¿Qué tal esa confesión de Anita? 🥰
Pasaron a Ana a sala de cirugía y los dos se quedaron mudos… Ambos habían tenido una conversación algo extraña con ella, pero muy significativa. Era como sentir paz y angustia al mismo tiempo, porque no lloraban, pero tampoco reían. Se miraron por fin a la cara sin emitir ningún gesto, y luego, simplemente se tomaron de la mano para empezar a caminar por el pasillo del hospital. Sabían que la operación sería larga, pues era a corazón abierto, y no querían pasar un minuto más allí. Los hospitales les aterraban a los dos, aunque se podría decir que así era para todos los que esperaban que algún ser querido saliera de ahí sano y salvo. Llegaron a una cafetería cercana y se sentaron uno frente al otro, casi sin mirarse, ni interactuar al principio, hasta que llegó la persona que los atendería y les preguntó qué deseaban tomar. Se miraron buscando la respuesta en el otro y luego asintieron, como si se hubieran comunicado a través de la telepatía. —Un par de tazas de café sin azú
Salomé despertó en su cuarto, en la mansión, y ni siquiera recordaba cómo había llegado hasta ahí. Le dolían y le picaban los ojos como si le hubiera caído tierra en ellos. Se enfocó en sus pensamientos y el corazón se le apretó de dolor, cayendo en cuenta nuevamente de lo que había pasado. Estar dormida ayudaba a olvidar los malos momentos, pero en cuanto la conciencia despertaba, todo dolía de nuevo y tendría que pasar un día del infierno… Empezó a recordar, cuando Frank llegó a la azotea, junto con Victoria, las gemelas y Paul. Todos se acercaron a ellos dos, intentando consolarlos. Frank se posicionó frente a Jimmy y se arrodilló para abrazarlo, mientras que Victoria les puso una palma a cada uno en los hombros; las gemelas la abrazaron, arrancándola de la espalda de Jimmy y luego Paul abrazó también a su hermano. Fue horrible, una porquería total, porque los recuerdos le llegaban como si eso hubiera pasado en otra dimensión; se sentía bastante extraño, pero el sentimiento er
Jimmy estaba acostado, con todo su cuerpo enterrado bajo las cobijas; si acaso había una pequeña abertura que le ayudaba a respirar aire fresco. Sus ojos estaban hinchados y cansados; las lágrimas se le habían acabado y muy de vez en cuando le escurría alguna gota por las mejillas. Su nariz estaba roja e irritada, además de seca y con los orificios cuarteados. Le dolía respirar y por eso mantenía su boca entreabierta, pero sus labios se llevaban la peor parte, y después de que siempre mantenían suaves y rosados, se habían puesto pálidos y secos. Su padre lo había visitado la noche anterior, para llevarle la comida, pero aunque trató, no pudo pasar bocado; el nudo en su garganta, que no se deshacía, se lo impedía, y sentía su estómago apretado como si sus intestinos estuvieran secos y quisieran morir con él también… No sabía qué hora era, ni quería saberlo; el tiempo había perdido toda su importancia, así como cualquier otra cosa de la vida. Perder a su madre lo había destruido de la
Abrió los ojos y giró el rostro a la izquierda, pero ella ya no estaba, y el vacío en su pecho se hizo más grande. ¿Cómo es eso posible? Si se suponía que estaba destruido, que ya no existía, ¿por qué con su ausencia se sentía aún peor? Tal vez porque ignoró su presencia, pero tampoco podía darle algo que no tenía… Salió de la bañera, se envolvió la cintura con una toalla y entró de nuevo al cuarto, encontrándolo tan vacío como su alma. Solo había un traje negro sobre la cama, que seguramente Salomé había dejado ahí para él. No quería volver a pisar un maldito cementerio, pero ella tenía algo de razón cuando dijo que debían estar allá; a pesar de todo, quería volver a ver el rostro de su nana, aunque eso implicara volver a derrumbarse, al menos, después de eso podría estar seguro de que ya no despertaría de esa pesadilla; verla en un ataúd, mataría la última esperanza que le quedaba de estar soñando. Se vistió sin prestar mucha atención a los detalles, poniéndose la corbata con fa
