¡Hola! Llegados a este punto quería agradecerles que hayáis llegado hasta aquí, todavía queda mucho por ocurrir, así que espero que estéis disfrutando de la lectura. Me encantaría saber vuestra opinión, si tenéis algún personaje preferido, alguno que odiéis. Sus comentarios serán muy bien recibidos. De nuevo muchas gracias por tomarse el tiempo de leer y nos leemos mañana con nuevo capítulo.
—¡Hombretón! —el grito de Elián recibió a su amigo que acababa de perder el color al verlo, y percatarse de la trampa en la que había caído.—Cris, ¿qué hace él aquí? —bajó el tono de voz para que solo él lo escuchara.—Una pequeña sorpresa, les dije que era tu cumpleaños para que vinieran.Brais se mostró frustrado; sin embargo, la suerte estaba echada.—Pero, ¿no se suponía que solo seriamos tú y yo?Intentó mostrarse imperturbable, con la misma seguridad de siempre, por más que estuviera nervioso.—Que tierno de tu parte que no quieras compartirme con nadie, Brais, pero sentía la necesidad de animarte y una noche con tus amigos era lo mejor.Brais miró a Eli y no le quedó otro remedio que aceptar su suerte.—Elián, que bueno volver a verte. —La alegría fingida de su amigo le hizo contener la risa.—Hola, soy Cris. —Ofreció la mano para estrecharla.—Bendito Dios, que pone dos hermosas creaciones de la naturaleza ante mis ojos. —Se apartó el cabello y sonrió con coquetería.—Cuando
—¡¿Dónde está?!—No lo sé. —Cristian miraba a su alrededor intentando localizar por donde se había marchado Aledis—. El auto sigue ahí.—¡Tengo que encontrarla! —gritó, desesperado.—Quizá deberías darle tiempo de digerirlo —aconsejó su amigo y sintió deseos de golpearlo.—Tú no te atrevas a volverme a decir qué hacer. La culpa de todo lo que pasó es tuya.—¿Yo fui el que mentí, el que creó una doble vida?Apretó los puños sintiendo su parte pacifista cada vez más alejada.—¡Ya sé que para eso me basté solo! Pero lo que pasó esta noche se pudo evitar. ¡La presentaste como tu novia! ¡¿Qué hiciste, animal?!—No es lo que piensas, hermano. La llamé para agendar una cita falsa, todo fue un paripé. Yo ideé el plan y ella confió en mí para llevarlo a cabo. Quería que la sacaras del engaño, esa mujer te ama, Brais.—No fue eso lo que dijo. —Lo que más temía ocurrió.Ver el desprecio en sus ojos al mirarlo fue peor que perderla para siempre.—Está dolida, ¿qué esperabas? ¿Qué saltara a tus br
Su cuerpo parecía estar pegado a las sábanas y sentía los párpados pesados. La luz se filtraba a través de ellos, era como si varias veces hubiera vivido aquel momento sin lograr recuperar la conciencia. Estaba casi segura de estar inmersa en una pesadilla horrible. El recuerdo de su empleada discutiendo con ella aparecía difuminado en la mente. «Mira que soñar con ese excremento de rata».Le dolía la espalda por la postura, era como si no hubiera cambiado de posición en siglos. Intentó ladear el cuerpo, pero algo se lo impidió. «¡Estoy invalida! Mi precioso cuerpo postrado en una cama». Al sentir el picotazo de un mosquito en una de las piernas, le hizo darse cuenta que tenía movilidad. Intentó por segunda vez abrir los ojos, pero el cansancio le provocaba desistir.La imagen de su agresor regresó para torturarla. Recordó sus facciones, la mirada cargada de lujuria, el desagradable tacto de la ardiente lengua tocando su piel desnuda. Una máquina junto a ella comenzó a omitir un sonid
—Cuénteme, ¿cómo se siente? —preguntó el psiquiatra—. ¿Sintió deseos de volver a atentar contra su vida?Lo observó, molesta. «Intenté dormir mil veces esperando que cuando despertara todo hubiese sido un sueño, pero sigo aquí. Prisionera en este horroroso cuerpo. Y me pregunta si quiero atentar contra mi vida. Por su puesto, loquero de tres al cuarto, quiero abrirme en canal y sacarme de este horror que llaman ser humano».—¿Yo? Jamás. Amo la vida, amo mi cuerpo, me amo, amo el sol, amo la lluvia, lo amo a usted, doctor. —Sonrió con toda la alegría que pudo fingir.—¿Por qué siento que me miente? —El psiquiatra le devolvió la sonrisa, y enredó un bolígrafo entre sus dedos.—Tal vez es porque deseo que me dé el alta médica y no me tenga aquí retenida hablando estupideces.De nuevo contorsionó los labios, exhibiendo una brillante y falsa sonrisa.—Bien, hostilidad —murmuró, en voz alta mientras apuntaba en el cuaderno.Estaba por explotar y ponerse a lanzar todo el mobiliario por la ve
