Llegó diciembre con su alegría, pero para otras personas, porque para Jimmy y Salomé no había nada alegre… Habían pasado las últimas semanas en completa soledad en la mansión, yendo a trabajar para alivianar un poco la tristeza y no tener que permanecer mucho tiempo en esa casa siniestra y desolada. La chica que había contratado Frank para que les preparara las comidas, iba únicamente en las horas adecuadas: a las seis, a las once y a las seis de nuevo. Si acaso pasaba dos horas por mucho en la casa cada vez que iba; sin embargo, casi nunca la veían porque se la pasaban en la empresa; Salomé en Textiles Sol y Jimmy en Corporación Matías Luna, y muy de vez en cuando se encontraban para reuniones y cosas referentes a trabajo nada más. En la casa, cuando llegaban, cada uno se metía a su propia habitación; Salomé había entendido que él necesitaba vivir su duelo en tranquilidad, y teniendo en cuenta que a ella cualquier chispa la encendía para pelear, prefirió mantener la distancia por
Pensó lo peor cuando esa voz masculina lo nombró, y su corazón le metió el turbo a los latidos. No quería pensar lo peor, pero lo hizo y tragó grueso antes de responder con voz temblorosa: —Sí, yo soy su esposa, Salomé Salazar. —Señorita, necesitamos que venga a la estación de policía. —Exhaló una gran bocana de aire retenido en los pulmones; al menos la llamaban de la estación y no de la morgue… —Voy para allá, pero, ¿qué sucedió? Se puso un gabán encima de la pijama y comenzó a ponerse los zapatos. —Su esposo tuvo una pelea en un bar, golpeó a un hombre. «¡Dios!, ahora también se volvió boxeador». —Está bien, voy para allá, deme la dirección. Escuchó atenta mientras peleaba con la correa de sus zapatillas, luego colgó y tomó su bolso apresurándose a la salida. Cuando llegó a la estación, la llevaron a la celda donde tenían a Jimmy y lo vio, sentado en el suelo, con las piernas dobladas y las manos en las rodillas, mirando a la nada… Se le rompió el alma al verlo allí, y él
Jimmy la miró perverso y no pudo contenerse… Salió de la tina y le interceptó la boca, agarrándola de los glúteos para levantarla, y hacerla rodearle las caderas con las piernas. Se tragó un gemido suyo, por haberla mojado, y la llevó hasta la habitación… Acostándola sobre la cama, se quitó él mismo el bóxer mojado y luego le bajó las bragas de un solo tirón, para después sumergirse entre sus piernas… —Ahhh —gimió ella al sentir esa lengua caliente invadiéndola, sin pedir permiso, y abrió las piernas completamente para darle la facilidad de devorarla a su antojo… La consumió completa… chupándola sin parar mientras ella se retorcía de placer en la cama, a merced de sus lengüetazos y paladeos… Estaba tan mojada, que consiguió disfrutar al límite de ese elixir que lo volvía loco, y de los gemidos que salían de su garganta… Le envolvió los muslos con los brazos, abriéndola más y la miró, mordiéndose el labio para contener los gritos, y arañando las sábanas con sus uñas. La sintió t
No quería hablar de eso… El momento que habían pasado juntos fue muy lindo como para arruinarlo hablando de ese imbécil que ella había tenido como examante, pero no le quedó otra opción cuando ella no dejaba de mirarlo expectante:—¿Y?—¿Qué quieres que te diga?—Pues todo, Jimmy, a quién golpeaste, por qué razón, etc.—¿Te suena algún rubio?La vio quedarse pensando por un minuto y eso lo hizo sentir fatal… ¿Acaso era cierto lo que ese hombre había dicho de ella?—He conocido varios hombres rubios…«Eso dolió»…—Así que es cierto…—¿Es cierto qué, Jimmy?Tragó duro y miró al frente, poniéndose las manos detrás de la cabeza.—Olvídalo, no quiero hablar de eso.—¡Pues yo sí! —exclamó—. ¿Vas a darle más vueltas al asunto para no contarme lo que sucedió?No quería… no quería iniciar el tema, porque le daba miedo confirmar lo que ese hombre había dicho, aunque hiciera parte del pasado de ella.—¿Estás segura?—Sí.—Ok está bien —aceptó mirándola fijamente.—Te escucho.Salomé se acomodó d