Llegó diciembre con su alegría, pero para otras personas, porque para Jimmy y Salomé no había nada alegre… Habían pasado las últimas semanas en completa soledad en la mansión, yendo a trabajar para alivianar un poco la tristeza y no tener que permanecer mucho tiempo en esa casa siniestra y desolada. La chica que había contratado Frank para que les preparara las comidas, iba únicamente en las horas adecuadas: a las seis, a las once y a las seis de nuevo. Si acaso pasaba dos horas por mucho en la casa cada vez que iba; sin embargo, casi nunca la veían porque se la pasaban en la empresa; Salomé en Textiles Sol y Jimmy en Corporación Matías Luna, y muy de vez en cuando se encontraban para reuniones y cosas referentes a trabajo nada más. En la casa, cuando llegaban, cada uno se metía a su propia habitación; Salomé había entendido que él necesitaba vivir su duelo en tranquilidad, y teniendo en cuenta que a ella cualquier chispa la encendía para pelear, prefirió mantener la distancia por
Pensó lo peor cuando esa voz masculina lo nombró, y su corazón le metió el turbo a los latidos. No quería pensar lo peor, pero lo hizo y tragó grueso antes de responder con voz temblorosa: —Sí, yo soy su esposa, Salomé Salazar. —Señorita, necesitamos que venga a la estación de policía. —Exhaló una gran bocana de aire retenido en los pulmones; al menos la llamaban de la estación y no de la morgue… —Voy para allá, pero, ¿qué sucedió? Se puso un gabán encima de la pijama y comenzó a ponerse los zapatos. —Su esposo tuvo una pelea en un bar, golpeó a un hombre. «¡Dios!, ahora también se volvió boxeador». —Está bien, voy para allá, deme la dirección. Escuchó atenta mientras peleaba con la correa de sus zapatillas, luego colgó y tomó su bolso apresurándose a la salida. Cuando llegó a la estación, la llevaron a la celda donde tenían a Jimmy y lo vio, sentado en el suelo, con las piernas dobladas y las manos en las rodillas, mirando a la nada… Se le rompió el alma al verlo allí, y él
Jimmy la miró perverso y no pudo contenerse… Salió de la tina y le interceptó la boca, agarrándola de los glúteos para levantarla, y hacerla rodearle las caderas con las piernas. Se tragó un gemido suyo, por haberla mojado, y la llevó hasta la habitación… Acostándola sobre la cama, se quitó él mismo el bóxer mojado y luego le bajó las bragas de un solo tirón, para después sumergirse entre sus piernas… —Ahhh —gimió ella al sentir esa lengua caliente invadiéndola, sin pedir permiso, y abrió las piernas completamente para darle la facilidad de devorarla a su antojo… La consumió completa… chupándola sin parar mientras ella se retorcía de placer en la cama, a merced de sus lengüetazos y paladeos… Estaba tan mojada, que consiguió disfrutar al límite de ese elixir que lo volvía loco, y de los gemidos que salían de su garganta… Le envolvió los muslos con los brazos, abriéndola más y la miró, mordiéndose el labio para contener los gritos, y arañando las sábanas con sus uñas. La sintió t
No quería hablar de eso… El momento que habían pasado juntos fue muy lindo como para arruinarlo hablando de ese imbécil que ella había tenido como examante, pero no le quedó otra opción cuando ella no dejaba de mirarlo expectante:—¿Y?—¿Qué quieres que te diga?—Pues todo, Jimmy, a quién golpeaste, por qué razón, etc.—¿Te suena algún rubio?La vio quedarse pensando por un minuto y eso lo hizo sentir fatal… ¿Acaso era cierto lo que ese hombre había dicho de ella?—He conocido varios hombres rubios…«Eso dolió»…—Así que es cierto…—¿Es cierto qué, Jimmy?Tragó duro y miró al frente, poniéndose las manos detrás de la cabeza.—Olvídalo, no quiero hablar de eso.—¡Pues yo sí! —exclamó—. ¿Vas a darle más vueltas al asunto para no contarme lo que sucedió?No quería… no quería iniciar el tema, porque le daba miedo confirmar lo que ese hombre había dicho, aunque hiciera parte del pasado de ella.—¿Estás segura?—Sí.—Ok está bien —aceptó mirándola fijamente.—Te escucho.Salomé se acomodó d