nada. Todo está bien… Pero sé que no lo está.

La preocupación era tanta, que ni siquiera podía quedarme quieta en mi lugar. No era capaz de mantener en orden el mar de emociones que llevaba dentro.

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