Hola a todos los que estáis leyendo esta historia. Os agradezco mucho el apoyo y ver que cada día se unen nuevas lectoras. Me gustaría mucho saber vuestras opiniones, y si os gusta la novela, me ayudáis mucho siguiéndome. Estoy pensando hacer un maratón y subir varios capítulos. Si queréis que lo haga dejarme vuestros mensajitos para saber que lo estáis leyendo y consentiros un poquito en agradecimiento.
Brais se encontraba estático en mitad del cementerio. Le hubiese gustado acompañar a Aledis, pero parecía como si ella no quisiera su compañía. Insistió en regresar a casa con Lorena y Elián, incluso llegó a ponerse a la defensiva cuando se ofreció a acercarla. ¿Qué le ocurría a la mujer que amaba? Era como si no hubiera rastro de su persona, era un envase adornado al que le faltaba el contenido. No es que deseara que ella estuviera sufriendo por la perdida, pero él mejor que nadie sabía lo que se sentía con la ausencia de un padre. El desgarrador dolor que se sufría al saber que ya no volverías a compartir la vida junto a él. Cada persona vivía el luto de diferente forma, pero ¿era posible que alguien enmascarara sus sentimientos de aquel modo?«Debe estar protegiéndose a sí misma de lo que siente para no hundirse; no obstante, ese dolor acabará por explotar y será una bomba interna que no podrá detener».Cuando su madre se acercó a ella y le dijo que desde ese momento no solo perdió
—¿Qué te trae por aquí después de tanto tiempo? —preguntó, Cristian.«Esto es una señal para que me diera cuenta de que lo que hacía estaba mal, iba a traicionar a mi mejor amigo».—No puedo continuar así, ya no aguanto esta situación. Hermano, no podemos dejar ir nuestra amistad. —La mirada implorante de Brais hizo estragos en él.Asintió, en parte feliz por ver a su amigo dispuesto a una reconciliación, y por otro lado molesto por lo que acababa de interrumpir.—Estoy de acuerdo, la verdad es que a mí también me hiciste falta, mi amada Bestia.Sonrió y abrió los brazos para recibirlo.—¡Mi Bella! —Brais tiró de él dándole un fuerte abrazo. Cris le palmeó la espalda y clavó la mirada en Aledis.—Acércate —la llamó—. No querrás perderte el momento abrazo. Vamos a llorar como mujercitas y tú eres toda una mujer. —La observó acercarse a ellos, indecisa, y la agarró para unirla a sus cuerpos. Una vez que los tres parecían calmados, les pidió que tomaran asiento—. Acomodarse, creo que esta
Capítulo 46: Alcohol y amor no son buenas mezclas—Estoy bien, Lorena, deja de preocuparte.—¿Cómo no quieres que me preocupe? Si vas a tomar una vida que no es tuya, siquiera vívela. No te presentas a trabajar y a Elián le resulta sospechoso; dice que siempre fuiste una perra, pero que te ocupabas de sacar el negocio a flote. —No estoy para sermones, siempre estuve trabajando desde que tengo memoria. Ahora tengo casa, coche, negocio y hasta novio. Uno que no me hace demasiado caso y que ya me tiene algo cansada.—Tú no eras así, Reme, eras una persona humilde y buena. Ahora sí te comportas como una verdadera perra. Si sabes que ella lo ama, ¿por qué no dices la verdad? Déjalo ir.—¡Jamás! Esa mujer me hizo sentir menos que nada, intenté acercarme a ella, ser su amiga. Admiraba su belleza, su vida, todo lo que poseía y ahora es mío. ¿Acaso puedo ser más afortunada?—Antes tenías amigos, si sigues así te quedarás sola. No te reconozco.Remedios esbozó una sonrisa irónica que Lorena no
Aledis permaneció absorta, viendo pasar los segundos en el reloj, sin poder dormir en toda la noche. Cristian se encontraba recostado sobre su pecho, se quedó dormido mientras ella lo abrazaba y le acariciaba el cabello. No podía apartar de su mente lo ocurrido horas antes. «¡Me besó!».Lo peor era que correspondió a ese beso como si la vida se le escurriera de las manos si no lo hacía, pero más que por deseo, fue por venganza hacia Brais. No pudo detenerse, estaba herida y se dejó cargar a la habitación como dos amantes que no pudieran despegar las manos de sus cuerpos. Cristian era una persona muy importante, alguien que no merecía que lo quisieran a medias. Llegó a comprender que lo amaba, lo adoraba y era la luz de su vida, pero no lo hacía de la forma en que él deseaba. No podía decir que ese amor era el que se le dedicaría a un hermano, porque a ellos no se les arrancaba la camisa con desesperación. «¡Malditas hormonas! Acabaréis conmigo».No podía apartar de su recuerdo el dolo
