Sekhmet: En el pasar de los años he conocido a amigas falsas, hombres cabrones que no sirven para nada, personas que no hacen más que manipularte, despreciarte e usarte para después sacar provecho de tu misma persona. No sabemos nunca quienes tenemos junto a nosotros hasta que sucede algo que nos demuestra lo que no queremos ver. Me han fallado tanto, qué hay veces que no soy capaz de creer en nadie. —Eres una zorra; una maldita zorra —escupo con asco mientras la castaña que tengo delante me muestra una sonrisa de esas que le da igual lo que suceda o lo que le diga, aumentando el odio que siento hacia ella ahora mismo. —No, no soy nada; en todo caso la zorra eres tú —cruza sus pies, uno encima del otro con una sonrisa maliciosa en sus labios. Aprieto mis puños a los lados de mi cuerpo y hago lo mismo con mi mandíbula. —Te quiero fuera de la casa en cinco segundos —informo levantándome del asiento caminando en dirección a la vitrina de bebidas. —Ja; estás loca, la
Sekhmet.. Forjarse en una de estas carreras trae tropiezos, caídas, complicaciones, breves lapsos que no se reducen solo a ser menospreciada solo por el hecho de ser mujer, también a ser denigrada y solamente observada por encima del hombro como si no valieras lo suficiente para estar en lo más alto de la cima. Llevo unos años en esto, pero eso no quita que el solo hecho de saber lo que conlleva cada misión mis nervios no reduzcan… Me han repetido que nací para ser venerada como la diosa que soy, pero ha veces la belleza posee unas terribles consecuencias que pueden oscurecer tu vida en un abrir y cerrar de ojos. Maquillo mis ojos, realizando un delineado de gato que queda a la perfección con mi conjunto, con delicadeza en el borde, dándole más profundidad a mi iris verdoso que llama la atención a kilómetros de distancia. Aplico un poco de rizador de pestañas, alargándolas más de lo debido; realizo el mismo procedimiento con una pequeña y no tan alarmante capa de labial
Buenas a quienes se dieron la oportunidad de leer esta historia quiero decirles que deben saber que esta historia es totalmente ficticia, cualquier coincidencia con la realidad es simple casualidad. La MMIM( Movimiento De Maxima Inteligencia Militar ) es un sistema judicial inventado por mi y solo por mi, producto de mi ocurrente imaginación, cada sustancia, droga, tecnología son simples datos que iré explicando en mi cuenta de Instagram, pero también les dejaré algunas notas al final del capítulo. Consta de: (Organizado segun su rango en la milicia) Canciller. Secretaria General. General. Sargento. Subteniente. Capitán Mayor. Suboficial. Cabo. Alférez. Soldado. Cada suceso aqui creado son propios de la misma trama: queda bajo su propia responsabilidad la forma en la que interpreta la informacion brindada. Reitero que no es una novela rosa, si no es lo que buscas te doy la oportunidad de irte antes de que comiences la lec
Sekhmet. Estoy mentalmente agotada, incluso psicológicamente, pero eso no quita que golpee el saco de boxeo del gimnasio. Mi respiración está algo ofuscada, pequeñas, pero molestas gotas de sudor bajan por mis hombros, mejillas, el medio de mis pechos y mi abdomen plano cubierto en la parte de mi pelvis por las llamas del mismo infierno. Ejecuto dos golpes certeros en el objeto, abasteciéndome de toda la rabia que tengo contenida, dejando que mi visión se nuble y la adrenalina se apodere de mi sistema. Me detengo por unos pequeños instantes limpiando los restos de sudor de mi coronilla, agarrando después mi botella de agua para ingerirla en segundos. Siento el agua caliente bajar por mi garganta, calmando la ansiedad que he tratado de liberar, pero que a causa de mi adrenalina no reduce, alcanzo mi pequeño bote de pastillas agarrando una en el proceso e ingiriéndola sin cuestionarme el asqueroso sabor o los malestares que este mismo me provoca en ocasiones.
