Aledis permaneció absorta, viendo pasar los segundos en el reloj, sin poder dormir en toda la noche. Cristian se encontraba recostado sobre su pecho, se quedó dormido mientras ella lo abrazaba y le acariciaba el cabello. No podía apartar de su mente lo ocurrido horas antes. «¡Me besó!».Lo peor era que correspondió a ese beso como si la vida se le escurriera de las manos si no lo hacía, pero más que por deseo, fue por venganza hacia Brais. No pudo detenerse, estaba herida y se dejó cargar a la habitación como dos amantes que no pudieran despegar las manos de sus cuerpos. Cristian era una persona muy importante, alguien que no merecía que lo quisieran a medias. Llegó a comprender que lo amaba, lo adoraba y era la luz de su vida, pero no lo hacía de la forma en que él deseaba. No podía decir que ese amor era el que se le dedicaría a un hermano, porque a ellos no se les arrancaba la camisa con desesperación. «¡Malditas hormonas! Acabaréis conmigo».No podía apartar de su recuerdo el dolo
Se encontraba frente a la casa que vio crecer. Rememoró algunos recuerdos felices, pero se vieron interrumpidos por la imagen de su padre cayendo a sus pies. Aun podía sentir el abrazo que le dio viéndose reflejada en sus ojos.Las persianas estaban cerradas, las plantas que con tanto cuidado regaba su madre, parecían marchitas. El miedo la arropó en sus frías garras y temió por lo que podía encontrar tras llamar a la puerta. Se armó de valor, abrió la verja y llamó al timbre. Pasaron varios minutos en lo que acabó con las uñas de sus manos, mas nadie abrió. Abatida, se dejó caer en la pared hasta que una voz la hizo dar un brinco.—¿Puedo ayudarla? —Se dio la vuelta con lentitud. Las manos le temblaban, las piernas parecían perder su consistencia y convertirse en una masa incapaz de sostener su cuerpo. El rostro de su madre se veía cansado y ojeroso. Al reconocerla esbozó una sonrisa triste—. Creí que no aceptarías mi invitación. —Caminó hacia ella y mostró las llaves, se acercó al p
Aledis abrió los ojos y por un momento se sintió asustada, frente a ella se encontraba Cristian con los brazos cruzados sobre el pecho, y miraba a su espalda con expresión recelosa. Siguió la dirección de su mirada y encontró a Brais tras ella, le sujetaba los hombros, y se encontraban tan cerca que si hacía algún movimiento sus labios se juntarían. Sin saber bien si estaba en trance juntó su frente con la de él y sintió su aliento cálido sobre el rostro. Antes de cometer una locura saltó del columpio y se interpuso entre los dos hombres.—¿Qué hacen aquí? —murmuró, parpadeando repetidas veces para intentar aclaras sus ideas.«¡¿Por qué no me peiné después de la ducha?! Al menos huelo bien, la vida me odia. Para colmo llevo puesto un pantalón de ositos y me están viendo con él. Tengo que hablar con mi madre y decirle que me deje de tratar como una niña».—Bonito pijama —Cris puso voz a sus pensamientos.—¡Joder! —gritó, de una forma poco femenina—. ¿Cómo supieron dónde estaba?Brais s
Como cada mañana uno de sus dos choferes pasó recogerla para llevarla al trabajo. Entre ellos decidieron turnarse para llevarla un día cada uno. Cuando era Cristian quien la llevaba, sabía que encontraría esperando a Brais con los brazos cruzados y malhumorado frente al aparcamiento. Ocurría lo mismo cuando era Brais. Aquellos dos príncipes comenzaban a incomodarla con tantas atenciones y sus defensas cada vez estaban más expuestas.—¿Te encuentras bien? Te veo seria esta mañana —preguntó, Brais, mientras conducía.—Sí, bueno, lo cierto es que no. Me siento muy incómoda por cómo se están comportando. —Metió ambas manos entre los muslos y las apretó entre ellos, nerviosa.—Ale, cariño —musitó con ese tono varonil y a la vez dulce—. Yo tampoco me siento muy cómodo. No sé hasta cuando podré soportar esta situación, cada vez que me sonríes me creo ilusiones. Si ya no sientes lo mismo por mí, dímelo. Es mejor saber la verdad, me haré a un lado y te dejaré ser feliz, no soporto verte tan tr
