Tras una hora en el baño, quejarse por mojarse las vendas y tener que despegarlas de unas heridas que aún no habían sanado, buscó desesperada algo con que taparse las vergonzosas marcas; pero no encontró nada. Terminó por tirarse al suelo sollozando envuelta en una toalla y maldiciendo el día que despertó a esa nueva vida.Un tímido golpe en la puerta la sacó del llanto.—¿Estás bien? —Sin importarle el estado en el que se encontraba, abrió. Frente a ella estaba Cristian, la observa preocupado. Aledis negó con la cabeza y se abrazó a él llorando—. Dime, cuéntame qué ocurre. Si ya me confiaste la historia más loca que escuche en mi vida, creo que no me sorprenderá nada de lo que ahora quieras decirme.Se apartó de él, sujetó la toalla para no volver a exhibir un cuerpo que no era el suyo y mostró las vendas.—Mis brazos, me duelen. —Sacó el labio inferior como una niña asustada haciendo pucheros.—Entiendo, tranquila. —su voz era sosegada, inspiraba calma—. No es que esté acostumbrado
—Ale, deja de llorar.—No puedo. —Escondió el rostro en el pecho de Cristian a la vez que él la apretaba contra su cuerpo.—Hemos visto tres películas donde se intercambiaban los cuerpos y en todas acabaste llorando, pero tenían final feliz.Aledis se recostó en el sofá, le dolía la cabeza y estaba exhausta.—¡En todas algún tipo de magia las cambiaba! Yo estuve muerta, no habrá final feliz para mí, ¿comprendes?—Eso no puedes saberlo, tal vez Remedios es una poderosa bruja y te hechizó para robarte tus voluminosas carnes. —Movió las manos frente a ella simulando formar un cuerpo femenino, mientras fingía apretarlo.—Cris, ¿eres consciente que estás toqueteando mi antiguo cuerpo de forma imaginaría?—Lo soy y no me juzgues por ello. —Sonrió, lascivo—. Soy hombre y estabas muy buena.—Estaba…—Creo que Reme es una bruja, solo le falta la verruga en la nariz.—Cris. —No podía dejarlo continuar con ese ataque.—¿Qué?—Ahora me estás llamando fea.—A ti no, a la bruja de Reme. —Se incorpo
Se dejó llevar por Cristian, en algún momento creyó perder el sentido. Su amigo le hablaba, pero se encontraba ausente, fuera de su cuerpo, como una intrusa en su propia vida. No pudo proporcionarle a su madre el apoyo que necesitaba, observó la ambulancia y los paramédicos ocuparse del cuerpo inerte de su padre. Los vecinos salían de sus casas intentando saber que ocurría. Fijó la vista por última vez en él, viendo como le tapaban el rostro y le informaban a su madre que ya no se podía hacer nada. Se marchó, era un hecho que no podía cambiar. Deseó que algún automóvil pasara en ese momento para lanzarse sobre él, y dejar libre su cuerpo para que lo ocupara su padre. Si funcionó con ella, la mujer que no merecía regresar del otro lado, la que destrozó a su familia con su egoísmo, ¿por qué debía dejar ir a un hombre que lo único que hizo en su vida fue trabajar para que a ella nunca le faltara nada? No lograba hablar, su vista estuvo perdida todo el trayecto de regreso a casa. Le parec
Brais se encontraba estático en mitad del cementerio. Le hubiese gustado acompañar a Aledis, pero parecía como si ella no quisiera su compañía. Insistió en regresar a casa con Lorena y Elián, incluso llegó a ponerse a la defensiva cuando se ofreció a acercarla. ¿Qué le ocurría a la mujer que amaba? Era como si no hubiera rastro de su persona, era un envase adornado al que le faltaba el contenido. No es que deseara que ella estuviera sufriendo por la perdida, pero él mejor que nadie sabía lo que se sentía con la ausencia de un padre. El desgarrador dolor que se sufría al saber que ya no volverías a compartir la vida junto a él. Cada persona vivía el luto de diferente forma, pero ¿era posible que alguien enmascarara sus sentimientos de aquel modo?«Debe estar protegiéndose a sí misma de lo que siente para no hundirse; no obstante, ese dolor acabará por explotar y será una bomba interna que no podrá detener».Cuando su madre se acercó a ella y le dijo que desde ese momento no solo perdió