Su tía Victoria, o más bien, su tía bruja Victoria, tocó la puerta minutos después y cuando Salomé le voceó que siguiera, se quedó pasmada al ver que era ella:«¿Desde cuándo adquirió modales?»—Buenos días, sobrina. —La saludó, acercándose con una carpeta negra en las manos.—Buenos días, ¿eres tú?, o estoy alucinando…—Si lo dices por lo que creo que es, lo siento… Me di cuenta de que no he sido muy respetuosa contigo, pero ahora solo quiero darte las gracias.—¿Ah si?, ¿y por qué?La pelirroja pecosa suspiró esbozando una sonrisa y puso firmemente la carpeta sobre el escritorio.—Revísalo tú misma.Salomé la miró achicando los ojos con sospecha y tomó la carpeta.Abriéndola, empezó a ojearla, dándose cuenta de que se trataba de unos documentos referentes a su matrimonio con Jimmy, y el corazón se le hizo chiquito cuando vio los sellos del contrato matrimonial que decían: “disuelto”.Elevó la mirada hacia su tía, mientras su corazón latía desenfrenado y no sabía por qué…Había soñad
Había silencio en la mansión, nada más, y Jimmy se llenó de ira, pero no hacia Salomé…Se dio la vuelta y salió de la casa devolviéndose hasta el parqueadero para volver a sacar su auto, e ir directo al apartamento de Paul.Tenía que reclamarle por lo que había hecho y no quiso esperar más. Ya tenía que lidiar con una Salomé loca que se quería ir de la casa, y no podía perder la oportunidad de enfrentar a su mejor amigo; tenía que darle una explicación sobre eso.Llegó y tocó la puerta fuerte con los puños, sin importar que los tenía heridos; un Paul soñoliento salió a recibirlo y en cuanto le abrió la puerta Jimmy entró disparado…—¿Por qué lo hiciste? —se paró en el centro de la sala con las manos en la cintura, mirándolo para fulminarlo.—¿Hacer qué?—No te hagas, Paul, lo del contrato.—Ah… eso. —Se rascó la cabeza y los ojos.—Necesito una maldita explicación.—Pues porque tú me lo pediste.—¿Acaso estás idiota? Cuando yo te lo pedí creí que Salomé me había engañado.—¿Y acaso no
Y se convirtió…Salomé no pegó un ojo en toda la noche por culpa de esa última pregunta que le hacía su mente. No dejaba de pensar en Jimmy y en lo que él estaba sintiendo o pensaba de ella; tanto que, ni sueño le dio y se levantó de la cama primero que él como si hubiera dormido doce horas seguidas, con una energía inigualable.Él se quedó en la cama un tiempo mientras ella se duchaba, y cuando salió lo encontró sentado en la cama, mirando hacia el baño, esperándola.—Hola. —Lo saludó sonriente y caminó hacia él para darle un beso en los labios.—Buenos días —respondió él correspondiendo a su beso.Al parecer había pasado buena noche porque se veía de buen humor, y se levantó enseguida para meterse a la ducha.—¿Nos vamos juntos hoy?—Sí —contestó él desde el baño.—Te espero en el comedor.Salió del cuarto, envuelta en una bata blanca, y cuando llegó al suyo, se encontró con que no había nadie.La gemela con poderes psíquicos ya se había marchado junto con Paul, y ni siquiera supo a
Tomó aire inhalando profundamente mientras empezaba a caminar hacia su oficina, y cuando estuvo a unos cuantos metros del cubículo de Brenda, achicó los ojos, fulminándola con la mirada, mientras ella acomodaba unos libros en su escritorio.—No es necesario que lo hagas —le dijo y ella elevó la vista, percatándose de su presencia.Arrugó la frente con confusión y luego sonrió atónita; sin embargo, la frente de Salomé no se alisaba y sus brazos se mantuvieron cruzados en el pecho, reprimiendo las ganas que sentía de abalanzarse y acabar con ella.—¿Por qué, señorita? —preguntó la rubia, sin esperar la respuesta que su jefe le daría:—Porque hace exactamente —miró el reloj en su muñeca—. Doce minutos con veintinueve segundos, ya no trabajas aquí —sonrió irónica—. Estás despedida.La pelos de escoba se quedó tiesa y abrió levemente la boca sin poder creérselo.—¿Q-qué dice?—No me hagas repetírtelo niña, debes saber que solo me estoy conteniendo por Jimmy, o hace tres minutos habría empe