Sostuvo la carpeta entre sus manos y caminó hacia el escritorio para sostenerse. Las últimas palabras de aquella mujer palpitaban en sus oídos.«Espero que, al saber que estoy embarazada de su hijo, dejes de meterte entre nosotros. Nos vamos a casar».¿Cuándo ocurrió? ¿Cómo pudo deshacerse en atenciones con ella cuando llevaba una doble vida con esa mujer? Abrió el documento y lo observó con dedicación, un pequeño ser que apenas se distinguía se mostraba en la ecografía. Su propio nombre resaltaba en las pruebas y el resultado positivo de un embarazo. Se llevó la mano al vientre como si así pudiera sentir la vida que crecía en su antiguo cuerpo. «Un hijo de Brais».Levantó la vista y lo observó acercarse con lentitud. Parecía estar inmerso en una pesadilla. Quería correr hacia él, abrazarlo y rogarle que le dijera que todo era una terrible confusión. Decidida recorrió la distancia y se acercó, le sostuvo la mano y lo arrastró hacia su despacho. Cerró la puerta, y respiró varias veces
—¡Cómo le pesa el trasero a esta pelirroja!—Deja de quejarte, Cris, ¿la amarramos al techo del coche?—Hmm hi… de… —se quejó la usurpadora bajo la sabana vieja.—Mejor la metemos en el maletero. —Escucharon las risas de varios muchachos detrás de ellos y pudo ver a su amigo tensarse.—¡Qué guapa estás, sirenita! —Cristian se movió con rapidez dispuesto a enfrentarse a ellos, pero al hacerlo le golpeó la cabeza con la carrocería a la secuestrada.—¡Ah! —se escuchó el gemido sofocado bajo la mordaza.—Si la dejas idiota a golpes, de nada me va servirá el cuerpo.—Pero es que se están riendo de mí. —Abrió el maletero y le hizo una señal a su amigo para que soltara la carga en el interior.—Ya estás mayorcito para andar peleando con unos niños, corre que llegamos tarde. —Soltó a la perra, pero incluso amarrada intentaba resistirse.—¡Ale! Mírala, no se deja secuestrar la muy cerda. —Miró a su alrededor rezó porque nadie llamara a la policía, se acercó al maletero y le propinó un pellizco
El ritual llegó a su fin y, con el fracaso, el dolor de saber que había perdido, regresó. Cristian le ofreció mantener a Remedios cautiva para que no pudiese ir a su propia boda, pero eso solo serviría para retrasar lo que creía inevitable. En silencio y con la tristeza como compañera, los dos amigos regresaron al hogar de la pelirroja, que se despidió de ellos entre gritos y amenazas. En la acera, sentados frente a la puerta del edificio, esperaban Elián y Lorena. Al verlos aparecer supieron que el plan fracasó.—Ale… —Elián se levantó y caminó hacia ella.—No digas nada, solo suban al auto. —Lo sentimos, de verdad creíamos que funcionaría. —Lorena bajó el rostro y a su semblante se asomó la tristeza.—Perdóname por no haberte golpeado hasta la muerte —era la quinta vez que Cristian se disculpaba con ella por el mismo motivo.—¡¿Cómo?! —interrumpió, Elián.—¡Ya!, por favor, olvidemos lo sucedido. ¿Cómo les fue con las visitas de la perra?—Eso sí fue muy triste, ¿puedes creer
Se dejó llevar por ellos, entraron a la propiedad siguiendo a Cristian que conocía cada rincón. Varias hileras de sillas blancas, adornadas con flores cubrían el jardín. Entre ellas un pasillo con una alfombra a juego con el decorado, marcaba el camino que llegaba hasta un arco de boda. Bajo él, la pelirroja que más odiaba lucía un traje de novia poco convencional. Un exagerado escote dejaba a la vista una buena porción de los pechos, el traje terminaba en una falda corta que permitía la vista de las torneadas piernas. Bajo el mismo arco, pero alejado de ella, Brais parecía estar viviendo el peor momento de su vida. El corazón se le aceleró al verlo vestido con el elegante traje negro y deseó ser ella la del horrendo vestido blanco. Los invitados eran casi inexistentes, apenas unas diez personas permanecían sentadas en las sillas esperando por ver comenzar la ceremonia. El juez observaba a los novios y su reloj de manera constante, todo indicaba que se había retrasado. Los nervios se