—¿Qué te trae por aquí después de tanto tiempo? —preguntó, Cristian.«Esto es una señal para que me diera cuenta de que lo que hacía estaba mal, iba a traicionar a mi mejor amigo».—No puedo continuar así, ya no aguanto esta situación. Hermano, no podemos dejar ir nuestra amistad. —La mirada implorante de Brais hizo estragos en él.Asintió, en parte feliz por ver a su amigo dispuesto a una reconciliación, y por otro lado molesto por lo que acababa de interrumpir.—Estoy de acuerdo, la verdad es que a mí también me hiciste falta, mi amada Bestia.Sonrió y abrió los brazos para recibirlo.—¡Mi Bella! —Brais tiró de él dándole un fuerte abrazo. Cris le palmeó la espalda y clavó la mirada en Aledis.—Acércate —la llamó—. No querrás perderte el momento abrazo. Vamos a llorar como mujercitas y tú eres toda una mujer. —La observó acercarse a ellos, indecisa, y la agarró para unirla a sus cuerpos. Una vez que los tres parecían calmados, les pidió que tomaran asiento—. Acomodarse, creo que esta
Capítulo 46: Alcohol y amor no son buenas mezclas—Estoy bien, Lorena, deja de preocuparte.—¿Cómo no quieres que me preocupe? Si vas a tomar una vida que no es tuya, siquiera vívela. No te presentas a trabajar y a Elián le resulta sospechoso; dice que siempre fuiste una perra, pero que te ocupabas de sacar el negocio a flote. —No estoy para sermones, siempre estuve trabajando desde que tengo memoria. Ahora tengo casa, coche, negocio y hasta novio. Uno que no me hace demasiado caso y que ya me tiene algo cansada.—Tú no eras así, Reme, eras una persona humilde y buena. Ahora sí te comportas como una verdadera perra. Si sabes que ella lo ama, ¿por qué no dices la verdad? Déjalo ir.—¡Jamás! Esa mujer me hizo sentir menos que nada, intenté acercarme a ella, ser su amiga. Admiraba su belleza, su vida, todo lo que poseía y ahora es mío. ¿Acaso puedo ser más afortunada?—Antes tenías amigos, si sigues así te quedarás sola. No te reconozco.Remedios esbozó una sonrisa irónica que Lorena no
Aledis permaneció absorta, viendo pasar los segundos en el reloj, sin poder dormir en toda la noche. Cristian se encontraba recostado sobre su pecho, se quedó dormido mientras ella lo abrazaba y le acariciaba el cabello. No podía apartar de su mente lo ocurrido horas antes. «¡Me besó!».Lo peor era que correspondió a ese beso como si la vida se le escurriera de las manos si no lo hacía, pero más que por deseo, fue por venganza hacia Brais. No pudo detenerse, estaba herida y se dejó cargar a la habitación como dos amantes que no pudieran despegar las manos de sus cuerpos. Cristian era una persona muy importante, alguien que no merecía que lo quisieran a medias. Llegó a comprender que lo amaba, lo adoraba y era la luz de su vida, pero no lo hacía de la forma en que él deseaba. No podía decir que ese amor era el que se le dedicaría a un hermano, porque a ellos no se les arrancaba la camisa con desesperación. «¡Malditas hormonas! Acabaréis conmigo».No podía apartar de su recuerdo el dolo
Se encontraba frente a la casa que vio crecer. Rememoró algunos recuerdos felices, pero se vieron interrumpidos por la imagen de su padre cayendo a sus pies. Aun podía sentir el abrazo que le dio viéndose reflejada en sus ojos.Las persianas estaban cerradas, las plantas que con tanto cuidado regaba su madre, parecían marchitas. El miedo la arropó en sus frías garras y temió por lo que podía encontrar tras llamar a la puerta. Se armó de valor, abrió la verja y llamó al timbre. Pasaron varios minutos en lo que acabó con las uñas de sus manos, mas nadie abrió. Abatida, se dejó caer en la pared hasta que una voz la hizo dar un brinco.—¿Puedo ayudarla? —Se dio la vuelta con lentitud. Las manos le temblaban, las piernas parecían perder su consistencia y convertirse en una masa incapaz de sostener su cuerpo. El rostro de su madre se veía cansado y ojeroso. Al reconocerla esbozó una sonrisa triste—. Creí que no aceptarías mi invitación. —Caminó hacia ella y mostró las llaves, se acercó al p