Danton. Paso las manos por mi cabello mientras le doy otra calada al cigarrillo que descansa en mis dedos. Levanto una de mis cejas con la mirada en el cuerpo de la bailarina de Pol dance que se mueve en el tubo como si de una polla se tratara. Mis brazos los acomodo en el enorme desván gris que se encuentra en un rincón con poca claridad dónde puedo observar mi entorno. Una sonrisa siniestra se alza en mis labios cuando una rubia con un collar de sumisa se acerca a mi cuerpo. — ¿Mi amo necesita algo? —cuestiona con su mirada en el suelo y de rodillas; como tanto me gusta. —Solo necesito un rato a solas; ahora márchate —sigue con su mirada en el suelo completamente desnuda, caminando en dirección a la barra—, pero caminando como perro. Ella no refuta; ni siquiera se gira, solo ejecuta la orden que acabo de dar, pone su culo en pompa saliendo como una perra bien domada. Le doy otra calada a mi cigarrillo, para tiempo después de tener el humo retenido en mis pu
Sekhmet. El calor abrasador e interminable que el sol no deja de ofrecer, dificultando mi vista en breves momentos por las gotas de sudor que me dificultan el divisar por el ojo óptico del francotirador. Tomo una buena y extensa bocanada de aire manteniendo cada minúsculo movimiento de los mercenarios colombianos sin perderme nada que podría hacer fracasar la misión. Diviso a mis mejores amigas posicionadas a solo unos centímetros más debajo de mi, continuando ocultas con los trajes especiales, mientras nuestro sargento mayor de la tropa alpha prosigue a terminar de planear la estrategia con el subteniente manteniéndonos informados de los próximos movimientos. Cuento con mi respiración errática, constante, pero volviendo mi pecho en un vaivén constante. Mi cuerpo esta enfundado en mi uniforme de trabajo con tres tipos diferentes de verde; verde web, aguacate y oscuro con mis botas militares a conjunto; mí auricular en el oído derecho, mientras mis hebras negras están atadas en
Sekhmet A veces estamos tan agotadas físicamente que incluso levantarnos de la cama resulta asfixiante y fuera de lugar; o tal vez es que estoy siendo tan vaga en estos momentos que al solo escuchar el triste sonido del despertador avisando que es momento de prepararme para llevar acabo el inicio de mi martirio; uno al que de alguna forma me he vuelto adicta solo por el hecho de que lo que más deseo es olvidarme de las mil complicaciones que presenta mi lamentable vida en estos momentos. Libero un suave bostezo, sintiendo la intensa necesidad de arroparme entre las suaves cobijas de mi cama, mientras mi molesta vejiga se vuelve un manojo desquiciante con ganas de liberarse como sea. Reconozco que es inevitable el molesto y agotador deseo que tengo de continuar disfrutando de mi largo letargo; sin embargo, hay información importante que debo dar y eso basta para que de un salto—casi terminando de culo al suelo—terminar con un mareo y mis manos cubriendo mi rostro, eliminando las peq
Sekhmet. Abro mis ojos lentamente, sintiendo el pesar de mis músculos contraídos sentirse cada vez más molestos por la evidente ejercitación cuando ejecuto cada uno de los fortuitos ejercicios establecidos. Libero uno que otro bostezo, relamiendo mis labios en el momento que emprendo mi camino en dirección al área de tiro, mientras no me pierdo de vista los trotes matutinos de los soldados que se mueven de un lado para otro. —¡Capitana Williams! —me saluda uno de los nuevos soldados traidos desde afganistan. —¡Cabo Sánchez! —su expresión neutral, sus cabellos rojos son el acompañante del joven de diecinueve años que se detiene delante de mi, manteniendo mi saludo militar—. Descanse. Acata mi orden continuando su caminar en direccion al aeródromo interno de la sucursal que consta de varios sectores primcipales. Continuó mi camino, dejando a algunos compañeros, jefes de tropa y los pequeños que se encuentran estudiando más abajo preparándose para comenzar