Se encontraba sin dinero, sin ropa, sin zapatos, sin documentos y, visto la reacción de su nuevo yo, sin trabajo. De un día para otro se convirtió en indigente. Lo primero que necesitaba era vestirse y, para su suerte, eso sabía dónde encontrarlo. Salió del edificio siendo perseguida por todas las miradas y, para acrecentar su malestar, el sol del mediodía calentaba el piso hasta hacerlo arder. En cada paso que daba sentía el calor quemándole hasta la tortura. Llegar a su destino le iba llevar demasiado tiempo, tenía que cruzar parte de la ciudad y ya no soportaba el dolor en la planta de los pies. Rendida se dejó caer al suelo, estaba a punto de ponerse a llorar cuando una moneda solitaria llegó a sus ojos. «Yo que no me molestaba en recoger ni un billete, y ahora me encuentro arrastrándome por dinero». Lo agarró sintiendo que por fin algo salía bien. Se levantó del suelo y corrió en busca del autobús que la llevara a su antigua casa. No sabía cómo haría para entrar, quizá seduciría
Siguió a Cristian hasta su departamento. Las últimas palabras que le dedicó la dejaron un poco más tranquila. Si bien no le dijo que creía su fantástica historia, le había dado el beneficio de la duda y estaba dispuesto a ayudarla. Lo vio sacar del bolsillo unas llaves y abrir la puerta.—Pasa Re… Aledis.Con lentitud y sintiéndose un estorbo se adentró en el lugar. Su primera impresión la dejó sorprendida. La distribución no era demasiado diferente a su departamento, pero la sala era casi el doble de la que un día fue suya. Un sillón esquinero de color negro adornaba la estancia. En el centro una pequeña mesa sostenía un cuenco de cristal con flores secas. Bajo ella, una alfombra persa cubría el suelo. Todo lucía tan ordenado y pulcro que parecía imposible que un hombre soltero fuera quien vivía allí. Sintió el breve deseo de tirarse sobre el sofá y dormir hasta que el cuerpo lo soportara. Sin más preámbulos y como si estuviese poseída, se lanzó sobre él quedando boca abajo.—Es muy
Tras una hora en el baño, quejarse por mojarse las vendas y tener que despegarlas de unas heridas que aún no habían sanado, buscó desesperada algo con que taparse las vergonzosas marcas; pero no encontró nada. Terminó por tirarse al suelo sollozando envuelta en una toalla y maldiciendo el día que despertó a esa nueva vida.Un tímido golpe en la puerta la sacó del llanto.—¿Estás bien? —Sin importarle el estado en el que se encontraba, abrió. Frente a ella estaba Cristian, la observa preocupado. Aledis negó con la cabeza y se abrazó a él llorando—. Dime, cuéntame qué ocurre. Si ya me confiaste la historia más loca que escuche en mi vida, creo que no me sorprenderá nada de lo que ahora quieras decirme.Se apartó de él, sujetó la toalla para no volver a exhibir un cuerpo que no era el suyo y mostró las vendas.—Mis brazos, me duelen. —Sacó el labio inferior como una niña asustada haciendo pucheros.—Entiendo, tranquila. —su voz era sosegada, inspiraba calma—. No es que esté acostumbrado
—Ale, deja de llorar.—No puedo. —Escondió el rostro en el pecho de Cristian a la vez que él la apretaba contra su cuerpo.—Hemos visto tres películas donde se intercambiaban los cuerpos y en todas acabaste llorando, pero tenían final feliz.Aledis se recostó en el sofá, le dolía la cabeza y estaba exhausta.—¡En todas algún tipo de magia las cambiaba! Yo estuve muerta, no habrá final feliz para mí, ¿comprendes?—Eso no puedes saberlo, tal vez Remedios es una poderosa bruja y te hechizó para robarte tus voluminosas carnes. —Movió las manos frente a ella simulando formar un cuerpo femenino, mientras fingía apretarlo.—Cris, ¿eres consciente que estás toqueteando mi antiguo cuerpo de forma imaginaría?—Lo soy y no me juzgues por ello. —Sonrió, lascivo—. Soy hombre y estabas muy buena.—Estaba…—Creo que Reme es una bruja, solo le falta la verruga en la nariz.—Cris. —No podía dejarlo continuar con ese ataque.—¿Qué?—Ahora me estás llamando fea.—A ti no, a la bruja de Reme. —Se incorpo