Se encontraba frente a la casa que vio crecer. Rememoró algunos recuerdos felices, pero se vieron interrumpidos por la imagen de su padre cayendo a sus pies. Aun podía sentir el abrazo que le dio viéndose reflejada en sus ojos.Las persianas estaban cerradas, las plantas que con tanto cuidado regaba su madre, parecían marchitas. El miedo la arropó en sus frías garras y temió por lo que podía encontrar tras llamar a la puerta. Se armó de valor, abrió la verja y llamó al timbre. Pasaron varios minutos en lo que acabó con las uñas de sus manos, mas nadie abrió. Abatida, se dejó caer en la pared hasta que una voz la hizo dar un brinco.—¿Puedo ayudarla? —Se dio la vuelta con lentitud. Las manos le temblaban, las piernas parecían perder su consistencia y convertirse en una masa incapaz de sostener su cuerpo. El rostro de su madre se veía cansado y ojeroso. Al reconocerla esbozó una sonrisa triste—. Creí que no aceptarías mi invitación. —Caminó hacia ella y mostró las llaves, se acercó al p
Aledis abrió los ojos y por un momento se sintió asustada, frente a ella se encontraba Cristian con los brazos cruzados sobre el pecho, y miraba a su espalda con expresión recelosa. Siguió la dirección de su mirada y encontró a Brais tras ella, le sujetaba los hombros, y se encontraban tan cerca que si hacía algún movimiento sus labios se juntarían. Sin saber bien si estaba en trance juntó su frente con la de él y sintió su aliento cálido sobre el rostro. Antes de cometer una locura saltó del columpio y se interpuso entre los dos hombres.—¿Qué hacen aquí? —murmuró, parpadeando repetidas veces para intentar aclaras sus ideas.«¡¿Por qué no me peiné después de la ducha?! Al menos huelo bien, la vida me odia. Para colmo llevo puesto un pantalón de ositos y me están viendo con él. Tengo que hablar con mi madre y decirle que me deje de tratar como una niña».—Bonito pijama —Cris puso voz a sus pensamientos.—¡Joder! —gritó, de una forma poco femenina—. ¿Cómo supieron dónde estaba?Brais s
Como cada mañana uno de sus dos choferes pasó recogerla para llevarla al trabajo. Entre ellos decidieron turnarse para llevarla un día cada uno. Cuando era Cristian quien la llevaba, sabía que encontraría esperando a Brais con los brazos cruzados y malhumorado frente al aparcamiento. Ocurría lo mismo cuando era Brais. Aquellos dos príncipes comenzaban a incomodarla con tantas atenciones y sus defensas cada vez estaban más expuestas.—¿Te encuentras bien? Te veo seria esta mañana —preguntó, Brais, mientras conducía.—Sí, bueno, lo cierto es que no. Me siento muy incómoda por cómo se están comportando. —Metió ambas manos entre los muslos y las apretó entre ellos, nerviosa.—Ale, cariño —musitó con ese tono varonil y a la vez dulce—. Yo tampoco me siento muy cómodo. No sé hasta cuando podré soportar esta situación, cada vez que me sonríes me creo ilusiones. Si ya no sientes lo mismo por mí, dímelo. Es mejor saber la verdad, me haré a un lado y te dejaré ser feliz, no soporto verte tan tr
Sostuvo la carpeta entre sus manos y caminó hacia el escritorio para sostenerse. Las últimas palabras de aquella mujer palpitaban en sus oídos.«Espero que, al saber que estoy embarazada de su hijo, dejes de meterte entre nosotros. Nos vamos a casar».¿Cuándo ocurrió? ¿Cómo pudo deshacerse en atenciones con ella cuando llevaba una doble vida con esa mujer? Abrió el documento y lo observó con dedicación, un pequeño ser que apenas se distinguía se mostraba en la ecografía. Su propio nombre resaltaba en las pruebas y el resultado positivo de un embarazo. Se llevó la mano al vientre como si así pudiera sentir la vida que crecía en su antiguo cuerpo. «Un hijo de Brais».Levantó la vista y lo observó acercarse con lentitud. Parecía estar inmerso en una pesadilla. Quería correr hacia él, abrazarlo y rogarle que le dijera que todo era una terrible confusión. Decidida recorrió la distancia y se acercó, le sostuvo la mano y lo arrastró hacia su despacho. Cerró la puerta, y respiró varias veces